Rastreo, vinculo, memoria y presente
El rastreo tiene que ver con la búsqueda y localización de materiales y recuerdos de una época en la que la práctica de archivo dentro de las propias iniciativas autónomas estaba mucho menos presente de lo que lo está ahora (sin dispositivos digitales de almacenamiento) atravesadas además por otras precariedades (falta de medios, desalojos que borran y destruyen, las propias biografías que a lo largo de veinte años, olvidan, pierden o abandonan materiales y recuerdos)
El trabajo de rastreo aquí tiene que ver entonces con dos cuestiones: por un lado localizar y mapear los archivos materiales existentes y por otro lado, necesario para lo anterior, localizar a quienes los poseen, a quienes los recuerdan o a quienes los pueden recrear.
En el caso del archivo material podríamos hablar de escasez frente a la abundancia de documentación simultanea de los procesos actuales (grabaciones de video, streamings, tuits, blogs y un largo etcetera de dispositivos digitales) y sin embargo, y puede precisamente que vinculado al carácter de la propia experiencia rastreada (el Laboratorio como experimento y práctica social autónoma: un crisol y un cruce de producción en los ámbitos politico, artistico, cultural, social…) hay un cierto número de materiales algunos de ellos pioneros en el terreno audiovisual (como los producidos por el colectivo DejaVú formado en el Laboratorio II), archivos fotográficos de personas que participaron en el centro social (que contó también con laboratorio fotográfico) textos individuales y colectivos (el laboratorio destaca también por su producción teórica, no solo propia del Centro Social en su conjunto sino de diversas iniciativas a las que dió cabida..) El mapeo de ese archivo disperso como digo, es una tarea importante en este proceso, más ahora, que puede conectarse en red con otros trabajos de archivos. Seguimos localizando/mapeando archivo material y digitalizándolo.
Sin embargo, y esta es una cuestión que ha aflorado en varios de los hitos (conversaciones-entrevista, encuentros) el archivo material, no recoge la complejidad y la riqueza del proceso, cuyo valor fundamental es inmaterial. Rastrear entonces qué fuerzas componen ese archivo inmaterial se vuelve fundamental en este trabajo. Y es aquí, donde el trabajar los vínculos, como eje central para recomponer esa red de memoria, se pone en el centro. Vincular es la acción por la que las memorias se activan en red, pero también en diálogo con el presente (de cada biografía, del contexto político) El archivo inmaterial es un archivo vivo.
Pero ¿que es o que hace a un archivo estar vivo? O de otro modo, en los procesos de generación de archivo lo que importa es cómo se traza y sus lecturas posibles. ¿cómo se traza el archivo? ¿y cómo se inserta en el presente?
En los primeros contactos y conversaciones sobre El Laboratorio, la idea recurrente de que la experiencia no puede ni de lejos, recogerse en fotos, videos, textos ni postits de un taller, afloró a varias voces. Lo que hay que rastrear y develar, en cierto modo, son otros cosas. Y esas otras cosas, las significativas, las que marcan un antes y un después en los cuerpos atravesados por la experiencia, son las que solo se pueden reconstruir desde un plano no formal, afectivo. Una experiencia se puede contar, pero el entramado de afectaciones múltiples (eso que nos constituye aun hoy) no es comunicable sin más. La transmisibilidad de ese plano (¿cómo se cuenta esto?), por tanto, es el reto mayor, pero el proceso de emergencia de esas afectaciones, es ya en sí, un resultado del proyecto o mejor dicho, algo que lo dota de sentido. De modo que, paradójicamente, un archivo vivo es quizá en parte, el que escapa a ser enteramente archivo. Trataré de explicar esto.
