PRESENTACIÓN DEL LIBRO «DECRECIMIENTO DEL QUÉ AL CÓMO» A CARGO DE ADRIÁN ALMAZÁN

El 28 de febrero recibimos a Adrián Almazán para la presentación de su libro, coescrito con Luis González Reyes, “Decrecimiento: del qué al cómo. Propuestas para el Estado Español”.

En la primera parte del libro explican cómo el capitalismo industrial global está chocando con los límites ecológicos, generando situaciones muy graves como la sexta extinción de especies en la historia de la vida en la Tierra, o la emergencia climática. Crisis tan graves que provocarán el colapso de la civilización actual entendido como un desmoronamiento del orden económico, político y cultural que dará paso a una situación abierta en la que surgirán múltiples órdenes nuevos, en la que, eventualmente, alguno de ellos podrá convertirse en hegemónico.

Destacan que la tecnología no va a ser un factor que evite el colapso, pues en realidad no es algo neutral sino que está imbricada en el funcionamiento del propio sistema que va a colapsar y comparte con éste sus intereses, su complejidad, su falta de control social, etc. Además, el trabajo científico, mayoritariamente, sigue siendo reduccionista, mecanicista e incluso determinista, cuando esos paradigmas han sido, paradójicamente, desmentidos por la propia ciencia. Pero además de estas limitaciones, el principal problema es que las crisis ecológicas y sociales requieren una solución política, no tecnológica. Afirman que “no necesitamos nuevas tecnologías sino dejar atrás una civilización basada en la dominación de la naturaleza y de las personas”.

A continuación esbozan la situación actual en la que predominan el Estado y el mercado, mientras que los cuidados de nuestros cuerpos tienen lugar en el ámbito de los hogares y, por otro lado, los marcos comunitarios para la satisfacción de necesidades, son desmantelados por el capitalismo y reducidos a pequeños espacios, donde, a pesar de todo, resisten y se reinventan constantemente.

La propuesta decrecentista invertiría el papel de estos ámbitos, reduciendo el peso del mercantil-estatal, para que sean los hogares y, sobre todo, el ámbito comunitario quien se encargue de la satisfacción de las necesidades.

Un gran problema al que nos enfrentamos es la falta de autonomía económica y material de las personas, provocada por procesos de acumulación por desposesión, que imposibilitan la autogestión de recursos básicos. De este modo, una vez expropiadas las tierras y desmanteladas las comunidades, nos encontramos en una situación de dependencia del trabajo asalariado, en un contexto de territorio degradado.

Hasta aquí, desde “Colapsando que es gerundio”, coincidimos plenamente con las ideas expuestas. Creemos que se va a producir un colapso de la civilización actual, pues su funcionamiento choca con límites planetarios imprescindibles para la vida, y ese choque es imposible mitigarlo con las mismas dinámicas que lo han generado. Así que el escenario va a cambiar radicalmente, aunque también creemos que las posibilidades de futuro están muy abiertas, y es por eso que tenemos este grupo, para intentar que ese escenario futuro se oriente hacia la autogestión comunitaria de las necesidades de las personas.

En cuanto al concepto de necesidad, también coincidimos con el enfoque que proponen en el libro, que es el de Manfred Max Neff. Este autor desarrollo una teoría que explica en su libro “Desarrollo a escala humana” y del que hemos hablado ya en este blog en la página “Marco teórico”.

Para recuperar la autonomía, pensamos que será imprescindible superar la situación de dependencia del trabajo asalariado y, por ende, de la dupla Mercado-Estado y para ello, no hay más remedio que ir a una nueva institucionalidad que acabe con la propiedad privada y la sustituya por bienes comunales para algunos recursos y propiedad responsable para otros. Este ultimo concepto, la propiedad responsable, lo estamos desarrollando en las cooperativas agroecológicas, como ya indicamos en la entrada del blog donde hablábamos de estas cooperativas (entrada de diciembre de 2022 en el apartado de propuestas).

Sobre este tema, en la presentación, hicimos hincapié en la necesidad de nuevas instituciones y Adrián apuntó que, en realidad, muchas de ellas no tienen porqué ser nuevas, sino que se pueden recuperar muchas, que fueron relegadas por el sistema dominante actual y que funcionaron durante periodos mucho más largos.

