LO COMÚN COMO REFERENCIA

PROPUESTA SOBRE LOS COMUNES. GESTIÓN COMUNAL DE LOS RECURSOS

A la hora de abordar la creación de proyectos autogestionados, que sirvan para cambiar el imaginario dominante y nos puedan acercar a las nuevas instituciones, que deberán gestionar la sociedad postcolapso, nos parece importante definir el enfoque en base a los diferentes esquemas que han regido la creación de las instituciones a lo largo de la historia.

En 1968, Garret Hardin describió la “tragedia del bien común”, criticando la gestión comunal de los recursos, refiriéndose al hecho de que los recursos comunes, al ser usados por mucha gente, se acaban agotando, debido a que cada persona que los usa solo mira por su interés. Para evitarlo, considera que las únicas dos opciones son la privatización o la nacionalización del recurso. Estas propuestas encajan con el modelo ideológico del individualismo egoísta (homo economicus).

Partiendo de otro supuesto, considerando que las personas tienen un comportamiento prosocial, Elinor Ostrom, en 1990, escribió el libro “Gobernanza de los bienes comunes”, donde recoge los principios básicos de la gestión comunal, basándose en el estudio de estos sistemas en diferentes partes del mundo. Propone así una tercera categoría de gestión, además de la pública y la privada, que sería la comunitaria, que en realidad no es nueva, sino que ha estado muy presente a lo largo de la historia de la humanidad.

Por otra parte, Gaël Giraud, añade una cuarta categoría y propone analizar las instituciones como objetos estructurados en 4 grandes esquemas: lo privado, lo público, lo común y lo tribal.

El primer esquema es lo privado. La propiedad privada, en realidad, es relativamente reciente, no tiene nada más que 2000 años, cuando fue inventada por el derecho romano antiguo. Es la idea de una relación exclusiva con la propiedad, que excluye a todas las demás personas. Quien ostenta la propiedad puede usar el recurso y nadie más puede hacerlo.

La segunda categoría, lo público, es la idea que se tienen leyes que se imponen a todas y todos sin deliberación, es el estatus ficticio de la ley. La ley no se interpreta, es conocida por todas y se aplica uniformemente a todas las personas.

Lo tribal es una relación con el mundo, con los otros, que se construye sobre la distinción amigo/enemigo. Detrás de este modelo, está la idea de que las decisiones que tomamos juntas para gestionar la distribución del poder no son dictadas por una deliberación entre nosotras, una deliberación democrática, sino, por ejemplo, por la tradición.

La cuarta categoría es el común, es la organización del poder entre nosotras y los recursos que queremos compartir, en términos de una deliberación que incluye la posibilidad de ser revisada permanentemente. De cierta manera, se puede decir que es la organización democrática de asignación de recursos y de poder en una comunidad.

En la categoría “Textos completos” hemos recogido una charla de Gaël Giraud en la que explica con más detalle estos conceptos.

También Silvia Federici ha estudiado la cuestión de los comunes. Ella analiza las características que debe tener una gestión comunal legítima, pues alerta sobre dos situaciones en las que se puede tergiversar el concepto de lo común. Una es los comunes cerrados, que vendría a ser lo que Gaël Giraud denomina esquema tribal y la otra serían los comunes con fines mercantiles.

Para protegernos de estos dos falsos comunes, Silvia Federici plantea unos criterios de identificación de los auténticos comunes (en la categoría “Textos completos” hemos recogido el artículo donde desarrolla esta cuestión), que resumimos a continuación:

  • Los comunes requieren una comunidad. Sin comunidad no hay comunes. Solo existen comunidades locales, no existe la comunidad global. Cuando la ONU designa comunes globales, lo que está haciendo es abrir la puerta a su mercantilización.
  • Los comunes son relaciones sociales. Más importante que la riqueza material compartida son los vínculos de solidaridad que se crean en el proceso. Dedicar tiempo a debatir, cooperar y gestionar conflictos, permite entender la importancia de la interdependencia.
  • Los comunes se definen por una riqueza natural o social compartida por todas las comuneras. El acceso equitativo a los medios de reproducción debe ser el fundamento de la vida en común.
  • Los comunes se basan en la cooperación, la reciprocidad y la responsabilidad sobre el recurso común. Deben estar abiertos a la participación de quien respete esos criterios. Frente a las comunidades cerradas con criterio excluyente, estas comunidades deben fomentar la solidaridad entre sus miembros.
  • Los comunes se caracterizan por la toma de decisiones colectivas basadas en asambleas, como forma de democracia directa. El poder debe crecer de abajo a arriba, con rotación continua según las tareas a realizar, con un criterio de horizontalidad y evitando las jerarquías.
  • El funcionamiento de los comunes se basa en el establecimiento de regulaciones que estipulan cómo se va a usar la riqueza común. Deben definirse los derechos y deberes de las comuneras.
  • Los comunes deben buscar el bien común, con una perspectiva política que lleve a desarrollar un verdadero sujeto colectivo.
  • Hay que diferenciar lo común de lo público (estatal) que gestiona el Estado, no el Pueblo. Hay que evitar que se privatice lo público, pero intentar ir más allá, que lo público se convierta en común.
  • Los comunes deben ser espacios autónomos que aspiren a superar divisiones y a desarrollar habilidades necesarias para el autogobierno, como retazos de lo que debería ser la sociedad futura.

