Contra el anarco-liberalismo y la maldición de las políticas de la identidad
Traducimos un polémico manifiesto publicado bajo el nombre de Woke Anarchists (anarquistas que han despertado) que está dando bastante que hablar en el Reino Unido. Se encuadra en la crítica a las ‘políticas de la identidad’, lo que en el estado español se ha difundido como ‘la trampa de la diversidad’.
Estas críticas surgieron analizando el discurso de los partidos progresistas y socialdemócratas y cómo, supuestamente, al dar la espalda a la cuestión de clase, se ha dejado paso libre a la extrema derecha populista para atraer a la clase trabajadora tradicional, o lo que queda de ella. Sin embargo, en el anarquismo se ha traducido a los parámetros de la crítica al guetto, un género literario relativamente fértil y con ejemplos remarcables (Ad Nauseam de 2002 es un excelente ejemplo), pero de escasos frutos prácticos.
El anarquismo en el Reino Unido es una broma . En un tiempo simbolizaba duras luchas por la libertad, y ahora el término se ha revelado como un vehículo para las angustiadas políticas de identidad, divisionistas y de odio por parte de activistas de clase media deseosos/as de proteger sus propios privilegios. Escribimos este folleto para reclamar el anarquismo a estos políticos de la identidad.
Escribimos como personas que se identifican como anarquistas que encuentran sus raíces en las luchas políticas del pasado. Somos antifascistas, antirracistas, feministas. Queremos ver el fin de todas las opresiones y participamos activamente en esas luchas. Sin embargo, nuestro punto de partida no es el denso lenguaje de los académicos liberales de izquierdas, sino el del anarquismo y sus principios: libertad, cooperación, ayuda mutua, solidaridad e igualdad para todos, sin distinciones. Las jerarquías y el poder, da igual cómo se manifiesten, son nuestros enemigos.
La política de identidad es parte de la sociedad que queremos destruir.
La política de identidad no es liberadora, sino reformista. No son más que una plataforma para aspirantes de clase media a políticos de las identidades. Su visión a largo plazo es la incorporación total de grupos tradicionalmente oprimidos al sistema social jerárquico y competitivo que supone el capitalismo, en lugar de la destrucción de ese sistema. El objetivo final es un Capitalismo Arcoiris, una forma más eficiente y sofisticada de control social donde todo el mundo tiene la oportunidad de participar. Confinados en el «espacio seguro» de otras personas como ellas, las y los políticos de las identidades se alejan cada vez más del mundo real.
Un buen ejemplo es la teoría queer y cómo se ha vendido a los amos corporativos. El concepto de queer era, no hace mucho tiempo, algo subversivo, sugiriendo una sexualidad indefinible, un deseo de escapar de los intentos de la sociedad de definir, estudiar y diagnosticarlo todo, desde nuestra salud mental hasta nuestra sexualidad. Sin embargo, con una gran falta de crítica de clase, las y los políticos y académicos de la identidad se apropiaron fácilmente del concepto para crear otra etiqueta exclusiva para una camarilla guay que, irónicamente, es cualquier cosa menos liberadora. Cada vez más, lo queer es una bonita etiqueta adoptada por algunos para pretender que también están oprimidos, y evitar que sus acciones sean calificadas como la mierda que son: políticas burguesas.
No queremos oir hablar de la próxima convocatoria autogestionada, velada queer o festival de okupas que excluye a todo el mundo excepto a quienes adoptan el lenguaje, el código de vestimenta o los círculos sociales correctos. Volved cuando tengáis algo genuinamente significativo, subversivo y peligroso para el status quo.
La política de identidad es estrecha, exclusiva y divisora. En un momento en que necesitamos más que nunca llegar más allá de nuestros pequeños círculos, la política de identidad trata de mirar hacia adentro. Probablemente no sea una coincidencia. Si bien afirma que se centra en la inclusión, es altamente excluyente, dividiendo el mundo en dos grandes grupos: el Incuestionablemente Oprimido y el Innatamente Privilegiado. Hay pocas áreas grises permitidas en la práctica y el conflicto se aviva continuamente entre estos dos grupos.
