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O que queremos para nossa agricultura

Por João Pedro Stedile Na Folha de S. Paulo 28 maio 2010

As transformações do mundo nas últimas décadas fizeram com que o centro de acumulação do capital fosse para a esfera financeira e para as corporações transnacionais. Isso trouxe graves consequências e promoveu um enfrentamento crescente entre dois modelos de produção na agricultura.

O modelo dos capitalistas é uma aliança entre grandes proprietários de terras, empresas transnacionais e sistema financeiro. As empresas fornecem insumos, compram os produtos, controlam o mercado e fixam preços dos produtos agrícolas.

Os grandes proprietários (cerca de apenas 40 mil, que possuem mais de mil hectares) entram com a terra, destruindo a biodiversidade e superexplorando os trabalhadores, para repartir a taxa de lucro da agricultura das empresas.

Esse modelo foi autodenominado de agronegócio. Adota a monocultura, para ampliar a escala de produção, com o uso intensivo de venenos e maquinaria pesada.

Essa matriz tecnológica provoca um desequilíbrio climático e ambiental para obter lucros e fazer negócios a quaisquer custos.

O próprio sindicato das empresas de defensivos agrícolas anunciou exultante que, na safra passada, utilizou 1 bilhão de litros de agrotóxicos (cinco litros por habitante). Somos o maior consumidor mundial de venenos.

Isso degrada o solo, afeta o lençol freático, contamina até as chuvas, além dos alimentos.
A Anvisa (Agência Nacional de Vigilância Sanitária) e o Instituto Nacional do Câncer têm alertado que o aumento de câncer está ligado ao crescente uso de agrotóxicos.

Os ricos e a classe média alta compram produtos orgânicos, mais caros. No entanto, o povo está à mercê dos produtos contaminados.

O agronegócio ainda aumenta a concentração da terra e da produção, pela necessidade de ganhar escala no plantio. O Censo de 2006 aponta que a concentração da terra é maior do que na década de 1920.

Estamos fazendo o caminho inverso ao da reforma agrária. Cerca de 80% das nossas melhores terras são usadas para produzir para exportação três produtos: soja, milho e cana. Além disso, o agronegócio é cada vez mais dependente do financiamento público.

Para produzir um valor anual de R$ 120 bilhões, esse modelo retira crédito nos bancos públicos (da poupança recolhida nos depósitos à vista), ao redor de R$ 90 bilhões.

Ou seja, é a população brasileira que financia o agronegócio, ao contrário da propaganda mentirosa que só exalta seus "benefícios".

Os movimentos sociais, junto com ambientalistas, igrejas e cientistas, temos alertado sobre esses problemas. Propomos outro modelo de agricultura, que priorize a produção diversificada, máquinas agrícolas adequadas a pequenas unidades, agroindústrias cooperativadas e técnicas agroecológicas.

Em vez de priorizar o lucro de grandes empresas e fazendeiros, temos que respeitar o equilíbrio do ambiente, produzir alimentos sadios, fortalecer o mercado interno, aproximando produtores e consumidores. Nossa proposta de reforma agrária popular é a adoção desse modelo, e não apenas distribuir lotes para os sem-terra.

O que está em jogo é a organização da agricultura brasileira.

O povo não tem dinheiro para financiar candidatos, mas o agronegócio anunciou a aplicação de R$ 800 milhões para eleger candidatos. Mas temos o voto e poder de mobilização. É preciso, nesse período eleitoral, cobrar dos candidatos posições claras. Os nossos recursos naturais devem ser utilizados em benefício do povo brasileiro.

A sociedade brasileira, cedo ou tarde, deverá decidir se o país continuará produzindo alimentos com venenos, porque dão lucros, ou se dará prioridade a alimentos saudáveis e à preservação ambiental.

JOÃO PEDRO STEDILE, 56, economista, é integrante da coordenação nacional do MST (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra) e da Via Campesina Brasil.

Elecciones internas en el PT: el partido ante el espejo

Pep Valenzuela ALAI-AMLATINA 15/09/2005, São Paulo.- 

Querida Ana, esta
noche/madrugada cayó por aquí una tormenta, perdona la
expresión, "do c…", rayos, truenos y agua sin fin; al lado de la
Avenida 23 de Mayo, el ruido de la lluvia conseguía apagar el
estruendo permanente del tráfico; un "toró" que dicen en algunas
regiones del país.  Pensé mucho en tí y, menos alegre y gracioso,
un poco en la situación del país.

No sé muy bien, sin embargo, por dónde empezar para explicarte
un poco la situación que vive Brasil en estos días, ya desde hace
tres meses que iniciara la que pasará a la historia como la crisis
del "mensalão" (algo así como sueldazo mensual).  En realidad,
hay dos temas diferentes, aunque mezclados.  El primero, el
"mensalão" en rigor, que es el del eventual pagamiento a
diputados, aliados por cierto, para que votasen a favor de las
propuestas del gobierno; el segundo, financiación ilegal de
campañas electorales.

Quizás, podría ser considerando la visión que ofrecen los llamados
"medios de comunicación o información de masas", no hace falta
insistir en que lo de masas no es porque sean éstas quienes los
producen o utilizan sino porque están hechos para el "consumo",
muchas veces en el peor sentido, de las "masas", también en el
peor sentido.  Por ejemplo, ayer u hoy mismo, en las, entre 13 y
16, primeras páginas de uno de los cotidianos más vendidos,
todas las noticias, viñetas y opiniones tratan de esa crisis.  Una de
las líneas principales de "investigación" es sobre la eventual
implicación del Presidente Lula en esos esquemas de corrupción y
actividades ilegales.  Otra, sobre la culpabilidad efectiva o no de
José Dirceu, que fuera segundo de a bordo en el Gobierno y
considerado eminencia gris de la línea política adoptada por el
núcleo dirigente del Partido de los Trabajadores para ganar las
elecciones y, después, dirigir el país desde el palacio presidencial,
palacio del Planalto; culpabilidad que, por la relación especial entre
él y Lula podría tener consecuencia obvias que remiten a la línea
anterior.  Con un perfil más bajo, todo tipo de acusaciones contra
cualquier diputado, senador, alcalde o concejal del PT que
eventualmente pudiera ponerse a tiro.  Transversalmente a todo
eso, el PT recibe por todos los lados: por culpable, por incapaz,
por inepto, por "leninista", por pretender el "poder por el poder", por
pretenderse más ético que los demás.  Te puedes imaginar cómo
se te queda el cuerpo después de la lectura de esa sección.
Porque, además, los indicios que han venido apareciendo en las
diferentes comisiones parlamentarias de investigación, así como
las declaraciones a esas mismas comisiones y a la Policía
Federal, no dejan espacio para la inocencia de una buena parte de
los acusados.  Parece que el mundo se va a acabar, que es el
caos, que el país se va a hundir…

Después, sin embargo, en la sección de economía, parece que
salga el sol sobre el país-continente: la industrias crecen todas,
las exportaciones baten récordes históricos, los bancos están que
revientan de beneficios, el consumo familiar crece, aumentan las
posibilidades de crédito y microcrédito, se crea empleo formal y
también informal…  y así en este plan, liquidando deuda externa, y
a pesar de los riesgos siempre presentes de fluctuación del dólar y
movimientos en los mercados financieros.  El resto del periódico,
como si fuera una especie de reedición revisada, relata la cantinela
de siempre: por un lado, un país de "caras" (título de una de las
revistas rosa más vendidas), supuestas personalidades, artistas,
cine, conciertos, bares y restaurantes con el mayor "charme", un
mundo, en fin, maravilloso; cerca de ahí, las maravillas, iba a decir
del deporte pero en realidad casi tan sólo del fútbol y de otros
deportes cuando se trata de exaltación patriótica.  Ya, a
continuación, viene la sección de los secuestros "express", asaltos
a edificios "nobles" en la ciudad de São Paulo, narcotráfico y
asesinatos en las favelas de Río de Janeiro, manifestaciones de
estudiantes pidiendo billete gratis para ir a la universidad;
prostitución infantil en las calles de la gran metrópoli paulista, con
detalle de las áreas, edades, precios…  y los "clasificados".

A todo esto, y aunque estoy convencido de que la experiencia y
realizaciones de este gobierno marcarán un hito histórico, el
bloque político y social que llevó a Lula a la Presidencia está
liquidado.  Y quien peor parte lleva de momento en el reparto es el
PT; y no muy lejos, la Central Única de Trabajadores-CUT, el MST
y otros movimientos que vienen articulando una campaña de apoyo
a Lula, que el Presidente es el primero en ignorar, exigiendo
cambio de la política económica; pretendiendo, en definitiva, que la
situación sería peor sin él.  Lo cual que no me parece muy
desatinado, como mínimo.  El problema es que Lula no solamente
ni imagina o sueña que sea posible otra política económica, es
que está convencido de que estamos en el mejor de los mundos
posibles.  Si fuera de otra manera, no hay ninguna ni la más
mínima señal al respecto.  Pero, una parte del problema es, sin
duda, la ausencia de una auténtica y vigorosa movilización social
que pudiese obligar al Presidente a cambiar de posición.

