Análisis

[27 SEPTIEMBRE 2021] Contra el pasaporte Covid, contra la dictadura sanitaria.

En un año y medio de “emergencia sanitaria” el mundo ha sido transformado y  nuestras vidas han sido sometidas a la instauración de una nueva forma de dominación: la dictadura sanitaria. Esta metamorfosis en todas las dimensiones de la vida nos han llevado a sufrir esta dictadura bajo los imperativos de la salud: distancia social, (que obviamente se ha podido aplicar sin dificultades porque de algún modo ya existía, ya que  los dispositivos digitales nos habían acostumbrado hace tiempo a relaciones virtuales a distancia, lo que nos lleva a un nuevo paradigma de organización social que virtualiza nuestra existencia, es importante señalar el termino nada neutro de “distancia social” que busca evitar lo social, el contacto, la amistad, la afinidad, en pos de un mundo de relaciones computerizadas, igualmente, la implementación del 5G contribuirá a evitar toda posibilidad de contagio (contacto) entre la población) los tres meses de encierro que hemos sufrido cediendo todas nuestras libertades a cambio de una seguridad y salud que nos permitieran “sobrevivir”, ni siquiera durante las dictadura del nacionalcatolicismo que sufrimos en este país, otras epidemias como la peste o las dos guerras mundiales se había encerrado a toda una población sus casas, nosotros por  un virus hemos sido sometidos a un encierro, con todas sus consecuencias económicas, sociales etc.., dictado por decretos gubernamentales en nombre de la salud y la seguridad que son convertidos en los nuevos paradigmas de la dominación.

Los “efectos de la emergencia sanitaria” estaban planeados desde hace tiempo en los salones de la tecnocracia, la aceleración tecnológica, la obligación a la salud, la virtualización de las relaciones y nuestras actividades, el internet de las cosas,  de las personas y de los animales, el humano-maquina sincronizado con el mundo-máquina, son las lógicas de la ideología transhumanista que hoy más que nunca somete nuestras vidas, con la excusa de la “emergencia sanitaria”, se configura así un mundo tecno totalitario donde perdemos toda la capacidad de decisión, autonomía y libertad, donde el mundo queda gobernado por máquinas algorítmicas que configuran la sociedad cibernética.

PASAPORTE COVID (GREEN PASS), del derecho a la salud a la obligación a la salud.

El certificado verde digital (green pass), conocido también como pasaporte Covid o pasaporte de inmunidad ( destacar que la OMS cambio el concepto de inmunidad durante la pandemia actual, anteriormente se refería a la inmunidad como “inmunidad colectiva, que es cuando la población se protege de un virus porque se han infectado suficientes personas con él para crear inmunidad comunitaria”, sin embargo, actualmente la OMS se refiere a la inmunidad cuando un gran porcentaje de personas han sido medicalizadas, en este caso “vacunadas”, que casualidad, que la OMS financiada, en gran medida, por la ´big pharma ´haya cambiado el concepto durante la pandemia), incluirá hasta 11 datos referidos a nuestra salud: entre otros filiación, si estamos vacunados, con qué marca de vacuna, con qué lote, si nos hemos hecho PCR cuántas y el resultado y si hemos pasado la enfermedad.

Si en un principio este pasaporte se crea únicamente para hacer posible la movilidad, hemos visto como en diferentes países ya se aplica para una gran cantidad de las actividades que conforman la vida cotidiana. Actualmente, en diferentes países, proporciona la posibilidad, a las personas que hayan aceptado la colonización de sus cuerpos mediante la experimentación de reprogramación celular que se esconde detrás de las “vacunas” (1), de viajar , comprar, ir al gimnasio, asistir a espectáculos deportivos o culturales etc.. no hay que irse a las dictaduras orientales, nuestros vecinos y democráticos vecinos como Francia, Dinamarca, Italia o Israel ya aplican el pasaporte Covid para poder realizar diferentes actividades. Quizás el caso más sangrante es el de Italia que a partir del próximo 15 de Octubre será obligatorio la posesión del pasaporte Covid para poder trabajar, en caso contrario las personas que se nieguen a vacunarse serán suspendidas de empleo y sueldo. Sin irnos tan lejos en España el tribunal supremo acaba de avalar el Pasaporte covid para la entrada a locales del ámbito de la restauración en Galicia, al mismo tiempo el gobierno de dicha comunidad ha solicitado que se extienda el uso de este pasaporte a geriátricos y hospitales, mientras escribimos este texto se aprueba el pasaporte Covid en la Comunidad Valenciana a partir del día 28 de septiembre para entrar a locales de ocio y otras comunidades autónomas, como Cataluña y Madrid, están preparando su implantación.

Este pasaporte supone la regulación de nuestra vida bajo las condiciones de la salud, se produce un cambio de paradigma, se pasa del derecho a la salud a la obligación de estar sano. Supone la instauración de la dictadura sanitaria en la que la población se dividirá en dos: aquellos que acepten la colonización médica de sus cuerpos y los que se nieguen a ella, dando lugar a una segregación y a una discriminación de una parte de la población. Quién acepte los imperativos de la salud podrá participar en la vida social , quien se niegue a ello será rechazado. Con la ley que entrará en vigor en Italia en apenas un mes, aquellxs que no estén vacunadas ni siquiera podrán trabajar, es un chantaje en toda regla, ya no sufriremos únicamente el chantaje laboral sino el médico, o trabajas o eres expulsado, o te “vacunas” o serás expulsado. Toda la población será identificada, controlada y clasificada en términos sanitarios, no hay que ir muy lejos para ver situaciones parecidas de identificación, control y clasificación, basta con echar una mirada al régimen nacionalsocialista y sus clasificaciones raciales, detrás de los cuales se mostraban fines eugenésicos, igualmente vemos como aquellas que no acepten la biomedicina que “mejorará” nuestros cuerpos y nos desposeerá de nuestro sistema inmunológico serán clasificados como refractarios al progreso y marginados, serán los “chimpances del futuro” (2).La libertad y la autonomía desaparecen en pos de la sanidad. En este nuevo proceso de ingenieria social somos sometidos a la dictadura sanitaria.

