Reseña del libro «Sin Transición»

La (im)posible transición energética
Conversación entre Jean-Baptiste Fressoz y Adrián Almazán

El pasado lunes 17 de junio de 2024, tuvo lugar la presentación del libro “Sans Transition. Une nouvelle histoire de l´energie” (Sin transición. Una nueva historia de la energía), escrito por Jean Baptiste Fressoz, publicado en enero de este año en ediciones Seuil.

El acto formaba parte del seminario Ecologías críticas del Programa de Estudios Propios Tejidos conjuntivos del Museo Reina Sofía. El autor, historiador de las ciencias, las técnicas y el medioambiente, esbozó el contenido del libro a modo de conversación con Adrián Almazán, comovilizador del seminario. Este último informó que la editorial Arpa publicará una traducción al castellano de este libro.

En la portada de la edición francesa, en letras bien grandes, aparece una frase contundente: “La transición no tendrá lugar”. Idea totalmente contraria a la hoja de ruta de gobiernos y empresas, que basan su estrategia de acción en esta idea de transición energética.

Jean Baptiste explica que la historiografía tiene una visión “fasista” de la evolución del uso de la energía y los materiales. En los años treinta del siglo XX, el escritor Louis Mumford describía las fases de la era eotécnica, con el uso del viento, el agua, etc; la era paleotécnica, con el carbón, el acero, etc; y en ese momento, se estaría entrando en la era que denominó neotécnica, con la hidroelectricidad. Su libro “Técnica y Civilización” es el arquetipo de esa visión fasista.

El término transición energética se acuñó en el ámbito de la energía nuclear, cuando las personas que investigaban en este campo le auguraban un enorme potencial, pensando que realmente iba a suponer una enorme disponibilidad de energía, muy superior a la que se había conocido hasta la fecha. Este término les resultaba familiar, pues en física se llama transición energética a los cambios de posición orbital de un electrón dentro de su átomo.

En el campo de la la política, una de las primeras personas en usar el termino transición energética fue el presidente estadounidense Jimmy Carter, que en el contexto de la crisis del petróleo de los años 70, explicaba que en EEUU se habían hecho dos transiciones energéticas, una de la madera al carbón, otra de éste al petróleo, y que en ese momento era necesario hacer una tercera transición energética.

Sin embargo, si se observa la evolución real del uso de la energía y los materiales a lo largo de la historia, no se observa una sustitución de unos por otros, sino más bien una adición. La relación entre los nuevos recursos materiales y energéticos no es de sustitución, sino de complementariedad, es decir, no se da una competencia entre los recursos, sino más bien una relación simbiótica. Puede haber un cambio de uso de un material, que se ve sustituido para la labor concreta que tenía pero, en seguida, se le asigna una nueva función dentro del sistema, que hace que su consumo no se reduzca, sino que, generalmente, aumente. Por ejemplo, cuando se empieza a extraer carbón masivamente para ser usado como combustible, se reduce el uso de la madera para esa función, sin embargo, su consumo, en Inglaterra en 1900, superó al del siglo XVIII, cuando era el principal combustible. La explicación se encuentra en las minas de carbón, donde las galerías que se abren necesitan una enorme cantidad de madera para ser apuntaladas.

Una situación similar se da cuando crece el consumo de petróleo, ya que éste va unido a la construcción de las máquinas a las que alimenta, que están hechas mayormente de acero, y la producción de acero va ligada a un enorme consumo de carbón.

Como ejemplos de la simbiosis de diferentes materiales, cuenta el caso del benzeno, que se obtiene al destilar el carbón. Este compuesto, que se usó en la primera guerra mundial como aditivo en los explosivos, se añadió también en los carburantes, de manera que el carbón además de usarse en los altos hornos para producir el acero de los automóviles, se introduce también en su combustible.

Cuenta el caso de los toneles de madera. El momento de mayor producción de toneles se produjo en las dos primeras décadas de siglo XX, a causa del petróleo, que se producía en cantidades mucho mayores que el vino, u otros líquidos para los que, hasta entonces, se habían usado. El tonel es un objeto muy curioso que está adaptado al cuerpo humano, de manera que una persona puede hacer rodar varios toneles, moviendo varios cientos de kilos de un producto. Los toneles dejaron de usarse cuando aparecieron las carretillas elevadoras, alrededor de los años 50, y fueron sustituidos por los barriles metálicos.