De acuerdo con las declaraciones del entonces tesorero del
partido, Delubio Soares, él mismo y sólo él sería responsable de la
arquitectura del esquema de distribución de dinero para
financiamiento ilegal de campañas (llamado aquí "caja 2").  En
aquellos días de mediados de julio, dejaron la dirección del partido
él mismo, el secretario general, el secretario de comunicación y
hasta el presidente, el ex-guerrillero José Genoíno.  Pocos días
después, para rematar la faena, el propio Lula, desde Francia,
donde se encontraba con motivo de su participación institucional
en las celebraciones del 14 de Julio, confirmó: el PT había
montado una estructura para conseguir "caja 2" para el propio
partido y para los partidos aliados, entre los cuales algunos
reaccionarios de toda la vida, como el Partido Progresista (sic.), el
Partido Liberal y el Partido Trabalhista Brasileiro.  Pero, atención,
primero, él no sabía nada puesto que estaba formalmente
desligado de los trabajos de dirección desde hacía años.
Segundo, como las personas que habían dirigido el partido hasta
donde había llegado asumieron responsabilidades de gobierno, la
organización quedó debilitada y con cuadros menos formados que
habrían "cometido errores".  Y, tercero, en fin, ese delito lo
cometen todos los partidos en Brasil.

En aquel momento, ganaba espacio la tesis de que Lula estaría
desligándose del PT para, primero, no ser afectado por los casos
de corrupción ya públicamente admitidos y, segundo, para
preparar una eventual opción a la reelección, esta vez ya, sin el
partido o con el partido como una organización más de apoyo a su
candidatura.  De hecho, y éste es uno de los elementos clave en
el actual escenario, el "buen funcionamiento" de la economía del
que, como te he comentado, informan los "media", y un alto nivel
de popularidad del propio Lula a pesar de la tormenta en marcha,
hacen pensar a los grupos y sectores del entorno Lula que con o
sin PT el Presidente tiene potencial por sí solo para repetir.  La
oposición, por su parte, se ha movido entre los que se animaron a
reclamar la destitución de Lula y trabajar para que las
investigaciones de corrupción llegasen hasta él, y los que optaron
por mantener estabilidad institucional y económica pero debilitando
lo más posible al extornero de modo que fuese impracticable
cualquier intento de reelección en la contienda del próximo año.  El
resultado final de las investigaciones y la marcha de la economía
indicarán a unos y a otros los caminos posibles todavía.

Para la parte más organizada y decisiva de los movimientos
sociales y áreas de izquierda del país, esa reelección es, a pesar
de todo, el mejor de los escenarios posibles.  Aunque la política
del gobierno, especialmente la económica, consiguió ganarse
críticas duras de parte de aquellos, el diálogo y la confianza entre
las dos partes continúan siendo un elemento valorado,
especialmente por los primeros, por lo menos a espera de que el
equilibrio de fuerzas pudiera cambiar de bando y favorecer a las
fuerzas de los cambios estructurales.  Sin embargo, no parece que
tengan fuerza suficiente para eso y se confiarían más bien a un
buen acuerdo con el propio Lula y los sectores más progresistas
que todavía hay dentro del gobierno.  A final de cuentas, toda la
"crisis" está marcada por ese carácter de representación/gestión
de conflicto, teatral realmente en muchos casos, en las
instituciones.  Pero, sin reflejo o expresión fuerte en las calles o en
las esferas de la economía y social.  Claro que lucha haberla hay-
la, pero no sería tanto por los rumbos de la economía y, en general
del país, sino por el control del aparato de Estado.

Supongo, Ana, que a esta altura te preguntarás: ¿y el PT, el
partido esperanza de la izquierda mundial, el partido del Foro
Social, de la democracia participativa, el partido-movimiento?
Pues, el próximo domingo se celebrará en todo el país una jornada
de elecciones para renovar todos los directorios partidarios y la
presidencia de los mismos, que se elige directamente, en los
niveles nacional, estatal y municipal.  En mi opinión, creo que el
partido había conseguido conservar frescura y lozanía y mucho
potencial a pesar de lo avanzado del proceso de su paulatina
conversión en una organización electoralista, institucionalista y,
como dicen todavía algunos por aquí, un partido del "orden
establecido".  Potencial y energía viviendo en las numerosas, ricas
y originales experiencias de gestión democrática y popular en
numerosos ayuntamientos y también en algún caso a nivel de
Estado.  Potencial y energía en su relación con los movimientos y
organizaciones sociales de todo el país.  Potencial y energía en
los valores que animaban y animan a la mayoría de los militantes,
en su propia historia.  Eso, está claro que no desaparece de un día
para otro.

Con matices y diferencias, ése es el discurso de la mayoría de
candidatos.  Notorias diferencias en relación a la crítica o no del
gobierno y su política, menos en relación al papel de Lula, a quien
la mayoría sigue considerando figura central para el futuro.  La
novedad real en medio del proceso de elecciones directas (PED)
es la fractura del denominado Campo Mayoritario (CM), una
alianza de corrientes nacionales y regionales en torno a un núcleo
duro en el centro del cual está Lula, que viene dirigiendo
históricamente al PT.  Su influencia en el partido era determinante
y su control de la estructura implacable.  De hecho, desde hace
años las tendencias de la llamada izquierda petista venían
prácticamente llorando la incapacidad de controlar, dominar y
hasta aplacar la sed de poder de esa tendencia/aparato.  Aunque
la red de intereses y de estructuras de poder que unía al "Campo"
era y es todavía muy fuerte, numerosas señales en este momento
muestran que hoy ya no es posible mantener el poder
incontestado de todavía hace muy poco.  Sin embargo, no está
garantizado un cambio real ni tampoco la proclamada "refundación
del PT", bandera levantada por el exalcalde de Porto Alegre, Tarso
Genro, hoy presidente interino del partido, y a la que se sumaron
numerosos e importantes miembros de la mayor tendencia así
como otras tendencias de la izquierda, la Democracia Socialista
del también exalcalde de Porto Alegre y candidato a la presidencia
nacional de la organización, Raul Pont.  Sinceramente, a lo que la
mayoría de lo que no es Campo Mayoritario, o salió de éste, aspira
es a que por lo menos el candidato de esa tendencia no gane en el
primer turno, forzando un segundo en el que habría alguna
posibilidad de juntas fuerzas y ganar, en primer lugar.  Y, en
segundo, a que al menos la distribución de fuerzas en los
directorios sea más representativa y plural y permita realizar o
iniciar la deseada "refundación" que hasta el candidato del CM
afirmar buscar.

Con éxito mayor o menor, sea el resultado que sea, algunos
sectores de la "izquierda" ya anuncian que no será posible
continuar en el partido, más o menos abiertamente.  La alternativa
más probable para la mayoría de los que salgan debería ser el
Partido Socialismo y Libertad (PSOL), creado por la senadora
expulsada del PT, Heloísa Helena y dos diputados más, Luciana
Genro y Babá.  Otros ya organizaron desde hace algunos meses
los denominados Núcleos de Acción y Reflexión Socialista.  A las
puertas de los actos y debates de campaña, algunos grupos
menores intentan convencer a los asistentes de que ya llegó la
hora.

Sin embargo, por un buen tiempo todavía, como mínimo, el PT
continuará siendo el mayor partido de la izquierda en Brasil.  Y
conservará dentro de él la mayoría de expresiones ideológicas y
políticas que ya lo caracterizan hoy.  Eso, por supuesto, no
garantiza nada a medio y largo plazo.  Pero, las trabajadoras y
trabajadores brasileños, las clases populares y los movimientos
sociales necesitan de una expresión política y lo que el PT
conserva, a pesar de todo, no es un bagaje despreciable para
repensar el futuro.

Desafios à esquerda brasileira

Frei Betto

Entre a parcela da esquerda brasileira que não pegou em armas houve um certo tom de “eu não disse?” quando a outra parcela começou a cair, a partir do seqüestro do embaixador norte-americano Charles Elbrick, no Rio, em setembro de 1969. A história quase sempre dá uma rasteira em nossas análises de conjuntura, em nossos prognósticos, em nossas previsões carrancudas, agasalhadas em pesados casacos de conceitos supostamente científicos. Qual o intelectual ou dirigente político que previu a queda do Muro de Berlim?

          “Eu não disse?” exclamaram os trotsquistas quando vieram à luz os crimes de Stalin, denunciados por Kruchev. E os pró-soviéticos brindaram com vodca ao ver a camarilha dos quatro, na China, desencadear a “revolução cultural”, uma onda de fundamentalismo ideológico que implantou o terror em nome do “autêntico comunismo proletário”. Sua versão latino-americana foi o Sendero Luminoso, no Peru, que assassinava companheiros que “vacilavam ideologicamente”.

         Com a redemocratização do Brasil, a esquerda intelectualizada, que conheceu mais o exílio que a prisão, dividiu-se entre o PT e o PSDB. “Eu não disse?” sublinharam os primeiros quando o governo FHC revelou seu caráter neoliberal, privatizou o patrimônio público e instituiu o Proer, mobilizando valores que fazem parecer o fluxo do valerioduto uma brincadeira de centavos.
         Agora, frente à estrela cadente, as cassandras de plantão comemoram eufóricas: “eu não disse?” E a direita, confortavelmente sentada no camarim de luxo desse teatro trágico, aplaude a cena cruel de androfagia da esquerda. Mas… qual esquerda? A que dança conforme a música da ciranda financeira? A que destina R$ 30 bilhões ao agronegócio e apenas R$ 8 bilhões à agricultura familiar? Ou a que adjetiva sectariamente suas críticas, exibe suas mãos limpas diante da “tsulama”, mas não é capaz de apresentar uma proposta viável – não utópica – de política econômica alternativa? Ou a que enche a boca e o papel de palavras de efeito, mas não consegue mobilizar meia-dúzia de movimentos populares?