Hoy son las “vacunas” y el pasaporte covid quienes permiten el acceso a determinados  servicios, pero es posible que el día de mañana gracias a los dispositivos medico-tecnológicos como los bio sensores, las tecnologías ponibles, microchips etc.. que colonizan y monotorizan nuestros cuerpos sean otros razones médicas las que regulen nuestras vida, si nuestro cuerpo se convierte en  objeto de sus racionales cálculos cualquier “enfermedad” nos podrá señalar como “contagiado”, “no perfecto”, “impredecible”, “no ingenierizado”…seremos clasificados con estos términos y quién no entre dentro de estos patrones médicos expulsado de la sociedad. Si hoy  gracias a la nanomedicina nuestro cuerpos está monotorizados y en futuro próximo gracias a los nanobots serán medicalizados a distancia, supondrá que quien se niegue a ello será expulsado de la vida social. El dia de mañana cuando nuestros cuerpos estén absolutamente monotorizados y no respondan a sus patrones de salud seremos rechazados y marginadas. Es necesario negarse a esta nueva gobernanza técnico-medica que impone la colonización de nuestros cuerpos, la regulación de nuestra vida bajo imperativos sanitarios y conlleva la perdida de la libertad y nuestra autonomía.

ID2020, Grupo de Trabajo del Certificado de Vacunación Inteligente y Commons Project Foundation.

Existe una estrecha relación entre el Certificado Verde Digital y otros proyectos de trazabilidad y monotorización de nuestras vidas, todos ellos con el objetivo  de vigilancia, control social y maximización de beneficios, el ´big data ´es uno de los paradigmas del tecno capitalismo, el tener los datos de los movimientos, actividades, relaciones, sentimientos etc de una gran parte de la población sirve para predecir y modelar su conducta. Los datos médicos de cada individuo configuran un gran nicho de mercado del que obtener grandes beneficios y controlar la población La extensión de la virtualización de la vida contribuye a ello y diferentes proyectos como ID2020 o los diferentes pasaportes de vacunación hacen que esta vigilancia, control y chantaje sanitario se extiendan. El proyecto ID2020, al igual que el pasaporte covid, es un documento digital el cual pretenden que en un futuro sea necesario para acceder a la educación , la sanidad, el mundo laboral etc.. este documento digital tendrá datos personales, biométricos, viajes realizados, tarjetas de crédito etc. ya se está realizando una prueba de este proyecto en Bangladesh donde su población ya es monotorizada gracias a este documento digital y sus datos más personales e íntimos expuestos a las grandes empresas y al gobierno. Si hoy aceptamos el chantaje del pasaporte covid mañana normalizaremos otros documentos de identificación digital. Detrás de estos proyectos se encuentran algunas de las personas con poderosas y ricas del mundo como son Bill Gates y Rockefeller por lo tanto nada nos hace dudar de sus intenciones.  La población mediante estos dispositivos digitales será en cualquier momento identificada y clasificada en función de sus datos digitalizados, esta clasificación supondrá la aceptación de esta persona en determinados espacios en base los patrones impuestos en ese momento, obviamente estos patrones serán los que rijan la sociedad tecno capitalista en ese momento.

Todos estos pasaportes y documentos digitales están embarcados en proyectos que van más allá de la salud, por ejemplo, el uso del termino “billetera digital”, tanto por la Iniciativa colectiva de Vacunas como por IBM , para referirse a sus diferentes pasaportes de salud digital sugiere que se usarán para muchos otras cosas como alquilar un coche o actividades comerciales, es decir, la identificación digital con todos nuestros datos personales (médicos, biométricos, laborales etc..) ha llegado para quedarse. Hoy nos chantajean con la salud mañana es posible que ocurra como en China, con el sistema de Crédito, nos chantajeen modelando nuestra conducta y comportamiento.

Es necesario negarnos a este mundo tecno totalitario que somete nuestras vidas, modelando nuestro comportamiento, nuestras conductas, nuestros sentimientos, negarmos al rastreo, vigilancia y modelación de nuestra vida que suponen estos pasaportes digitales. Contra toda autoridad, por la anarquia.

[20 MAYO 2021] Contra el estupor.

Termina el estado de alarma, lamentablemente, continua el estado de estupor.

No es una palabra que haya utilizado mucho en mi vida pero define bien la situación actual. Me parece especialmente acertada su acepción médica (no podía ser de otra manera en esta sociedad medicalizada en la que vivimos y en estos tiempos pandémicos) que dice lo siguiente: Estado de inconsciencia parcial caracterizado por una disminución de la actividad de las funciones mentales y físicas y de la capacidad de respuesta a los estímulos. De forma más general se define estupor como: Asombro o sorpresa exagerada que impide a una persona hablar o reaccionar.

La falta de respuesta, de reacción, es un elemento clave. Salta a la vista que la manera de afrontar la pandemia por los gobiernos de cualquier signo ha sido la gran excusa para poner en marcha medidas de control que van más allá de cualquier justificación médica o científica. El hecho de prohibir prácticamente todo a excepción de aquello que tenga que ver con el trabajo nos debería dejar muy claro que no todo es interés por nuestro bienestar. También hay otra cosa que no se ha prohibido, el continuado expolio a los eslabones más débiles de la sociedad. Desahucios, despidos y abusos laborales, robos ejecutados por bancos y empresas energéticas al amparo de las leyes hechas a medida y lo  que todavía no sabemos pero que aparecerá en forma de vasallaje hacia Europa a cambio de unos fondos económicos que como siempre acabarán sirviendo para hacer más ricos a los ricos y dejar nuevamente atados a la esclavitud salarial o a las humillantes limosnas al resto.

