Este taller tuvo lugar el 23 de noviembre en el centro social La Ingobernable, como un encuentro semipúblico, esto es, era un taller solo convocado a participantes, pero se podía visitar-observar.
El taller consistía precisamente en elaborar colectivamente un línea de tiempo desplegada en tres paneles (uno por cada edición de El Laboratorio) que estaban semiestructurados, con una línea cronográfica y algunos elementos, fechas y acontecimientos de referencia.
Los paneles estructuraban la información en tres niveles: los hitos propios del centro social, actividades o experiencias del contexto político paralelas o vinculadas al centro social, y otro espacio para las vivencias o lecturas particulares.
Las instrucciones (mínimas) era ir rellenando, individual o colectivamente, cada panel, con los recuerdos personales y políticos, al tiempo que se podía comentar sobre cada episodio.
Aquí el archivo fotográfico del encuentro
A pesar de que se convocó a muchas personas, solo un número reducido de unas quince personas acudió a la cita. Esto da cuenta de un cambio fundamental operado en las vidas que sale recurrentemente como tema en el propio encuentro: la recuperación o disposición del propio tiempo de vida. A pesar de que la asistencia no fué masiva, el resultado y calidez del encuentro fué mayúsculo, y de él se generarán muchos hilos de los que se irá tirando con posterioridad.
La (re)activación de vínculos, otro elemento fundamental en este proceso, también fué uno de los elementos clave de este encuentro. Con posterioridad una compañera que participó (en este y otros encuentros) compartirá un texto que da cuenta de ello.
Aquí un fragmento del mismo:
2017. 20 años después, gracias al impulso de una compañera que se ha propuesto recuperar ese cachito de historia de la autonomía madrileña y tras un removedor intercambio de fotos, documentos y recuerdos volcados en post-it de colores intentando ordenarse en las líneas de tiempo… un revoltijo de emociones me deja el alma patas arriba. Amigxs de uña y carne a lxs que ya no veo y sin las cuales me falta hasta el lenguaje capaz de traducir en palabras lo entonces apostado y compartido. Rupturas sin duelo. Heridas aún abiertas. Miedo a abrir el cajón de una memoria que, sin embargo, siento que no me pertenece, que no nos pertenece. Que solo puede ser patrimonio colectivo y tratar de recomponerse en común, juntando las miles de piececitas de experiencias singulares en un puzzle imposible y, a la vez, necesario. Imposible. Huérfano de piezas no halladas. Desencajado de piezas superpuestas. Interminable de piezas infinitas, inordenables. Necesario. Porque los recuerdos particulares son los fragmentos indispensables para configurar el relato común, imprescindible, en el camino siempre en obra de las luchas por la emancipación.
A la inconmensurable generosidad con que la experiencia del Laboratorio dio un vuelco a mi vida, le entrego hoy un modesto tributo en forma de triple agradecimiento. Para el Labo, para todxs lxs que lo hicieron posible.