          A esquerda brasileira fala de um Brasil quimérico, mas tem dificuldade de lidar com as mediações inevitáveis para alcançá-lo. Como se em algum lugar do mundo ela tivesse chegado ao poder sem política de alianças. E como se em algum país ela tivesse alavancado o desenvolvimento sem sérias concessões ao capitalismo. Basta ver a China, que hoje faz questão de ser reconhecida com uma “economia de mercado”, e Cuba, que flexibilizou a propriedade estatal e tornou-se parceira de poderosas transnacionais nas áreas de infra-estrutura, energia e turismo.

         Nada mais ridículo do que a esquerda que erige suas convicções ideológicas em dogmas religiosos. E trata seus líderes como verdadeiros messias portadores do caminho da salvação. Fundamentalista, excomunga os críticos, expulsa os hereges, condena ao inferno os adversários. Incapaz de alianças dentro do âmbito da própria esquerda (vide as eleições para a nova direção do PT), torce pela derrota de seus concorrentes, na expectativa daquele dia em que, do alto de sua arrogância, enfatizará solenemente: “Eu não disse?”

 Vias de libertação

         Não vejo futuro para a esquerda fora dessas três vias: o rigor ético; o trabalho de base; e a elaboração de um projeto socialista.

          O rigor ético é uma virtude suportável enquanto não se chega ao poder. Qualquer esfera de poder – governo, direção do partido, coordenação do núcleo de base, gerente, síndico de prédio etc. Como todo poder reveste quem o ocupa de uma autoridade, uma identidade que o faz sentir-se acima dos comum dos mortais, quase ninguém quer largá-lo. Ele é mais tentador que o sexo e o dinheiro. Até porque torna esses dois mais acessíveis. Os beneficiários das “encomendas” do Banco Rural que o digam.

          Como assegurar o rigor ético? Pela democracia interna. Líder ou dirigente que não suporta crítica é mau sinal. Mas não basta dizer “podem criticar-me”. É preciso criar mecanismos através dos quais isso se faça regularmente.

          O trabalho de base é o grande desafio da esquerda. Ela adora fazer reuniões, manifestos, comícios. Mas ir para a periferia, subir a favela, meter-se no sertão… são outros quinhentos! Não é fácil gostar de cheiro do povo, reunir-se com os pobres, aprender a linguagem deles (que nos obriga a descer do egrégio trampolim de nossos conceitos acadêmicos), rezar com eles, estreitar laços efetivos e afetivos com quem tem a graça de viver desprovido da lógica maniqueísta que divide a humanidade em “bons e maus”.

         Elaborar um projeto socialista não consiste em apenas criticar o capitalismo. Implica autocrítica profunda dos erros cometidos pelas recentes experiências socialistas. Erros teóricos, estruturais, sociais e pessoais. A começar da análise sobre em que momento o PT apagou de seu horizonte o projeto socialista que figura em seus primeiros documentos.

         A quem possa interessar: boas escolas de ética, trabalho de base e perspectiva socialista são o MST e as Comunidades Eclesiais de Base.

Frei Betto é escritor, autor, em parceria com Leandro Konder, de “O indivíduo no socialismo” (Perseu Abramo), entre outros livros.

El MST apuesta por un cambio social impulsado desde las bases

Articulo publicado por el Comite de Apoyo al MST de Madrid en Diagonal:
http://www.diagonalperiodico.net/pdfs13/10diagonal13-web.pdf

“Los casos de corrupción son solo la punta del iceberg de esta forma de entender la política aplicada por Lula y por el resto de los partidos. El problema es estructural, es el sistema”. Así explican, en un comunicado enviado a los amigos y amigas del MST desde la Secretaria Nacional su distante posición respecto a Lula y el Partido dos Trabalhadores tras el goteo de escándalos de corrupción aparecidos en los últimos meses que implicaban al PT en la compra de diputados de otros partidos para lograr sus votos en el congreso.

El MST y otros movimientos sociales cercanos siempre se han mostrado independientes de todo partido político, pero no esconden las ilusiones con las que vivieron la subida al poder de Lula y las esperanzas de cambio que eso representó. “El pueblo brasileño eligió al gobierno Lula para que hiciese cambios. Votó por el programa de compromisos de campaña que había sido ampliamente distribuido entre la población”. El proyecto de Lula fue apoyado por cerca de 53 millones de brasileñas y brasileños, pero al cabo de ya casi tres años de mandato gran parte de esas esperanzas de cambio se están frustrando. Desde el principio el MST mostró desconfianza por la “perversa composición de fuerzas políticas, incluyendo a conservadores y a la derecha, que asumieron puestos destacados en el Banco Central, en los ministerios de Hacienda, de Agricultura y de Desarrollo, Industria y Comercio”. En una vuelta de tuerca, el pasado julio, en medio de una profunda crisis política, el gobierno promovió una reforma ministerial que reforzó todavía más la alianza con sectores conservadores. Por eso el MST indica que “este gobierno está desfigurado. Ya no contamos con el mismo gobierno que elegimos el 2002. No tenemos un gobierno de izquierda, ni de centro-izquierda. Tenemos un gobierno de centro, con la derecha controlando la política económica. Digamos adiós al gobierno del PT y a sus compromisos históricos”.

Desde la Secretaria Nacional del MST apuntan que “el gobierno perdió la oportunidad, a lo largo de su mandato, de consultar al pueblo sobre cuestiones estratégicas para nuestra sociedad, como la deuda externa, tipos de interés, transgénicos, juegos y apuestas, autonomía del Banco Central, modificación del curso del río São Francisco, Ley Kandir” . También denuncian el nulo camino recorrido en la consecución de la Reforma Agraria, pese a que ya fue elaborado el Plan Nacional de Reforma Agraria, “que preveía el asentamiento de 400 mil familias en un período de cuatro años, además de cambios administrativos en el INCRA (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria), capacitación de los asentados y armonización de Reforma Agraria con agroindustria. Pasados dos años y medio, constatamos que la Reforma Agraria avanza a paso de tortuga. El gobierno fue incapaz de implementar su propio plan”.

Y así el PT ha mantenido una manera clásica de hacer política, mercantilizando el voto desde el principio. “Las campañas electorales, pagadas a peso de oro y dirigidas por técnicos de marketing contratados, se transformaron en el fin. La corrupción ahora denunciada es apenas el fruto del método utilizado. Lo que impresiona es que sectores de la izquierda hicieran uso de los mismos métodos de la derecha, equiparándose a ella. Esto es el fin de lo que llamamos política”.

Desde el MST se busca una manera diferente de hacer política, defendiendo “los métodos de la izquierda de hacer política, basados en la defensa de las ideas, en la formación de la militancia, en el trabajo de base y en la organización consciente del pueblo, como única fuerza capaz de realizar cambios en nuestro país, Brasil”.

Así apuntan que la salida de esta crisis “no depende tan sólo del gobierno, del presidente, de los partidos políticos o de las elecciones de 2006. Depende también de una amplia aglutinación de todas las fuerzas sociales, organizadas para realizar un verdadero trabajo comunitario en el se debata y construya un nuevo proyecto para Brasil. Un proyecto que organice una política económica dedicada a solucionar las principales necesidades de la población: trabajo, renta, tierra, vivienda, escuela y cultura. Un modelo que priorice la vida de las personas, la construcción de una sociedad con menos desigualdades e injusticias sociales. Incorporando mecanismos de democracia directa: necesitamos tener el derecho de convocar plebiscitos, de realizar consultas populares. Queremos ver democratizado el sistema de partidos y de representación política. Todo esto requerirá un largo camino pero hay que empezar a andarlo inmediatamente. Tenemos que estimular el debate en la sociedad, en todos los espacios. Sólo así el pueblo tendrá en sus manos la convicción de que los cambios sociales son consecuencia de su organización y lucha.”

Y en este largo camino de lucha, este pasado 7 de septiembre, día de celebración de la independencia de Brasil, el MST junto con Via Campesina y otras organizaciones sociales ha celebrado el “Grito dos Excluidos” logrando movilizar en todas las grandes ciudades de Brasil a más de XXX personas, bajo el lema de “¡EN DEFENSA DEL PUEBLO BRASILEÑO! ¡Este modelo económico no tiene futuro para nuestro pueblo!”. Posteriormente a lo largo del mes de septiembre y octubre realizaran asambleas estatales populares para discutir un nuevo modelo económico, culminando a finales de octubre con la asamblea nacional popular en el que se espera la participación de más de 20.000 personas, incluidas más de un millar de amigas y amigos del MST de otros países.

Recuadro:
El MST sobre la corrupción:
La corrupción es un método endémico de las clases privilegiadas para apoderarse de recursos públicos en un estado poco democrático. Creemos que existe la corrupción ilegal, que generalmente beneficia intereses personales, y la practicada con métodos legales, aunque inmorales e ilegítimos, que incluye la apropiación de recursos públicos por un grupo económico, un sector específico de la clase dominante o por todos los ricos. Los tipos de interés aplicados en Brasil y las transferencias de recursos públicos hacia los bancos, más de 100 mil millones de reales al año, son un ejemplo inequívoco de ello. Hay otra cuestión importante: de manera general, los medios de comunicación y las elites protegen a los corruptores y nos impiden identificar a los verdaderos culpables. ¿Quiénes son los propietarios de los millones de recursos desviados para campañas electorales? ¿Qué intereses están detrás de las inversiones millonarias en campañas políticas?.