No hay respuesta a toda esa cantidad de estímulos, apenas unos pocos han osado desafiar las medidas represivas para alzar la voz y están pagando un alto precio por ello. No me refiero a los que sólo ven un problema en tener que llevar mascarilla y no poder ir al bar cada vez que se les antoja. Hablo de los que se la juegan por ellos y por los demás, los que ya tienen claro que la falta de libertad no ha llegado con la pandemia sino que siempre ha estado aquí.

Asombro o sorpresa que impide la reacción.

Por primera vez en la vida de muchas personas, que hasta la fecha se creían a salvo ya que todo lo malo y horrible de la vida sucedía siempre en otras latitudes, han visto (mejor dicho han sentido) su existencia amenazada. La sorpresa ha sido mayúscula y el miedo, atroz. El tratamiento de la información realizada sin excepción desde todos los frentes ha aumentado la sensación de asombro ante una anécdota que tenía que ver con murciélagos en el otro lado del globo hasta que se convirtió en la mayor de las plagas habidas en la historia de la humanidad. Día tras día, sin excepción, todo gira en torno a la pandemia. Al principio se competía por ver dónde había más contagios; más tarde la competición se extendió a los muertos; ahora tocan las vacunas… Pero la gran competición siempre ha girado alrededor de dónde era más sumisa (sensata y responsable decían los medios) la población. Al parecer dependía exclusivamente de esta sumisión el poder retomar la tan ansiada normalidad. Ciertamente, esta era la razón aunque no tenga que ver con cuestiones sanitarias.

Fin del Estado de alarma.

Y tras más de un año terminó la excepcionalidad (en su versión oficial). Ante la sorpresa de nadie lo que ha sucedido ha sido fiesta, celebración y vuelta a la rutina consumista. Saldremos mejores rezaba el mantra televisivo. De momento, salimos más pobres, más débiles y en un estado de estupor permanente. Casi un millón de nuevos pobres (oficialmente personas que viven con menos de 16 euros al día) que llevan a una cifra de casi 11 millones en todo el estado español, cientos de miles que engrosarán estas estadísticas en los próximos tiempos cuando acabe la mascarada de los ertes y las limosnas en forma de rentas mínimas. Pero todo suma, el estupor aumenta. Un año de entrenamiento intensivo en miedo y sumisión da para mucho. Incluso para rebajar más si cabe la capacidad de respuesta, para reforzar hasta el absurdo el modo egoísta de vida, el sálvese quien pueda.

Y a cada paso aumenta la sorpresa porque hemos pasado de protagonistas a espectadores. La vida es lo que sucede en las pantallas, en los medios. No es lo que nos sucede a nosotros mismos. Vivimos atrapados en una serie de infinitos capítulos en la que no nos reconocemos, como si no fuera con nosotros. Mientras aceptamos nuestro rol de espectadores, otros dirigen el espectáculo y deciden que va sucediendo.

Contra el estupor

Este estupor sólo es posible porque seguimos sorprendiéndonos. Seguimos creyendo que las decisiones que se toman son por nuestro bien, por el bien común. Seguimos pensando que el poder representa nuestra voluntad. No aprendemos.

Estupefactos sufrimos las consecuencias sin llegar a ser conscientes del todo hasta que, tal vez, sea imposible hacer otra cosa que no sea sufrir.

[ 21 ABRIL 2021] Las distopías y el futuro.

Más allá de ser un tema de ciencia ficción y un genero literario, las distopías nos alertan del riesgo de un futuro configurado por sociedades totalitarias autocráticas. Así pues no es de extrañar que la gestión autocrática de la pandemia COVID-19 haya reactualizado ese riesgo y que los textos distópicos sean de tanta actualidad como profilaxis para evitarlo. No solo porque el futuro es nuestra mayor preocupación cuando lo que vivimos no nos place o nos angustia -como es el caso hoy en el aspecto sanitario, económico y relacional- sino también porque nuestra sensación de impotencia, para cambiar el rumbo de la historia, nos empuja inconscientemente a confiar en el potencial profiláctico de tales textos para cambiarlo. Y ello a pesar de ser conscientes de la imposibilidad de revertir la transconia del tiempo y de que nada permite saber con absoluta certeza lo que el futuro será. Pues, efectivamente, a pesar de no saber si las tensiones políticas y sociales provocadas por la pandemia COVID-19 y el cambio de la sociedad industrial a la digital serán para bien o mal, el hecho es que este desastroso presente nos hace temer -tanto en el plan económico como en el político, social y cultural- un futuro peor.

Temor a un futuro distópico potenciado por los efectos dislocadores de la pandemia y la disrupción tecnológica sobre nuestras vidas y la sociedad. No solo porque el fenómeno de dislocación de las estructuras políticas y sociales -vivido durante estos últimos 200 años- puede continuar y agravar la crisis de la democracia ‘realmente existente’, sino también porque esta crisis, en vez de incitar a mejorar la praxis democrática del conjunto de la sociedad, acentúa los déficits democráticos y las praxis de gobernabilidad autoritarias frente a las praxis de democracia directa de la base social.

No es pues de sorprender que, a medida que se han ido sucediendo los confinamientos y las medidas coercitivas en nuestras sociedades de democracia formal, la conciencia del peligro distópico se haya manifestado a través de numerosos textos anunciando una deriva distópica societal. Como tampoco es una sorpresa que esa deriva se fundamente en el modelo de control totalitario ya vigente en la China comunista actual.

Un modelo de control totalitario que los progresos de la cuarta revolución industrial (ingeniería genética y neurotecnologías) y la inteligencia artificial han hecho posible y que el capitalismo de vigilancia digital está extendiendo por todos los rincones del planeta. ¿Cómo no ver pues en ello un experimento global para cambiar -gracias a la pandemia y a la excusa del teletrabajo- las relaciones laborales y relacionales en un mundo sin fábricas, pero también sin sindicatos ni resistencias colectivas? Un mundo en el que poco importará si el Gran Hermano de 1984 (Orwel) es el Estado/Partido, como en China, o los Think-tanks y gabinetes de expertos del capital plutocrático anglo-norteamericano. Pues, en realidad, el Gran Hermano ya lo son los nuevos Señores Feudales Tecnológicos (los SeFTec) de las empresas chinas Global Fortune 500 y de las meritocracias robotizadas que controlan y deciden el funcionamiento de la economía y la política en el mundo.

