Podemos ordenar el trabajo hecho hasta ahora en tres cuestiones, la primera el rastreo de material, la segunda, la generación de narrativas, la tercera la producción de encuentros. Son tres cuestiones que se entrelazan y complementan, pero que organizan el trabajo de alguna manera, que lo dotan de sentido en múltiples formas: La combinación de esos procesos de rastreo, activación de vínculos y memoria, diálogos y encuentros lo que más bien ha abierto es precisamente una práctica-reflexión sobre qué significa hacer archivo y ha revelado algunas cuestiones al respecto.
Con una intención epistemológica y también de método, el proceso investigador, si bien respondía a algunas premisas, hipótesis o inquietudes de partida, estaba abierto precisamente a la capacidad generadora del encuentro (y la memoria colectiva), podría decirse entonces que el posibilitar ese encuentro y recomponer vínculos ha sido la herramienta fundamental de este fase de investigación. Como digo, esta pregunta sobre qué significa hacer archivo se ha ido desplegando a lo largo de estos meses. En este caso, el trabajo se ha centrado en cuatro elementos: rastreo (mapear materiales), convocar memoria (encuentros), re-activar vínculos (compartir la propuesta, posibilitar cruces) e intimidad (facilitar conversaciones más que entrevistas). El concepto de confianza me parece relevante también en alguna medida, volveré a ello más adelante.
En la propuesta inicial de este trabajo, nos referíamos a las líneas abiertas en los últimos años sobre el significado de hacer archivo, mencionábamos en concreto la afirmación por parte del proyecto de archivo queer (Vila Carrascosa, Senra Platero) sobre qué es y que puede ser un archivo, como un continuo recuperar tematizar y reelaborar no solo imágenes y textos sino materiales vivos y afectos.
De un tiempo a esta parte, se ha abierto una interesante reflexión y práctica sobre esta cuestión del archivo: Una línea de trabajo que indaga sobre la relación entre archivo material e inmaterial y sus formas de compilación, narración y expresión, de la memoria social, la memoria colectiva, las biografías personales, las historias comunitarias, las múltiples y posibles narraciones y relatos, grandes o pequeños, todos de algún modo subjetivos, su relación con el cuerpo, lo efímero, lo vivo y lo sensible. Y la importancia de esa trama para hablar, pensar e imaginar el presente.
En la propuesta de trabajo hablábamos del Laboratorio como una genealogía para las prácticas del común. Me detendré en esta idea, sin profundizar ahora demasiado, pero sí para señalar su relevancia. Entiendo El Laboratorio como un hito y no como un origen en el rastreo de ciertas nociones comunes en las prácticas políticas colectivas de las décadas recientes, lo entiendo entonces también como una práctica incesante, un lugar de producción de subjetividades (múltiples) más que como una identidad. Es difícil establecer en qué momento una noción se asienta y destila en el propio desarrollo de la experiencia, y además éste no es seguro un desarrollo lineal (hay idas y venidas, cierres, aperturas y reflujos) No hay una unidad entre las diferentes ediciones de los diferentes laboratorios, -se insiste mucho en los testimonios en que eran muy distintos entre sí- sino más bien una proliferción de sucesos a través de los cuales (gracias a los que, contra los que) se han ido formando y asentando prácticas, ideas e incluso conceptos. Hay al tiempo, también hay que decirlo, una cierta identificación o reconocimiento con algo propio del Laboratorio y con el Laboratorio como algo propio, que no se cierra y que no se opone a la multiplicidad ni al conflicto, un común.
Una tarea aquí es, por tanto, rastrear y desentrañar las fuerzas que se compusieron para producir el Laboratorio, digamos, lo que estaba ahí, y al mismo tiempo lo que el Laboratorio como nueva composición produjo y/o posibilitó, digamos, algo nuevo.