Creemos que es imprescindible exigir castigo para todos los casos de corrupción. Y particularmente exigimos cambios profundos en el sistema de representación política y partidaria: es la única posibilidad de combatir la corrupción sistémica que reina en Brasil.

Consideramos que la crisis que estamos viviendo no se reduce a la corrupción. Es mucho más grave. Se trata de una crisis de modelo: la población no se reconoce en ese sistema de representación, no tiene el poder político, y no puede ejercitar lo que se establece en la Constitución Federal, que todo poder emana del pueblo. El pueblo desprecia a los políticos y los ve a todos iguales. Todo ello nos lleva a una crisis ideológica, consecuencia de la falta de debate en la sociedad sobre un proyecto para el país. Tememos que se prolongue esta apatía.

Crisis moral en Brasil

Lula, víctima de sus errores

Lisandro Otero
Rebelión
La profunda crisis moral que está ocurriendo en  Brasil ha sido causada, en primer lugar, por los errores de Lula, por su inconsistencia, sus concesiones, por su indulgencia. Pero también hay que decir que está siendo aprovechada por las fuerzas ultra reaccionarias para derribar a un gobierno popular. La caída del gobierno de Lula constituiría, en primer lugar, un golpe a los movimientos de progreso social en el Brasil y en América Latina. Se debe también el actual escepticismo  a un exceso de confianza, al aliento de exuberantes ilusiones, a creer que el gobierno de Lula sería una panacea que solucionaría todos los males.

Lula tuvo que hacer concesiones para llegar al poder. Pese a  su tolerancia y sus tropezones sigue siendo, sin embargo, la expresión de la voluntad democrática del pueblo brasileño. Los avances no han sido tan profundos como habría sido deseable pero el gobierno ha adoptado diseños  sociales que van más allá de la retórica, entre ellas la política contra el racismo,  la reforma universitaria, programas a favor de la familia y los ancianos, transformaciones agrícolas, la autosuficiencia petrolera. A Lula le queda apenas un año y cuatro meses de gobierno; termina su mandato el 1º de enero del 2007.

No  puede ignorarse que existe una amenaza golpista de la burguesía que requiere, para evitarla, una movilización de las masas.  Que algunos sean corruptos no quiere decir que todos lo sean. Hay una atmósfera de linchamiento en la vida política que sólo puede dejar desfavorables consecuencias, hasta el extremo de que ya la misma oposición comienza a temer el clima de subversión que ha propiciado.  

Para justificar su estrategia anti Lula  la burguesía agita el fantasma de Venezuela. Es decir, le temen a un esquema gubernativo de beneficio social para las amplias capas populares que debilite a la oligarquía. Asustan con tales conceptos a las clases medias y conservadoras. El real ha sufrido una depreciación reciente de 2,67% frente al dólar y ello suscita una amenaza de turbulencias económicas, fuga de capitales y suspensión de inversiones productivas lo cual atemoriza al gran capital.

El origen de esta crisis moral de credibilidad tiene su núcleo en un revelado método de soborno y cohecho. El Partido de los  Trabajadores ha formado parte de una red de financiamiento ilegal de sus campañas electorales y de soborno a dirigentes y legisladores. El empresario Marco Valerio de Souza  movilizó  millones de dólares, a  través de sus empresas, para beneficiar al PT, entregó sumas en efectivo a dirigentes políticos. Los negocios de De Souza servían de pantalla para lavar dinero extraído de fondos públicos que se depositaban en cuentas en el paraíso fiscal de las Bahamas.

Una reciente encuesta del Instituto Ibope indica que el apoyo a Lula decayó hasta un 31 % y aumentó a un 47 % quienes desaprueban la gestión del Presidente. Pese a todo ello todavía mantiene su capacidad de convocatoria de las masas. En un mensaje a la nación Lula se disculpó, dijo con toda franqueza que había sido traicionado. Afortunadamente la izquierda ha reaccionado con un manifiesto de apoyo al Presidente. Una renuncia de Lula dejaría al país ingobernable durante mucho tiempo.

Lula ascendió al poder con la promesa de que terminaría con el hambre. El capitalismo internacional había entrado en una fase de total hegemonía del capital financiero, mezclado con los grandes grupos monopólicos, que dominan el comercio, la industria y los servicios. El pueblo brasileño entendió que con su voto había rechazado el modelo neoliberal, causante de la miseria nacional. Las elites aceptaron una alianza con el nuevo régimen con el fin de influir en el rumbo del neoliberalismo. Pasadas las tres cuartas partes del mandato, el resultado está ahí, se sigue una política económica neoliberal, controlada por  la clase dominante brasileña. Lula no ha propiciado la instauración de un nuevo sistema, ni siquiera ha  esbozado la posibilidad de un cambio radical.

El triunfo de Lula en Brasil abrió un sendero de esperanza.  Algunos  compararon aquella victoria con la de Salvador Allende en Chile en 1970. Lula empleó un lenguaje muy tajante y hasta extremista, amenazando con romper la estructura capitalista de la sociedad brasileña. Después se  corrió hacia el centro, mostrando una moderación que pudiera apaciguar la ansiedad bursátil y la fuga de capitales.

 Durante su visita a Hugo Chávez,  Lula afirmó que no le gustaba ser rotulado de izquierda, que jamás había leído una sola página de materialismo dialéctico. Durante el Foro Social Mundial de Porto alegre fue abucheado por la muchedumbre. Una defraudación más va a dejar un grave impacto en la conciencia de los brasileños que depositaron un enorme caudal de expectativas en el actual presidente.

 Hay que esperar, antes de retirarle la confianza a Lula, los resultados de una política de hacer lo posible dentro de lo apetecible, en una época de un imperialismo agresivo y expansionista.

gotli2002@yahoo.com

Publicado en www.rebelion.org

“Gente del PT hizo el juego a la derecha”

Darío Pignotti
Página/12
Entrevista a Frei Betto

Frei Betto, un sacerdote dominico próximo a las comunidades eclesialesde base en Brasil, cree que el Partido de los Trabajadores debe volvera encontrar sus raíces. Y liga su crisis a otras experiencias deizquierda, desde la Unión Soviética hasta los Montoneros.

Bautismo de sangre, memoria sobre la resistencia durante la dictadura militar brasileña, es el libro más premiado de los 52 escritos por el religioso dominico Frei Betto, ex asesor del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Mientras una adaptación de Bautismo de sangre es llevada al cine, Betto explica por qué resolvió volver a la literatura y alejarse del gobierno en diciembre del año pasado, meses antes de los escándalos de corrupción. “Mi salida se debió en primer lugar a que necesitaba volver a escribir, recuperar mi libertad intelectual y, en segundo, porque ya no tenía cómo defender en público a una política económica que favorece más al mercado financiero que a los pobres, una política que no ayudó a reducir las desigualdades de Brasil.” Pero, pese al frustrante bautismo de fuego de la izquierda en el gobierno, Betto contó a Página/12 que le resta alguna esperanza y continúa vinculado a Lula, de quien es consejero espiritual desde hace casi tres décadas. “Estuve con él recientemente en Brasilia y mantengo contactos de vez en cuando.”

–¿De qué hablaron?

–Discúlpeme, no hablo de mi relación personal con el presidente. Es una cuestión ética. Me reservo el derecho guardar silencio sobre ese punto.

–Desde que usted y otros colaboradores salieron del Planalto, Lula padecería la soledad del poder.

–Por el contrario: ahora, para enfrentar la crisis, el presidente volvió a tener contacto con los movimientos populares de los lugares más alejados de Brasil. Lula decidió enfrentar las críticas de los medios que no lo quieren ver comunicándose con el pueblo y ha viajado mucho desde que comenzó la crisis. Algunos llaman a eso chavismo, yo no sé si lo es, pero está bien que él se contacte cada vez más con los movimientos populares que hicieron su historia. Uno de los errores del gobierno había sido no darles la debida importancia y, en cambio, le dieron más importancia al Congreso. El gobierno se debe sustentar con apoyo popular.

–¿Lula cambió sus promesas por el poder?

–No suscribo esa afirmación; yo sigo acompañando de cerca al presidente Lula y creo que él usa el poder para aplicar políticas innovadoras en lo social, en las relaciones exteriores, en la creación de nuevos empleos.

–¿Sospechaba de los sobornos que habría ordenado el ex ministro José Dirceu?

–Yo no salí por esa razón, no percibí absolutamente nada de eso. Yo no tenía ninguna conciencia de ese esquema de corrupción electoral y de supuesta compra de votos en el Congreso.

–En el PT muchos sostienen que la crisis fue urdida por la prensa y las elites.

–Yo no culparía a los medios ni a la derecha, la culpa le cabe a un grupo dirigente del PT que llevó al partido y de cierta manera al gobierno a esta situación trágica. Lo que la derecha no consiguió en décadas, ese núcleo lo consiguió en pocos años: desmoralizar al PT. Me viene a la memoria el tiro en el pie que se dio la Unión Soviética, víctima de una nomenclatura llena de privilegios y la arrogancia del partido único que hicieron que el socialismo real se desmoronara sin que EE.UU. haya disparado un solo misil. La izquierda estaba construyendo una alternativa dentro del estado de derecho, pero fue profundamente manchada con la crisis con la revelación de esos hechos de corrupción.

