(Breve) HOMENAJE A FRAGUAS, y propuesta para el otorgamiento de un nuevo Fuero a la aldea libre de Fraguas
Prólogo
Son ya casi dos años los que han pasado desde mi última visita a la hermosa aldea de Fraguas. Sin embargo, el paso del tiempo no ha ha mermado la intensidad de los recuerdos de aquellos días formidables que compartí con los autodenominados nuevos pobladores de Fraguas. Escribo estas líneas con cierta premura al tener noticia de las amenazas judiciales que se ciernen sobre ellos (amenaza de desalojo y demolición del pueblo, junto con elevadísimas penas de multa y prisión para los pobladores), con la idea algo ingenua de contribuir al conocimiento general de la cuestión y mover a la reflexión a cuantas personas pueda interesar el asunto.
No puedo hablar de Fraguas, y de todo lo que significa su existencia; sin hablar en realidad de lo que supuso para mí su refundación y sus primeros años de andadura. Tampoco sería honrado hacerlo de ninguna otra manera; así que espero que se comprenda la fuerte carga de subjetividad que forzosamente ha de llevar consigo este relato.
Mínima introducción histórica
Fraguas es una pequeña aldea de la sierra norte de Guadalajara, ubicada entre Arbancón y Veguillas, lindando con Monasterio; que como tantas en esa zona de la extremadura castellana surgió en algún momento de la baja edad media, tras retirarse el imperio islámico (si bien su primera mención histórica data del s. XV). Fundada y sostenida durante cientos de años por gente que vivió del trabajo de sus manos y del fruto de su entendimiento; capaz de dirimir sus disputas y convivir a la manera en que fue tan común en aquel tiempo, y que hoy resulta tan extraordinaria de imaginar. Nunca asfaltaron sus caminos ni llevaron luz eléctrica a sus casas. Tras la última guerra, y como en tantos otros lugares, la juventud se fue marchando a la ciudad. Fue entonces cuando llegaron los ingenieros forestales del antiguo ICONA; y en lo que fueron los montes comunales de pasto del ganado y los campos de cebada y trigo; pusieron los pinos madereros. La imposición del pinar acabó con la ganadería de vacas, cabras, ovejas y abejas. Cada vez más envejecido el pueblo, cada vez con menos tierras laborables, sin poder los animales pastar en el monte so pena de multa por pisar los pinares; Fraguas se descompuso. El golpe de gracia llegó con las ofertas del ICONA para comprar casas y tierras. Abandonar esos campos, esas piedras y esos muros levantados por los antepasados, no debió de ser poca cosa. Mucho tuvieron que enredar los compradores, muchas intrigas y murmuraciones, y mucha la desconfianza sembrada entre los vecinos para lograr que uno tras otro fueran vendiendo: que te digo que Fulano ya vendió, y que Zutano se lo piensa y que Mengano acaba de firmar… Tuvo regusto especialmente amargo ese primer desalojo de Fraguas. Siglos atrás, sus ancestros, que tantas calamidades pasaron y tanto lucharon por la vida, pusieron allí esas piedras; allí enterraron a sus muertos. Por sus veredas y barrancos, por sus regatos y laderas corrieron de niños y aprendieron todo. Qué no sentirían al irse. Muchas décadas después aún se lamentaban los últimos de Fraguas de aquellas ventas, de cómo les presionaron, de cómo los engañaron para dejar atrás su heredad a cambio de los pisos baratos de las afueras de Guadalajara, Barcelona o Madrid. Pero no acabó ahí la historia de la primera Fraguas, o por lo menos la de sus piedras. Con la caída del precio de la madera, el pinar comenzó su declive, apenas unos años después de que último habitante se hubo marchado. Entonces, llegó el Ejército. Utilizó la aldea para jugar a la guerra: se dedicaron a ensayar armas y estrategias; a formar soldados y prepararlos para la batalla. Durante varios años fue escenario de maniobras militares. Puro plomo llovió sobre Fraguas entonces; no quedó en pie ni un tejado. Sólo así se entiende que, apenas dos décadas después del primer éxodo, las zarzas y los saúcos crecieran por entre las ruinas, sin que pudiera decirse con seguridad dónde hubo una calle o si aquéllo era un casa o una cuadra; sólo montones de piedras, malezas y tres paredes de lo que parece fue la Iglesia.