IDEAS CLAVES DEL DECRECIMIENTO

A continuación, acabando esta primera parte del libro, explican algunas ideas claves del decrecimiento:

  • Reducción del consumo material y energético acorde a marcos ecológicamente viables. En ese contexto, habría más ocupaciones de gestión de residuos, reparación, cuidado del medio (agroecología) y desaparecerían las nocivas, como la producción de abonos químicos, la pesca intensiva y los servicios bancarios que lo sostienen.
  • El enfoque es proteger a las personas y la trama de la vida, no a los mercados.
  • Relocalización y diversificación de la economía. Es más razonable usar recursos locales y con la escasez de petróleo va a ser obligado.
  • Integración del metabolismo social dentro del metabolismo ecosistémico. No hace falta regenerar los ecosistemas, basta con articular una economía que no los destruya. Habría que centrarse en el sector primario, porque secundario y terciario no son capaces de satisfacer el cierre de ciclos.
  • Integración de la producción y la reproducción. No separar los trabajos de cuidados del trabajo productivo, considerando que los primeros son más valiosos y repartiéndolos por igual entre géneros. Esto permitiría visibilizar la ecodependencia y la interdependencia.
  • Redistribución de la riqueza inter e intra territorios. Incluyendo expropiaciones, renta básica, eliminación de deudas, etc. En este caso, los colectivos sociales que más tienen que decrecer son las élites.
  • Aumento de la autonomía económica de las personas. Es necesario desmercantilizar las relaciones sociales, quebrando el mecanismo del trabajo asalariado y consiguiendo el control comunitario de los medios de producción. Hay que defender y reconstruir los bienes comunes y reapropiarse de la capacidad de decisión autónoma, que ha sido expropiada por el Estado, mediante una toma de decisiones democráticas.

ANÁLISIS Y PROPUESTAS PARA LOS DIFERENTES SECTORES DE LA ECONOMÍA

En la segunda parte del libro analizan y desarrollan propuestas concretas en los diferentes sectores de la economía como son: energía; economía circular-residuos; silvicultura, resiliencia climática y restauración ecológica; agricultura, pesca y ganadería; minería; transporte; industria; rehabilitación de edificios-construcción; turismo; y finanzas.

Esta parte no la desarrolló Adrián en la presentación, para centrarse en la tercera parte del libro que habla de estrategias para una transición decrecentista desde los movimientos sociales.


DE AQUÍ HASTA ALLÁ. ESTRATEGIAS PARA UNA TRANSICIÓN DECRECENTISTA DESDE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Frente al individualismo predominante en la actualidad, aquí se plantean cómo movilizar a la sociedad para que se autoorganice. Entendiendo que no será la razón la que nos movilice, sino las necesidades, entendidas no solo como carencia, sino también como potencialidad. Vuelven a incidir en el modelo de Manfred Max Neef, que define nueve necesidades: subsistencia, protección, afecto, identidad, entendimiento, creación, participación, ocio y libertad, que serían universales, y múltiples satisfactores, que serán los que tendremos que desarrollar en cada contexto.

Las emociones, sentimientos y estados de ánimo son fruto de la gestión de las necesidades, por ejemplo, miedo por falta de protección, amor que cubre la necesidad de afecto, o curiosidad como búsqueda de entendimiento. Esta relación hace que, a veces, aunque sean la causa, las necesidades queden ocultas y parezca que son las emociones las que guían la acción.

Sin embargo, las emociones, aunque generadas por las mismas necesidades, pueden llevarnos a acciones muy diferentes, en función del sistema de valores. Los autores proponen los valores ecosociales, pero explican que éstos no se van a propagar a través del discurso, sino a partir de la práctica. Por eso, son muy importantes las experiencias concretas, que permiten construir otros formatos sociales y generan transformaciones personales. Y aquí coinciden otra vez con nuestra propuesta central, que consiste en la creación de proyectos autogestionados, basados en el apoyo mutuo, que es una práctica que transforma la manera de relacionarnos, mientras interiorizamos esos valores ecosociales.

A la hora de construir estrategias, proponen una mirada holística, pues las diferentes crisis están interconectadas, y aprovechar la oportunidad que ofrece la fragilidad de este orden social que se desmorona, para organizarse con la intención de leer bien el contexto y proponer satisfactores resilientes, escalables y replicables, que permitan influir en los cambios sociales que han de darse de una u otra forma, para orientarlos a modelos ecosociales, autónomos, justos e igualitarios.

Plantean que habrá situaciones de confrontación y, en ese contexto, a la hora de articular identidades ecosociales, destacan que a veces funcionan más las identificaciones en negativo. Generar unión a través de la confrontación con un enemigo común, pero que éste no esté personificado, sino que sea claramente abstracto, como la muerte, el capitalismo o la acumulación. En este punto coinciden con la propuesta de Pablo Servigne de buscar la unión en la confrontación contra un gran malvado, que en su caso propone que sea el cambio climático.

También plantean que las nuevas identidades sean abiertas, que puedan incluir a todas las personas que quieran unirse. Y aquí coinciden con las propuestas comunitarias de Silvia Federici y de Gaël Giraud de las que hemos hablado en el blog (entrada de abril 2023 en el apartado propuestas).

