Si lo dejáramos, el monte se regeneraría por sí solo. La resiliencia del bosque es increíble. En las laderas calcinadas el brezo, la retama y el tojo van ocupando su espacio, abedules, robles y madroños empiezan a brotar. Pero si este va a ser el ritmo de devastación podemos dar un empujoncito, adaptándonos a las maneras del bosque autóctono.
Por eso llevamos dos años impulsando una campaña de reforestación durante los meses de noviembre y diciembre. Los árboles que se plantaron han sobrevivido dos inviernos, y algunas semillas van brotando aquí y allá, a paso lento pero seguro. Los medios son precarios pero la ilusión y empuje de las personas que participan en las campañas de reforestación han hecho posible que esto siga adelante.