En qué situación llegó a encontrarse Fraguas antes de su repoblamiento
Así se encontraba Fraguas al comenzar este tercer milenio, en ruina completa. Apenas vivo en la memoria de los pocos antiguos pobladores; que de cuando en cuando volvían a pasear entre las escorias y a visitar las tumbas por Todos los Santos. Así, sólo se encontraba con las ruinas algún cicloturista fuera de ruta; grupos de cazadores con sus rehalas al levantarse la veda; y las destructivas mafias del níscalo, que regresan cada otoño a rastrillar los pinares -arrasándolo todo- para llevarse a los mercados de Barcelona cada kilo de rovelló robado del pinar a veintitatos euros. Como guinda, con el advenimiento del modernísimo Estado de las autonomías, la Junta de Castilla- La Mancha, en sus planes de ordenación del territorio, decidió que las ruinas de Fraguas y sus entornos se consideraran en los sucesivo Parque Natural, con las especiales protecciones que tal estatus conlleva. No deja de ser significativo que un monocultivo de pino maderero en explotación activa junto a las ruinas de una aldea que sirvió de escenario para maniobras militares sea el tipo de entorno que según la Junta de Castilla- La Mancha merece la distinción de Parque Natural. Esto da una idea de la sensibilidad del citado organismo.
El proyecto de repoblamiento
En este estado de las cosas se encontraban las ruinas de Fraguas cuando, en la primavera del año 2013, un heterogéneo y reducido grupo de personas, se propuso desenterrar las ruinas, reconstruir el pueblo y quedarse a vivir en él; con las nobles ideas de vivir en un régimen de máximo autogobierno, autosuficiencia y autogestión, por medio de la producción comunal y la convivencia; buscando en lo material consumir lo mínimo y ser capaces de autogenerar lo máximo; pero con la idea profunda de trascender el modo de vida urbano basado en la delegación de soberanía, el trabajo asalariado, el consumo desmedido, la deslocalización de la producción, el individualismo y cierta pérdida del sentido de la vida humana.
Los primeros días de la nueva aldea libre de Fraguas
Cómo llegaron estas personas a semejantes convicciones, qué vicisitudes y vericuetos atravesaron hasta llegar al punto de interrumpir sus biografías urbanitas y apostar sus presentes y futuros a la repoblación rural colectivista, daría lugar a otro texto mucho más extenso y complejo que éste; cuya autoría correspondería por hechos y derechos a sus propios protagonistas. En todo caso y por esos caprichos del destino, puedo decir que estuve allí con ellos en esos primeros días, reconociendo las ruinas de Fraguas, empezando con los primeros desbroces de zarza, desenterrando las primeras calles, encontrando el antiguo pilón del pueblo, las plantas de regaliz silvestre que crecen en la ladera sur y los frutales que aún se yerguen en la ladera norte; recibiendo aquel tremendo chaparrón de primavera que nos hizo refugiarnos bajo un improvisado toldo colgado de un muro en lo que meses después sería el gallinero de Fraguas; celebrando allí la primera cena comunal de la nueva época de la aldea. Puedo asegurar porque estuve allí que dos arcoiris tremendos cruzaron de lado a lado el valle en aquel primer desembarco, a modo de buen augurio de bienvenida.