Nos invitan a aprovechar los shocks, que es algo de lo que también hemos hablado en el blog (página “marco teórico”), cuando hemos hecho alusión al libro de Rebeca Solnit, “Un paraíso en el infierno”, en el que explica como en esas situaciones de shock aparece espontaneamente el apoyo mutuo. Y afirman que lo importante, en ese caso, no es tanto la sensibilización previa, sino la posterior, ya que aquí no se trataría de una sola situación repentina, sino un deterioro paulatino con momentos de shock a partir de los cuales habría que reforzar ese apoyo mutuo espontáneo, para intentar preservarlo en los momentos en los que el proceso de degradación sea más paulatino.

También explican que durante esos procesos de degradación paulatina, las élites van a intentar recuperar en todo momento esa “normalidad” jerarquizada, así que dispersar el poder será una opción estratégica determinante.

CONSTRUIR COMUNALISMOS

En el último capítulo del libro destacan que de las tres estrategias de los movimientos sociales: confrontar el poder, articular marcos culturales y construir alternativas; la más importante sería esta última.

Ante un futuro incierto, necesitamos generar seguridad y, para ello, será fundamental construir satisfactores resilientes de nuestras necesidades.

En cuanto a la relación con el Estado, establecen la premisa de que en la historia ningún Estado ha alumbrado sociedades justas, democráticas y sostenibles. Sin embargo, hay ámbitos como la red educativa o sanitaria en los que la sociedad se ha hecho tan dependiente del Estado, que nos empujan a ampliar el abanico de estrategias a proyectos de colaboración público-comunitarias, que permitan ir inclinando la balanza hacia lo comunitario. Incluso reapropiarnos de algunas herramientas estatales para reinsertarlas en marcos comunales.

Sin embargo, aunque en algunas cuestiones se dé esa colaboración público-comunitaria, insisten en que el sujeto institucional político que llevará el peso de las políticas decrecentistas será comunitario y no estatal. Por eso, es de suma importancia la defensa de antiguos comunales y la construcción de otros nuevos. Entre las experiencias que avanzan hacía la comunalización, destacan aquellas que plantean la gestión colectiva de la subsistencia, que generan autonomía y abren la posibilidad de reinterpretar la frugalidad no en términos de penuria, sino de lujo comunal y suficiencia.

En la construcción de esos comunales, plantean que hay que intentar que vayan abarcando cada vez más ámbitos de la vida, que la gente les pueda dedicar cada vez más tiempo; lo que sucederá si estos espacios comunales satisfacen necesidades reales, frente a un Estado que poco a poco perderá su capacidad de ofrecer satisfactores (o pseudosatisfactores) de esas necesidades.

En cuanto al intercambio de mercancías, plantean el paso de la economía de mercado a economías con mercado, en la que se produce para satisfacer las necesidades comunitarias y solo se venden los excedentes, haciendo que el mercado se convierta en un mecanismo de cooperación. Proponen sustituir el dinero capitalista por monedas sociales y pasar del trabajo asalariado al socialmente necesario.

Estos comunalismos deben ser útiles para la satisfacción de las necesidades, y para valorar su aptitud contamos con criterios recogidos por diversas autoras, sobre todo Elinor Ostrom, de cuyo trabajo hemos hablado ya en el blog (entrada de abril de 2023 en el apartado de propuestas). Esos criterios hacen referencia a la definición del común y de las personas que lo van a usar, a la interdependencia, la implicación emocional, las normas diseñadas por la propia comunidad, la supervisión del respeto a las normas, los medios para regular los conflictos, etc.

Los comunalismos descritos serían de pequeña escala, pero para gestionar determinados recursos, sería necesaria una articulación confederal de las comunidades alcanzando ámbitos más grandes como el bioregional.

El libro cierra con los elementos que permitirían crear proyectos resilientes en un contexto de colapso como: capacidad de reorganización; gestión de conflictos internos; gestión emocional; cohesión interna; consumo de recursos adaptado al ecosistema; energias renovables y locales; reintegración de residuos; mejora de ecosistemas; técnicas controladas por la comunidad; amplio abanico de necesidades cubiertas; resolución eficaz y ágil de los problemas; capacidad de aprender e innovar; comprensión del contexto de la comunidad; detección rápida de cambios en el sistema socioeconómico; y mecanismos de protección frente a agresiones externas.

