Hay una pregunta abierta sobre la función de la memoria, pero también sobre su posibilidad: la memoria no es inmune al trauma, a la zozobra que produce la catástrofe o al contexto en el que se puede componer y expresar. La memoria es un proceso frágil que no hay que soltar para seguir sosteniendo las posibilidades de imaginar vida en común.
Este archivo empezó a construirse a veinte años de la experiencia que recoge y posiblemente no hubiese podido hacerse antes. La memoria de una experiencia intensa y rica, pero también dificil y hasta a veces dolorosa. La experiencia Laboratorio atravesó por completo algunas de las vidas que la hicieron posible. Una experiencia para algunxs anecdótica, pero que para otrxs supuso poner la vida toda en juego como apuesta política. Una experiencia de alegría, pero también de cruces improbables, de aprendizajes, de intensidades diversas, de desencuentros, de improvisación y, seguro, de muchos errores.
Al recoger testimonios afloraron todas estas cosas a la vez y también recuerdos que habían sido, consciente o inconscientemente, sepultados. Y ahí comprendimos la compleja relación entre el tiempo y la memoria.
El asesinato de Abril a manos de su padre, noticia con la que amanecimos un 31 de diciembre de 2021, hace ahora un año, fue la catástrofe que definió el signo de todo un año y que nos marcó para siempre.
Ha sido un año en el que la relación colectiva con la memoria, fluctuante y desigual, pero constante, nos ha dicho muchas cosas sobre las diversas maneras en las que confrontamos el dolor, sobre la necesidad de acompañarnos, sobre la importancia de hablar, aunque nos falten las palabras, sobre la violencia institucional, sobre el tipo de sociedad que sostenemos cotidianamente y sobre a qué llamamos un territorio compartido. También sobre los diferentes tiempos de la memoria. Un año plagado de conversaciones, escritos, intercambios más o menos íntimos, también de llorar juntas. Un año donde entender los gestos, donde entender los silencios. Y también donde, a veces, no nos hemos entendido.
La memoria no es un gesto, sino un proceso, que no hay que soltar, sino repetir y repetir, porque la memoria tiene una capacidad generativa en esa reproducción. Y tiene un tiempo de latencia y otro de expresión y otro de intercambio y otro íntimo y otro público y a veces forma de grito y otras forma de silencio o forma de denuncia o forma de reflexión o forma de obligarnos a hacer de otro modo, a relacionarnos de otro modo porque nos pone frente a un espejo de lo que decimos no ser y nos obliga a pensar cómo no serlo.
De entre las muchas esferas de la vida colectiva de ese territorio de vida que por simplificar llamaremos Lavapiés, este archivo también se vio afectado por ese asesinato. Lo escribimos aquí ahora porque la memoria necesita sus tiempos, para añadir una capa más a esa inmensa esfera de capas afectadas, darle tiempo a esa memoria, permitir que aflore, pero, sobre todo, contribuir a que no desaparezca. Sabíamos que antes o después vincularíamos este archivo a ese acontecimiento, no importaba cuándo, porque no queremos desvincularnos de ello, al contrario, queremos sostenerlo en el tiempo.
La experiencia recogida en este archivo, el Centro Social Laboratorio, fue rica y compleja y atravesada de belleza y fealdad y transitada por miles de personas, parecidas o muy distintas, y de mucha cooperación. Porque era una experiencia que se insertaba de lleno en el mundo complejo de un barrio. Este archivo contiene fotos tomadas por Julien Charlon en el centro social. Veinte años después de aquella experiencia común, Julien asesinó a su hija y se quitó la vida, como acto de violencia vicaria contra su expareja. Las fotos son parte de la memoria del centro social, y conviene decir y recordar esto, para que sepamos que la posibilidad del horror habita entre nosotrxs, y nos empuje a pensar y actuar para que no sea así, pero nunca a negarlo o borrarlo, porque esa posibilidad que puede hacerse real forma parte de ese nosotrxs difuso que hace también que nos afecte lo que nos rodea.
Este archivo reinvindica sostener también esa memoria que duele como gesto político para no mirar hacia otro lado, para decir que somos también nosotrxs, nuestros entornos, donde se construyen subjetividades no exentas de las peores expresiones de la violencia machista, ni de otras muchas violencias fruto de relaciones desiguales de poder y de lógicas sociales, económicas y afectivas de dominación, frustración y daño.
La memoria es una herramienta para pensar nuestro presente y para pensar aquello que queremos ser juntxs y a qué tenemos que prestar atención para no devenir monstruos para nosotrxs mismos.
En memoria de Abril.
30 de Diciembre de 2022