A modo de conclusión, Silvia Federici explica que la comunalización va a continuar desarrollándose, porque ni el Estado ni el mercado pueden garantizar nuestra reproducción. El reto no es cómo multiplicar las iniciativas de comunalización, sino cómo poner en el centro de la movilización la reapropiación colectiva de la riqueza que hemos producido y la abolición de las jerarquías sociales y la desigualdad. Solo así reproduciremos comunidades, garantizando que no se creen comunes a costa del bienestar de otras personas y que no se creen nuevas formas de colonización.

Con estos criterios podemos identificar cuándo nos encontramos ante recursos comunes, y para llevar a cabo una gestión satisfactoria de los mismos, podemos fijarnos en los principios que observó Elinor Olstrom en aquellos bienes comunes que mostraban un funcionamiento que perduraba en el tiempo, gracias a la buena gestión de los mismos. Estos principios son:

Sobre la cuestión de los límites:

1A. Límite de usuarias. Establecer quiénes pueden usar el recurso.
1B. Límite del recurso. Establecer cuánto puede usarse sin agotarse.

Sobre la buena escala:

2A. Congruencia con las condiciones ecológicas y sociales locales.
2B. Congruencia entre uso y abastecimiento. Los beneficios deben ser proporcionales al trabajo, material o dinero que el grupo invierta en el recurso.

  1. Imbricación. En recursos grandes las organizaciones deben quedar a pequeña escala y coordinarse en múltiples niveles imbricados.

En relación al sentimiento de igualdad y equidad:

  1. Participación. Todas las personas concernidas por las reglas pueden participar en la modificación de esas reglas.

Sobre la relación con el medio ambiente:

5A. Vigilancia de las usuarias. Vigilantes encargadas por las usuarias deben controlar los niveles de uso y aprovisionamiento del recurso.
5B. Vigilancia del recurso. Vigilantes encargadas por las usuarias deben evaluar las capacidades del recurso.

Sobre el sentimiento de justicia y las sanciones:

  1. Sanciones graduales. Las usuarias que violen las reglas sufrirán una sanción proporcional a la gravedad de su acto, infligida por las demás usuarias o por personas encargadas nombradas por las usuarias.
  2. Mecanismo de resolución de conflictos. Las usuarias deben tener acceso rápido y asequible a mecanismos de resolución de conflictos.

En relación con la seguridad del grupo:

  1. Reconocimiento del derecho de existir. Los derechos de las usuarias a elaborar sus propias reglas e instituciones deben ser tolerados por las autoridades exteriores.

Inspirándonos en estas ideas, nuestra propuesta es priorizar el modelo comunitario. Aquí hemos expuesto herramientas para la identificación de los comunes, teniendo claro que para que exista de verdad una gestión comunal, debe existir una comunidad, que ésta debe ser local, que debe estar abierta a la incorporación de nuevas participantes y que su gestión debe basarse en la democracia directa.

Para ello, nos parece interesante crear proyectos autogestionados en los que ensayar esta manera de funcionar, con la expectativa de que se puedan apoyar entre sí y coordinarse para formar parte de estructuras más amplias, que alcancen el ámbito municipal, e incluso con coordinación entre municipios, llegando al ámbito de la bioregión, pues es la única manera de conseguir todos los recursos que se necesitan para satisfacer las necesidades de la población, algunos de los cuales no se podrían alcanzar a nivel municipal, como por ejemplo, hospitales, infraestructuras energéticas u otras, como puentes, carreteras, etc.

Aunque por ahora, estos pequeños proyectos puedan tener poca repercusión, irán adquiriendo protagonismo a medida que vaya disminuyendo la disponibilidad de recursos, asociada al declive energético en el que estamos inmersas. En los momentos de crisis que irán surgiendo, será importante contar con experiencia en autogestión, así como en asamblearismo, toma de decisiones horizontales, etc.

Para que se incorporen a estas dinámicas el número creciente de personas que irán llegando durante los próximos años, los proyectos deberán tener presentes estrategias para afrontar los saltos de escala, que habrán de producirse, intentando no caer en la actitud tribal, como la denomina Gaël Giraud, o en los comunes cerrados o mercantiles, como describe Silvia Federici.

En la actualidad contamos con una enorme cantidad de recursos, pero muchos de ellos son totalmente prescindibles. Creemos que se pueden satisfacer las necesidades consumiendo mucho menos. Pensamos que seguirá habiendo recursos suficientes para vivir bien, siempre que seamos capaces de gestionarlos de modo sostenible y compartirlos de manera justa, tanto dentro de cada comunidad, como con otras comunidades.