La primera primavera de la nueva Fraguas
Qué se puede decir de aquella primavera y de aquel verano del repoblamiento de Fraguas. Aunque el núcleo de pobladores estables nunca superó las seis- ocho personas, en los momentos fundacionales del pueblo, el número de los que íbamos y veníamos allá con frecuencia, a visitar y ayudar en las ocho mil labores diarias, era asombroso; como también lo era el número de los que, sin comprometerse claramente a establecerse en el pueblo, pasaban muy largas épocas en él. Nada de esto es nuevo para los que hayan conocido de cerca la experiencia de repoblación rural, pero es preciso reconocerlo y recordarlo para comprender también las grandezas y limitaciones de estos proyectos. Este trasiego constante de gentes con conocimientos y aptitudes de lo más variopinto, atraídos por las posibilidades de un proyecto de autogestión como el de Fraguas fue quizás el catalizador que permitió que el que el núcleo de pobladores (a los que describiré sin tapujos como auténticos corajudos, mitad héroes mitad visionarios y si se me concede una tercera mitad, un punto chiflados) lograra realizar, en un tiempo récord, con un presupuesto mínimo y sin especialistas titulados de ninguna clase, una primera fase de reconstrucción verdaderamente meritoria; que sorprendió a propios y extraños
-empezando por los habitantes de los pueblos vecinos, que siempre pensaron que estos chicos se cansarían a los dos días de mover piedras-. De esta manera, en apenas 4 meses de trabajos se levantó de sus cimientos la casa principal, se abrieron las calles del pueblo, dos huertas, el gallinero, se reparó la pista forestal y se comenzó la elaboración de cerveza artesana.
Significado del trabajo libre
¿Cómo se pudo lograr todo aquello sin maquinaria pesada y sin trabajo asalariado? Cuando uno visita hoy Fraguas es difícil imaginar que la casa principal, con sus muros de mampostería de piedra y su tejado a dos aguas con la sillería toda de madera fue levantado mediante trabajo libre, sin grúas ni arquitecto formal. ¿Cómo explicar que durante lo que dura un verano, a fuerza del trabajo duro y tenaz de sus pobladores y la ayuda de hacenderas en las que casi medio centenar de personas llegaba a reunirse para trabajar, se lograron poner en pie aquellos muros y colocar esos pesados cabrios que sujetan el tejado? Si no se ha vivido nunca la alegría del trabajo manual realizado por amor y no a cambio de un jornal; por la propia satisfacción que supone producir algo útil, bueno, hermoso y único; por el gozo de ayudar a los amigos; incluso por el gusto por ponerse a prueba y superar retos técnicos y resolver problemas; entonces es ciertamente un misterio comprender cómo pudo ocurrir todo aquello.
Respuesta de vecinos y antiguos pobladores
Porque así como toda la refundación de Fraguas se levantó con trabajo, y más trabajo duro (siempre desbrozando, moviendo piedras, llenando carretillas, cavando zanjas, reparando pistas, preparando comidas, limpiando aperos, y vuelta a empezar ); se cimentó con la alegría genuina que produce convivir, compartir y crear con tus iguales, soñar juntos; sentarse a la mesa y recordar quiénes sois y adónde queréis ir. Y de esta forma, grandes pequeñas cosas iban sucediendo en la comarca. Los pocos antiguos pobladores que aún quedaban vivos tuvieron noticia de que Fraguas resurgía; algunos vinieron a ver las obras. Emocionados, contemplaban cómo la gran morera de lo que ahora es el centro del pueblo seguía ofreciendo sus dulces y pringosísimos frutos por primavera. Uno de ellos, Isidro, que tiene escrito un libro de su puño y letra sobre la historia de Fraguas (sacado en facsímil de su propio manuscrito, pues quiso que se preservara su estilo hasta en las faltas de ortografía) dedicó un caluroso prólogo a los nuevos fragüenses. Unos más, otros menos, hubo moradores de pueblos vecinos que fueron acercándose a conocer de primera mano lo que estaba pasando en Fraguas; casi todos volvieron más de dos y tres veces. Junto con una partida de Boy Scouts de la comarca, los nuevos repararon el camino al cementerio, gesto de cariño hacia los antiguos que éstos devolvieron con creces. Ocurrió incluso que en las fiestas de Monasterio, el pueblo vecino, aparecieron, por primera vez en décadas, jóvenes de Fraguas para bailar en la Plaza.
