Articulo publicado en Diagonal:
http://www.diagonalperiodico.net/article4274.html
Breno Bringel, investigador-visitante en la UNICAMP (Brasil) y miembro del Komité de Apoyo al MST de Madrid
Con el lema “Reforma Agraria: por Justicia Social y Soberanía Popular” se celebró, del 11 al 15 de junio, el V Congreso del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.
El mayor movimiento social del país, que reúne hoy a más de un millón y medio de personas, creó en Brasilia un macrocampamento para albergar a los 18.500 militantes que participaron en este encuentro, sin función electiva, que sirvió como espacio de formación política, de interacción entre las delegaciones de ‘sin tierras’ provenientes de 24 estados brasileños y, fundamentalmente, de discusión sobre la coyuntura nacional e internacional y de análisis sobre los nuevos retos y desafíos.
Desde su comienzo en 1985, los congresos han reflexionado sobre cómo afrontar la reforma agraria ante las diferentes coyunturas políticas y económicas. Si en las primeras ocasiones, el MST priorizó su territorialización y consolidación en un contexto de redemocratización postdictatorial, a partir del penúltimo congreso, realizado en 2000, los desafíos del movimiento se ampliaron considerablemente ante las consecuencias visibles de las políticas neoliberales implantadas en los ‘90. De este modo, los principales retos pasaron a ser el enfrentamiento con el modelo neoliberal, el fortalecimiento y ampliación de las articulaciones nacionales -junto a otras fuerzas sociales rurales y urbanas, como el Movimiento de los Sin Techo- e internacionales -destacándose la formación y organización de la Coordinadora Latinoamericana de Organizadores del Campo y Vía Campesina- y el énfasis en la formación continua de las bases sociales.
Nuevo contexto
El V Congreso marca una profundización de los debates previos en un nuevo contexto donde por primera vez se analiza la cuestión agraria con el Gobierno de Lula en el telón de fondo. Quedó patente en el Congreso no sólo la (re)afirmación de la autonomía del movimiento, sino también los nuevos rumbos que toma la reforma agraria frente a la extensión del agronegocio y los impactos del monocultivo. Para el MST, la expansión de los modernos latifundios de monocultivo sostenidos por empresas transnacionales, Gobierno y grandes latifundistas, genera catastróficas consecuencias ambientales -destrucción de la biodiversidad y profundización del cambio climático- y sociales -reducción de los salarios, incremento de la explotación de la mano de obra campesina, mayor concentración de la propiedad de la tierra, éxodo rural y exclusión social-, teniendo como consecuencias inmediatas la concentración de la producción en mercancías altamente lucrativas y destinadas al mercado externo.
La oposición rotunda al modelo exportador del agronegocio se nutre, por un lado, de continuas protestas, como la acción directa realizada el 8 de marzo de 2006 por mujeres del MST y Vía Campesina en el laboratorio de investigación de la multinacional Aracruz Celulosa en Río Grande del Sur, o las jornadas de ocupaciones simultáneas en todo Brasil, hace dos meses, en lo que ha sido llamado el “abril rojo del movimiento”. Por otro lado, se va tejiendo una vía propositiva cada vez más estructurada que defiende la soberanía alimentaría, la agroecología y la defensa del medio ambiente. En definitiva, la construcción de un nuevo modelo agrícola familiar que aboga por el control de los recursos naturales por parte del pueblo brasileño y la distribución equitativa del acceso a la tierra y a las riquezas producidas.
Asimismo, en el congreso se profundizó en la discusión iniciada en el Foro Mundial de Soberanía Alimentaría, realizado en Mali, sobre los biocombustibles -la gran apuesta de Bush, Lula y del capital para la producción de combustibles que sustituyan la energía fósil, especialmente el petróleo-. Se opta desde el MST por llamarlos agrocombustibles y no biocombustibles ya que, al contrario de lo que supone el prefijo bio, atentan contra la vida de los campesinos. Según João Pedro Stédile, uno de los líderes de los sin tierra, una de las principales consecuencias de este nuevo modelo del agrocombustible es la tendencia a la hegemonía del cultivo de caña de azúcar para la producción del etanol, controlada por alianzas de empresas transnacionales como Bunge, Cargil o Monsanto.
En este contexto de globalización capitalista, el rasgo internacionalista estuvo fuertemente presente durante todo el encuentro a través de una comisión de más de 200 invitados de organizaciones campesinas de África, Asia, América Latina y Europa -la mayoría de ellas pertenecientes a Vía Campesina- y grupos de apoyo al MST en Europa y EE UU. La convergencia de las resistencias y experiencias globales, así como la denuncia del imperialismo y de los intereses del capital financiero, asumió un importante rol en los debates, en un escenario donde la principal preocupación de los campesinos sin tierra ya no son los latifundistas nacionales, sino el matrimonio de estos últimos con las empresas transnacionales. Los mensajes de solidaridad política a la lucha de los sin tierra enviados durante el congreso por Fidel Castro, Hugo Chávez y el subcomandante Marcos también hicieron hincapié en la necesidad de la profundización de las alianzas y de espacios contrahegemónicos que defiendan los intereses de los pueblos.
Discursos emotivos como el de la octogenaria Elizabeth Teixeira, una de las líderes de las Ligas Campesinas -organización precursora del MST-, se mezclaron con representaciones culturales populares, la mística de los sin tierra y la perfecta organización de un congreso que finalizó con dos actos simbólicos: una gran marcha que vistió Brasilia de camisetas y gorras rojas para denunciar frente a la plaza de los Tres Poderes -el principal símbolo del poder político brasileño- la inmovilidad del Gobierno de Lula en la aplicación de la reforma agraria. Y la elaboración, aprobación entre los militantes, y entrega de una carta al Gobierno Lula que sintetiza las reivindicaciones de un movimiento que sigue luchando por cambios profundos en la sociedad brasileña a través de un concepto cada vez más amplio de reforma agraria, que no se limita ya al acceso a la tierra, sino a las relaciones con la naturaleza, a formas de producción no capitalistas y a la construcción de nuevas sociabilidades.