Un poder de control y decisión que permite, por ejemplo, a los Jefes de Amazon (Jeff Bezos), Apple (Tim Cook), Google (Sundar Pichai) y Facebook (Mark Zuckerberg) anotar en sus cuentas bancarias unas plusvalías latentes de más de 16.000 millones de euro en un solo día (el 28 de Julio de 2020, día de su audiencia parlamentaria en el Capitolio estadounidense de Washington DC), mientras millones de seres humanos pasaban hambre ese día en el mundo.

Ante tal injusticia y crimen, lo que debe hacernos temer el futuro distópico no es solo lo que va a quedar de nuestras libertades formales en estas sociedades hypercontroladas, también debe hacérnoslo temer la conciencia y la indignación de que unos tengan todo y otros nada o casi nada. Pues es obvio que el capitalismo es y será siempre ese crimen de lesa humanidad. Porque, sea el asiático o el de las democracias robotizadas, la realidad es que el sistema meritocrático capitalista es el mismo, y que se privilegie una aristocracia ‘de nacimiento o de la riqueza‘ por una del ‘talento‘, el reclutamiento no favorecerá la igualdad. Ni siquiera la de oportunidades para todos. Y más aún con los efectos destructores de empleo provocados por el progreso tecnológico capitalista y la división de la sociedad en clases. Sin olvidar, además, la responsabilidad de esos dos capitalismos en la irracional explotación de la naturaleza que ha llevado al mundo al borde de una catástrofe ecológica que pone en peligro la vida en el planeta.

Es pues por todo esto que, a pesar de ser este futuro distópico y ecocida el más posible, lo digno y racional es no resignarse y luchar para que no lo sea. No solo porque el futuro puede ser otro sino también porque vale la pena intentarlo por razones dignas y racionales, y también existenciales e históricas.

Historia y devenir humano…

Efectivamente, además de ser lo más digno, lo racional es pensar objetivamente el futuro en función del presente; pero también del pasado. No solo por ser éste una sucesión de presentes, que nos aporta información y enseñanzas sobre el devenir humano, sino también por mostrar esta información y estas enseñanzas que la historia no es lineal, que está hecha de avances y retrocesos. Además de depararnos frecuentes sorpresas, como ha sucedido y sucede con el devenir humano. Ese proceso evolutivo que ha dado a nuestra especie una mayor capacidad de acción para sobrevivir y extenderse en su hábitat planetario. Inclusive en el periodo antropoceno, que es el de nuestra época. Una época caracterizada por la descomunal capacidad de la especie humana para modificar la naturaleza geológica de nuestro planeta Tierra.

Pues bien, si miramos objetivamente la historia y el devenir humano, lo que vemos y constatamos es que nuestra capacidad y los medios para hacer la existencia más segura y placentera para todos no han cesado de acrecentarse, y que esto ha sido posible a pesar de las locuras autodestructivas y del paradigma civilizador que haya sido el dominante.

Un paradigma que a lo largo de la historia humana no ha cesado de oscilar entre el bien y el mal, demostrando que tanto lo uno como lo otro son posibles. Pero también que el instinto de sobrevivencia y el deseo de libertad son capaces de sacar a la humanidad de los contratiempos y orientar la historia -aun en los peores periodos de ésta- hacia horizontes más prometedores. No olvidemos cómo terminó la criminal locura distópica nazi/fascista. Esa amenaza que no hace aún un siglo y durante algunos años estuvo a punto de convertirse en el paradigma civilizador dominante anunciado para durar al menos un milenio. Como tampoco debemos olvidar el fin de otras dictaduras, el derrumbe del Muro de Berlin y antes el Mayo del 68 y el 15M después, ni que aún continúan regímenes dictatoriales en China y otros países.

Efectivamente, la historia no ha cesado de ser este permanente combate entre la aspiración a dominar de unos y la de ser libres de otro, y nada indica que no vaya a seguir siéndolo.. No es pues solo por razones dignas y racionales sino también por razones existenciales e históricas que es legitimo y lógico pensar que el futuro puede ser otro y que vale la pena luchar para que lo sea.

Y aún más ahora, por ser más necesaria que nunca la lucha contra la dominación. No solo para impedir que los que la ejercen nos impongan un futuro distópico sino también para que acaben haciendo la vida imposible con su irracional desarrollismo ecocida que nos está llevando al colapso medioambiental. Un colapso que pone en peligro el devenir humano en el planeta y podría poner fin a la historia.

Un final paradójico y absurdo dada la extraordinaria singularidad de la aventura humana. Una aventura que requirió millones y millones de años para que se dieran en el universo las condiciones propicias a la organización de la materia de modo a hacer posible el surgimiento de la vida, y muchos millones de años después el comienzo de esta singular aventura. ¿Cómo resignarse pues a un final tan paradójico, tan absurdo?

Lo del futuro no es pues una cuestión baladí, ya que las distopías implican la perdida de nuestra libertad y la continuidad del capitalismo el peligro de la extinción de la vida. Luchar contra esos dos peligros es pues un deber ético y una necesidad vital. No es pues cuestión de ser optimista o pesimista sino de ser o no consecuente con la idea que nos hacemos del humano y su futuro.

[26 Mayo 2020] De los cayetanos al barrio obrero: En defensa del apoyo mutuo en tiempos de pandemia.