–Usted escribió que el poder envilece; ¿eso ocurrió con el PT?

–Yo escribí que las personas no cambian cuando llegan al poder; más bien se revelan, el poder nos las muestra como eran y no lo sabíamos. Aún así no debemos caer en una visión moralista, como si aquí todo se resumiera a la ética: no existe problema ético sin reflejo político. Hubo un problema político en el PT, donde parte de sus dirigentes creyeron que los métodos políticos de la derecha podían servir a la izquierda. La izquierda cayó en la trampa de creer que los medios justifican los fines.

–¿José Dirceu es el responsable del esquema de corrupción?

–No puedo prejuzgar personas, a no ser aquellos que ya se declararon culpables públicamente, como el ex tesorero del PT Delúbio Soares. No puedo prejuzgar a Dirceu, que aún está siendo investigado, mientras él, con todo derecho, se niega a asumir su culpa. Sí puedo juzgar a Dirceu políticamente y desde ese punto de vista creo que es aconsejable su salida de la lista de candidatos del Campo Mayoritario (línea interna oficialista) a las elecciones del PT, por causa de su identificación política con la dirección que fue responsable de los desvíos éticos y políticos que llevaron a este desastre.

–¿Cuál es el primer paso que el PT debiera dar y no dio?

–El propio partido debiera anticiparse a las investigaciones del Congreso y castigar a los responsables, publicar sus cuentas en Internet. De no ser así el PT no tendrá futuro.

–¿Votaría al PT si llevara como candidato al ministro de Economía Antonio Palocci?

–No votaría a Palocci. Si bien tengo respeto personal por él, no tengo acuerdos con su política económica, porque ésa es la política de los tucanes (apodo de los socialdemócratas), de los grupos remanentes de la era Fernando Henrique (Cardoso, ex presidente). Sería en alguna medida como votar a Cardoso, alguien a quien respeto por su prestigio intelectual, pero lo identifico como un portavoz de las elites y las empresas multinacionales. Cardoso es un hombre muy identificado con el Consenso de Washington.

–El presidente petista, Tarso Genro, advirtió del riesgo de “colombianización”. ¿Coincide?

–Si el PT se inviabiliza como canal dentro de la democracia es posible que en algunos años sectores de la izquierda o del movimiento popular busquen alternativas en la no institucionalidad como una salida para terminar con los dramas de Brasil. Ahí es donde temo que pueda haber una colombianización del país. Una decepción con las vías pacíficas y una tentación de recurrir a la violencia armada. Recuerde que ya existe una situación armada en las favelas, pero allí no hay connotación política, es resultado de la desigualdad social, del fracaso del sistema para absorber a esos jóvenes en el mercado de trabajo. Este grave desencanto por la corrupción provoca que los más jóvenes vean a todos los partidos como “harina del mismo costal”. Sería terrible, habrían vencido los corruptos consiguiendo el fin de la esperanza. Me temo que muchos ya piensan en anular su voto en las elecciones del año que viene. Sería un desastre, el voto es un arma pacífica.

–Intelectuales petistas proponen mantener silencio frente a la crisis. ¿Es lo correcto?

–Es preciso que los intelectuales rompan ese silencio, no es hora de quedarnos mudos, la situación exige un conjunto de análisis y categorías que nos ayuden a pasar de la emoción a la razón. Que nos ayuden a entender qué fue lo que llevó a ese desastre al PT y qué llevó a otros desastres en la historia de la izquierda mundial como el fracaso de la revolución sandinista en Nicaragua, con algunos líderes enriquecidos con los bienes expropiados, o, para traer un ejemplo de Argentina, citaría la historia trágica de los Montoneros. En suma la izquierda tiene que rever muchas cosas.

Publicado en www.rebelion.org

El derrumbe de Lula y la crisis brasileña

Jorge Altamira
www.po.org.ar

El derrumbe del gobierno encabezado por Lula avanza a pasos agigantados. Luego de un discurso reciente en que Lula pidió “perdón� por la corrupción de su gobierno, el 72% de los entrevistados por los encuestadores de opinión respondieron que no le creían. Nuevas declaraciones ante la comisión investigadora del Congreso han puesto de manifiesto que las campañas electorales del PT fueron financiadas de un modo ilegal y que esto ocurre desde, por lo menos, 1989. De cualquier modo, lo que se conoce es un fragmento de la realidad, en especial cuando se tiene en cuenta que el ministro de Gestión Estratégica, Luiz Gushinken, está fuertemente cuestionado por su manejo de los fondos de pensiones que tienen participación estatal, como los del Banco do Brasil, la minera Vale do Río Doce o la petrolera Petrobras. El presidente del Banco Central, Luiz Meirelles, ex presidente del Bank of Boston, que pertenece al partido opositor PSDB, no se encuentra preso por evasión fiscal solamente porque se le ha dado una suerte de inmunidad ministerial. La experiencia de colaboración de clases del petismo, que en nuestras tierras han apoyado todos los partidos de izquierda, concluye en un completo desastre e incluso a una velocidad sorprendente. La formación del ‘frente amplio’ que llevó a Lula a la presidencia le costó al PT, se acaba de saber, la ‘generosa’ suma de cuatro millones de dólares –el monto que le pidió el partido Liberal de su vicepresidente Alençar, un empresario derechista de la industria textil, para ‘financiar’ su propia campaña electoral. La política de la ‘unidad que suma’ implica una enorme suma, sí, pero de dinero.

El contenido político de la crisis

La corrupción, sin embargo, no define el carácter de la crisis, en especial porque del lado opositor al gobierno de Lula hay un número mayor de corruptos que en el oficialismo. La corruptela del círculo dirigente del PT es un método de gobierno; la de sus adversarios es, además, un modo de vida.

La crisis política en curso fue desencadenada como consecuencia de la paralización de la llamada reforma ministerial que Lula debía haber implementado hacia marzo pasado para incorporar nuevos partidos y sectores al gobierno y conformar de ese modo una mayoría legislativa estable. El PT no solamente había llegado al gobierno en el marco de un frente burgués sino que no podía gobernar sin la ampliación creciente de su frente con la burguesía, es decir sin producir el vaciamiento político completo del gobierno. La clase capitalista no se conformaba con la política fondomonetarista y antiobrera del gobierno encabezado por el PT; reclamaba además el control institucional del gobierno y el fin de cualquier pretensión de autonomía política por parte del aparato dirigente del PT. En definitiva, se había puesto en marcha un operativo para condicionar la tentativa de reelección de Lula en 2006.

Un columnista de la Folha de São Paulo caracterizó descarnadamente, en aquel momento (20/3), la crisis de poder que creó el parate de la reforma ministerial. Calificó al fracaso de la reforma como, nada menos, que “una amenaza a la economía�, lo que equivalía a cuestionar, como insuficiente, el cumplimiento a rajatablas del programa fondomonetarista. Denunció “una indecisión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva en relación a asuntos políticos� y reveló que “la llamada elite quedó asustada con el cajoneo de la reforma ministerial amplia, con la cual Lula aumentaría el espacio de los aliados (PMDB, PP) en el gobierno, reorganizaría su base inestable de apoyo en el congreso, sellaría acuerdos para su reelección y resolvería problemas puntuales de gestión�. Aquí tenemos caracterizado el contenido político de la crisis que se procura oscurecer con la avalancha de denuncias de corrupción. No es casual que ya estallada la crisis el mismo columnista recomendara la “itamarización� de Lula, en alusión al presidente Itamar Franco, que se hizo cargo del gobierno, en 1994, luego de la destitución por corrupción del presidente Collor de Melo, y que designó a Fernando Enrique Cardoso, primero como canciller y luego como ministro de Economía, allanándole el camino para que se convirtiera en presidente en la elección siguiente. En resumen, las denuncias de corrupción son una continuación por otros medios de la política de copamiento del gobierno de Lula por parte de la burguesía, que se había desarrollado desde el comienzo de su mandato con el total acuerdo de la camarilla dirigente del PT. La crisis política es la consecuencia del parate sufrido por este copamiento, o sea por el intento de esa camarilla de conservar un mínimo margen de autonomía para pilotear la reelección de Lula –una autonomía, claro, defendida a base de coimas.

La disolución del gobierno y del PT

En Brasil se desarrolla una crisis política que enfrenta a dos polos de la burguesía. Es probable que en el polo opositor se encuentre algún sector partidario de revisar la política económica, ‘a la Duhalde’ (reestructuración de la deuda), pero por el momento es un frente único para controlar las elecciones de 2006. A medida que la crisis política gana nuevas alturas las apuestas se modifican en audacia. La posibilidad de la reelección de Lula está definitivamente cuestionada –a lo sumo existe la intención de incorporar a un sector de la dirección del PT a un gobierno de coalición posterior a las elecciones. En el Congreso se ha formado un comité de vigilancia para monitorear la crisis; el gobierno de Lula se ha convertido en provisional, con libertad vigilada. La alternativa de un juicio político está contenida por el temor a movilizaciones populares o a precipitar una crisis financiera. Aunque un relevo, a término, de Lula significaría un golpe final a la moral de las masas que lo siguieron, la burguesía obra con prudencia para evitar un estallido eventual de la ira popular.

