YVES COCHET: UN AUTÉNTICO «COCO»

En el ámbito colapsista hay personas “moco” y personas “coco”. Las primeras son las moderadamente colapsistas y las segundas las completamente colapsistas. Esta simpática clasificación se la escuche hace algunos años a Antonio Turiel en una charla, en la que él mismo se autodefinía como “moco”, o sea, moderadamente colapsista. No sé si Antonio, viendo la inacción (o la acción en la dirección de siempre) de las autoridades, ha evolucionado en este tiempo a “coco”, pero quien seguro puede clasificarse en este grupo es el bretón Yves Cochet.

Yves Cochet, matemático de formación, es participante activo, desde los años 70, del movimiento ecologista francés. Empezó en las asociaciones “Bretaña viva” y “Agua y ríos de Bretaña” y, posteriormente, entró en política, participando en la candidatura ecologista a la elección presidencial de 1981. En 1984 formó parte del grupo fundador del partido ecologista “Los Verdes”, posteriormente, “Europa Ecología Los Verdes”. Llegó a ser Ministro de Medio Ambiente entre 2001 y 2002 y eurodiputado entre 2011 y 2014.

Junto a un grupo de personas, entre ellas Agnès Sinaï, fundó el instituto “Momentum”, siendo su presidente desde 2014. Momentum es un grupo de reflexión sobre la inminencia del colapso de la civilización termoindustrial y sobre las medidas a tomar para intentar reducir su amplitud. La revista “Le Point” presenta a Yves Cochet como un colapsólogo radical.

En 2020 publicó el libro “Devant l’effondrement. Essai de collapsollogie” (Ante el colapso. Ensayo de colapsología). En este libro expone su previsión de cómo puede desarrollarse el colapso y hace propuestas sobre cómo afrontarlo.

Ya en el prefacio deja clara su postura, escribiendo: “A veces me dicen “tu visión colapsista puede ser correcta, pero no propones soluciones para evitar el colapso”. Lo repito una vez más: No hay posibilidad de evitar el colapso sistémico mundial, solo hay orientaciones radicales y fundamentales para reducir su impacto considerable, es decir, reducir el número de muertes”.

Plantea que una de las orientaciones sería organizar el éxodo urbano y la construcción de biorregiones resilientes en materia alimentaria y energética.

Explica cómo la mundialización cesará con el colapso de los transportes internacionales, y que la alimentación local será la nueva norma alimentaria. Comeremos más local, más vegetal, más de estación y más bio, lo que será más fácil poner en práctica en el campo que en las ciudades, pronto vaciadas de habitantes.

Solo la cuestión del éxodo urbano y la alimentación muestra la radicalidad de las medidas a tomar y, simultáneamente, la casi imposibilidad de su aceptación política. Es por eso que será la necesidad, y no la voluntad colectiva, quien impondrá esas medidas.

Considera también que en el periodo de decrecimiento que se abre en el año 2020, la vida y la supervivencia en el campo será más fácil de organizar individual y políticamente.

Políticamente, propone la puesta en práctica de un comunalismo ecológico, de un municipalismo participativo, de una bioregión resiliente para la gestión democrática de los comunes, según preconizan personas como Murray Bookchin y Élinor Olstrom. Como ejemplos ya existentes de este tipo de biorregión cita la ZAD de Notre-Dame-des-Landes, en la que participan algunos centenares de personas y, de mayor dimensión, con varios millones de habitantes, la confederación de Rojava, en el norte de Siria.

EL COLAPSO

Para afrontar la cuestión empieza por dar una definición de colapso, que sería “el proceso a la salida del cual las necesidades de base (agua, alimentación, alojamiento, vestido, energía, movilidad, seguridad) no son satisfechas para una mayoría de la población por servicios enmarcados en la ley”. En este caso, este proceso concernirá a todos los países y todos los ámbitos de las actividades humanas, individuales y colectivas; se trata de un colapso sistémico mundial.