Respuesta de las autoridades civies, policiales y judiciales
Pero esta historia de repoblación rural, como tantas otras, es también la historia de los guardias forestales, la guardia civil, el juzgado de instrucción, y la autoridad competente de turno. Desde el primer día se sucedieron las visitas de los agentes, las fotografías, la toma de declaraciones, la amenazas de desalojo, las multas y finalmente la encausación judicial. Usurpación de monte público y delitos contra la ordenación del territorio se les imputan. No deja de tener cierto amargor irónico el hecho de que el término usurpación sirve con precisión para describir cómo acabó apropiándose el Estado de la aldea de Fraguas y del monte que la circunda.
El gran obstáculo para la repoblación rural
No obstante todo lo anterior, y para ser honestos, hay que reconocer que la supervivencia de Fraguas (como las de tantas y tantas aldeas repobladas a lo largo y ancho de la Península), no dependerá de los problemas técnicos ni del trabajo físico; y que la represión policíaco- judicial, por si sola, muchas veces no resulta siquiera el factor determinante. En efecto, la cuestión estrella en estas experiencias de colectivismo rural no es otra que la convivencia. Acostumbrados a los usos y costumbres urbanos de la era industrial (léase el individualismo rampante, la insociabilidad, la rudeza en el trato -e incluso la descortesía franca-, la cultura del mínimo esfuerzo y el máximo interés personal, el solipsismo, la irresponsabilidad, etc.), y atrofiadas por desuso las virtudes convivenciales (el olvido del yo, el esfuerzo desinteresado, el afecto, la amabilidad, la confiabilidad…), al encontrarse reunidos conviviendo (que es mucho más que vivir cerca), pasando juntos el largo y solitario invierno serrano, tomando decisiones estratégicas en las que el compromiso a largo plazo es clave; ocurre que la comunidad se resiente. No se habla mucho de ello, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de los proyectos de repoblación rural no perduran más allá de los primeros cinco- diez años; y cuando lo hacen suele ser con una altísima rotación de pobladores, por lo general muy jóvenes. Por supuesto estos factores han estado, están y estarán presentes en Fraguas, y en cómo logren encauzar el aspecto convivencial probablemente se encuentre la clave de su supervivencia más allá de los vericuetos judiciales. Una pregunta quizás pertinente sería cómo lograron convivir durante cinco siglos los antiguos pobladores de Fraguas; y qué lecciones podrían rescatar los nuevos pobladores de aquel modo antiguo de relacionarse entre vecinos (que no lo olvidemos, produjo gran parte del patrimonio cultural europeo), que colocó la convivencia como prioridad principal frente a cuestiones secundarias (como el construir casas o huertas, o fabricar mucha cerveza).
Homenaje a la aldea libre de Fraguas
Al margen de estas consideraciones, no quisiera terminar este texto sin hacer explícito mi homenaje particular a las y los nuevos pobladores de Fraguas; que con su tesón, arrojo, valentía, tenacidad y audacia han puesto en pie de nuevo un hermoso pueblo, dándonos a todos y a todas motivos sobrados para creer que es posible hoy tomar la iniciativa y crear algo fecundo y bueno para nuestras comunidades; luchando por una vida plenamente dotada de sentido humano, soberana, de trabajo libre, propiedad comunal, apoyo mutuo, consumo mínimo, aprendizaje multidisciplinar, y espiritualidad. Para mi, que vivo inserto en el sistema convencional de trabajo asalariado, soberanía delegada a la representación parlamentaria, piso de alquiler, declaración de la renta, seguridad social e IVA, propiedad privada, hacinamiento urbano, hiperespecialización técnica, alienación, consumismo y materialismo, etc; la existencia de aldeas como Fraguas supone, sobretodo, una fuente de esperanza y la constatación de que, al menos en algunos lugares remotos, parece seguir palpitando humanidad rebosante de vida.