En este cuadro, el PT parece encaminarse a una disolución. Hay un operativo de renuncias con esta intención, por ejemplo del ex gobernador de Brasilia y ex ministro de Lula, Cristovam Buarque. Pero incluso la izquierda del PT, que ha sido cómplice de todas las fechorías políticas del gobierno, también parece licuarse. Un texto de Valter Pomar, líder de esta izquierda capituladora, sólo ofrece la alternativa de producir un recambio en las elecciones internas del PT previstas para septiembre y en una reunión con Lula (Linha Aberta, 8/8). El PT es una creación oportunista construida en torno a la figura de Lula, no en torno a un programa y a cuadros formados por ese programa, por eso su colapso parece la alternativa más probable. Es remota la posibilidad de que reaccione en esta crisis con un vigoroso planteo de lucha contra la burguesía que está organizando el fin del gobierno de Lula y contra el aparato proimperialista del PT. Sólo si la crisis deriva en una intervención de las masas podría darse la posibilidad improbable que un sector del PT se ponga a la cabeza de una salida anticapitalista a la presente crisis.

La burguesía, sin embargo, mide sus pasos. Mientras advierte contra la tentación que podría estar circulando en el PT de “implosionar la política económica y tener una recaída chavista, movilizando al MST, a la CUT, etc. contra el fantasioso golpe de las elitesâ€Â? (Folha, 9/7), no esconde su preocupación por “el fin del PT (que) sería ruinoso para Brasil… (porque) es un amortiguador social que no puede ser sustituido de un día para otroâ€Â? (14/8). Como puede apreciarse, sólo la falta de un colapso económico del tipo argentino de 2001 se interpone entre la crisis actual y una situación revolucionaria.

Una miopía colosal

La reacción frente a la crisis por parte de la izquierda que se encuentra fuera del PT es una verdadera calamidad. El PSTU ha presentado un recurso ante la fiscalía del Estado para que investigue la corrupción gubernamental en la perspectiva de producir un juicio político contra Lula. Dice que “por ahora� no está de acuerdo con ese juicio porque la juventud y los trabajadores “creen� todavía en Lula, pero que es necesario “concientizarlos de que él es el responsable de la corrupción� y que “es necesario mostrar a ese sector del pueblo brasileño de que Lula es su enemigo� (Opinião Socialista Nº 227). Este planteo coloca al PSTU a remolque de la ofensiva del polo capitalista de copamiento del gobierno y de su eventual vaciamiento y destitución. Desarma políticamente a las masas que votaron por Lula al reforzar la demagogia de la conspiración golpista del Congreso.

La otra fracción de izquierda que está fuera del PT es otra variante de la posición del PSTU: ha comenzado una recolección de firmas para que se convoque a un referéndum que destituya a Lula y anticipe las próximas elecciones. El PSOL aspira a un rédito electoral de la crisis y para colmo cree que va a lograrlo. Ninguna de estas dos fracciones de la izquierda ha conseguido remontar la retórica de la corrupción; el contenido político de la crisis simplemente lo ignoran.

La izquierda brasileña en su conjunto no ha conseguido caracterizar a la crisis política actual, o a la etapa actual de una crisis política de alcance más general, como un enfrentamiento entre dos polos de la burguesía, un clásico en la historia política mundial. Estamos ante un enfrentamiento entre nuestro enemigo y el enemigo de nuestro enemigo; el PT y Lula son en este escenario, a pesar suyo ¡claro!, los enemigos de nuestros enemigos. Una intervención independiente de las masas sólo puede ser preparada, organizada e impulsada señalando el camino para derrotar a nuestro enemigo, la derecha parlamentaria y el golpismo, por medio de la movilización popular y por medio de una delimitación total y completa del aparato dirigente del PT y del gobierno burgués de Lula. Entre Kornilov y Kerensky; entre Sanjurjo y Azaña; entre Videla e Isabelita –no somos neutrales. El responsable principal de la crisis actual es, por supuesto, el aparato del PT y Lula; los democratizantes han sido siempre los responsables de todos los desastres. Esto no exime que el desastre propiamente dicho lo representa una victoria de la derecha y la desmoralización del pueblo.

Contra la derecha sin apoyar a Lula, planteamos: 1) castigo a todos los corruptos, tanto del PT como del Congreso; 2) expulsión de los corruptos y del aparato pro FMI del PT; 3) que el PT rompa con la burguesía, expulse a los ministros capitalistas y pro FMI del gobierno y rompa con el imperialismo; 4) disolución del Congreso proimperialista, corrupto y golpista y convocatoria de una asamblea constituyente soberana que se haga cargo del poder político de Brasil; 5) que la CUT y el MST convoquen a una huelga general hasta imponer estas reivindicaciones políticas.

Los yanquis

Un capítulo final pero no menos importante es el imperialismo yanqui y la crisis. El secretario del Tesoro, Snow, estuvo en Brasil para apoyar a Lula. Pero al mismo tiempo un comité internacional manejado por Bush, que preside Cardoso, acaba de pronunciarse por una campaña para aislar a Chávez. El imperialismo yanqui quiere preservar la política económica de Lula, pero participa activamente en la preparación de un giro en la situación política latinoamericana para acabar con Chávez. El gobierno Bush interviene en la crisis brasileña en calidad de árbitro. Mide las posibilidades y riesgos de cada bando. Lo que es incuestionable, sin embargo, es que al imperialismo no le alcanza con el papel de Petrobras y de Lula contra la revolución boliviana. En la crisis política brasileña está en juego un realineamiento de fuerzas contra las masas a escala de América Latina.

Texto publicado en www.rebelion.org

Há um golpe em marcha no país

O golpe em marcha não é contra o governo Lula:
É apoiado por ele e quer perpetuar sua política econômica
Carlos Eduardo Carvalho*, 22.07.05

Há um golpe em marcha no país, sem dúvida, mas não é contra Lula e seu
governo, como alardeiam seus defensores. O golpe tem o singelo nome de
déficit nominal zero. Esta é a única proposta no cenário político atual que
implica mudanças nas instituições: quer alterar a norma constitucional que
destina parcelas específicas do gasto público para educação e saúde e quer
introduzir na Constituição a obrigatoriedade do déficit nominal zero.

Este é o golpe a enfrentar. A Carta Magna é uma das instituições
fundamentais da República. Alterar a Constituição por um casuísmo é um
golpe. Alterar a Constituição para defender uma opção de política econômica
é um golpe. O golpe tem autor conhecido, o velho golpista Delfim Netto,
ministro da ditadura e notório defensor dos métodos antidemocráticos e dos
interesses antipopulares.

O objetivo do golpe é perpetuar a política econômica do governo Lula,
garantindo a ela uma "blindagem constitucional". O objetivo é mexer nas
instituições para penalizar a maioria dos brasileiros, em proveito de uma
reduzida minoria. Os perdedores serão os trabalhadores, os pobres em geral.
Os ganhadores serão os rentistas, os credores do estado e os banqueiros.
Trata-se de um golpe, sem dúvida, um golpe contra o povo brasileiro. Tem o
apoio do governo Lula.

Os reais objetivos da proposta estão dissimulados sob uma apresentação
"técnica", como é hábito de seu melífluo autor. Na base está o
reconhecimento de que a atual política econômica é perigosa. Os juros altos
impedem o crescimento sustentado, pressionam a dívida pública, o
endividamento público não se reduz, o que é o argumento para mais juros
altos, um círculo vicioso que preocupa até os seus beneficiários. Trata-se
então de criar condições para reduzir os juros. Esta declaração de bons
propósitos alivia as dores de consciência de muitos petistas "mais à
esquerda" e atende aos reclamos de parte da sociedade.

Delfim e outros representantes do grande capital têm medo de que haja
descontrole na economia, no caso de uma crise externa, e a dívida pública
se torne inadministrável. Têm medo também de que o desgaste do governo Lula
dê lugar a outro governo, o qual seria imprevisível, e poderia até mesmo
tentar romper a ditadura dos credores e dos rentistas sobre o estado
brasileiro. A questão crucial é garantir que os juros da dívida pública
serão pagos com a pontualidade e a generosidade de hoje, por muitos anos à
frente. Trata-se de estabelecer uma camisa-de-força: garantir, em preceito
de natureza constitucional, que o pagamento dos juros da dúvida pública
terá precedência absoluta sobre todos os demais compromissos do estado
brasileiro.

Nada disso pode ser dito às claras, é óbvio. A proposta é justificada com a
necessidade de baixar os juros. Entra aqui a pitada de lugar-comum, de bom
senso de almanaque: o país precisa de "contas em ordem", de "equilíbrio
fiscal". É o truque de sempre: fica implícito que os juros são altos por
conta do déficit fiscal. Esta tese nunca foi demonstrada. Sustentamos
durante anos que o déficit cresceu nos governos tucanos por conta da
política cambial e da estratégia de estabilização do Plano Real. Os juros
são altos porque a dívida cresceu, porque a posição cambial do país é
vulnerável e porque a política de Malan e Palocci é "comprar" o apoio dos
mercados "pagando" com juros imorais. Para não reabrir esta polêmica, vamos
analisar a proposta dentro do pressuposto implícito dos seus autores, de
que o problema é de natureza fiscal.