Algunos trazos característicos de este colapso serán:

  • La desestratificación, es decir, el debilitamiento de las diferencias de clase, pasándose a una sociedad más homogénea.
  • La desegmentación de la sociedad, en el sentido en que las diferencias horizontales entre sexos, entre etnias, entre religiones, etc., se difuminan a favor de una diferenciación geográfica: por un lado las personas próximas con quien se convivirá, independientemente de sus características (hombre o mujer, católico o musulmán,…), por otro, las lejanas que nos cocernirán raramente.
  • La desmovilidad, que indica la muy fuerte reducción del número y la distancia de los desplazamientos de bienes y personas, debido a la desaparición de los modos de transporte motorizados.
  • La desespecialización, tanto en el número de empleos diferentes como en las ventajas comparativas entre territorios. Como consecuencia, las personas, grupos y territorios serán más multifuncionales.
  • La descomplejización de la sociedad bajo el efecto del decrecimiento de la cantidad y diversidad de los intercambios de información, de servicios y de mercancías. Esta simplificación irá de la mano con una desestructuración de la sociedad, cuando las múltiples capas de la autoridad política se vean debilitadas o desaparezcan en favor de modos de vida y de instituciones locales más autónomas.
  • La despoblación. Sobre el conjunto del globo, las densidades de población bajarán por causa de guerras, hambrunas y epidemias.

Sobre el ritmo de evolución del colapso, la complejidad de la civilización actual, con su elevado grado de conectividad, harán que este se produzca de manera rápida, siendo posible desde 2020, probable en 2025 y cierto en torno a 2030.

¿CÓMO HEMOS LLEGADO AL BORDE DEL COLAPSO?

Sobre esta cuestión plantea los problemas que ha generado el modelo productivista, que nace con la emergencia de las sociedades industriales en el siglo XVIII y que concibe las relaciones sociales como enteramente estructuradas alrededor del sistema producción-consumo.

La producción-consumo obsesiva sustituye a las interacciones sociales. Los bienes intercambiados son vistos como extensiones de las personas que los cambian, el fetichismo de la mercancía cosifica las relaciones interpersonales.

El modelo económico neoclásico plantea que todos los productos del mercado y todos los factores de producción tienen sustitutos, y que el precio contiene toda la información que necesitan los agentes económicos (productores y consumidores) para tomar las decisiones óptimas. Este planteamiento abre la puerta a la creencia en el crecimiento infinito, ya que no existe la escasez absoluta, pues si un recurso escasea, el mercado provoca su encarecimiento, haciendo viable la aparición de su sustituto.

¿EXISTE UNA BUENA ECONOMÍA PARA EL PLANETA Y LA HUMANIDAD?

A continuación, propone otros modelos económicos que pueden ser compatibles con los ciclos naturales, como la economía ecológica, que intenta evaluar los precios de los servicios ecosistémicos, integrando la finitud de los recursos y la polución en el marco de la economía neoclásica; o la economía biofísica, que se basa en la dinámica de los flujos de energía y que trata de refundar completamente la economía.

Ambas escuelas comparten algunos principios, siendo el más importante de ellos el que reconoce la economía como un subsistema, que forma parte de un sistema primario finito y no creciente, que es el planeta tierra. En tanto que subsistema, la economía está sometida a los límites del sistema primario y debe obedecer a las leyes fundamentales de la ciencia, entre ellas a las de la termodinámica.

ESCENARIOS DEL COLAPSO

En la segunda parte del libro pasa a describir cómo puede desarrollarse el proceso de colapso, dividido en tres etapas sucesivas: el fin del mundo tal y como lo conocemos (2020-2030), el intervalo de supervivencia (2030-2040) y el inicio del renacimiento (2040-2050).

La primera parte se podría denominar el apogeo del colapso de la civilización industrial. Tal afirmación la considera apoyada por multitud de artículos, estudios e informes que se podrían considerar integrados en el concepto del “Antropoceno”, el cual debe ser comprendido en el sentido de ruptura en el seno del sistema Tierra, caracterizada por la superación irreversible de ciertos umbrales geobiofísicos globales. Pasados esos límites, la ruptura se hace inevitable, el sistema Tierra pasa a comportarse como un autómata que ninguna fuerza humana puede controlar.

