Decíamos en la propuesta inicial de esta investigación, que la recopilación de materiales pero sobre todo, la producción de narrativas sobre la experiencia del Laboratorio era un ejercicio de memoria colectivo encaminado no solo a rastrear una experiencia significativa en la genealogía de las resistencias en la ciudad, significativa en las biografías que la atravesaron y en su posición y lectura de experiencias presentes y significativa en relación al papel de los centros sociales como dispositivos de producción y transformación metropolitanos, pero, sobre todo, y precisamente como herramienta de memoria, relevante en la construcción presente de discurso sobre lo que nos constituye.
Hay una proliferación de iniciativas vinculadas a la memoria de prácticas colectivas y a los barrios que las alojan y que podemos leer como el síntoma de una época: no solo por una pretensión conservacionista de materiales que se deterioran y pierden sino, y sobre todo, porque la memoria urbana se nos borra y se nos niega, lo podemos ver y sentir. Hay entonces una necesidad de fijar la memoria de un territorio que está cambiando tan rápido que no sabemos ya si nos pertenece o siquiera, si le pertenecemos más y que aun así, reivindicamos por derecho.
Este proyecto se ha planteado desde el primer momento como un proceso abierto e inacabado, esto es, aunque parte necesariamente de algunas intuiciones y posicionamientos respecto a la relevancia de determinados agentes en la ciudad y la importancia de dotarlos de espacio de memoria y reflexión en la coyuntura actual, también contaba con una posición de apertura y permeabilidad a lo que el propio proceso de rastreo pudiese revelar como significativo.
Las líneas que siguen (que divido en varias entradas) tratan de compilar una memoria de esta fase del proceso, a la que podemos llamar “rastrear y convocar la memoria”, a sabiendas de que queda aun un largo proceso de análisis, y ordenación de material (que seguimos produciendo) con la intención de hacerlo útil, inteligible, y accesible a futuros usos y reinterpretaciones, pero como digo, una primera fase que ha revelado ya -y producido-, algunas cuestiones significativas en el propio proceso investigador y esperemos útiles en el terreno de la investigación y el archivo.
Esta primera fase del trabajo sobre la memoria de/desde el centro social El laboratorio, podría definirse como una búsqueda o rastreo (una indagación pero también una escucha) que se ha respondido – o se va respondiendo- procesualmente. Pudiera parecer una justificación de un trabajo inacabado (que lo es) pero en realidad es una de las pocas premisas de partida, a saber: que la memoria se invoca y produce narrativas atravesadas por una multiplicidad de voces y su estar en el presente, es decir, que no estamos escribiendo la historia (quizá siquiera una historia) en el sentido de cierre, sino más bien recopilando una memoria, siempre permeable a otros aportes, a nuevas singularidades de lectura.
La memoria es siempre una interpretación -la historia también- , aquí nos interesa recomponer los hitos más públicos como dejar aflorar precisamente las partes oscuras -no sabemos aun si por abyectas o solo por no nombradas, invisibles, subalternas- que sustentan gran parte de los episodios colectivos, de los devenires, las alianzas y las fracturas. La dimensión micropolítica de la experiencia, se revela, muchos años después, y quizá precisamente gracias a eso, como un vector fundamental a la hora de entender los procesos colectivos.
Permitir que afloren los recuerdos, los sentires, y hasta las laceraciones es entonces tarea fundamental en esta labor de hacer archivo, y trabajar los afectos se convierte aquí en método fundamental. Ésto ha sido también un elemento que se ha revelado crucial en estos meses: trabajar desde la recomposición y recreación de vínculos, desde la dimensión afectiva, la coescucha, y la implicación, en el sentido de que todo aquello de lo que se habla, te interpela, hay una relación de afectación y por tanto de pensamiento activo sobre la experiencia, de la que, ya dije en la propuesta inicial y defiendo como punto de partida, me siento plenamente parte. Volveré a esto un poco más adelante pero no puedo dejar de mencionarlo en estas líneas introductorias en tanto constitutivo de todo este trabajo: un compromiso con la experiencia y un compromiso también con y entre aquellas personas que formaron parte y que son las artífices de esto que aquí plasmo. Un ser parte también, en el sentido de que el propio proceso también me/nos atraviesa y me/nos transforma.
He de mencionar necesariamente, que muchos de esos puntos oscuros permanecerán quizá como tales: las resistencias, lo que no se dice o comparece. Desconocemos aun los límites de lo abierto en este proceso, es terreno del por-venir. También volveré sobre ello más delante.
No hay agradecimiento posible, habría que hablar mas bien de apoyo, acompañamiento y comunidad. Solo se me ocurre pensar este hito -esta investigación- como un común (tanto en el sentido de reconstrucción como la apertura a nuevas posibles conexiones), y eso me alienta a seguir, hasta donde lo colectivo alcance. Ellas y ellos saben de quienes hablo. Quien sabe si vendrán otros.