Y por último, exponen elementos para evaluar la justicia de los comunalismos hacia dentro y hacia fuera, como el reparto equitativo de las tareas y de la capacidad de influir en las decisiones estratégicas; el acceso equitativo a bienes y servicios; trabajo sobre privilegios; gestión de conflictos; integración de personas que sufren algún tipo de discriminación; decidir considerando a otras comunidades para no perjudicarlas; y participación en otras organizaciones con el objetivo de avanzar hacia la justicia social, la democracia, la sostenibilidad ambiental y la resiliencia social.

Desde “Colapsando que es gerundio” coincidimos también en gran medida con el análisis y las propuestas de esta parte del libro. Y por nuestra experiencia en proyectos autogestionados, si tuviéramos que destacar un aspecto en este proceso de crear comunalismos, haríamos hincapié en el aprendizaje de la toma de decisiones colectivas a través del funcionamiento asambleario.

LO COMÚN COMO REFERENCIA

PROPUESTA SOBRE LOS COMUNES. GESTIÓN COMUNAL DE LOS RECURSOS

A la hora de abordar la creación de proyectos autogestionados, que sirvan para cambiar el imaginario dominante y nos puedan acercar a las nuevas instituciones, que deberán gestionar la sociedad postcolapso, nos parece importante definir el enfoque en base a los diferentes esquemas que han regido la creación de las instituciones a lo largo de la historia.

En 1968, Garret Hardin describió la “tragedia del bien común”, criticando la gestión comunal de los recursos, refiriéndose al hecho de que los recursos comunes, al ser usados por mucha gente, se acaban agotando, debido a que cada persona que los usa solo mira por su interés. Para evitarlo, considera que las únicas dos opciones son la privatización o la nacionalización del recurso. Estas propuestas encajan con el modelo ideológico del individualismo egoísta (homo economicus).

Partiendo de otro supuesto, considerando que las personas tienen un comportamiento prosocial, Elinor Ostrom, en 1990, escribió el libro “Gobernanza de los bienes comunes”, donde recoge los principios básicos de la gestión comunal, basándose en el estudio de estos sistemas en diferentes partes del mundo. Propone así una tercera categoría de gestión, además de la pública y la privada, que sería la comunitaria, que en realidad no es nueva, sino que ha estado muy presente a lo largo de la historia de la humanidad.

Por otra parte, Gaël Giraud, añade una cuarta categoría y propone analizar las instituciones como objetos estructurados en 4 grandes esquemas: lo privado, lo público, lo común y lo tribal.

El primer esquema es lo privado. La propiedad privada, en realidad, es relativamente reciente, no tiene nada más que 2000 años, cuando fue inventada por el derecho romano antiguo. Es la idea de una relación exclusiva con la propiedad, que excluye a todas las demás personas. Quien ostenta la propiedad puede usar el recurso y nadie más puede hacerlo.

La segunda categoría, lo público, es la idea que se tienen leyes que se imponen a todas y todos sin deliberación, es el estatus ficticio de la ley. La ley no se interpreta, es conocida por todas y se aplica uniformemente a todas las personas.

Lo tribal es una relación con el mundo, con los otros, que se construye sobre la distinción amigo/enemigo. Detrás de este modelo, está la idea de que las decisiones que tomamos juntas para gestionar la distribución del poder no son dictadas por una deliberación entre nosotras, una deliberación democrática, sino, por ejemplo, por la tradición.

La cuarta categoría es el común, es la organización del poder entre nosotras y los recursos que queremos compartir, en términos de una deliberación que incluye la posibilidad de ser revisada permanentemente. De cierta manera, se puede decir que es la organización democrática de asignación de recursos y de poder en una comunidad.

En la categoría “Textos completos” hemos recogido una charla de Gaël Giraud en la que explica con más detalle estos conceptos.

También Silvia Federici ha estudiado la cuestión de los comunes. Ella analiza las características que debe tener una gestión comunal legítima, pues alerta sobre dos situaciones en las que se puede tergiversar el concepto de lo común. Una es los comunes cerrados, que vendría a ser lo que Gaël Giraud denomina esquema tribal y la otra serían los comunes con fines mercantiles.

Para protegernos de estos dos falsos comunes, Silvia Federici plantea unos criterios de identificación de los auténticos comunes (en la categoría “Textos completos” hemos recogido el artículo donde desarrolla esta cuestión), que resumimos a continuación:

  • Los comunes requieren una comunidad. Sin comunidad no hay comunes. Solo existen comunidades locales, no existe la comunidad global. Cuando la ONU designa comunes globales, lo que está haciendo es abrir la puerta a su mercantilización.
  • Los comunes son relaciones sociales. Más importante que la riqueza material compartida son los vínculos de solidaridad que se crean en el proceso. Dedicar tiempo a debatir, cooperar y gestionar conflictos, permite entender la importancia de la interdependencia.
  • Los comunes se definen por una riqueza natural o social compartida por todas las comuneras. El acceso equitativo a los medios de reproducción debe ser el fundamento de la vida en común.
  • Los comunes se basan en la cooperación, la reciprocidad y la responsabilidad sobre el recurso común. Deben estar abiertos a la participación de quien respete esos criterios. Frente a las comunidades cerradas con criterio excluyente, estas comunidades deben fomentar la solidaridad entre sus miembros.
  • Los comunes se caracterizan por la toma de decisiones colectivas basadas en asambleas, como forma de democracia directa. El poder debe crecer de abajo a arriba, con rotación continua según las tareas a realizar, con un criterio de horizontalidad y evitando las jerarquías.
  • El funcionamiento de los comunes se basa en el establecimiento de regulaciones que estipulan cómo se va a usar la riqueza común. Deben definirse los derechos y deberes de las comuneras.
  • Los comunes deben buscar el bien común, con una perspectiva política que lleve a desarrollar un verdadero sujeto colectivo.
  • Hay que diferenciar lo común de lo público (estatal) que gestiona el Estado, no el Pueblo. Hay que evitar que se privatice lo público, pero intentar ir más allá, que lo público se convierta en común.
  • Los comunes deben ser espacios autónomos que aspiren a superar divisiones y a desarrollar habilidades necesarias para el autogobierno, como retazos de lo que debería ser la sociedad futura.

A modo de conclusión, Silvia Federici explica que la comunalización va a continuar desarrollándose, porque ni el Estado ni el mercado pueden garantizar nuestra reproducción. El reto no es cómo multiplicar las iniciativas de comunalización, sino cómo poner en el centro de la movilización la reapropiación colectiva de la riqueza que hemos producido y la abolición de las jerarquías sociales y la desigualdad. Solo así reproduciremos comunidades, garantizando que no se creen comunes a costa del bienestar de otras personas y que no se creen nuevas formas de colonización.

Con estos criterios podemos identificar cuándo nos encontramos ante recursos comunes, y para llevar a cabo una gestión satisfactoria de los mismos, podemos fijarnos en los principios que observó Elinor Olstrom en aquellos bienes comunes que mostraban un funcionamiento que perduraba en el tiempo, gracias a la buena gestión de los mismos. Estos principios son:

Sobre la cuestión de los límites:

1A. Límite de usuarias. Establecer quiénes pueden usar el recurso.
1B. Límite del recurso. Establecer cuánto puede usarse sin agotarse.

Sobre la buena escala:

2A. Congruencia con las condiciones ecológicas y sociales locales.
2B. Congruencia entre uso y abastecimiento. Los beneficios deben ser proporcionales al trabajo, material o dinero que el grupo invierta en el recurso.

  1. Imbricación. En recursos grandes las organizaciones deben quedar a pequeña escala y coordinarse en múltiples niveles imbricados.

En relación al sentimiento de igualdad y equidad:

  1. Participación. Todas las personas concernidas por las reglas pueden participar en la modificación de esas reglas.

Sobre la relación con el medio ambiente:

5A. Vigilancia de las usuarias. Vigilantes encargadas por las usuarias deben controlar los niveles de uso y aprovisionamiento del recurso.
5B. Vigilancia del recurso. Vigilantes encargadas por las usuarias deben evaluar las capacidades del recurso.

Sobre el sentimiento de justicia y las sanciones:

  1. Sanciones graduales. Las usuarias que violen las reglas sufrirán una sanción proporcional a la gravedad de su acto, infligida por las demás usuarias o por personas encargadas nombradas por las usuarias.
  2. Mecanismo de resolución de conflictos. Las usuarias deben tener acceso rápido y asequible a mecanismos de resolución de conflictos.

En relación con la seguridad del grupo:

  1. Reconocimiento del derecho de existir. Los derechos de las usuarias a elaborar sus propias reglas e instituciones deben ser tolerados por las autoridades exteriores.

Inspirándonos en estas ideas, nuestra propuesta es priorizar el modelo comunitario. Aquí hemos expuesto herramientas para la identificación de los comunes, teniendo claro que para que exista de verdad una gestión comunal, debe existir una comunidad, que ésta debe ser local, que debe estar abierta a la incorporación de nuevas participantes y que su gestión debe basarse en la democracia directa.

Para ello, nos parece interesante crear proyectos autogestionados en los que ensayar esta manera de funcionar, con la expectativa de que se puedan apoyar entre sí y coordinarse para formar parte de estructuras más amplias, que alcancen el ámbito municipal, e incluso con coordinación entre municipios, llegando al ámbito de la bioregión, pues es la única manera de conseguir todos los recursos que se necesitan para satisfacer las necesidades de la población, algunos de los cuales no se podrían alcanzar a nivel municipal, como por ejemplo, hospitales, infraestructuras energéticas u otras, como puentes, carreteras, etc.