A finales de la tercera semana de mayo de 2020 comenzó en la calle Nuñez de Balboa, en el barrio de Goya del distrito de Salamanca (uno de los distritos con mayor renta de la capital), una serie de protestas dirigidas contra el actual gobierno del PSOE y Podemos. Con el paso de los días, se ha intentado extender estas protestas hacia otros distritos de Madrid y otras ciudades del estado sin un objetivo claro, más allá de manifestarse «hasta que dure el confinamiento».

Estas manifestaciones, lejos de su discurso de que son de «ciudadanos apolíticos cabreados» por las restrictivas políticas del gobierno que intentan hacernos creer, tienen un profundo fondo clasista. Salen a la calle a defender sus privilegios de clase y su poder, alentados por los partidos políticos que representan sus intereses. Estas movilizaciones están frecuentadas mayormente por empresarios y personas que viven de la explotación de propiedades privadas, lo que viene a ser parásitos que viven del trabajo y del dinero de los demás. No los verás nunca en ninguna movilización que tenga que ver con una reivindicación social o laboral. Muchos forman parte de diversos lobbies económicos, por lo que el gobierno legisla a su favor, y se benefician de las políticas antiobreras que promueven los poderes políticos y económicos.

El gobierno les concede carta blanca para hacer lo que quieran, por lo que Delegación del Gobierno no actúa en consecuencia contra este tipo de movilizaciones. No paran apenas a la gente, no piden carnets, no imponen sanciones ni exigen que se guarde la distancia de seguridad por el estado de alarma. Ellos saben que tienen impunidad para hacer lo que quieran, ya que cualquier tipo de sanción económica no repercutirá en absoluto en sus rentas, y actúan en consecuencia.

Además, una de las cosas más importantes con las que cuentan, es con el apoyo de los medios de comunicación, que les dan cobertura y blanquean sus movilizaciones, siempre con elogios a su condición de «pacíficas y democráticas». Mientras tanto, a los trabajadores del barrio no nos queda otra que callarnos ante su arbitrariedad.

Una situación muy distinta se vive en los barrios obreros, los de menos renta de la ciudad de Madrid y los más castigados por la pandemia del virus de la COVID-19 y la crisis sanitaria a causa de los años de constante privatización y desmantelamiento de la sanidad. No hay más que ver cómo los centros de urgencias y muchos centros de atención primaria y de especialidades han permanecido cerrados, obligando a saturar los hospitales.

Ya antes de la pandemia existía en los barrios más humildes de la capital una gran cantidad de población en paro y en riesgo de exclusión social. La última EPA de 2019 daba un porcentaje de parados del 10 % de la población, que oculta la altísima tasa de trabajadores precarios, la destrucción de empleo y a aquellas personas que trabajan mayormente en negro sin cotizar apenas a la Seguridad Social. Ahora, cientos de familias están afectadas por los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). El Estado socializa las pérdidas de la patronal y paga solo un 70 % del salario que debería pagar la empresa durante los seis primeros meses y, por supuesto, tarde y mal, asfixiando a cientos de familias. Otros tantos se verán afectados por expedientes de regulación de empleo (ERE), perdiendo su puesto de trabajo. Todo ello con un horizonte que amenaza con nuevos recortes sociales y laborales, aumento de la precariedad, alta tasa de desempleo o empobrecimiento extremo.

Los Servicios Sociales de la ciudad de Madrid, lejos de poder dar un servicio de calidad, ya saturados hasta la llegada de la pandemia, no dan abasto por la falta de inversión pública, y las constantes externalizaciones y privatizaciones que han sufrido al igual que la sanidad y otros servicios básicos.

La actuación policial ha sido totalmente contraria a la que se desarrolla en el distrito de Salamanca. Se han hecho públicas en redes sociales y medios de información alternativos multitud de situaciones de abuso de autoridad que han silenciado los medios de comunicación oficiales. Hemos tenido que ser testigos del especial acoso racista contra los trabajadores migrantes. Las sanciones en los barrios humildes han sido mucho mayores que en cualquier distrito de la capital con una renta alta.

La actitud de los medios de comunicación, a diferencia del trato dado a los «pacíficos demócratas» del Distrito de Salamanca, ha sido de constante criminalización y demonización contra la población de los barrios humildes, en especial contra Vallekas, Carabanchel, Villaverde o Centro.

En redes sociales y medios de comunicación nos bombardean con mensajes en pro y en contra del gobierno, fortaleciendo el discurso hegemónico que favorece a las instituciones representativas, a los poderes políticos y en última instancia a un poder económico que se verá beneficiado de los próximos recortes de derechos laborales y sociales.

Este discurso dominante silencia y oculta la multitud de iniciativas de autoorganización y apoyo mutuo que están llevando a cabo los vecinos y diversos colectivos independientes en los distritos más criminalizados por los medios de comunicación y más castigados por la pandemia. Estas iniciativas tratan de apoyar a la gente más golpeada por la crisis y crear tejido social. Es más, están supliendo las carencias que en teoría deberían atender las instituciones del Estado y el Ayuntamiento de Madrid a través de los Servicios Sociales. La creación y desarrollo de estas redes son las que han destacado, por conseguir mejoras para la población en los periodos en los que las crisis del sistema económico capitalista han llevado a una mayor ofensiva contra los derechos de los trabajadores.

Queda patente que los trabajadores no podemos esperar absolutamente nada de las instituciones ni de aquellos que ostentan el poder político y económico. La «revuelta» de los «cayetanos» es un ejemplo de cómo la lucha de clases se agudiza y de una nueva ofensiva contra los derechos de los trabajadores.

La solidaridad es algo intrínseco a la naturaleza del ser humano y su puesta en práctica es cada vez más necesaria. Lo colectivo y organizado frente a la privatización y el individualismo. La práctica de la autoorganización y el apoyo mutuo nos hará romper con el discurso hegemónico imperante, y el sistema económico capitalista que nos asfixia y ahoga.

Por la anarquía

[02 Mayo 2020] Coronavirus y trabajo.