Paralelamente a la perturbación de la dinámica de los grandes ciclos naturales del sistema Tierra, aparece otra causa, puramente psicosocial, que refuerza el avance hacia el colapso. Se trata del sistema de creencias dominante: el modelo liberal-productivista. Esta ideología es tan invasiva, que ninguna alternativa de creencias llegará a reemplazarla en tanto no se produzca el evento excepcional del colapso inminente, debido al triple crunch energético, climático y alimentario.

La segunda etapa, en los años 30, se anuncia como la más penosa, debido a la bajada de población mundial (causada por epidemias, hambrunas y guerras), a la escasez de recursos energéticos y alimentarios, a la pérdida de infraestructuras y a la quiebra de los gobiernos. Será una época de supervivencia, a escala local, fuera de las ciudades.

La depresión colectiva consecutiva al colapso del mundo y a la muerte de un gran número de personas, incitará a las supervivientes a practicar una solidaridad de proximidad para cimentar la cohesión de la comunidad local a la que pertenecerán.

Alrededor de los años 50, es de esperar una etapa de renacimiento en el transcurso de la cual los grupos humanos más resilientes, se reencontrarán con las técnicas iniciales de sustentación de la vida y de nuevas formas de gobernanza interna y de política exterior susceptibles de garantizar una estabilidad estructural, indispensable a todo proceso de civilización.

Habrá que reaprender una agroecología alimentaria, energética y productora de fibras para la ropa, cuerda y papel, la producción de sustancias como alcohol, amoniaco, sosa, cal,… Todo ello utilizando herramientas low tech aptas para ser fabricadas, mantenidas y reparadas a escala local.

En este punto, comenta que más de una pensará que estas previsiones son obra de un psicópata extremista. Dice que, al contrario, se estima demasiado racional para estar fascinado por la perspectiva del colapso, que no cesa de actuar para intentar evitar la catástrofe, que cree en la política, pero que intenta examinar las cosas lo más fríamente posible. Opina que los extremistas se encuentran del lado del pensamiento dominante (de la religión dominante, cabría decir), fundado sobre la creencia según la cual la innovación tecnológica y el retorno al crecimiento resolverán los problemas actuales.

ESTADOS SIMPLES PARA CADA BIOREGIÓN

Sobre las instituciones, prevé que las actuales, tanto locales como nacionales e internacionales habrán desaparecido a lo largo de los años 30, siendo sustituidas por micro estados que gestionarán las diferentes bioregiones.

En un informe del instituto Momentum titulado “Bioregions en Île de France 2050”, coescrito con Agnès Sinaï y Benoît Thévard, describe la bioregión como “territorio cuyos límites no están definidos por fronteras políticas, sino por límites geográficos. Esta visión concibe las personas que habitan un territorio, sus actividades y los ecosistemas naturales como una sola unidad orgánica en el seno de la cual cada sitio, cada recurso, del bosque a la ciudad, de las mesetas a los valles, es desarrollado de manera razonable apoyándose en las virtudes naturales del territorio.”

Sobre el micro-Estado, lo define como una comunidad humana autónoma, es decir, un nivel de organización territorial que no estará subordinado a ningún otro que le sea superior, formado alrededor de los valores republicanos, libertad, igualdad y, sobre todo, fraternidad y que contará con una “asamblea” y un “gobierno” que tendrá el monopolio de la violencia física legítima.

Las bioregiones no estarán necesariamente aisladas e independientes, podrán intercambiar recursos con otra bioregiones autónomas. Serán a la vez autónomas y dependientes.

ENERGÍAS 100 % RENOVABLES

Por más que haya quien la niegue, la realidad termodinámica se impone: la tasa de crecimiento de la producción planetaria de energía neta alcanzó su máximo a finales del siglo XX y no ha cesado de decrecer después. La producción neta de energía va pronto a encarar su declive terminal.