En la resignificación de los últimos años sobre el concepto de archivo, la incorporación de lo sensible, lo emocional y experiencial sigue recogiéndose, en gran parte, en un formato material: grabaciones, testimonios, relatos parciales…
Pero si los desarrollos prácticos y teóricos de los últimos tiempo rompen -en el rastro dejado por Derrida- con esa idea de archivo como origen, o como pasado, entonces necesariamente la reelaboración que la práctica de archivo supone, cobra centralidad en el mismo: en el caso de la genealogía laboratorio, afirmaré, que es precisamente el acto de hacer archivo, en tanto que acción presente de recomponer vínculos y de ellos generar memoria y análisis colectivo, el que se coloca en el centro de esta propuesta. Así, la herramienta de elaboración de este proceso, se revela desbordante respecto al proyecto mismo, porque ha generado activaciones que podrán tener otras derivas posibles.
En este sentido podemos hablar de memoria-archivo como de los momentos en los que los saberes in-corporados se activan y reconfiguran, o el archivo como la trasmisión al presente: cuando esa actualización se produce (los encuentros, las conversaciones) cada una de las actantes re-actualiza esa memoria, y la lleva consigo a aquellos procesos contemporáneos en los que inserta su práctica y reflexión. Esto va en consonancia con un rasgo característico de la experiencia que tratamos de trazar, y de como se describe en muchas narraciones en dos sentidos: como un experiencia incorporada, un hito en las biografías (en las subjetividades) y los modos de pensar políticamente el mundo (hay quien lo nombra como el gusto por la diferencia o la complejidad, el cuestionamiento de las identidades prefijadas, la gestión del tiempo y la relación con el trabajo, una cierta forma de mirar el mundo…) pero también, por otro lado, un signo definitorio del propio Laboratorio que supuso en muchos casos más un posibilitador de encuentros e iniciativas, un catalizador, una multitud en el sentido de producción de subjetividades múltiples más que un sujeto en sí, una experiencia que habla de práctica viva, de la certeza de que todo se aprende, y de que el propio Laboratorio era, fundamentalmente, un lugar en el que juntarse y aprender colectivamente.
Decía más arriba, aunque volveré a ello un poco más adelante, que las voces que hablan en este archivo son unas y no otras, en este sentido podría describirlas como unas biografías que de una u otra manera, mantienen ese vínculo político con su entorno , de modo que el archivo es también los cuerpos que lo sustentan.
Convocar la memoria, junto a la activación de esos vínculos, es el tercero de los elementos centrales en este proceso de hacer archivo. La tendencia a hacer encuentros grupales más que entrevistas individuales, y a generar conversatorios tiene que ver con una cuestión metodológica -las memorias se activan en red- y una cuestión epistemológica -la memoria es un asunto común-.
La vinculación del archivo con el presente, más allá de la asunción de que la memoria es en sí, una elaboración de/desde el presente, implica otro par de cuestiones que merecen ser mencionadas.
La primera es intencional: los contextos elegidos para celebrar los hitos colectivos están siempre insertos en un contexto político actual con el que dialogar la experiencia (centros sociales, hackmeeting 2017…) La segunda es de nuevo, una noción que ha emergido en el trascurso de los conversatorios: la manera de rememorar, colocarse en los conflictos, los hallazgos, y en cierta irreversibilidad de esa experiencia, nos habla (no solo discursiva, sino corporalmente) de la actualización y actualidad de esa memoria, esto es, la forma en la que algunas (diré incluso una parte de esta ciudad) pensamos y habitamos políticamente el presente tiene una genealogía, y el Laboratorio forma parte de ella.
Hacer archivo se revela entonces como una tarea de activación de vínculos afectos y memoria en primer término, sin la cual, no es posible, a mi modo de ver, pensar en esa imprescindible función del archivo: trasmisibilidad, acceso, común y diálogo con el presente.
Por último, entender la memoria como un común significa entender la memoria como una acción política que traza imaginarios compartidos, que escucha, que dialoga.
Para terminar el epígrafe, señalaré una zona oscura, quizá potencia del por-venir. Este hacer archivo se compone también de resistencias, cosas no dichas, encuentros que no se han producido. Y el proceso investigador está también atravesado por la gestión de desafectos que atraviesan la propia práctica. No hay distancia objetiva con esto (como no la hay con todo lo demás) Hay dolor y alegría en este hacer-archivo, seguir indagando en ello, re-crear y sostener vínculos, imaginar-practicar comunes es lo único que puede salvarnos.