Las medidas tomadas en torno al coronavirus[1] por los Estados y las empresas han agudizado la precariedad y la miseria a las que diariamente nos somete el trabajo. Todos los pronósticos indican terribles tiempos para la clase proletaria: desempleo en aumento, reestructuración y flexibilización laboral. El tóxico y contradictorio mundo del trabajo nos expulsa pero a la vez nos necesita. Y por eso nos chantajea, empobreciendo constantemente nuestras condiciones de vida.

Durante la cuarentena, diversas modalidades de trabajo a distancia se han impuesto sin remuneración adicional alguna, y con escasa o nula capacitación. La adaptación forzada al trabajo vía internet es una realidad para millones de trabajadores empleados por empresas privadas e instituciones del Estado. Sumado a la separación de los compañeros de trabajo, esta situación desdibuja aún más los límites entre la actividad laboral asalariada y el resto de la vida.

La burguesía mundial lo expresa mediante sus voceros y gerentes. Hablan de comercio electrónico, de logística. Pronostican y perfilan una vida más sedentaria, con educación a distancia y con las “bondades” del teletrabajo. Señalan el “ahorro” en transporte para quienes trabajan desde sus casas, pero no el de las patronales en particular y el del sistema capitalista en su conjunto.[2]

En el ámbito doméstico experimentamos una mayor presión, sea por una intensificación de las tareas domésticas —por ejemplo la educación y cuidado de los niños, o los problemas de salud frente a la reducción de la atención en los distintos sectores—, o bien a nivel laboral, trabajando desde casa, absorbiendo los efectos del desempleo, o las enormes dificultades para el trabajo informal en una situación de confinamiento.

El servicio de entregas a domicilio, con su precariedad distintiva, y las empresas de comercialización vía internet, se expanden notablemente a raíz del aislamiento social. La presente situación nos recuerda el profundo significado del fetichismo mercantil, a través del cual las relaciones sociales son en verdad relaciones entre cosas a través de las personas: sólo las mercancías siguen circulando, y a las personas únicamente se les permite circular en carácter de mercancía fuerza de trabajo. Algunas por imposición, como trabajadores que realizan “actividades esenciales”, otras porque no les queda opción, como aquellos trabajadores informales que salen por necesidad y quedan expuestos a ser sancionados. Del trabajo se escapa como de la peste, y más aún si existe un riesgo adicional. Pero para la gran mayoría de proletarios en todo el mundo no hay alternativa por más subsidios miserables o discursos acalorados sobre rentas universales e impuestos a la riqueza.

Los numerosos conflictos laborales frente a los despidos, suspensiones, recortes, licencias y condiciones de trabajo, se enfrentan a una economía de guerra, donde los sindicatos y “movimientos sociales” repiten al unísono el discurso sacrificial del Estado y de la patria. El miedo se ha hecho carne y es un terrible impedimento para la reflexión y la acción colectivas. Los pronósticos hablan de cientos de millones de desempleados a nivel mundial a causa de las medidas tomadas en relación al coronavirus, y del aumento brutal de la pobreza sobre la miseria ya existente. Se insiste, sin embargo, en que todo es en defensa de la salud y la vida.

El aislamiento masivo nos somete a una de las mayores situaciones de impotencia proletaria a nivel mundial de la historia. No se trata solo de discursos de guerra y llamados ciudadanistas por el bien común. La lucha misma se vuelve una actividad ilegal. Traslados, reuniones, movilizaciones, y hasta las expresiones vía internet son censuradas y reprimidas.

Este primero de mayo, jornada histórica de lucha proletaria a nivel mundial, debe recordarnos incluso en los tiempos más adversos, que solo la lucha puede cambiar nuestras condiciones de existencia. Que la lucha por emanciparnos del trabajo es tan urgente como lo es un plato de comida o el cuidarnos de una enfermedad. Es necesario romper el aislamiento, preservar nuestra sociabilidad, los espacios de organización y retomar las calles. Para enfrentar al Capital y todas sus pestes. Toda lucha tiene riesgos y responsabilidades, que a diario asumimos colectivamente. Quedarnos a merced del Estado será siempre nuestra peor opción.

[18 Marzo 2020] [Estado Español] MUNDO COVID-19: Las epidemias en la era del Capitalismo.

La explotación de los recursos naturales del planeta está llevando a la humanidad al borde de la autodestrucción, vivimos en medio de epidemias causadas en su mayoría por la propagación continua de productos químicos (pesticidas, insecticidas, disruptores endocrinos, etc.) y nocivos para nuestra salud y al mismo tiempo, vivimos rodeados de una atmósfera con niveles tan altos de contaminación como para desarrollar alergias y enfermedades en gran parte de la población. Esta explotación de los recursos naturales lleva consigo igualmente la devastación del territorio por parte de la tecnoindustria: el Mediterráneo convertido en una alcantarilla, el sudeste asiático en un desierto químico, África en un gran vertedero, etc.

La aparición del virus conocido como Covid-19 es consecuencia de la civilización industrial, para nosotros lo importante no es si el virus ha mutado de un murciélago debido posiblemente a la industrialización de su hábitat o de si es un ataque de EEUU a la economía China , para nosotros lo importante es que es la consecuencia de un sistema que mercantiliza cada proceso, objeto o ser vivo sobre la tierra, es la codicia de un sistema que persigue la aniquilación de todo lo vivo para artificializar el mundo. No podíamos pensar que nuestra forma de vida basada en el crecimiento continuo en un planeta que en realidad es finito no iba a traer estas consecuencias y otros desastres que vendrán. Cientos de productos químicos presentes en nuestra cotidianidad modifican los procesos naturales dando lugar a cientos de “catástrofes” (epidemias, cambio climático, etc.), son los mismos productos que en China producen un millón y medio de muertos al año y que no salen en las noticias, que no producen ni alarma social, ni confinamientos, ni estado de alarma. En España son 10.000 las personas que mueren al año por contaminación y no cunde el pánico, son parte de las víctimas necesarias para que el mundo industrial pueda seguir funcionando, lo importante es que el progreso y su codicia no se detengan.

