¿Por qué hablar ahora sobre El Laboratorio?
El Laboratorio fue una experiencia autogestionada que tuvo lugar en Madrid desde finales de los 90 a primeros de los 2000 y que marcó un hito no solo en el movimiento de okupación (entendido “movimiento” en sentido amplio), sino también en el sentido mismo de entender las agregaciones políticas desde, al menos tres conceptos clave: experimentación, diferencia y autonomía. Tres conceptos que se despliegan en otros (des-identidad y renuncia a los grandes relatos, desobediencia/insumisión,…),pero que sirven para iniciar o vehicular la cartografía de un modo de hacer política que arroja luz sobre lógicas y conflictos actuales.
Hay otro elemento clave en la experiencia del Laboratorio y es su carácter fundacional. El Laboratorio se inaugura sobre un cuestionamiento de identidades y modos de hacer abriendo en cierto modo un espacio novedoso para el pensamiento y la acción.
El Laboratorio inició su andadura con la okupación – pública– de un enorme inmueble público en el número 68 de la calle Embajadores, en el Lavapiés que comenzaba a sufrir la rehabilitación o a prepararse para la gentrificación, un 19 de abril de 1997. El cierre de la experiencia es más difícil de determinar: tras el desalojo de su última y efímera edición en junio de 2003, se desplegaron una serie de preguntas y nuevas prácticas que trataban de afrontar la situación del momento atravesada por la carestía de espacios, la imposibilidad de ocupar nuevos inmuebles sin abandonar el vínculo con el territorio o sin ajustarse a proyectos menores, el cierre institucional a dar respuesta a esa demanda, el cansancio, y por preguntarse de nuevo el sentido y el carácter que podían tener los centros sociales en un nuevo ciclo (como fué el caso de la Campaña Tabacalera a Debate de 2004). El Laboratorio tenía el hábito creativo de cuestionarse a sí mismo, pero aun así se desplegó también en otras iniciativas, tornándose en nuevas formas, mutando. Entre ellas, una de las experiencias pioneras de ocupación de solares, en la calle Olivar (inicialmente “Laboratorio en el Exilio”).
El Laboratorio fue en parte una escuela (de prácticas) de participación y acción política, un centrifugador de iniciativas, un centro no centralizador, un espacio en el que aprender y tramarse afectivamente con la política, y sus resonancias pueden leerse inscritas en prácticas no directamente vinculadas por identidad, pero sí por lógicas, por cierta cultura política que se practicó (y en parte se fundó) durante aquellos años (no solo claro en el Laboratorio).
Se cumplen ahora 20 años de aquella experiencia. Pensar la experiencia del Laboratorio y el papel que jugó en su contexto es una oportunidad de pensar los modos de hacer, las prácticas prefigurativas, la generación de comunes en el contexto urbano y el papel de cada dispositivo en un contexto dado. También rastrear el sentido de conceptos políticos que aun hoy resultan fundamentales.