Lo entendemos, no se trata solo de clase, pero si no podemos unirnos para siquiera reconocer quién realmente tiene el poder, entonces no tenemos ninguna esperanza de llegar a ninguna parte. Si su punto de vista fuera realmente la liberación para todos, entonces la suya no sería una política de división, constantemente enfrentando a un grupo contra el otro – como hacen de manera parecida el capitalismo y el nacionalismo. Habitualmente son ignoradas por los políticos de la identidad cuestiones que enturbian el simple código binario de «oprimido vs. privilegiado», como son las experiencias de vida personal o los traumas (que no pueden resumirse claramente mediante la identidad de un individuo como miembro de un grupo oprimido), o cosas de las que la gente no se sienta cómoda hablando, como la salud mental o la clase,
Queda, por supuesto, la cuestión más evidente: que los problemas a los que nos enfrentamos van mucho más allá de la queerfobia o la transfobia: es el maldito sistema de esclavitud, destrucción, explotación y encarcelamiento de escala planetaria. No queremos ver a nadie en el sistema penitenciario, ya sean mujeres trans negras o hombres blancos cis (que, por cierto, constituyen la gran mayoría de las personas encarceladas en el Reino Unido). No es sorprendente que la política basada en tal exclusividad resulte en constantes choques internos y se vean unos a otros como el enemigo, particularmente dada su vulnerabilidad a la explotación por parte de los gerentes de la identidad de clase media.
Las políticas de identidad es una herramienta de las clases medias. Los representantes del grupo, articulados y con estudios, la utilizan de manera flagrante y maltratadora para afianzar y mantener su propio poder a través de la política, el dogma y la intimidación. Los cómodos orígenes de estos activistas son evidenciados no solo por el uso del lenguaje académico, sino también porque se creen en el derecho de utilizar el tiempo y la energía de otros activistas para cambiar el enfoque hacia ellos y sus sentimientos. De hecho, la falta de ética de trabajo, una cierta fragilidad y una preocupación por la seguridad y el lenguaje en lugar de las condiciones materiales y el cambio significativo son otros aspectos que revelan los antecedentes de clase de muchos políticos de identidad.
Vemos esto con la facilidad de que estos individuos llamen la atención a otras personas a la menor desviación del código de práctica que impusieron unilateralmente, asumiendo que todos deberían pensar como lo hacen o tener tiempo para dedicarse a aprenderlo. Ignorando así la realidad de la lucha de clases diaria.
Existe una falsa equivalencia entre pertenecer a los Indiscutiblemente Oprimidos y ser de clase trabajadora. Por el contrario, muchos de los Indiscutiblemente Oprimidos defienden incuestionablemente valores liberales enraizados en la ideología capitalista en lugar de otros verdaderamente liberadores.
Una política basada en tener el lenguaje correcto y conocimiento del tono y los códigos correctos es una herramienta inherente de opresión. Ciertamente no es ser representativo de aquellos sectores de quienes dice hablar en su nombre, los que están en lo más bajo de la sociedad. Un análisis anarquista reconoce que, aunque alguien puede pertenecer a un grupo oprimido, su política o las demandas hechas en nombre de los Indiscutiblemente Oprimidos pueden ser netamente liberales, burguesas y pro capitalistas.
La política de identidad es jerárquica. Al consolidar el poder y el estatus de los políticos mezquinos de clase media, la política de identidad es jerárquica. Más allá del engaño, la imposición de ciertos dogmas también permite que este poder quede sin ser cuestionado. Estas incluyen: jerarquías implícitas de opresión; la creación y el uso de términos destinados a provocar una respuesta emocional (‘desencadenante’, ‘sentirse inseguro’, ‘Terf’, ‘fascista’); a aquellos que no son miembros de grupos específicos se les niega una opinión sobre la política más amplia de estos grupos; la idea de que los miembros del grupo no deben, bajo ninguna circunstancia, hacer ningún «trabajo» para explicar sus políticas a los no miembros del grupo; tildando a los discursos alternativos como ‘violencia’.
Estos dogmas se utilizan para mantener las normas, ya sea en subculturas o en una sociedad más amplia. Los y las anarquistas deben sospechar de cualquier tendencia que se base en principios incuestionables, particularmente aquellos que obviamente crean jerarquías.
La política de identidad a menudo explota el miedo, la inseguridad y la culpa. Es importante que lo reconozcamos en dos frentes. Uno, se utiliza para privar de derechos en lugar de empoderar realmente, tal como se afirma. Refuerza la idea de que las personas son víctimas frágiles en lugar de agentes de cambio y, por lo tanto, necesitan aceptar líderes. Si bien los espacios y el lenguaje más seguros son importantes, el grado de obsesión con estas cosas no es un signo de fortaleza, sino de la perpetuación de la victimización.