En principio, el Covid 19 (aunque lo continúan investigando) es una gripe con síntomas similares a la gripe común y ambas afectan más a personas que sufriesen patologías anteriores y especialmente a la población de mayor edad, ambas gripes se diferencian en la rápida propagación y capacidad de contagio de la primera que es lo que ha levantado la alarma sanitaria. En el momento de escribir este texto son casi 300 las personas que han muerto a causa del Covid 19, sin embargo, la gripe común causó en España el año pasado más de 6.000 muertes y en 2018 llego a las 8000. Ante esto nos preguntamos a que es debida esta situación excepcional, de alarma social creada en gran parte por los medios de comunicación y por la opacidad de la información que transmiten aquellos que gestionan nuestras vidas.

Como forma de acabar con la pandemía el Estado ha decretado el “estado de alarma” que conlleva las prohibiciones de movimiento, el confinamiento, el aumento del control, suspensión de reuniones y de la vida pública en general, control de los medios de transporte y quién sabe si dentro de poco de la distribución de alimentos. En este proceso vemos como el Estado deviene en ecofascista donde el gobierno se verá cada vez más obligado a actuar para administrar los recursos y el espacio cada vez más “enrarecidos” dando lugar a que la preservación de los recursos más necesarios solamente puedan garantizarse sacrificando otra necesidad: la libertad.

A falta de un enemigo interior o exterior el Estado ha encontrado un enemigo ante el cual mostrar todo su potencial bélico y al mismo tiempo acentuar el sometimiento a la población mediante el miedo y la represión mientras se erige como la única posibilidad de salvación ante el terror producido por la epidemia. Para nosotros la solución no es un estado más autoritario. Es la desaparición de toda forma de autoridad. A partir de ahora posiblemente los estados de alarma, de emergencia… se sucedan como consecuencia de la devastación ecológica y social del mundo porque estamos seguros que las catástrofes seguirán ocurriendo. No exageramos cuando hablamos de potencial bélico: ya estamos viendo al ejército tomando posiciones en lugares estratégicos, la policía controlando más las calles y drones con cámaras vigilando los movimientos de la población. Las medidas del estado de alarma no persiguen únicamente acabar con la pandemía de la gripe sino que persiguen también extender otra pandemía: la de la servidumbre voluntaria de la población mediante la obediencia a las leyes ante el peligro de contagio, acabar con las críticas al Estado y al capitalismo ante el miedo y los posibles riesgos. Esta servidumbre voluntaria sería imposible sin el sometimiento a nuestros aparatos tecnológicos y a la forma de vida que crean. Ante un escenario pandémico o cualquier otro de los desastres a los que el capitalismo nos condena, quedamos sometidos a tecnócratas, a los cálculos de especialistas, expertos, científicos, etc., a aquellos gestores del espacio y del tiempo que lo tienen todo planificado.

Igualmente las consecuencias de esta epidemia, o de cualquier otro desastre industrial, serán económicamente devastadoras, ya estamos viendo la situación crítica de miles de personas que se verán abocadas al paro o la precarización de sus trabajos, como siempre el empeoramiento de las condiciones de vida la sufrirán las capas más desfavorecidas de la sociedad que ya llevan años soportando las duras embestidas de la “crisis capitalista” y sus recortes. Por el contrario, seguramente reportará grandes beneficios a las clases altas, como por ejemplo, a los propietarios de las grandes farmacéuticas.

Ante la epidemia, la confinación industrial en la que vivimos se agiganta, nos encierran en nuestras jaulas de ladrillo y hormigón de donde solo podremos escapar virtualmente de la agobiante realidad a través de nuestros aparatos tecnológicos. Los mismos aparatos que nos someten y perpetúan la alienación ante la forma de vida industrial. Aquellos aparatos que nos deshumanizan y modelan nuestras percepciones, nuestro cerebro, nuestros sentimientos, etc. que rediseñan la forma de vernos a nosotros mismos y al mundo. Enganchados al mundo virtual nos mantenemos alejados de la realidad de un mundo hostil, de una epidemia o de una catástrofe nuclear. Desde aquellos que gestionan nuestras vidas nos reclaman responsabilidad intentándonos hacer partícipes de las catástrofes del capitalismo industrial, curioso porque una de las características de la posmodernidad es la falta de responsabilidad en los actos de cada uno ya que participamos en la máquina “ajenos” a sus efectos. Para nosotros los únicos responsables son la organización técnica de la vida y quienes la gestionan.

[18 Marzo 2020] [Italia] La insurrección en tiempos de coronavirus.

Finalmente, el evento desestabilizador, el que habría bloqueado el sistema capitalista, ha llegado.
Y, como imaginábamos, la causa no son las acciones de algún grupo de revolucionarios, ni un territorio, ni una población en rebelión. El evento surge en el cuerpo capitalista y, dentro de él, con la misma velocidad con la que un virus se propaga dentro de un cuerpo orgánico, se está propagando, bloqueando varias funciones.

Por esta razón, en uno de los muchos apéndices, el llamado Italia, se solicita una nueva prueba de obediencia a partir del martes 10 de marzo. Olvidando mencionar las causas reales de lo que ahora es una pandemia, se imponen nuevas prohibiciones, nuevas limitaciones a las libertades individuales ya limitadas.

Salir de casa ya no es posible, excepto para comprar alimentos, ya que la posibilidad de producirlos por sí mismos se ha negado desde hace mucho tiempo a la mayoría de las personas.
Encerrarse en las cuatro paredes retuiteando #iorestoacasa es la triste propuesta a la que los buenos ciudadanos italianos se ven obligados.

Y así como es como se puede evitar el desastre ecológico, haciendo coches eléctricos diferentes y comprados de la misma manera, se puede bloquear la propagación del coronavirus, lo que obliga a las personas a no salir más de la casa. El sistema capitalista descarga sus responsabilidades sobre los hombros de sus sujetos y, como la medicina moderna, interviene en el síntoma, no en la patología.