Así que a veces un nuevo avance tecnológico supone pequeñas sustituciones en objetos concretos como el paso del tonel al barril gracias a las carretillas elevadoras, pero no en los materiales, que se siguen usando de forma creciente. Pone como ejemplo también la central de Drax, construida en 1972 en Yorkshire, donde inicialmente se quemaba el carbón local. En los 90, esta central ya no solo usa carbón local, sino importado de muchos lugares, siendo de las mayores centrales térmicas de carbón del mundo.

En los años 2000, en teoría para combatir el cambio climático, esta central comienza a quemar madera, importada de EEUU y de Canadá, en cantidades astronómicas, a un ritmo 4 veces mayor al que se quemaba en toda Inglaterra en el siglo XVIII, y todo ello, para contribuir con un escaso 1,5 % de su producción energética total.

En realidad, lo que se hace es intentar encajar la economía fósil en una economía orgánica, como se hizo con el Palacio de Cristal de Londres, que se consideró un símbolo de la revolución industrial, construido a base de hierro y vidrio, aunque en realidad el material más abundante era la madera, unas 3 veces más que los otros dos. También fue simbólico su final en 1936, ya que debido al efecto invernadero, creado por el vidrio, la madera de su interior estaba tan seca, que en el momento en que se declaró un incendio, éste se volvió incontrolable, haciendo inútil el esfuerzo de los bomberos para evitar su destrucción.

Para justificar esta visión fasista, se buscan teorías que encajen con el concepto de cambio cualitativo, que se corresponde con la idea de transición. Por ejemplo, en los años 70 se retoma la teoría económica de Schumpeter de la destrucción creativa, que explica que el avance del capitalismo no es lineal, sino que sufre momentos de crisis que se superan gracias a la innovación.

Esto surge en parte como reacción al informe del club de roma, aparecido en 1972, que lanza una alerta sobre los límites del planeta, y explica la imposibilidad de que el sistema económico crezca infinitamente, pues se sustenta en una base material finita.

Pero esta teoría, así como la idea de transición, se centra en la tecnología, sin analizar el flujo de materiales. Por ejemplo, se dice que el coche eléctrico es una tecnología descarbonizada, sin embargo, está hecho con acero cuya producción emite mucho CO2.

Se habla mucho de las energías renovables para producir electricidad, que es un vector energético que puede descarbonizarse relativamente bien, pero en cuanto a la producción de materiales, ahí la descarbonización se vuelve mucho más difícil.

Se supone que, en un relato fasista, el uso abundante de madera debería ser cosa del pasado. Sin embargo, todavía hoy, entre las industrias de producción de materiales, la del papel y cartón ocupa un lugar predominante, tan solo superado por la siderúrgica, la del cemento y la del plástico. La explicación de ello la encontramos en la enorme cantidad de embalajes que se usan hoy en día, para empaquetar todo tipo de productos.

En esta industria papelera encontramos otro ejemplo de que todo suma, pues al transformar la madera en pasta de celulosa se produce un líquido, conocido como licor negro, que se aprovecha para producir energía. Lo que provoca que la madera no sea solo una fuente de energía del pasado o de los países empobrecidos, sino que también se use mucho en los países enriquecidos.

Sobre la descarbonización de los países occidentales, pone el ejemplo del carbón quemado en Francia que, actualmente, es de unos 60 kg por persona y año. Aunque si lo que contabilizamos es el carbón quemado en todo el mundo, para producir bienes consumidos en Francia, esta cifra sube hasta los 1000 kg por persona y año, lo que hace un total de unos 68 millones de toneladas anuales. Así pues, respecto al pico del carbón quemado en Francia, que fue de 83 millones de toneladas en 1972, la reducción es solo de un 18 %, que se queda bastante corto, teniendo en cuenta que éste es el combustible fósil más contaminante.