Teniendo en cuenta la importancia de la energía en toda la civilización y la loca exuberancia del consumo energético en los países industrializados, este único factor de decrecimiento de la calidad y cantidad de energía disponible, casi bastaría para explicar el colapso en el transcurso de los próximos años.

Por eso, nuestro escenario no contempla, hacia 2050, otra disponibilidad que la de ciertas formas de energía renovable. Nada de fósiles, nada de nuclear, nada de electricidad (incluso de origen renovable). El consumo de energía primaria será sin duda dividido por 20 hacia 2050, al desaparecer todas las fuentes industriales de producción.

Hacia la segunda mitad del siglo XXI las principales fuentes de energías renovables térmicas serán leña para calefacción, carbón vegetal y biogas. De manera complementaria, la domesticación elemental del agua y el viento, así como la utilización de animales de tiro, podrán proporcionar un poco de energía mecánica.

UNA ALIMENTACIÓN MÁS VEGETAL, MÁS LOCAL, MÁS ESTACIONAL

Tras un breve periodo en el que habrá aún acceso a los stocks alimentarios de la época industrial, habrá que aprender a cultivar el máximo de plantas comestibles posible. Una tarea importante es hacer bancos de semillas intentando recuperar las variedades tradicionales, pues las semillas híbridas que se usan ahora mayoritariamente, pierden propiedades con los años, no son como las semillas que el campesinado seleccionaba durante generaciones.

El choque alimentario será comparable al que se vivió en Cuba tras la caída de la URSS, en 1991. Cada metro cuadrado libre de La Habana y otros lugares fue cultivado. Por su parte, el consumo de carne se redujo cerca de un 90 % en 3 años. Así sucederá en muchas ciudades donde se aprovecharán todos los terrenos libres como bordes de carreteras, esquinas de calles, los terrenos delante y detrás de las casas, los porches, los tejados de cemento, los balcones y cristaleras orientadas al sur,…De manera que puedan cubrir buena parte de sus necesidades alimentarias; además podrán utilizar sus propios desechos como acolchado y compost.

En las bioregiones más rurales, los paisajes comestibles estarán constituidos de plantas leñosas y vivaces, más que de plantas anuales. Favoreciendo la cooperación ecosistémica entre las especies, el paisaje comestible puede alimentar durante años, sin destruir las especies y con un bajo mantenimiento.

En cuanto al régimen alimentario, se reducirá el consumo de carne a algún pollo de vez en cuando, se multiplicará por 5 el consumo de verduras, por 2 el de frutas locales de temporada, se reducirán a una cuarta parte las grasas y aceites, así como el azúcar y los lácteos y aumentará el consumo de castañas y harina de bellota.

UNA MOVILIDAD LOW TECH

Históricamente los agrupamientos humanos se establecían en las costas o a lo largo de los ríos. Desde el siglo XIX, el carbón y el tren permitieron la edificación de ciudades alejadas de los puertos. Durante el siglo XX, el petróleo, los coches y los camiones favorecieron una gran extensión de las zonas urbanas. En este momento de lucha contra el cambio climático y del pico de producción del petróleo, hay quien piensa que esta expansión del automóvil puede mantenerse pasando simplemente a otro tipo de carburantes.

Este objetivo resulta irracional. Según nuestra hipótesis de ausencia de electricidad en 2050, no tiene sentido el coche eléctrico, ni con hidrógeno ni con baterías. Ningún carburante podrá hacer perdurar la civilización termoindustrial, la mundialización intensiva de los intercambios, la movilidad a larga distancia y barata para la mitad rica de la humanidad actual.

La red de carreteras se deteriorará rápidamente. Algunos tractores podrían ser utilizados con aceite vegetal. La red de ferrocarril parece más resistente, pero exigirá mucho mantenimiento y una vuelta a la maniobra manual de las agujas. El material rodante, ligero, podría ser movido por locomotoras de vapor alimentadas con carbón vegetal, así como por trenes de pedales o a vela. Sin embargo, los medios de transporte mayoritarios serán la marcha a pie, la bicicleta y la tracción animal, por tierra; y por agua, la vela y las embarcaciones de remos.

