El proyecto de archivo hacerlaboratorio arrancó en el 2017 con la intención de rescatar la memoria de una experiencia de auto organización política y su contexto y con ello de ser herramienta para los movimientos vivos del presentes. Con su desarrollo, la idea de producir archivo y memoria colectiva y común fue cobrando fuerza, y en el diálogo con diversos actores de la ciudad, entre ellos el Espacio Vecinal Arganzuela, hemos ido tejiendo a lo largo de este tiempo una mirada compartida sobre la importancia de narrar nuestra propia historia, no solo como una herramienta de legitimación ante la autoridad institucional, sino como una forma de reconocimiento mutuo, de construcción de identidad abierta y múltiple que conecta unas prácticas con otras y que expande las posibilidades de alianzas políticas, de redes de solidaridad, de trasmisión de prácticas y experiencias. Una memoria común a partir del reconocimiento en esas prácticas, experiencias y nociones que nos son propias y que nos permiten seguir imaginando y experimentando otros modos de hacer ciudad.
Esta noción de archivo se ha ido desplegando a lo largo de estos años como una investigación práctica en la que las formas de esa memoria viva se han materializado en diferentes formatos y herramientas. Una de ellas, fundamental, ha sido la puesta en discusión y el diálogo abierto entre el pasado y el hoy.
Entre noviembre y diciembre de 2019 nos planteamos producir un seminario para abordar nociones recogidas en este archivo y su actualización a los conflictos presentes en la ciudad. Una forma de ponerse en cuestión -de cuestionarse- , de ponerse en riesgo desde la creencia de que solo las preguntas abiertas y la experimentación de nuestras prácticas pueden tentativamente dar respuesta a la complejidad que habitamos. Poniendo como siempre la vida misma como materia de experimentación, como campo de batalla, como terreno de cooperación y conflicto. Sin miedo, porque lo hacemos juntas. Una apuesta que la Administración y sus instituciones rara vez acogen y rara vez comprenden. Ese seminario tuvo lugar en el EVA, gracias al apoyo y el cuidado de su comunidad que lo acogió bajo condiciones precarias y aceleradas tras su suspensión en una institución cultural municipal. Esa generosidad y esa apuesta compartida por la cooperación, el aprendizaje colectivo y la auto organización es ya patrimonio común de este archivo, del EVA y de quienes con su práctica hacen de Madrid aun un lugar en el que poder respirar.
Hace unas semanas que el Espacio Vecinal Arganzuela está en alerta roja por la declarada intención del actual Ayuntamiento de Madrid de no renovar la cesión con la que el centro vecinal EVA lleva funcionando escasos 4 años. 4 años intensos y plagados de valor (por sus actividades, por su acogida, por su modo de hacer y pensar la ciudad) pero escasos para una apuesta que debería contar con amparo y garantías institucionales de continuidad y poder así desplegar ampliamente sus capacidades ahora solo vislumbradas en este tiempo.
Entre otras cuestiones, tratamos de recoger en este archivo el valor de la figura Centro Social en la historia de nuestra ciudad, un dispositivo complejo que permite prefigurar formas autónomas de vida en el corazón de la bestia, no separadas de ésta sino precisamente en el tejido de alianzas, algunas ciertamente imprevistas, a partir de un territorio compartido y sus comflictos.
Los Centros Sociales vinieron a introducir una anomalía en el curso de los planes oficiales sobre los barrios y la ciudad en su conjunto cuando ésta empezó a gestionarse bajo la lógica neoliberal: la ciudad empresa, la ciudad marca. Los Centros Sociales introdujeron otras formas de producción de valor, posibilitando la construcción de un tejido de apoyo mutuo y construyendo también prácticas culturales y artísticas para todo un sector de población excluido de las políticas culturales oficiales.
Los espacios como el EVA nos dicen que existen y que son posibles otros modos de relación y convivencia, de creación libre y colectiva, de organización social y planificación urbana. Son la prefiguración de la ciudad que queremos y que sostenemos y cuidamos todos los días, por mucho que las normativas, el planeamiento público y su aliado el mercado inmobiliario se empeñen en abolir, porque son la prueba fehaciente de que otra ciudad y otro mundo es posible. Son prácticas que no pueden desaparecer porque son constitutivas de la vida en los barrios y de la vida en general: esa que sabemos es finita e interdependiente y que se sostiene en común.
En tiempos de crisis y catástrofe global, se demuestra especialmente que son estas prácticas de apoyo mutuo las que sostienen la vida en la ciudad.
El EVA como puesta en acción de la inteligencia práctica ha logrado en estos cuatro años hacer de un espacio público en desuso un recurso para el conjunto de la ciudad que abraza su diversidad y complejidad. Un recurso vivo e inteligente, que cuida, que piensa, que imagina y que crea. Un grito de vida en una ciudad herida de muerte por las nefastas políticas publicas de privatización y exclusión. El EVA es la defensa de lo público en sentido literal, el todo para todxs zapatista.
Este año vuelve a Europa una delegación zapatista y la acogeremos como se merece, y para eso, e infinitas otras cosas que nos quedan por imaginar en común, el EVA se queda.