También analiza en este libro los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC), en concreto los del grupo 3, que es el que analiza las soluciones. Cuenta que los 3 primeros directores de ese grupo eran climatoescépticos, y su intención no era poner límites a la industria, estableciendo topes a las emisiones, sino poner el acento en la tecnología.

Esta tendencia se evidencia en sus contenidos. Por ejemplo, en el cuarto informe se habla mucho de la fusión nuclear, que dicen que podría estar operativa para 2050, lo cual es una previsión excesivamente optimista, pero aunque fuera acertada, esto daría lugar a unos pocos reactores en los países más ricos, nada que ver con electrificar el planeta con esta tecnología. En lo que se refiere a la sobriedad, hay que esperar hasta el sexto informe para ver aparecer este concepto, aunque así y todo, también en este informe se sigue poniendo el acento en las tecnologías, como el almacenamiento de CO2.

En estos informes del grupo 3 del GIEC se pone de manifiesto que es mucho más fácil hablar de aviones de hidrógeno que de decrecimiento, que es donde habría que poner el acento, para ver por donde hay que recortar. Por ejemplo, la producción de cemento emite mucho CO2, así que habría que decidir para qué se usa y para que no, si es para hacer una red de abastecimiento de agua en una ciudad que no la tiene, es legítimo usarlo; si es para hacer una autopista más en un país rico, igual no hace tanta falta.

Con todos estos ejemplos, por tanto, viene a mostrar cómo los recursos energéticos y materiales se relacionan entre ellos, crecen juntos, se acumulan y se complementan los unos a los otros. De manera que hay una evidencia histórica que contradice las teorías, expresadas por gobiernos y empresas, sobre las transiciones energéticas.

Este libro viene a ratificar, analizando lo sucedido a lo largo de la historia, algunas ideas que preconizamos desde este blog como son: que la tecnología no va a resolver los problemas ambientales a los que nos enfrentamos y que las instituciones actuales no van a hacer gran cosa mientras sigan instaladas en el paradigma del crecimiento económico.

Por último, a la espera de la aparición de la versión en castellano de este libro, os dejamos por aquí el índice del mismo.

Introducción. Una historia simbiótica de la energía.
La transición inencontrable.
Frescos transicionistas.
Cuando cada tonelada cuenta.

  1. A la tenue luz de una vela.
    La modernidad de la vela.
    Bajo las técnicas, la materia.
    Bajo la materia, el trabajo.
    La mala medida de la energía.
  2. “La edad de”: el fasismo material y sus problemas.
    Seducciones del fasismo.
    ¿A quién pertenecerá la edad eléctrica?
    Un atajo tan brillante como engañoso.
    El fasismo material en la historia.
  3. Una historia del carbón con aroma a madera.
    Los auténticos bosques subterráneos.
    Intercambios cruzados.
    Un lento desencastrado.
  4. Timber palace.
    Los ferrocarriles eran de madera.
    Ladrillos y madera.
    Carbón y conservación.
  5. Conexión carbono.
    Relaciones de acero.
    Bajo la carretera:los mineros.
    Carbón en los depósitos.
    Una unión cada vez más estrecha.
    Desplazar las montañas.
  6. Carbon fallacy.
  7. Las raíces del crecimiento.
    There will be wood.
    Interludio guerrero.
    Acumular capital.
    Envolver el crecimiento.
    Licores negros y “energía verde”.
  8. La petrolización de la madera.
    La brutalidad del petróleo.
    El carbón de madera: una nueva energía.
  9. Technocracy inc.
    Radicalismo energético.
    El futuro es logístico.
  10. Los maltusianos atómicos.
    El futuro como presente ampliado.
    Pico del petróleo y meseta atómica.
    El clima: una alerta atómica.
  11. La invención de la crisis energética.
    “Environmental backlash”
    Un choque y transiciones
    El efecto logístico.
  12. El mapa tecnológico.
    La transición en cincuenta años.
    “Pensar el clima como un recurso”
    Exxon inventa el futuro
    “Living with climate change”
    ¿Tercer grupo o quinta columna?
    La crisis de los modelos.

Conclusión. El peso de la historia.