¡TRAED DINERO!

¡Traed madera, traed madera! Gritaba Groucho en la película “Los hermanos Marx en el Oeste” y con esa madera hacían que el tren avanzara a toda velocidad. ¡Billets, billets! Exclama Héctor de Miguel en el programa “Hora veintipico” cuando las instituciones inyectan dinero para relanzar la economía. Parece lógico que igual que el combustible mueve una máquina, el dinero mueve la economía, pero en realidad hay una gran diferencia.

Los hermanos Marx en el oeste

El combustible es una sustancia que cuando se quema emite energía, al ser la combustión una reacción exotérmica. Si la combustión se hace en el interior de una máquina, esta transforma la energía en trabajo que se puede aprovechar para desplazarnos, en el caso del tren, para arar la tierra, si la máquina es un tractor, etc.

El dinero en cambio, no es una sustancia. Puede estar representado por un billete, por una moneda, por un número apuntado en una cuenta, pero en ningún caso es un objeto, es simplemente una convención. Aparentemente mueve montañas, pero es solo una apariencia, quien realmente las mueve es el trabajo humano.

Se estima que una persona puede desarrollar una potencia de alrededor de 100 vatios, pero con ingenio, recursos y la tecnología apropiada, podemos, literalmente, mover montañas. Un ejemplo lo tenemos en Las Médulas, en la provincia de León, donde las montañas fueron totalmente transformadas, y además fue hace 2000 años, cuando aún no se usaban los combustibles fósiles.

Las Médulas (León)

Antes de la aparición del dinero, la gente tenía claro que un bien se producía como fruto de un trabajo. Para producir hortalizas había que remover la tierra, poner la semilla, quitar hierbas, etc.; para producir una cuchara de madera, había que cortar una rama, tallarla, etc. Pero después de muchos siglos usando el dinero, parece que algunas personas han olvidado esto y piensan que es el dinero el que produce los bienes.

Hay un proverbio del pueblo Cree que dice “Solo después que el último árbol sea cortado, solo después que el último río haya sido envenenado, solo después que el último pez haya sido atrapado, solo entonces nos daremos cuenta que no nos podemos comer el dinero». A estas alturas, con un calentamiento global que ya se hace sentir, una pérdida de biodiversidad sin precedentes, una degradación del suelo en aumento, y altísimos niveles de contaminación en el agua y en la atmósfera, todavía hay quien no se ha dado cuenta y piensa que la tecnología y el sistema económico que han causado estos problemas los van a resolver.

Mujeres Cree

En el siglo XVIII surgió una escuela de pensamiento económico, la fisiocracia, que consideraba que solo la naturaleza es capaz de producir excedente económico, al producir más recursos que los insumos utilizados, siendo muy crítica con el mercantilismo, que no produce nada. El modelo actual, en cambio, concede excesiva importancia al mercado y al dinero que se mueve en él, considerando que los recursos naturales, en conjunto, son ilimitados. Se puede acabar un recurso, pero si eso sucede, siempre aparecerá otro que sustituirá la función que el primero cumplía.

Las escuelas económicas que actualmente predominan son: La keinesiana, que considera que el Estado debe intervenir para regular el mercado, sobre todo en tiempos de crisis; la liberal, que rechaza la intervención del Estado, afirmando que el mercado se regula solo; y la schumpeteriana que pone el acento en la innovación y la capacidad emprendedora. De cada una de ellas pueden surgir distintas propuestas sobre cómo crear y mover el dinero, en qué sectores invertir, de qué manera hacerlo, pero lo que tienen en común es que no analizan los recursos disponibles. Eso lo delegan en la ciencia, de la que siempre esperan una respuesta, aunque puede que en algún momento no la haya.

Eso sucede con la actual crisis energética. El pico del petróleo convencional se produjo en 2006, desde entonces, los petróleos no convencionales han conseguido mantener un alto nivel de producción, pero eso solo ha sido un parche temporal, que ya se acaba.

Proceso de Fracking para la obtención de gas natural y petróleo

Ahora que la inflación se está disparando, nos explican que es culpa del parón del COVID y de la posterior impresión de dinero y planes de estímulo de EEUU, que inyectaron dinero en la economía, cuyo efecto se trasladó a los precios internacionales; que a esto se le suma el impacto de la guerra de Ucrania,… pero no se plantea la cuestión central: El dinero solo sirve si existen recursos materiales y energéticos que sustenten su valor.

La drástica disminución de la disponibilidad de energía nos aboca a un descenso de la economía (en su acepción original de recursos para cubrir necesidades) y a un colapso de la crematística, que es el enriquecimiento, o sea la economía financiera, que se basa en la especulación y que no puede funcionar en la fase de decrecimiento a la que estamos abocados. Pues según cálculos del economista francés Gäel Giraud, cada punto de crecimiento del PIB se compone en un 60% de aumento de energía, en un 10% de eficiencia energética y el 30% restante es el aporte de capital y trabajo. Así que por mucha innovación que se introduzca en la ecuación, no puede haber crecimiento económico sin aumento en el consumo de energía.