A través de la ansiedad social, culpa a todos los demás de ser de alguna manera privilegiado y de ser completamente responsable de los gigantes sistemas de opresión que en realidad solo benefician a unos pocos. También permite a aquellos dentro de los grupos minoritarios que se benefician de las estructuras estatales y capitalistas descolgarse de cualquier tipo de responsabilidad por sus acciones opresivas o comportamiento prejuiciado.
Un análisis anarquista significa que debemos reconocer que los miembros de grupos oprimidos también pueden tener posiciones de élite y represivas, y deben ser desafiados por igual, y no solo darles cobardemente la razón
La política de identidad ha contagiado los espacios anarquistas.
Tristemente, el anarquismo se está vaciando apresuradamente buscando una ‘muestra de virtud’, el ser ‘buenos aliados’. El ‘ser aliado’ se promulga con demasiada frecuencia como una aceptación ciega de la política de aquellos que son, Incuestionablemente Oprimidos, o que afirman serlo, sin importar cómo de mala sea su política o su comportamiento personal. Es una sumisión voluntaria a la política de los demás, la posición menos anarquista que se puede adoptar y que muestra una terrible ausencia de carácter.
No debemos dar un altavoz a los autoproclamados líderes que no están de acuerdo con nuestra política. Entonces, es irónico que hayamos permitido que grupos con poca o ninguna política radical ingresen en nuestros espacios y acallen el debate, y que afirmen que cualquier cosa que no esté de acuerdo con su punto de vista es ‘fascista’. No hace falta decir que el fascismo no es algo que deba trivializarse de esta manera.
También nos sorprende que no se vean paralelismos obvios con la política de la derecha, como cuando esta califica a las feministas de ‘feminazis’. Las activistas por los derechos trans utilizan del mismo modo el término ‘fascista’ contra las feministas radicales, así como esos eslóganes cada vez más habituales que invitan a matar ‘terfs’ que también están presentes en espacios anarquistas tanto en la red como en el mundo real. Es desconcertante que la violencia de esta misoginia sea celebrada, no condenada.
El anarquismo va contra los dioses. ¿Hay alguna frase que resuma el anarquismo mejor que ‘ni dios, ni amo’? Tal jerarquía y exclusividad son antitéticas al anarquismo. Solíamos asesinar a políticos, e innumerables camaradas dieron su vida por la lucha contra el poder. Todavía rechazamos a los políticos de todo tipo, ya sean conservadores, laboristas o aquellos que se ven a sí mismos como líderes de movimientos basados en la identidad. Es contra los principios más básicos del anarquismo aceptar el liderazgo de otros, porque creemos que todos somos iguales. Del mismo modo, no aceptamos la idea de que no podemos cuestionar las posiciones mantenidas por otros activistas o quienes se llaman a sí mismos anarquistas -algo en lo que, desafortunadamente, la política de identidad insiste con demasiada frecuencia.
El anarquismo no apoya las religiones patriarcales y los anarquistas tienen una larga historia de conflicto con ellos. Es una vergüenza ver la forma en la que gran parte de lo que pasa por anarquismo en el Reino Unido actual actúa como apologista para aquellos que quieren evitar cualquier desafío a su propio sexismo y patriarcado o incluso continuar con sus religiones opresivas, simplemente porque los conservadores reaccionarios los tratan como chivos expiatorios.
Nota: En el próximo párrafo se refieren a la Feria del Libro Anarquista de Londres. En su edición de 2017 un grupo de activistas por los derechos trans montó un gran jaleo (llegando a activar la alarma contra incendios) para expulsar a una mujer a la que acusaban de TERF (feminista que excluye a las transexuales). Esto desenbocó en varios manifiestos con listas de quejas contra la organización del evento (poca presencia de ponentes racializados, espacio no accesible a minusválidos,…). La organización respondió dando explicaciones y mostrando su disgusto por no haber recibido las críticas en privado y mucho menos propuestas de colaboración para ayudar a solventar los problemas que se señalaban, rehusó a trabajar en la próxima feria y ofreció su organización al colectivo que lo quisiera. El resultado de todo este lío fue que en 2018 no se ha realizado Feria del Libro Anarquista en Londres. Más información de lo sucedido a lo largo de este hilo del foro.
La destrucción de proyectos anarquistas se lleva a cabo y se celebra en nombre de la política de identidad, simplemente para apaciguar a aquellos que no tienen interés en el anarquismo en sí. Y si alguien se pone de pie y lo desafía, se enfrentan con el abuso o incluso con un ataque físico, comportamiento que solía ser desafiado pero que ahora está condonado porque proviene de aquellos que se consideran oprimidos. Aquí más que en cualquier lugar, el fracaso total de la política anarquista por parte de quienes supuestamente lo representan es de lo más obvio. Comencemos nombrando a Freedom News para empezar, cuyo apoyo acrítico a grupos que poco tienen en común con el anarquismo es vergonzoso.