Em 2004, ano de grande crescimento econômico, o setor público gerou
superávit primário de R$ 80 bilhões. Este é o resultado corrente de todos
os níveis de governo: receitas tributária menos despesas de custeio,
políticas públicas, investimentos, previdência. O gasto com juros ficou
pouco acima de R$ 128 bilhões, 7,3% do PIB brasileiro. Daí resultou R$ 47
bilhões (2,7% do PIB) de déficit nominal, o resultado final de todo o setor
público, inclusive gasto com juros.

A proposta de Delfim é eliminar este déficit nominal, por meio de corte de
despesas corrente do governo. Propõe para isso que seja reduzida em 20% a
destinação obrigatória de recursos para Educação e Saúde, prevista na
Constituição, e que a exigência de equilíbrio no resultado nominal se torne
uma regra constitucional. Feito isso, nenhum governo poderá repor a
obrigatoriedade das verbas sociais sem nova emenda constitucional.

Em troca, oferecem o quê? A promessa de que os juros cairão "naturalmente"
É isso mesmo: uma promessa, uma simples promessa! Nenhuma exigência de que
os juros caiam, nenhum compromisso prévio, nenhum prazo. E se o BC não
baixar os juros, porque o petróleo subiu ou caiu, porque houve seca ou
inundações, por causa do efeito estufa ou da guerra no Iraque? Bem, neste
caso, o povão terá que esperar um pouco até que haja condições favoráveis
para que os juros caiam enfim, como todos querem. Enquanto isso os
rentistas e os banqueiros continuarão recebendo pontualmente suas rendas
usurárias, a remuneração de que precisam para manter a credibilidade do
governo.
Vamos supor que os movimentos sociais e os remanescentes da esquerda
organizada decidissem recuperar sua independência política e decidissem
tomar iniciativas próprias para buscar uma saída pela esquerda da crise
atual. Poderiam discutir a proposta de Delfim com algumas exigências mínimas:
a) limitação imediata do gasto do setor público com juros; se o objetivo é
"economizar" R$ 47 bilhões, propor que 75% deste corte de gastos seja feito
na conta de juros; assim, o gasto anual com juros deveria encolher em R$
35,3 bilhões até o final de 2006 e não poderia superar 5,28% do PIB, ou R$
92,7 bilhões a preços de 2004;
b) corte de despesas correntes, no montante necessário para cobrir os 25%
do déficit nominal, ocorreria apenas em 2006, com reversão automática em 2007;
c) aprovação imediata do princípio do orçamento obrigatório, ou seja, o
Executivo fica obrigado a executar o orçamento anual, sem a prerrogativa de
retardar despesas ou de não realizá-las.
O sentido da proposta é simples: tratar da mesma forma as despesas
correntes e as despesas com juros. Se os gastos com educação e saúde podem
ser contingenciados, que o sejam também os gastos com juros. Se o BC quiser
praticar juros muito altos, os encargos não serão pagos e o BC que se
entenda com os mercados. Na prática, isto obrigaria o BC a cortar os juros
de imediato, aquilo que o autor da proposta "promete".

Em troca do sacrifício adicional dos gastos sociais até o final de 2006, a
sociedade receberia a garantia de que o orçamento será cumprido de fato e
de que os cidadãos terão os mesmos direitos aos recursos públicos hoje
atribuído apenas a banqueiros e a rentistas.

Uma proposta assim exigiria um posicionamento diferente dos movimentos
sociais e dos remanescentes da esquerda. Ao invés de denunciar "o
golpismo", sem explicar do que se trata, deveriam lançar um movimento em
defesa da legalidade e da Constituição. Este movimento teria como alvo a
proposta de Delfim e quaisquer tentativas semelhantes, além de barrar o
suposto golpe contra Lula que muitos petistas acreditam existir.

Uma proposta assim ajudaria a exigir do governo Lula a mudança da política
econômica como condição para apoiá-lo. Se Lula não quer mudar a política
econômica, que governe então com Palocci, Meirelles, os tucanos, a Febraban
e o FMI, como tem feito. Dar apoio a Lula sem exigir a mudança da política
econômica é dar solidariedade a esta gente.

*Carlos Eduardo Carvalho – Economista, professor da PUCSP
Artigo publicado na Revista Espaço Acadêmico, www.espaçoacademico.com.br

Entrevista César Benjamin no Jornal Brasil de Fato

Entrevista de César Benjamin ao Jornal Brasil de Fato Julho de 2005

Brasil de Fato – Todos os dias aparecem elementos da crise política, como
novos esquemas de corrupção, personagens de quem nunca se havia falado
anteriormente. A política tomou uma velocidade inimaginável. O que
realmente está acontecendo?
César Benjamin – O momento é muito confuso. Um sintoma disso é a
proliferação de análises de conjuntura, ou supostas análises. Isso tem um
lado positivo, pois mostra inquietação e vontade de compreender as coisas,
mas gera uma cacofonia enorme. Precisamos procurar o que é essencial, sem
nos perder em tergiversações ou em aspectos secundários. Por exemplo, é
necessário reconhecer claramente que a esquerda brasileira adotou nos
últimos quinze anos uma prática nova. Refiro-me à introdução, em larga
escala, do que podemos chamar de "o poder dissolvente do dinheiro". A
expressão é de Marx, em outro contexto. A partir de certo momento, que
talvez possa ser fixado no início da década de 1990, o grupo que obteve o
controle do Partido dos Trabalhadores (PT) e da Central Única dos
Trabalhadores (CUT) baseou sua ação política em fontes de financiamento
nebulosas, que se multiplicaram, e em uma expansão inédita de relações
mercantis dentro da esquerda. Usou o poder do dinheiro em larguíssima
escala e obteve grande êxito. Isso exige uma reflexão séria, que a esquerda
não parece disposta a fazer.

Entrevista de César Benjamin ao
Jornal Brasil de Fato Julho de 2005

BF – Como era a esquerda antes do domínio do dinheiro?
Benjamin – A esquerda cometeu muitos erros ao longo de sua história, mas
sempre foi uma força de contestação, liderada por grupos e pessoas que
tinham compromissos de longo prazo com a transformação da sociedade.
Podemos fazer muitas críticas às gerações que nos antecederam, mas nenhuma
as atinge do ponto de vista moral. A crise atual é a mais grave da nossa
história. Muito mais grave do que aquela que aconteceu após o golpe militar
de 1964. Pois as crises anteriores eram resultado de enfrentamentos com um
adversário, enquanto a atual é interna. Os fundamentos da esquerda foram
corroídos por dentro. Não podemos tergiversar sobre isso. Os esquemas de
corrupção que estão vindo à luz não são fatos isolados nem começaram
recentemente. São apenas a expansão, para a esfera do governo federal, de
um tipo de prática introduzida na esquerda brasileira há cerca de quinze
anos. O grupo que fez isso construiu uma vastíssima rede de cumplicidade,
com níveis diferentes de envolvimento, ativo ou passivo. É uma rede tão
grande que o limite dessa prática não foi dado, lamentavelmente, pela
própria esquerda. Foi preciso uma desavença com um deputado federal
fisiológico para que o problema viesse a público. O período de liderança de
Luiz Inácio Lula da Silva resultará numa dissolução interna da esquerda.

BF – É uma visão muito negativa da história recente da esquerda.
Benjamin – Temos que buscar uma combinação de firmeza e humildade. Firmeza
para reencontrar princípios que a esquerda perdeu. Humildade para
reconhecer que essa esquerda não se capacitou para ser a depositária da
solução da crise brasileira. Temos de nos abrir para tentar identificar, no
conjunto da sociedade, forças maiores do que a própria esquerda, que podem
ter uma atuação positiva. A crise brasileira é tão grave que é necessário
surgir uma alternativa.

BF – Você não vê nada positivo?
Benjamin – A crise tem dois aspectos positivos. Primeiro, ela coloca um
limite no fisiologismo e na corrupção dentro da esquerda, que será forçada
a refletir sobre isso. Segundo, ela pode vir a abortar a principal operação
política que estava em curso, que era produzir uma falsa polarização
eleitoral entre o PT e o PSDB. Se essa operação desse certo – ou se ela
vier a dar certo – a hegemonia burguesa estaria bastante consolidada. Quem
controla só a situação está sob permanente risco. Hegemonia pede controle
da situação e da oposição. Estávamos marchando para o paradigma dos Estados
Unidos: o Partido Republicano e o Partido Democrata se alternam no poder,
sem colocar em risco a hegemonia da grande burguesia. A meu ver, Lula não
tem como ser candidato nas eleições de 2006. Se for, terá de ser combatido
duramente.

BF – Mas é a direita que se fortalece…
Benjamin – É claro que o PSDB e o PFL se fortalecem no curto prazo. Mas não
acredito que a sociedade aceite uma hegemonia unipolar da direita. A
sociedade vai pedir a formação de um campo não neoliberal. Nosso maior
problema político, nessa conjuntura, é identificar o contorno desse novo
campo, suas forças sociais, seu programa mínimo, para sairmos de uma
posição passiva e reativa e adotarmos uma posição propositiva. Precisamos
pensar nossa ação em um contexto de alternativa ao neoliberalismo, se
possível, já em 2006. Não sei se estaremos à altura desse desafio. Se
ficarmos presos ao universo do governo e à luta interna do PT não
conseguiremos enfrentá-lo. A crise do governo Lula, paradoxalmente, pode
ser a crise do modelo neoliberal.