Aunque por ahora, estos pequeños proyectos puedan tener poca repercusión, irán adquiriendo protagonismo a medida que vaya disminuyendo la disponibilidad de recursos, asociada al declive energético en el que estamos inmersas. En los momentos de crisis que irán surgiendo, será importante contar con experiencia en autogestión, así como en asamblearismo, toma de decisiones horizontales, etc.

Para que se incorporen a estas dinámicas el número creciente de personas que irán llegando durante los próximos años, los proyectos deberán tener presentes estrategias para afrontar los saltos de escala, que habrán de producirse, intentando no caer en la actitud tribal, como la denomina Gaël Giraud, o en los comunes cerrados o mercantiles, como describe Silvia Federici.

En la actualidad contamos con una enorme cantidad de recursos, pero muchos de ellos son totalmente prescindibles. Creemos que se pueden satisfacer las necesidades consumiendo mucho menos. Pensamos que seguirá habiendo recursos suficientes para vivir bien, siempre que seamos capaces de gestionarlos de modo sostenible y compartirlos de manera justa, tanto dentro de cada comunidad, como con otras comunidades.

COOPERATIVAS AGROECOLÓGICAS

UN MODELO ALTERNATIVO DE PRODUCCIÓN DISTRIBUCIÓN Y CONSUMO DE ALIMENTOS

Como venimos contando, nos gusta buscar el lado positivo del posible colapso de las estructuras económicas y políticas actuales, planteándolo como una oportunidad para sustituirlas por otras nuevas, creadas de manera participativa, que tengan como referencia la sostenibilidad medioambiental y la igualdad social, ya que las instituciones actuales nos han llevado a una situación de grave deterioro medioambiental y crecientes desigualdades sociales.

PRINCIPIOS DE LAS COOPERATIVAS AGROECOLÓGICAS
Para buscar pistas sobre cómo gestionar los recursos en base a otros valores contamos con un montón de proyectos que basan su funcionamiento en la cooperación y la gestión horizontal. En el ámbito de la producción, distribución y consumo de alimentos hace más de 20 años que existe un modelo que rompe con los antagonismos que genera el mercado, donde hay una división entre quien produce y quien consume, donde no sabemos de dónde proviene lo que comemos, ni cuántos productos químicos lleva, ni en qué condiciones están las agricultoras, ni cuántos intermediarios hay durante el proceso desde que se cosecha hasta que llega a nuestras manos.
Este modelo es el que siguen las cooperativas unitarias de producción, distribución y consumo de productos de huerta. Estas cooperativas practican una relación directa entre quienes producen, distribuyen y consumen, que gestionan conjuntamente todo el proceso. Esto supone una corresponsabilidad y un compromiso entre todas las partes: se planifica en común lo que se va a cultivar, partiendo de las necesidades concretas y, en base a ello, se producen, distribuyen y consumen, en circuitos cortos, productos ecológicos y de temporada.
Un pilar básico de estas cooperativas es la práctica de la agroecología, idea mucho más amplia que la de agricultura ecológica, que lo que hace es eliminar de los cultivos los productos químicos, pero puede ser compatible con grandes plantaciones dirigidas por la lógica capitalista, con explotación de recursos naturales y humanos, transportes a largas distancias, etc.
Agroecología es el conocimiento integrado (cultural, social, político, económico, ecológico, etc.) y el desarrollo de ecosistemas agrarios, incluyendo las sociedades humanas en el ecosistema y considerando interdependientes el sistema económico y el medio natural. Requisitos para que exista un verdadero equilibrio e integración son la proximidad entre la producción y el consumo, la eliminación de intermediarios, la inclusión de los residuos que se generan en el propio circuito y la integración en un movimiento social.

