La educación liberadora del MST

Cosecha la enseñanza en el planeta Sin Tierra
Por Belén López | Desde la Redacción de APM

La lucha por la tierra generó conciencia sobre el derecho a la
educación y la noción de lo público. Así lo expresó a APM una
integrante del Colectivo Nacional de Educación del MST, María Cristina
Vargas. Cuando se habla del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra
(MST) de Brasil se destaca la lucha por la reforma agraria, la acción
colectiva y organización de base bajo la consigna "ocupar, resistir y
producir". Una lucha que lleva 22 años y conquistó espacios, ocupó
alrededor de 3.900 latifundios y desarrolló proyectos de asentamientos
para 400 mil familias que se han organizado de manera autónoma, siendo
protagonistas en la búsqueda de un cambio.
Pero la Reforma Agraria no implica solo la expropiación de los grandes
terrenos en manos de multinacionales y el fin de latifundios
improductivos, va más allá. Cuando el MST ocupa tierras despierta la
importancia y la conciencia de luchar por todos los derechos negados
hasta entonces. Uno de ellos es la educación.

En declaraciones para APM la pedagoga de la tierra y miembro del
Colectivo Nacional de Educación del MST, María Cristina Vargas,
expresó que "en 22 años de lucha el MST conquistó aproximadamente 2
mil escuelas públicas en sus campamentos y asentamientos, colocando en
ellas a alrededor 160 mil niños y adolescentes sin tierra, y ayudando
a formar a sus más de 4 mil profesores". Al principio la lucha era por
la educación básica para los niños y adolescentes, pero "las
necesidades fueron forjando acciones más amplias en el ámbito de la
educación, muchos jóvenes y adultos sin tierra no sabían leer y
escribir las palabras, eso motivó a que todos y todas quisieran cortar
más esta valla del analfabetismo", sostuvo Vargas.

La lucha por la tierra, la desconcentración del capital y la
agroindustria está íntimamente ligada a la democratización de la
educación. Tal como expresó la pedagoga, la Reforma Agraria permitió
formar una conciencia de derecho a la enseñanza y la noción de lo
público entre las familias sin tierra, fundamental para la aplicación
de políticas realmente públicas. "En ese proceso el MST aprendió con
la lucha que la escuela tiene que estar donde está el pueblo, y que
los campesinos tienen el derecho y el deber de participar en la
construcción de su proyecto de escuela".

A su vez explicó que las primeras experiencias educativas fueron en
escuelas primarias, luego la alfabetización de jóvenes y adultos, y
finalmente la educación infantil hasta los 6 años. Actualmente, con
una pedagogía que toma la lucha colectiva como elemento formador, la
enseñanza llega a los niveles superiores y se encolumna en la
aplicación de métodos discutidos y desarrollados entre el educador y
el educando. Esta noción rompe el esquema jerárquico de aprendizaje y
plantea una sociabilización de la información, conformando lazos
sociales que hacen a la identidad del grupo.

Tal como expresó Vargas "la comunidad participa activamente diciendo
qué educación queremos, qué escuela queremos, los educadores tienen la
tarea de estudiar metodologías que atiendan la realidad y estén de
acuerdo con el proyecto de sociedad que anhelamos, los colectivos de
educadores son responsables de construir y promover debate junto la
comunidad y con los educandos".

De esta forma el MST acuerda con la concepción de "educación
liberadora" manejada por el pedagogo brasilero Paulo Freire,
elaborando el conocimiento en base a la realidad concreta y la
práctica social. Es con la lucha, el diálogo y la reflexión
comunitaria que se conforma una conciencia propia del movimiento y se
plantea la necesidad de llevar la educación al campo donde es urgente
la aplicación de políticas públicas.

Los integrantes del movimiento mantienen una fuerte comunicación
interna con miras al crecimiento de la comunidad asentada, se generan
espacios de debate en torno a la necesidad de especializar
constantemente a los educadores. Cristina Vargas sostuvo que el
movimiento siempre contó, junto a las instituciones superiores, con la
posibilidad de asociaciones y ejecución de cursos formales que
tuvieron mayor impulso a partir de la creación del PRONERA (Programa
Nacional de Educación en la Reforma Agraria) en 1998, de modo que
durante el 2003 ya se habían formado 700 educadores.

En este sentido se han establecido cerca de 80 acuerdos con distintas
universidades en los más variados cursos, ya sea pedagogía, gestión,
historia, geografía, derecho y otras especializaciones que estimulan a
los pobladores a seguir estudiando.

Respecto al origen de los educadores el MST tiene dos realidades,
existen profesores externos a los asentamientos y otros que son parte
de la comunidad asentada. Según explicó la pedagoga "nuestra
preferencia es que tengamos nuestros propios profesores, personas que
vivan en la comunidad, que conozcan a sus educandos y que compartan la
misma realidad. Pero cuando tenemos dificultades buscamos aproximar
profesores externos para que podamos hacer un trabajo juntos".

En este proceso de escolarización se articulan el sector específico de
formación y el de educación. Vargas explicó que los mismos son
articulados "a través de la organización del MST, el sector de
educación cuida principalmente de la escolaridad de los Sin Tierra,
entendiendo que esta tarea es de extrema importancia ya que en Brasil
la educación siempre fue un derecho que no contemplaba a la clase
trabajadora. El Sector de formación tiene la responsabilidad de lograr
la formación política e ideológica de los sujetos Sin Tierra".

El área educativa del movimiento está sumamente consolidada y en
avance, actualmente cuenta con dos mil escuelas en el primer segmento
de la enseñanza fundamental, de primer a cuarto nivel, 500 escuelas
para el nivel quinto hasta el octavo y por último cincuenta
instituciones destinadas a la educación de bachillerato que en este
momento es de mayor preocupación.

En el asentamiento Filhos de Sepé (Hijos de Sepé), que ocupa algo más
de 6.000 hectáreas en el municipio de Viamao, a 40 kilómetros de Porto
Alegre, capital del sureño estado de Rio Grande do Sul, funciona un
Centro de Formación con capacidad para albergar a 120 personas, cuenta
con dormitorios, baños colectivos, salas de conferencias e internet, y
comedor.

El año pasado se inauguró la Escuela Nacional de Formación Política
Florestan Fernandes (ENFF) en la ciudad de Guararema, a 60 kilómetros
de San Pablo. Se construyó "a pulmón" en el lapso de cinco años, con
el esfuerzo voluntario de los militantes del movimiento y tiene cuatro
edificios de alojamientos para quienes estudien allí, además de un
edificio pedagógico.

La educación de la bases ha sido un acierto histórico del MST y
significa resistencia ante la falta de políticas públicas del Estado
brasileño, que coarta el derecho a una educación publica y de calidad.
Esta resistencia ha demostrado tener armas, perseverancia y conciencia
de lucha y es por eso que los sectores neoliberales y multinacionales
se mantienen en alerta, saben que el movimiento no acota su propuesta
a la distribución equitativa de la tierra sino que busca un cambio
radical en el modelo de desarrollo agrícola, cultural y social. Que
tiemblen, no hay barrera inquebrantable.