BF – Você defende um afastamento em relação ao PT. O partido, entretanto,
não é só corrupção. Tem experiências organizativas e políticas
fundamentais, que mudaram o cenário político brasileiro. Por exemplo, o
orçamento participativo e as relações com movimentos sociais.
Benjamin – Um ciclo da esquerda brasileira se encerra. O que não quer dizer
que tudo que tenha sido feito nesse ciclo tenha sido negativo. Não se pode
imaginar que vamos criar um novo absoluto. Esse, aliás, foi um problema
presente na criação do PT, pois ele não reivindicou herança alguma. Jogou
tudo o que havia existido antes na vala comum do erro. O fim de um ciclo
não quer dizer que o conjunto de experiências tenha sido negativo ou que
não haja herança a ser recuperada. O que caracteriza um ciclo é uma dada
interpretação sobre a sociedade, uma forma de luta estratégica e uma
organização política consolidada, que seja portadora daquela interpretação
e condutora da luta estratégica. Tivemos um ciclo longo do Partido
Comunista Brasileiro (PCB), que entrou em crise após 1964. A partir daí,
até mesmo por causa da repressão, houve um período de diáspora. Nenhum
centro hegemônico se consolidou até o surgimento do PT no início dos anos
80. Houve quinze anos de intervalo. O fim do ciclo PT nos coloca o desafio
de construir uma nova interpretação, uma nova organização política e uma
nova visão estratégica. Não é tarefa simples, que uma pessoa ou um grupo
possam fazer. Depende de um processo, que envolve a dinâmica da esquerda e
da sociedade. O PT, por exemplo, não surgiu de um ato de vontade. Foi fruto
de um momento histórico preciso.

BF – Temos que esperar, sentados, o novo ciclo?
Benjamin – Não controlamos o surgimento de um novo ciclo. O que podemos
fazer hoje é mudar nossa postura, pois a esquerda tem sido frouxa nos
princípios e arrogante em sua auto-avaliação. Precisamos ser o contrário
disso: firmes e humildes. Assumir claramente que temos de reaprender. Temos
que lutar muito para conquistar a confiança do povo brasileiro. É um
processo dolorido, que envolve prática, cultura política, valores.

BF – Que condições temos de fazer isso?
Benjamin – Toda a minha militância, desde que saí do PT em 1995, foi para
tentar advertir que a trajetória do partido conduziria a esquerda
brasileira à maior crise de sua história. Disse isso várias vezes – a
primeira delas no próprio encontro nacional do PT no Espírito Santo, diante
de 800 delegados – e paguei muito caro: calúnia, censura, isolamento. Nesse
encontro, usei a expressão "ovo da serpente" para me referir ao caixa dois
feita na campanha de 1994, à revelia da direção. Uma direção partidária que
aceita passivamente que uma parte sua monte mecanismos paralelos de
financiamento, aliando-se a bancos e empreiteiras, não pode ser chamada
direção. É uma farsa.
Saí do PT quando percebi que não havia mais espaço para a batalha de
idéias. A atividade partidária se transformara em mera composição de
interesses, que passava pelo controle dos inúmeros caixas-dois que se
multiplicavam. Nesses anos todos, vi a rede de cumplicidades. A esquerda
não reagiu. Parte dela foi comprada e aderiu a essa prática. Gostou de
fazer campanhas eleitorais milionárias. Enriqueceu. Os companheiros que não
se corromperam, que felizmente são muitos, fizeram uma crítica leve, pois
havia carreiras em jogo, expectativas de poder, compromissos. O descalabro
é enorme. Todos os dias aparecem 200 mil dólares para lá, 500 mil para cá,
5 milhões para lá. É uma quantidade de dinheiro extraordinária, levantada
por uma máquina sistêmica, planejada, coletivamente organizada. Tenho a
impressão que o governo Lula estava montando um esquema de corrupção poucas
vezes igualado na história brasileira.

BF – O Lula não pode reanimar essa esquerda em diáspora?
Benjamin – O PT aderiu à ordem da pior forma possível, diferente da
socialdemocracia européia, que aderiu com uma doutrina e com ganhos para
sua base social. O PT se associou à ordem capitalista brasileira, nos anos
90, em um período em que não houve ganhos para a base social que deveria
representar. Aderiu sem doutrina, e, uma vez no poder, tornou-se algoz de
sua base social. Os líderes do PT, individualmente, mudaram de classe
social. O dinheiro comandou o processo. Isso é muito grave.

BF – No momento atual, o que é uma frente antineoliberal? Para que serve?
Benjamin – Com o governo Lula, a crise brasileira chegou a um patamar novo.
Não dá mais. Pegue o atual Orçamento da União. Em dez dias, o Brasil gasta
em juros tudo o que investe em educação no ano. Em um dia de pagamento de
juros, o Brasil gasta mais do que em habitação popular no ano. Em um minuto
de pagamento de juros, gasta mais do que em política de direitos humanos no
ano. Quando o país chega nesse ponto, não tem mais discussão técnica.
Qualquer discurso que justifique isso é criminoso. O País está doente. O
agravamento da crise brasileira é muito rápido. Isso pode facilitar uma
política firme, ao mesmo tempo radical e generosa. Muitos setores honestos
da sociedade estão percebendo isso. Acho que deveríamos elaborar um
programa mínimo, antineoliberal, e definir claramente uma ruptura com o
sistema que mantém o Brasil em estado de doença crônica.

A crise atual da esquerda brasileira é a mais grave de sua história
A esquerda tem sido frouxa nos princípios e arrogante em sua auto-avaliação
A figura do Lula ficará associada a essa destruição interna da esquerda

Sobre a “Carta ao Povo Brasileiro”

Fábio Luís, Correio da Cidadania, 455, 2 a 9 de julho de 2005

Os acontecimentos do Planalto que levaram à demissão de José Dirceu
motivaram a circulação de uma "Carta ao Povo Brasileiro" assinada por 42
organizações sociais de peso, como a CUT, a UNE, a CNBB e o MST.

O que poderia ser um saudável esforço de aglutinação do movimento social é
severamente comprometido pelo diagnóstico duvidoso de que parte o
documento. Ao contrário de esclarecer o povo sobre a situação política, seu
resultado pode ser mistificar desnecessariamente o momento vivido.

A carta parte de duas premissas questionáveis.
Primeiro, afirma que as denúncias de corrupção constituem uma manobra de
sentido golpista. Como se sabe, esta é a alegação oficial do Partido e, no
entanto, não há indícios concretos disso. Pelo contrário, observa-se um
esforço da imprensa em preservar Lula e Palocci das denúncias, sintoma
claro de que existe concordância geral com o governo. O alvo atingido é o
Partido dos Trabalhadores, ainda portador de um potencial subversivo no
seio de suas contradições. Distante de um golpismo, observa-se um movimento
de disputa política, objetivando, por um lado, atingir o carisma eleitoral
do PT e, por outro, aguçar o conservadorismo do seu governo.

Em segundo lugar, o documento retoma uma visão já superada, de que o
governo Lula está "em disputa".  Haveria dois projetos no interior do
governo, um continuísta e outro popular, e o papel do movimento social
seria pressionar no sentido de fortalecer os defensores da segunda
alternativa.  Os fatos não revelam, porém, uma disputa real, já que não
houve um único campo de substantivo avanço social. O governo mostra-se no
seu conjunto conservador e anti-popular, e sua resposta à presente crise
política é orientada a reforçar esta posição. Ao rever a partilha de
ministérios com o PMDB, por exemplo, revêem-se os aliados, mas não a
prática nem os objetivos da política, em nenhum momento postos em questão.

A "Carta ao povo brasileiro" assume o diagnóstico de golpismo e afirma o
apoio dos movimentos sociais ao governo condicionado a um elenco de
fórmulas genéricas, que poderiam ser o programa de qualquer partido:
apuração das denúncias, juros menores, reforma política, democratização da
mídia etc.

Em um momento onde os movimentos sociais são chamados pelos fatos a
reafirmar sua independência em relação ao governo e ao partido, lançam um
documento que aponta no sentido oposto. Constatado o caráter anti-popular
do governo e a hegemonia inquebrantável de um projeto de poder conservador
no interior do partido, o movimento da esquerda deve ter o sentido de
diferenciar-se do governo e do partido, e não reforçar uma identificação,
sem a sólida base de um programa comum.

Uma unidade dos movimentos em termos tão genéricos é gratuita. Apoio
incondicional poderia ser motivado por uma ameaça real de golpe, "em nome
da democracia" – que curiosamente, neste mesmo ano, foi reivindicado por
governos de direita contra a ação popular que os derrubou em mais de um
lugar na América Latina.

Cabe perguntar o que os movimentos brasileiros ganham com a adesão a um
documento que só interessa ao próprio governo e aos que estão ganhando com
ele. A "carta", aparentemente, foi produzida pelo MST, diz-se em resposta à
solicitação de setores do próprio Partido dos Trabalhadores, interessados
em fortalecer sua "disputa" pela esquerda. Se for este o caso, os
movimentos foram ou manipulados ou coniventes com uma análise e um gesto
que apenas entorpece a compreensão dos fatos pelo povo brasileiro.

Ao invés de escaparem em botes salva-vidas de um governo que está
afundando, rodeiam o barco para sustentar com os braços da organização
popular o rumo de uma embarcação que leva o país ao alto-mar da barbárie.

Fábio Luís é jornalista.