ORGANIZACIÓN DE LAS COOPERATIVAS
Una de estas cooperativas es Surco a Surco, que empezó su andadura en 2002, con la huerta en Montejo de La Sierra y los grupos de consumo en Madrid y que un año después, trasladó las tareas agrícolas al Valle del Tiétar, manteniendo los grupos de consumo en varios barrios de Madrid.
La cooperativa se compone de los grupos de consumo citados más el grupo de trabajo que realiza el grueso de las labores de la huerta. En cuanto a la gestión, es de tipo asambleario, es decir, todas las personas participan en el proceso de toma de decisiones, tanto quienes pertenecen al grupo de trabajo como a los grupos de consumo. Para ello, se realiza una asamblea de coordinación mensual a la que asiste una representación de cada grupo. En esta asamblea se presentan las cuentas del mes, el grupo de trabajo hace un informe sobre el estado de las huertas, cada grupo comenta su situación, se hace una valoración de los repartos y se tratan todos aquellos temas que surgen en el día a día de la cooperativa (que no son pocos). En el caso de que haya que tomar decisiones, éstas son planteadas en dicha reunión, para que sean discutidas en cada grupo y lleven una posición concreta a la próxima asamblea de la cooperativa.
Por su parte, cada grupo se organiza de forma autónoma, teniendo como compromisos respecto a la cooperativa el pago de las cuotas (en el caso de los grupos de consumo) y la asistencia a las asambleas de la cooperativa, así como llevar una opinión a las mismas sobre las decisiones que se planteen. Actualmente, además del grupo de trabajo, existen 8 grupos de consumo, 2 en Aluche, 1 en Batán, 2 en el Barrio del Pilar, 2 en Lavapiés y uno en Arganzuela.
En cuanto a las tareas, además de la producción, que asume el grupo de trabajo con el apoyo de las consumidoras, que colaboran en la huerta acudiendo un día al mes, hay otras como la contabilidad, gestión de la lista de correo, organización de actividades, etc., que son realizadas por cualquier persona de la cooperativa. Para responder a necesidades concretas en el tiempo se crean comisiones o grupos de trabajo que presentan informes de sus conclusiones a la asamblea de la cooperativa.
Además de las asambleas de coordinación mensuales y las reuniones de las comisiones, que se encargan de asuntos concretos, se realiza una vez al año el plenario, que es una asamblea a la que están convocadas todas las personas de la cooperativa, y que es donde se toman las decisiones de mayor calado, que afectan al funcionamiento del proyecto.

PRODUCCIÓN, DISTRIBUCIÓN Y REPARTO DE LA PRODUCCIÓN
Las verduras son recogidas semanalmente por el grupo de trabajo y trasladas a Madrid por una persona que se encarga de esa tarea. Se distribuyen en los puntos de recogida de cada uno de los grupos de consumo. Allí llegan las cajas con cada producto y, en cada lugar, el grupo se organiza para dividirlas entre el número de cestas correspondiente.
La producción se reparte equitativamente entre el número de cestas que haya, de tal forma que no se da relación alguna entre el peso del producto y su coste. Se valora así la cantidad de trabajo realizado en lugar de la cantidad producida. El hecho de que el kilo de las verduras que nos comemos no tenga un precio dado, rompe con uno de los paradigmas del sistema de mercado, que es el de la oferta y la demanda. El precio no está sujeto a la cantidad de verdura disponible, excusa usada por las distribuidoras para definir ellas los precios, pagando lo que quieren a quien produce y decidiendo cuánto debemos pagar quienes consumimos. La cantidad que se produce se calcula en función de lo que se considera suficiente para cubrir las necesidades alimenticias de hortalizas de una persona. Este cálculo es relativo, y la cantidad de verdura que finalmente llena una cesta depende de muchos factores. En general, la cesta de invierno puede quedar algo corta, compensándose con las de verano, generalmente más abundantes.

ECONOMÍA DE LAS COOPERATIVAS
Cada persona de los grupos de consumo aporta una cuota fija para el sostenimiento económico de la cooperativa. Además, hay una aportación extra por cada cesta y en esta participan también las personas del grupo de trabajo. La aportación extra se suele sacar de eventos organizados por cada grupo. Además de estos ingresos fijos se suelen organizar actividades como fiestas, venta de calendarios, camisetas, bolsas, etc., para complementar los ingresos de la cooperativa, con el fin de que esta sea viable, ofreciendo una asignación aceptable a la gente del grupo de trabajo, cubriendo los demás gastos del proceso de producción, mientras, por otro lado, la cuota resulte asequible para cualquier persona que quiera participar en un grupo de consumo. Además, se intenta que los ingresos permitan crear unos fondos para afrontar, tanto situaciones de emergencia, como previsiones de gastos futuros.

PLANIFICACIÓN DE LA PRODUCCIÓN
Antes de iniciar la siembra de una nueva temporada, el grupo de trabajo hace una propuesta de planificación agrícola en la que se presentan los cultivos que se darán en dicha temporada, así como la cantidad aproximada. Esta propuesta se estudia en cada grupo de consumo, dando su visto bueno o planteando modificaciones (ya sea pidiendo más de un producto, o menos, así como proponiendo algún cultivo nuevo) que al ser puestas en común con el resto de grupos, dan la planificación agrícola definitiva.

