Jorge Altamira
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El derrumbe del gobierno encabezado por Lula avanza a pasos agigantados. Luego de un discurso reciente en que Lula pidió “perdónâ€Â? por la corrupción de su gobierno, el 72% de los entrevistados por los encuestadores de opinión respondieron que no le creÃÂan. Nuevas declaraciones ante la comisión investigadora del Congreso han puesto de manifiesto que las campañas electorales del PT fueron financiadas de un modo ilegal y que esto ocurre desde, por lo menos, 1989. De cualquier modo, lo que se conoce es un fragmento de la realidad, en especial cuando se tiene en cuenta que el ministro de Gestión Estratégica, Luiz Gushinken, está fuertemente cuestionado por su manejo de los fondos de pensiones que tienen participación estatal, como los del Banco do Brasil, la minera Vale do RÃÂo Doce o la petrolera Petrobras. El presidente del Banco Central, Luiz Meirelles, ex presidente del Bank of Boston, que pertenece al partido opositor PSDB, no se encuentra preso por evasión fiscal solamente porque se le ha dado una suerte de inmunidad ministerial. La experiencia de colaboración de clases del petismo, que en nuestras tierras han apoyado todos los partidos de izquierda, concluye en un completo desastre e incluso a una velocidad sorprendente. La formación del ‘frente amplio’ que llevó a Lula a la presidencia le costó al PT, se acaba de saber, la ‘generosa’ suma de cuatro millones de dólares –el monto que le pidió el partido Liberal de su vicepresidente Alençar, un empresario derechista de la industria textil, para ‘financiar’ su propia campaña electoral. La polÃÂtica de la ‘unidad que suma’ implica una enorme suma, sÃÂ, pero de dinero.
El contenido polÃÂtico de la crisis
La corrupción, sin embargo, no define el carácter de la crisis, en especial porque del lado opositor al gobierno de Lula hay un número mayor de corruptos que en el oficialismo. La corruptela del cÃÂrculo dirigente del PT es un método de gobierno; la de sus adversarios es, además, un modo de vida.
La crisis polÃÂtica en curso fue desencadenada como consecuencia de la paralización de la llamada reforma ministerial que Lula debÃÂa haber implementado hacia marzo pasado para incorporar nuevos partidos y sectores al gobierno y conformar de ese modo una mayorÃÂa legislativa estable. El PT no solamente habÃÂa llegado al gobierno en el marco de un frente burgués sino que no podÃÂa gobernar sin la ampliación creciente de su frente con la burguesÃÂa, es decir sin producir el vaciamiento polÃÂtico completo del gobierno. La clase capitalista no se conformaba con la polÃÂtica fondomonetarista y antiobrera del gobierno encabezado por el PT; reclamaba además el control institucional del gobierno y el fin de cualquier pretensión de autonomÃÂa polÃÂtica por parte del aparato dirigente del PT. En definitiva, se habÃÂa puesto en marcha un operativo para condicionar la tentativa de reelección de Lula en 2006.
Un columnista de la Folha de São Paulo caracterizó descarnadamente, en aquel momento (20/3), la crisis de poder que creó el parate de la reforma ministerial. Calificó al fracaso de la reforma como, nada menos, que “una amenaza a la economÃÂaâ€Â?, lo que equivalÃÂa a cuestionar, como insuficiente, el cumplimiento a rajatablas del programa fondomonetarista. Denunció “una indecisión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva en relación a asuntos polÃÂticosâ€Â? y reveló que “la llamada elite quedó asustada con el cajoneo de la reforma ministerial amplia, con la cual Lula aumentarÃÂa el espacio de los aliados (PMDB, PP) en el gobierno, reorganizarÃÂa su base inestable de apoyo en el congreso, sellarÃÂa acuerdos para su reelección y resolverÃÂa problemas puntuales de gestiónâ€Â?. Aquàtenemos caracterizado el contenido polÃÂtico de la crisis que se procura oscurecer con la avalancha de denuncias de corrupción. No es casual que ya estallada la crisis el mismo columnista recomendara la “itamarizaciónâ€Â? de Lula, en alusión al presidente Itamar Franco, que se hizo cargo del gobierno, en 1994, luego de la destitución por corrupción del presidente Collor de Melo, y que designó a Fernando Enrique Cardoso, primero como canciller y luego como ministro de EconomÃÂa, allanándole el camino para que se convirtiera en presidente en la elección siguiente. En resumen, las denuncias de corrupción son una continuación por otros medios de la polÃÂtica de copamiento del gobierno de Lula por parte de la burguesÃÂa, que se habÃÂa desarrollado desde el comienzo de su mandato con el total acuerdo de la camarilla dirigente del PT. La crisis polÃÂtica es la consecuencia del parate sufrido por este copamiento, o sea por el intento de esa camarilla de conservar un mÃÂnimo margen de autonomÃÂa para pilotear la reelección de Lula –una autonomÃÂa, claro, defendida a base de coimas.
