Mientras escribo estas líneas, se está proyectando el documental “El Laboratorio, una intimidad pública” en un Centro Social madrlieño, concretamente en La Ferroviaria de Arganzuela. Dos compas de la experiencia de Centro Social Laboratorio y de este viaje colectivo de memoria y archivo llamado hacerlaboratorio están allí, compartiendo y desgranando los claroscuros de las experiencias colectivas, indagando sobre sus límites y potencias y no cejando en el intento de sostener las preguntas y de sostener los procesos presentes que siguen abriendo esas preguntas. Poniendo cuerpo.
Hoy, que se proyecta esa pieza documental, elaborada a partir de las entrevistas recogidas durante dos años y que es un rompecabezas, una pieza como digo de un puzzle mucho más amplio y siempre inacabado de voces, vivencias, perspectivas, miradas, experiencias, contextos,…justo hoy nos llega a las manos una de esas piezas, valiosísima para este archivo (un valor probablemente marginal para gran parte de este mundo), una pieza que da sentido a gran parte del rompecabezas que supone este archivo, y que se recoge en el documental. El documental “El Laboratorio una intinidad publica”, no explica las historias ni los conflictos que dan lugar a las reflexiones en las voces de sus protagonistas veinte años después, solo usa esas experiencias como base para lanzar preguntas que nos son comunes a las experiencias de autoorganización: el fragil equilibrio de lo común, qué lo hace posible, qué lo sostiene, la línea que separa la salud de la enfermedad, lo razonable de la locura, que experiencias nos hacen crecer -aprender y desaprender- o cuales producen trauma, que es el compromiso político o que sentido le damos a la autonomía en el complejo juego de poder de nuestra sociedad.
Uno de los episodios que más se mencionan en la experiencia de autoorganización del Laboratorio 1, una experiencia radical de imaginación y experimentación, como radical fueron sus condiciones de apertura, precariedad y conflicto es el que se recoge en esta pieza que nos llega reeditada hace a penas unos meses y a la que no habíamos tenido acceso hasta ahora más que en las voces y memoria de alguna de sus protagonistas, porque como explica Pepe, su hacedor, la copia vhs se había perdido (gracias!).
Es un documento hecho en el momento, en caliente, y hay que leerlo como tal, es -como lo ha definido un compañero- “antropología en movimiento” Los cuerpos de quienes hablan en él, aunque jóvenes en general, están cansados, y recogen la verdad de un momento de crisis. Como toda pieza, recoge una parte de una historia, pero este archivo recoge con alegría inmensa esa pieza del laberinto que a veces es la memoria colectiva, o al menos la memoria colectiva de experiencias de multiplicidad, autoorganización, apertura y democracia radical.