UN MODELO NO COMPETITIVO
El objetivo de este tipo de cooperativas, además de la cuestión práctica de abastecerse de verduras, es plantear un modelo de producción, distribución y consumo, basado en valores alternativos al individualismo competitivo, proponiendo la autogestión y el apoyo mutuo como principios de funcionamiento. Se plantea un modelo que parte de las necesidades para producir en función de éstas. Se producen recursos para cubrir esas necesidades, no se producen mercancías para su venta.
Un ejemplo de esta intención de extender los valores en que se basan este tipo de experiencias, lo tenemos en la manera en que surgió el otro proyecto que también tiene sus huertas en el Valle del Tiétar, la cooperativa agroecológica La Zarzosa.
Cuando la tarea hortícola de Surco a Surco se trasladó al Valle del Tiétar, se creó un grupo de consumo en la propia comarca. Cuando este grupo adquirió un cierto tamaño, se planteó la posibilidad de que éste fuera la semilla de una nueva cooperativa, que extendiera a otros lugares este modo de funcionamiento y los valores que lleva implícitos. Así, se realizaron encuentros por la zona, con gente que pudiera estar interesada en este modelo y se contactó con personas de Talavera de la Reina, a través de la tienda de comercio justo de esa ciudad.
Fruto de estos contactos nació, en 2005, la cooperativa agroecológica La Zarzosa, con las huertas en el Valle del Tiétar y las consumidoras en el propio valle y en la ciudad de Talavera.
Esta cooperativa se basa en los mismos principios que la anterior y tiene un funcionamiento similar, aunque difiere en pequeños detalles, ya que al ser un proyecto asambleario, se va adaptando a las circunstancias del propio grupo. Por ejemplo, en este caso, hay una asamblea única de toda la cooperativa, que se realiza en la propia huerta, aprovechando el mismo día de trabajo colectivo (sábado o domingo verde) que se hace una vez al mes. Es decir, se simplifican un poco las reuniones mensuales comparado a Surco a Surco, pues así lo permiten el menor tamaño de La Zarzosa y la mayor cercanía de las consumidoras a la huerta, manteniéndose el formato de plenario anual y de comisiones para tareas específicas.
Otra diferencia entre estas dos cooperativas, está en el modo de distribuir la verdura, ya que en Surco a Surco, como se comentó, el traslado a Madrid es realizado por una persona del grupo de trabajo, mientras que en la Zarzosa, el traslado a Talavera es realizado por personas del grupo de consumo, de dicha localidad, que se turnan para hacer esa tarea.
Un elemento novedoso que incorporó la Zarzosa a sus fines, es la producción de semilla y plantel para sus propios cultivos. Esto es muy interesante, ya que supone un paso más hacia la soberanía alimentaria, que también es un concepto que está presente en el ideario de este tipo de cooperativas.
Como vemos, existen pequeñas diferencias entre ambos proyectos, debido a sus circunstancias particulares, lo que demuestra la capacidad de adaptación al contexto del funcionamiento participativo. Al contar con la opinión de todas las personas que componen el proyecto, expresada a través de las asambleas, se buscan las mejores soluciones para beneficiar a todo el grupo, gracias a la inteligencia colectiva que funciona en los proyectos autogestionados. Esto hace que cada cooperativa tenga sus particularidades, aunque compartan unos principios ideológicos que se han ido explicando y resumimos aquí:

  • Toma de decisiones colectiva, de manera horizontal, a través de asambleas.
  • Participación activa y colaborativa de todas las personas implicadas en el proceso de producción, distribución y consumo.
  • Proyecto dinámico, en evolución, flexible, vivo y creativo, que se adapta a las necesidades de sus participantes.
  • Aprendizaje del trabajo en equipo abierto a la participación en igualdad entre mujeres y hombres.
  • Contribución al mantenimiento del mundo rural, con intercambio de conocimientos con la población local.
  • Producción de alimentos de calidad de manera no agresiva con el medio ambiente.
  • Consumo local y de temporada para reducir el gasto de energía.
  • Relaciones entre habitantes de la ciudad y el campo, con intercambio de experiencias, formas de vida, etc.
  • Práctica del desarrollo y evolución de un modelo de economía alternativa.
  • Propiedad colectiva de los medios de producción. Hasta hace poco esto se reducía a las herramientas y máquinas, pero ahora en las cooperativas se están empezando a adquirir tierras en régimen de propiedad colectiva responsable (sobre este modelo de propiedad colectiva responsable haremos una entrada específica para desarrollar la cuestión).
    Todas estas características encajan con los valores que proponemos desde este blog, como el apoyo mutuo como principio fundamental en las relaciones sociales y la autogestión como forma de desarrollar los procesos colectivos, teniendo presente la interdependencia entre las personas que componen la sociedad y reconociendo que cualquier sistema, económico, político, etc. que creemos, ha de ser concebido como un subsistema, que deberá encajar en uno más amplio que es la biosfera.