El anarquismo no es identidad política. El anarquismo no es otra identidad, como a algunos les gusta afirmar. Esta es una respuesta burda y perezosa de los políticos de identidad, y una forma de evitar responder a problemas políticos reales. También muestra cómo se utiliza la política de identidad para manipular y subvertir los espacios anarquistas en beneficio de agendas personales. Claro, lo ‘anarquista’ también puede ser considerado como una identidad, y los anarquistas son propensos a la conductas endogámicas (a menudo criticadas). Pero las similitudes terminan ahí.
A diferencia de los/as políticos de identidad o del SWP [NOTA: Socialist Workers Party, partido trotskista británico que ha solido encabezar la izquierda extraparlamentaria en las últimas décadas], la mayoría de los anarquistas no tratan de reclutar seguidores, sino que intentan difundir ideas que ayuden a las comunidades a luchar por sí mismas de una manera que no sean recuperables por el sistema. Nuestra agenda es radicalmente diferente y especial en la medida en que nuestra política central no trata de promover nuestro propio poder y estatus personal. El anarquismo alienta a las personas a cuestionarlo todo, incluso lo que nosotros mismos tengamos que decir.
A diferencia de las características inherentes y exclusivas de las políticas de identidad con sus grupos internos y externos, el anarquismo es para nosotros un conjunto de ética que guía cómo entendemos y reaccionamos ante el mundo. Está abierto a cualquiera que mire o escuche algo que cualquiera puede sentir, sin importar de qué origen provenga. A menudo, los resultados serán diversos, ya que las personas lo combinan con sus personalidades individuales, experiencias de vida y otros aspectos de sus identidades.
Uno no necesita conocer la palabra anarquía para sentirla dentro. Es un conjunto de ideas simple y consistente que puede actuar como una guía en un conflicto particular, hasta la fundación de sociedades futuras. Para referirse a los principios anarquistas, entonces, cuando hay un conflicto sobre la política de identidad, tiene sentido cuando supuestamente estamos unidos por estos principios.
Ser gay o tener la piel oscura da lugar a experiencias similares para aquellos que comparten estas características, y obviamente significa que es probable que tengas vínculos sociales, empatía o un sentido de pertenencia a estos grupo. Sin embargo, la vida vivida es en realidad mucho más compleja y es posible que tengas tanto o más en común con una mujer queer blanca cualquiera que con un hombre cis de piel oscura.
La política de identidad a veces refleja el mismo chovinismo del nacionalismo, pero con diferentes grupos que buscan forjar sus propios dominios de poder según categorías derivadas del orden capitalista. Nosotros, por otro lado, somos internacionalistas que creemos en la justicia para todos. El anarquismo busca levantar todas las voces, no solo las de los grupos minoritarios. La noción de que la opresión solo afecta a las minorías en lugar de a las masas es el producto de una política burguesa que nunca tuvo ningún interés en el cambio revolucionario.
La política de identidad está alimentando a la extrema derecha. Como nota final, vale la pena enfatizar cuántas política de identidad juegan en las manos de la extrema derecha. En el mejor de los casos, estas políticas hacen que la política ‘radical’ parezca cada día más irrelevante para mucha gente. En el peor de los casos, los políticos de identidad de la clase media están haciendo un excelente trabajo al alienar a las personas de raza blanca ya desposeídas, que constituyen la gran mayoría de las personas del Reino Unido y que están gravitando cada vez más hacia la derecha.
Ignorar este hecho y continuar participando en luchas internas sobre la política de identidad sería el colmo de la arrogancia. Sin embargo, en un momento en que vemos que los movimientos fascistas se multiplican, los anarquistas todavía están distraídos por la política de la división. Para demasiados, la política de la identidad es simplemente un juego, su tolerancia lleva a la perturbación constante en los círculos activistas.
Nota final Para nosotros el anarquismo es cooperación, ayuda mutua, solidaridad y lucha contra los verdaderos centros de poder. Los espacios anarquistas no deberían ser para aquellos que simplemente quieren luchar contra quienes los rodean. Tenemos una bella historia de internacionalismo y diversidad, por lo que reclamemos nuestra política para un futuro verdaderamente inclusivo.
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