Limitaciones y puntos de mejora de la aldea
Pero no quisiera proyectar la idea de que Fraguas es algo así como una aldea de ángeles que comen aire y llenan con su bondad la comarca. ¿Es perfecto el modo de vida de Fraguas? Ciertamente habría que reconocer que no lo es (¿puede acaso algo humano alcanzar semejante calificativo?). Para empezar, Fraguas no es (ni es creíble que llegue a serlo a medio y ni siquiera quizás a largo plazo) autosuficiente; baste citar que su supervivencia está ligada a los vehículos de motor (por lo remoto de su acceso), que su avituallamiento sigue sustentado – en porcentajes decrecientes, cierto, pero aún importantes- en las cadenas de distribución (hipermercados) de los alrededores; y en general su mantenimiento y crecimiento requieren constantes aportes pecunarios que se satisfacen principalmente con la venta de cerveza en el entorno urbano (del que por tanto siguen dependiendo). Por otra parte, surgen conflictos convivenciales de cuando en cuando; a veces merced a la gran tolerancia y hospitalidad de las propias gentes de Fraguas (cualidades en principio virtuosas), que se ven abusadas con cierta frecuencia por personas encantadas de encontrar allí alojamiento (y una excelente cerveza, claro), pero quizás menos interesada en las realizaciones convivenciales (si bien en honor a la verdad hay que señalar que estos conflictos han ocurrido de formas muy puntuales, de entre los varios centenares de visitantes que en todos estos años han llegado a la aldea, por lo común deseosos de contribuir al mantenimiento del proyecto con generosidad sublime). Otra fuente de problemas, cualitativa y cuantitativamente muy distinta pero importante ocurre con aquellas personas que llegan un día y pasan largas temporadas en el pueblo, con gran ambigüedad con respecto a su compromiso con el proyecto a medio plazo (pues ni son sólo visitantes, ni son claramente pobladores); así como con aquellos llegados recientemente que pronto reivindican convertirse en pobladores de pleno derecho. Gestionar estos conflictos con justicia y fraternidad suele ser la tarea más compleja, y la prueba de fuego para proyectos como Fraguas. Por lo demás, añádanse todos los conflictos convivenciales imaginables, las pequeñas luchas de poder, malentendidos, desencuentros, sinsabores, etc. ¿Ha de significar todo esto que nada en Fraguas es valioso ni digno de emular? Antes al contrario; como toda organización humana que está viva, se encuentra en permanente estado de perfeccionamiento y construcción (proceso que además no puede -ni debe- tener fin); pero decididamente Fraguas es valioso por sí mismo, y por las enseñanzas que contiene. Supone un modelo de oposición posible al dominante, ni el único ni necesariamente el mejor, no perfecto y limitado como toda obra humana; pero con el añadido clave de que es rematadamente real, que aspira a su mejoramiento a través de la transformación personal de sus moradores, primero; y de la transformación del resto de la sociedad, después. Por esto, de forma sincera, elevo este homenaje a la aldea de Fraguas y a sus moradores, que nos recuerdan que no es preciso esperar a que nadie nos marque el camino para empezar a caminar.