Sería prioritario anticipar la fabricación masiva de bicicletas y la cría masiva de animales de tiro.

Llegado a este punto aclara, que aunque hagamos mucha incidencia sobre las condiciones materiales, estimamos que el fundamento de la buena vida en el futuro residirá en las relaciones humanas y las actividades culturales y artísticas. Sin embargo, tenemos el convencimiento que, sin una base modesta de necesidades materiales satisfechas, ninguna civilización, ninguna cosmología puede florecer.

En la tercera parte del libro explica como podrían surgir los miniestados de las bioregiones. Aclarando que la disminución del tamaño no tiene porque conllevar una regresión institucional, siendo posible encontrar a escala local, una personalidad jurídica generadora de derecho, incluyendo el derecho que limite su poder.

La última parte del libro la dedica a hablar de la negación del colapso hoy en día. Posición en la que se encuentran la mayoría de las personas e instituciones. Entre quienes vislumbran un posible futuro catastrófico distingue entre alarmistas y catastrofistas. Sobre las voces alarmistas, estas se dirigen a las autoridades para que se acometan reformas para mejorar la situación, haciendo propuestas como el desarrollo sostenible o la transición energética. Por su parte, la visión catastrofista, en la que incluye la colapsología, considera que la transición ecológica no es viable, que el colapso está próximo, que será brusco y brutal y que es urgente pensar en esos términos.

Indica que su visión y la del instituto Momentum no es fatalista, no suponen el fin de la reflexión ni de la acción. Al contrario, son una aspiración a una imaginación y a una creatividad nuevas, como nos encontramos a veces cuando la historia se intensifica. Explica también que después de 10 años examinando los aspectos materiales más crudos del colapso, sin abandonar esta tarea, están consagrando parte de su tiempo a la investigación de sus dimensiones sociales y psicológicas.

NUESTRA OPINIÓN

En colapsando que es gerundio, pensamos que el colapso será muy diferente según las zonas. Aquí en nuestro pueblo hace años que llevamos una vida cercana a cómo será el colapso, cultivando el huerto artesanalmente, con biciazada, con tracción animal…, moviéndonos en bicicleta o andando, llevando leña o heno con el carro tirado por un burro (en la primera entrada del blog hay una foto del carro lleno de heno)… En las ciudades, en cambio, pensamos que el choque va a ser mucho más brusco.

No pensamos, como plantea Yves Cochet, que no vaya a haber nada de electricidad. Puede haber momentos de caos, sobre todo al principio, pero en seguida se buscarán soluciones para aprovechar los recursos que puedan perdurar, como la hidroelectricidad, la eólica o la fotovoltaica, pero siempre a pequeña escala, con instalaciones para cubrir las necesidades a nivel local.

Nos parece muy interesante el concepto de bioregión, que nos recuerda la estructura de los caracoles zapatistas. Sobre este tema vamos a revisar las notas que tomamos cuando nos visitaron las zapatistas, para contar en una entrada cómo es su organización y cómo se podría adaptar a nuestra zona.

Yves comenta que habrá una desegmentación de la sociedad, con menos distinción de clases sociales. Esto podría facilitar el comunalismo, pero también existe el riesgo que en las etapas actuales, de inicio del colapso, empiecen a surgir gobiernos que adopten tendencias autoritarias, que puedan desembocar en el ecofascismo. Por eso, ahora nos parece muy importante poner en marcha proyectos colectivos que puedan inclinar la balanza hacia el eco-comunitarismo.

Otro aspecto muy importante que vemos es el psicológico. Quizás Yves da una visión un poco pesimista. Por nuestra parte, nos gusta incidir más en las oportunidades que se presentan, creemos que algunos cambios pueden ser a mejor. De entrada, se bajarán las emisiones de CO2, que es vital para el futuro inmediato. También se reducirá la capacidad de explotar a los países del Sur. A nivel personal, seremos más conscientes de la interdependencia, recuperando más las relaciones humanas y, aunque sea provocado por la necesidad, esto aportará grandes beneficios a nivel psicológico, al romper el aislamiento que predomina actualmente.