La disolución del gobierno y del PT
En Brasil se desarrolla una crisis polÃÂtica que enfrenta a dos polos de la burguesÃÂa. Es probable que en el polo opositor se encuentre algún sector partidario de revisar la polÃÂtica económica, ‘a la Duhalde’ (reestructuración de la deuda), pero por el momento es un frente único para controlar las elecciones de 2006. A medida que la crisis polÃÂtica gana nuevas alturas las apuestas se modifican en audacia. La posibilidad de la reelección de Lula está definitivamente cuestionada –a lo sumo existe la intención de incorporar a un sector de la dirección del PT a un gobierno de coalición posterior a las elecciones. En el Congreso se ha formado un comité de vigilancia para monitorear la crisis; el gobierno de Lula se ha convertido en provisional, con libertad vigilada. La alternativa de un juicio polÃÂtico está contenida por el temor a movilizaciones populares o a precipitar una crisis financiera. Aunque un relevo, a término, de Lula significarÃÂa un golpe final a la moral de las masas que lo siguieron, la burguesÃÂa obra con prudencia para evitar un estallido eventual de la ira popular.
En este cuadro, el PT parece encaminarse a una disolución. Hay un operativo de renuncias con esta intención, por ejemplo del ex gobernador de Brasilia y ex ministro de Lula, Cristovam Buarque. Pero incluso la izquierda del PT, que ha sido cómplice de todas las fechorÃÂas polÃÂticas del gobierno, también parece licuarse. Un texto de Valter Pomar, lÃÂder de esta izquierda capituladora, sólo ofrece la alternativa de producir un recambio en las elecciones internas del PT previstas para septiembre y en una reunión con Lula (Linha Aberta, 8/8). El PT es una creación oportunista construida en torno a la figura de Lula, no en torno a un programa y a cuadros formados por ese programa, por eso su colapso parece la alternativa más probable. Es remota la posibilidad de que reaccione en esta crisis con un vigoroso planteo de lucha contra la burguesÃÂa que está organizando el fin del gobierno de Lula y contra el aparato proimperialista del PT. Sólo si la crisis deriva en una intervención de las masas podrÃÂa darse la posibilidad improbable que un sector del PT se ponga a la cabeza de una salida anticapitalista a la presente crisis.
La burguesÃÂa, sin embargo, mide sus pasos. Mientras advierte contra la tentación que podrÃÂa estar circulando en el PT de “implosionar la polÃÂtica económica y tener una recaÃÂda chavista, movilizando al MST, a la CUT, etc. contra el fantasioso golpe de las elitesâ€Â? (Folha, 9/7), no esconde su preocupación por “el fin del PT (que) serÃÂa ruinoso para Brasil… (porque) es un amortiguador social que no puede ser sustituido de un dÃÂa para otroâ€Â? (14/8). Como puede apreciarse, sólo la falta de un colapso económico del tipo argentino de 2001 se interpone entre la crisis actual y una situación revolucionaria.