Reflexión sobre la naturaleza de la persecución de la aldea libre de Fraguas Finalmente, cabe preguntarse porqué un proyecto tan preñado de virtudes recibe tamaña persecución judicial. Intuyo que la cuestión clave es, en el fondo, de desobediencia. La reconstrucción de Fraguas se ha realizado ignorando por completo el parecer del propietario de los terrenos (en este caso la Junta de Castilla- La Mancha). Pero este asunto requiere una consideración cuidadosa, pues se presta a confusiones interesadas. Por lo general, la gente tiene buenas razones para pedir que se respete su propiedad privada. Aunque hay quien lo discute, pienso que es natural y razonable que la vivienda de uno no sea allanada, ni que sus posesiones personales (su ropa, sus herramientas) le sean expropiadas; y creo que la mayor parte de la gente acepta esta premisa (y se opone a su contrario). Pero analicemos el caso de Fraguas; una aldea de la que se tiene constancia de poblamiento ininterrumpido desde como mínimo el comienzo de la edad moderna; cuyos pobladores, en los años 60 del siglo pasado, fueron presionados por el régimen de dictadura militar para malvender y abandonar sus tierras, sobre las cuales colocó un monocultivo de pino maderero, para posteriormente culminar la destrucción del pueblo con las maniobras militares de finales de los 80 y 90; y finalmente, cerrar los montes a su uso mediante la creación del Parque Natural. Éste es un ejemplo asimilable a las desamortizaciones civiles de los siglos XVIII y XIX, en las que el Estado se apropió de forma ventajosa y monopolista (en este caso, vía herencia del trabajo sucio realizado por el régimen anterior) del patrimonio popular; ocurriendo además el agravante de que el aprovechamiento de las tierras realizado ha sido netamente destructivo. En esta circunstancia, creo que la legitimidad de la Junta de Castilla- La Mancha para condenar al abandono a perpetuidad las ruinas de Fraguas, abocándolas a la desaparición, la erosión y desertificación progresiva que produce el pinar, cuando no a los incendios forestales; puede y debe ser discutida. Si la Junta de Castilla – La Mancha no puede, no sabe y/o no quiere hacer nada por y para las ruinas de Fraguas, que heredó del franquismo que arteramente usurpó a sus legítimos moradores; por lo menos que no entorpezca la labor de quienes sí saben, sí pueden y sí quieren hacerlo. Porque clama al cielo que en un país con un porcentaje de paro entre sus jóvenes que supera el 50% (!!!), en el que miles de pueblos abandonados se caen a trozos y otros miles están habitados por menos de cinco habitantes (peligrosamente envejecidos); en el que por cada trabajador productivo hay casi dos personas subsidiadas, asediado por la desertificación y los incendios; en el que crece la proporción de jóvenes que emigran; o aún peor, que ni estudian ni trabajan; en semejante lugar, decíamos, se solicitan abultadísimas penas de prisión y multas para un grupo de jóvenes que ha optado por reconstruir un antiguo pueblo en ruinas rescatando los saberes antiguos e intentando vivir en armonía con la naturaleza. ¿Dónde está pues el crimen?. Como decíamos, en la desobediencia.
¿Podría existir Fraguas bajo la tutela estatal?
En efecto, la judicatura, espoleada por la administración, no puede consentir que haya individuos que decidan organizarse por su cuenta e iniciar un proyecto autónomo de repoblamiento rural sin los permisos preceptivos, sin pagar los respectivos impuestos, etc. pues esa naturaleza coercitiva es consustancial al Estado. Es decir, nunca nada fuera del Estado. Pero veamos, ¿es realmente posible que un proyecto tan netamente positivo para su comarca como Fraguas, pueda existir bajo la tutela estatal, con su burocracia y sus condicionamientos?. La realidad objetiva muestra que no. Esta región de serranía celtibérica, comprendida entre Soria, Teruel, Guadalajara y Cuenca (en la que se encuentra Fraguas), antaño rica en pueblos rebosantes de vida, con parajes tan impresionantes como los Montes Universales; es hoy la más despoblada de Europa meridional, y una de las más envejecidas (el 40% de los municipios superan en media de edad los 50 años). La densidad de población es de 7,98 habitantes por km² (en ámbitos académicos ya se la conoce como la Laponia del sur, puesto que en toda Europa sólo en Laponia se encuentran densidades menores a los 8 habitantes por km²). De nada han servido los fondos europeos contra la despoblación, los recursos del Fondo Social Europeo, ni la Estrategia Europea para el Mundo Rural; ni ninguno de los programas de nombres más o menos rimbombantes para revertir el terrible éxodo rural, combatir el envejecimiento de las comarcas rurales ni para atraer población joven emprendedora a la zona. Cualquiera que conozca mínimamente los procedimientos burocráticos precisos para reconstruir un pueblo en ruinas bajo la actual legalidad conoce que serían precisas cantidades ingentes de dinero y tiempo, estudios de expertos y miles de idas y venidas entre ventanillas ministeriales; haciendo que en la práctica sólo el propio Estado o grandes corporaciones puedan asumir tamaños proyectos; lo que tampoco ocurre pues no tienen ningún interés en el repoblamiento rural (salvo que pueda convertirse en turismo rural o algo asimilable). En definitiva, bajo el régimen actual, un grupo de personas sin grandes capitales detrás no lograría nunca, siguiendo los cauces oficiales, levantar un proyecto tan magnífico como la refundación de Fraguas (cosa que el trabajo libre logró en pocos meses con notable éxito).
