Según un recientes noticias parece ser que los niveles de contaminación en Madrid están alcanzando niveles preocupantes. ¡Mentira! No los están alcanzando: ya los habÃan alcanzado hace mucho tiempo, sólo que ahora superan unas referencias estandarizadas como “razonables” por la Unión Europea. Ahora es cuando echamos la vista al cielo, vemos la capa negra y nos lamentamos. Ahora es cuando asustados, decimos “madre mÃa, qué cantidad de polvo que se nos ha “acumulao” ahà arriba, ¿no?”, como si no nos hubiésemos dado cuenta antes de que los coches contaminan, y mucho.
El problema
El tráfico rodado aporta hasta el ochenta por ciento de la contaminación atmosférica, la misma que es responsable de 2000 muertes al año. Analicemos algunos de los incentivos al uso de vehÃculos de motor:
1) Las condiciones del transporte público: precios, horarios, rutas, servicio. Seremos unos señoritos, pero una ciudad bien conectada desincentiva el uso del transporte privado.
2) Las recientes ayudas para la compra de vehÃculos, que no han estado condicionadas a la promoción significativa de modelos menos contaminantes como el coche eléctrico (que no necesariamente produce “cero emisiones” puesto que utiliza electricidad cuya obtención puede haber sido una gran fuente de polución. Social y económicamente, los vehÃculos de cuatro ruedas están institucionalizados como “el modelo” de transporte.
3) El uso de la bicicleta sigue encontrando múltiples barreras y los poderes públicos raramente harán una fuerte apuesta por el transporte limpio mientras no les sea electoralmente rentable. No sólo se ponen trabas a las dos ruedas, también las aceras peatonales son en ocasiones verdaderos infiernos, formalidades urbanÃsticas atravesadas por contenedores y farolas, que le roban espacio a la carretera. De esta forma, la movilidad se convierte en puro desplazamiento, sin poder disfrutar adecuadamente de los espacios.
4) La ciudad está especializada en “zonas” (residencial, de ocio, comercial…), de tal forma que las redes sociales y económicas obligan a un constante movimiento. Ese movimiento, evidentemente, ha de hacerse en el menor tiempo posible, dadas nuestras ansias de inmediatez y la presunción del derecho a la omnipresencia. Además, la especialización económica, también a nivel global, obliga a un exagerado e innecesario transporte de mercancÃas.

La solución
Ante todo, valor y determinación: hay un problema, hay que reconocerlo, y una borrasca no lo va a solucionar. Que no se vea no quiere decir que no esté. La clase polÃtica, de la que poco se puede esperar, tendrÃa que tomar medidas drásticas.
Igualmente poco se puede esperar de una masa de ciudadanos/as que parece esperar siempre a que sus problemas los solucionen otros. Cada conductor/a esperará que sean otr@s quienes renuncien al coche. Subyace la idea de que si la gente utilizase menos el coche estarÃa haciendo un sacrificio por los demás. Pero, ¿y si le damos la vuelta a la idea? Somos los demás quienes a dÃa de hoy hacemos un sacrificio respirando este aire, para que much@s se muevan “cómodamente” en coche. Ahora es cuando viene la respuesta maliciosa e ignorante: “¡si quieres aire limpio, vete al campo!”. Podemos y debemos imaginar ciudades con aire más o menos limpio.
La movilidad intraurbana a través de transporte privado es una idea totalmente irracional. Además del problema de la contaminación también tenemos atascos, problemas de aparcamiento y espacio, problemas en la fluidez debido al conflicto peatón-coche, ruidos, atropellos… Parece que el coche es un medio de transporte “revolucionario”, pero en realidad está en el origen de muchas causas de mortailidad (accidentes sobre todo, pero también por su contribución a la mala calidad del aire), además de promover modelos individualistas, inmediatistas y consumistas (los coches actuales no están pensados para durar más de 5-10 años).

Algunas alternativas que podemos considerar:
1) Compartir coche. Ya hay varias páginas en las que puedes ponerte de acuerdo con más gente para utilizar un mismo vehÃculo si compartes itinerario (www.amovens.com, www.comparteviaje.es, www.conduzco.es, www.comuto.es…).
2) Ir en bicicleta. Efectivamente, da un poco de miedo ir en bici en Madrid. Cuanta más gente haya, más se acostumbrará el conductor a convivir con las bicicletas, y más gente se animará.
3) Usar el transporte público. Lo primero de todo es apoyar a las campañas existentes por un transporte público decente (contra el billetazo, para que los niños no paguen, etc.). Es necesario presionar para tener una red de transportes asequible y de calidad. Por otro lado, hay que trascender la pereza que nos da a veces recurrir a esta opción y disfrutar del transporte público como una oportunidad para ir leyendo, durmiendo o, por qué no, conociendo gente, algo que ninguna de las otras opciones te permite.
4) Andar. Parece un recordatorio ridÃculo, pero no deja de ser una alternativa real al tráfico rodado. La energÃa que contenemos en las piernas es una de las más limpias que hay. Además, los beneficios para el sistema cardiovascular, esquelético, digestivo, nervioso… son innumerables, y es el transporte con mayor maniobrabilidad: gratuito, sin tener que aparcar ni atar nada…
No sólo se trata de llevar a cabo individualmente estas prácticas. Podemos recordarle a la gente que nos rodea lo importantes que son y también es necesario organizarse en grupos, redes y plataformas para hacerlas más factibles, y por último presionar a los poderes públicos para que eliminen las barreras al transporte limpio y los incentivos a la movilidad sucia.