Una miopÃÂa colosal
La reacción frente a la crisis por parte de la izquierda que se encuentra fuera del PT es una verdadera calamidad. El PSTU ha presentado un recurso ante la fiscalÃÂa del Estado para que investigue la corrupción gubernamental en la perspectiva de producir un juicio polÃÂtico contra Lula. Dice que “por ahoraâ€Â? no está de acuerdo con ese juicio porque la juventud y los trabajadores “creenâ€Â? todavÃÂa en Lula, pero que es necesario “concientizarlos de que él es el responsable de la corrupciónâ€Â? y que “es necesario mostrar a ese sector del pueblo brasileño de que Lula es su enemigoâ€Â? (Opinião Socialista Nº 227). Este planteo coloca al PSTU a remolque de la ofensiva del polo capitalista de copamiento del gobierno y de su eventual vaciamiento y destitución. Desarma polÃÂticamente a las masas que votaron por Lula al reforzar la demagogia de la conspiración golpista del Congreso.
La otra fracción de izquierda que está fuera del PT es otra variante de la posición del PSTU: ha comenzado una recolección de firmas para que se convoque a un referéndum que destituya a Lula y anticipe las próximas elecciones. El PSOL aspira a un rédito electoral de la crisis y para colmo cree que va a lograrlo. Ninguna de estas dos fracciones de la izquierda ha conseguido remontar la retórica de la corrupción; el contenido polÃÂtico de la crisis simplemente lo ignoran.
La izquierda brasileña en su conjunto no ha conseguido caracterizar a la crisis polÃÂtica actual, o a la etapa actual de una crisis polÃÂtica de alcance más general, como un enfrentamiento entre dos polos de la burguesÃÂa, un clásico en la historia polÃÂtica mundial. Estamos ante un enfrentamiento entre nuestro enemigo y el enemigo de nuestro enemigo; el PT y Lula son en este escenario, a pesar suyo ¡claro!, los enemigos de nuestros enemigos. Una intervención independiente de las masas sólo puede ser preparada, organizada e impulsada señalando el camino para derrotar a nuestro enemigo, la derecha parlamentaria y el golpismo, por medio de la movilización popular y por medio de una delimitación total y completa del aparato dirigente del PT y del gobierno burgués de Lula. Entre Kornilov y Kerensky; entre Sanjurjo y Azaña; entre Videla e Isabelita –no somos neutrales. El responsable principal de la crisis actual es, por supuesto, el aparato del PT y Lula; los democratizantes han sido siempre los responsables de todos los desastres. Esto no exime que el desastre propiamente dicho lo representa una victoria de la derecha y la desmoralización del pueblo.
Contra la derecha sin apoyar a Lula, planteamos: 1) castigo a todos los corruptos, tanto del PT como del Congreso; 2) expulsión de los corruptos y del aparato pro FMI del PT; 3) que el PT rompa con la burguesÃÂa, expulse a los ministros capitalistas y pro FMI del gobierno y rompa con el imperialismo; 4) disolución del Congreso proimperialista, corrupto y golpista y convocatoria de una asamblea constituyente soberana que se haga cargo del poder polÃÂtico de Brasil; 5) que la CUT y el MST convoquen a una huelga general hasta imponer estas reivindicaciones polÃÂticas.
Los yanquis
Un capÃÂtulo final pero no menos importante es el imperialismo yanqui y la crisis. El secretario del Tesoro, Snow, estuvo en Brasil para apoyar a Lula. Pero al mismo tiempo un comité internacional manejado por Bush, que preside Cardoso, acaba de pronunciarse por una campaña para aislar a Chávez. El imperialismo yanqui quiere preservar la polÃÂtica económica de Lula, pero participa activamente en la preparación de un giro en la situación polÃÂtica latinoamericana para acabar con Chávez. El gobierno Bush interviene en la crisis brasileña en calidad de árbitro. Mide las posibilidades y riesgos de cada bando. Lo que es incuestionable, sin embargo, es que al imperialismo no le alcanza con el papel de Petrobras y de Lula contra la revolución boliviana. En la crisis polÃÂtica brasileña está en juego un realineamiento de fuerzas contra las masas a escala de América Latina.
Texto publicado en www.rebelion.org