¿Teme acaso el Estado un masivo «retorno al campo»?
Entonces, si no parece posible que el Estado logre el repoblamiento rural regulado en estas zonas extremas de nuestra geografía (de hecho no la ha sido hasta ahora, y nada hace pensar que vaya a empezar a serlo), ¿por qué tamaña oposición a que grupos autónomos lleven a cabo aquellos proyectos que el Estado afirma tener interés en desarrollar pero para lo cual se muestra incapaz?. ¿acaso teme el poder gubernativo- judicial que cunda el ejemplo y cientos, quizás miles, de jóvenes se lancen en tromba a repoblar el agro, obviando el control estatal?. Lo cierto es que tal posibilidad es evocadora; pero un análisis desapasionado hace pensar que es poco probable que a corto plazo pueda producirse semejante viaje; por una multitud de motivos, siendo quizás los más importantes los que tienen que ver con los condicionantes personales que requiere esta «vuelta al campo»: hace falta iniciativa, valor, sociabilidad, curiosidad, paciencia, humildad para aprender, generosidad para enseñar, gusto por lo difícil, disposición al esfuerzo y además, es preciso no dejarse amedrentar por maestros, jefes, profesores de universidad, policías ni jueces para tomar la determinación de abandonar los circuitos convencionales de desarrollo personal para lanzarse a una quijotesca empresa de resultados sumamente inciertos, saliendo del curso normal de titulaciones, ascensos, hipotecas, cotizaciones sociales, etc. Por tanto, hace falta un tipo de persona que hoy escasea; capaz de la reflexión autónoma, valerosa, con gusto por la entrega y los retos complejos, y sobretodo apta para la convivencia. Después de décadas de adoctrinamiento en escuelas y universidades, televisión y radio; publicidad y consumo compulsivos; individualismo, materialismo, pavor por el esfuerzo y otros disvalores que guían el obrar de nuestra juventud, se hace ciertamente difícil pensar que queden aún cientos de jóvenes dipuestos a dar el salto gigante que las y los heroicos nuevos pobladores de Fraguas dieron hace unos años.
La hipótesis del éxodo urbano
Pero aún así no nos resignemos y pensemos que fuera posible que cientos, quizá miles de jóvenes, al conocer el ejemplo de Fraguas y tantos otros, se decidieran a abandonar la vida urbana y «volver al campo», iniciando un éxodo urbano de cierta envergadura. Cuando se piensa en la situación por la que atraviesan los menores de 35 años en nuestro país se puede entender que algo así pudiera llegar a ocurrir: índices de paro y emigración atroces, grandísima precariedad laboral en la minoría que accede a un puesto de trabajo; retraso de la emancipación, caída en picado de la natalidad; por no hablar de la fealdad y el hacinamiento urbanos, la epidemia de trastornos ansioso- depresivos, polimedicación, sedentarismo y obesidad, alcoholismo y otras toxicomanías, violencia interpersonal, etc. En este contexto, tratemos de plantear como hipótesis un retorno masivo a lo rural al margen de las estructuras estatales. Soy tremendamente pesimista al respecto: creo que es sumamente improbable que tal cosa ocurriera; entre otras cosas porque la precarización de la juventud, por sí sola, no es transformadora ni potenciadora de ningún cambio; sino que tan sólo incrementa de forma drástica los gastos del Estado en forma de asistencialismo, del mismo modo en que merma sus ingresos por pura improductividad (por lo que sale doblemente cara). Y es que lo verdaderamente transformador son las ideas, y lamentablemente hoy nuestros jóvenes parecen estar a otras cosas. Pero aún así, imaginemos, ¿qué ocurriría si este movimiento se popularizara de verdad?. Pues quizás disminuiría el paro juvenil y el drama de la emigración, se repoblarían pueblos milenarios, disminuirían los incendios al repoblarse el campo, aumentaría la natalidad, disminuirían los desarreglos ecológicos (vertederos al límite, salinización de acuíferos por la sobreexplotación urbana, polución y baja calidad del aire); pero sobretodo emergería una generación de jóvenes autoconstruida, autoinstruida en multitud de saberes prácticos y convivenciales; independiente en un sentido amplio, y en definitiva, soberana. En el tipo de sujeto que forjó los elementos más positivos de la cultura europea clásica y medieval; por oposición a las culturas orientales de estilo imperial. Aunque claro, semejante movimiento arrojaría una situación prerrevolucionaria, con un fortísimo cuestionamiento del Estado. Quizás aquí se encuentre la razón última de la persecución de proyectos como el de Fraguas.
Epílogo en el que se propone el otorgamiento de un nuevo Fuero o Carta Puebla a la aldea libre de Fraguas
Así las cosas, y reflexionando sobre el proceso político- judicial que se cierne sobre la aldea, y rememorando la historia de nuestros pueblos; me atrevo a formular una salida para el conflicto de Fraguas netamente basada en la historia del derecho ibérico: propongo otorgar a la aldea libre de Fraguas su propio Fuero o Carta Puebla. En efecto; al igual que durante toda la edad media hispana conforme el poder islámico se retiró hacia el sur, la repoblación de los peligrosos territorios fronterizos se logró con voluntarios a los que se les otorgaba el privilegio foral; esto es, amplísimas libertades para el autogobierno de sus asuntos propios; así de esta misma forma opino que a estos pobladores heroicos de un territorio abandonado por el Estado es de justicia otorgarles su Carta Puebla, su propio Fuero, para que puedan así desarrollarse en libertad y fecundar esas hermosas tierras, sin intromisión del Leviatán estatal, que ya fracasó una vez en Fraguas y va camino de repetir la historia si no lo remediamos. En última instancia, si la civilización occidental se viera amenazada hasta el punto de peligrar su existencia, agradeceremos haber podido dar continuidad a proyectos como el de la aldea libre de Fraguas, en los que aún se conserva la esencia más positiva que caracterizó a la antigua cultura europea: gente celosa de su libertad, enemiga de la tiranía, y temerosa de la esclavitud antes que del riesgo, Gente así (hoy apenas una minoría en Europa), quizás pronto esté llamada a librar, una vez más, una decisiva batalla por la civilización… ¿seremos capaces de entenderlo a tiempo?
POR Y PARA LA ALDEA LIBRE DE FRAGUAS:
→ Cese de la persecución policiaco- judicial, retirada de las acusaciones, cargos y multas.
→ Otorgamiento de un nuevo Fuero o Carta Puebla para la villa libre de Fraguas, que garantice su soberanía y legítimo autogobierno.
¡VIVA FRAGUAS!
¡VIVA EL FUERO DE LA ALDEA LIBRE DE FRAGUAS!
Abril 2o17
I. de Zalacaín (Colectivo Bagauda)
Via : https://revolucionintegral.org/index.php/blog/item/214-fraguas-animo-y-adelante