Un acontecimiento totalmente humano, demasiado humano.

Casi todos se olvidan de recordar que si el virus pudo expandirse, dejando de lado las tesis de conspiración que, aunque convincentes, no cambian la sustancia de las cosas, un batido de murciélago llega a la garganta de alguien porque los cambios climáticos causados ​​por humanos, hacen que el ambiente, previamente hostil sean más adecuado para ciertos microorganismos.
Olvidan recordar que se extendió tan rápidamente debido a la concentración excepcional de mano de obra que las ciudades están sobrepobladas en millones, aunque diferentes entre sí.
Por la locura que lleva a los humanos y los bienes, entre los cuales miles de millones de seres vivos destinados a la nutrición humana y parte de los mismos humanos, también se consideran de un lado del mundo al otro.

Hasta hace unas semanas, en promedio más de 12 millones de personas volaban todos los días, 4.5 mil millones al año [1], posibles portadores de cualquier virus. El coronavirus es el del momento.
Y así, la retórica de los fascistas y la clase dominante mundial actual se desmantela, las fronteras cerradas para aquellos que no tienen dinero y documentos y abiertas para aquellos que los tienen son los mismos que han permitido la propagación del virus en todo el mundo.
Rápido y cómodo en clase ejecutiva … ¿brindis de bienvenida? ¿Coronavirus o Sars?

Cómo reacciona el Estado

Toda la península, y pronto Europa, está siendo militarizada, surgen nuevas fronteras, puestos de control controlados por uniformados armados. El movimiento de mercancías ha sufrido un fuerte colapso, y el cada vez menos libre tránsit de personas casi ha sido encarcelado.
Todos en casa obedientes a la prohibición, por temor a ser infectados o propagar el virus.
O simplemente para ser castigado.

Quien no tiene un hogar, quien no tiene los documentos requeridos por el dominio, es por su propia existencia, prohibido. Ya no puede pasar desapercibido en ciudades desiertas, y se encuentran a merced de los mirones sin ojos que pueden ver, si no aquellos, en estos casos ciegos, de control.

El estado de emergencia permite medidas excepcionales, medidas de emergencia para un mayor control social. Las medidas, como sucedió, por ejemplo, con las adoptadas en todo Occidente para la «lucha contra el terrorismo», se volverán permanentes.

Hay quienes proponen replicar el modelo aplicado en Corea del Sur y enfrentan la epidemia al rastrear los movimientos de las personas a través de grandes datos (big data).
Al rechazar cada vez más a las personas, ¿por qué no deberían hacer que el seguimiento sea constante, no solo por los gigantes tecnológicos, sino también por el estado, de todos los ciudadanos con la excusa de la salud pública o la seguridad pública? ¿O más bien ambos? Lluvias de aplausos en los debate público.

Del mismo modo, prohibir las reuniones por un coste supuestamente más alto, el de la salud pública, podría poner fin a los movimientos de masas que han desafiado a la organización social actual en todo el mundo en los últimos meses.

Entonces, si los disturbios de Hong Kong se extinguieron por el virus y el chileno es llevado nuevamente a horizontes constituyentes y reformistas, ¿qué mejor para el estado de los Alpes que medidas excepcionales para ‘contener la epidemia’ y dar un golpe definitivo a la incontrolable, aunque sea por las afirmaciones tendencialmente reformistas del movimiento de los chalecos amarillos?

Cómo se reinventa el capitalismo

La organización capitalista, si supera este período, podría aprovechar la emergencia para llevar a todos a la cuarta revolución nndustrial. Tratando de desalentar las actividades realizadas fuera del hogar, la sociabilización y la asociación- y con esto la posibilidad de encuentro, confrontación, organización, revuelta… seguimos refiriéndonos a las revueltas que han sacudido a los gobernantes del mundo sólo en el último año.

Prefiriendo en su lugar sólo la sociabilidad y la agregación virtual -ya hay quienes definen las transmisiones en vivo como «conciertos»-, el consumo en línea, la construcción de entornos cada vez más adaptados y menos arriesgados, llevan progresivamente a las personas a ser incapaces de hacer frente a situaciones de conflicto real que no pueden resolverse con una simple desconexión.

Pasando de lo local a lo mundial, algunos economistas más previsores esperan con interés una posible reestructuración del capitalismo en los próximos años, una importante reducción de la globalización y de los mercados financieros. Quizás nos esperan economías más locales y menos interconectadas, cadenas de producción más cortas, continentes que apuntarán a una especie de autarquía, fronteras aún más cerradas.

Junto con una menor interdependencia, hay una mayor posibilidad de conflicto, porque si mi economía ya no depende de la suya y usted ya no produce los componentes de mis misiles, ¿por qué debería evitar la guerra si usted toca mis intereses?

¿Cuánto tiempo llevará pasar de una «guerra convencional» a la madre de todas las guerras, la nuclear? ¿El que en pocas horas, como el dominó, mataría a decenas de millones de personas? [2]

Ahora vemos al planeta siendo liberado del parásito humano más cercano…

¿Qué vamos a hacer? Algunas hipótesis sobre el futuro

Aunque ampliamente anticipada, una epidemia de este tipo nos sorprende sin estar preparados para la velocidad y la rápida agitación de nuestra vida cotidiana.

Por lo tanto, debemos entender qué hacer ahora, qué acción nos permitirá militarizar el país y qué esperar del futuro, tratando de predecirlo.

En el futuro inmediato, lo primero que debemos hacer es comunicarnos, no aislarnos. Hay que alimentar el debate en torno a la emergencia, confrontarse, hacer circular textos y propuestas, críticas. Y luego tratar de compartir las situaciones en las diferentes ciudades, en los diferentes territorios. Informe de los puntos de control, las formas de control aplicadas, cuántos respetan o no las prohibiciones. Tener una idea más clara del panorama general nos facilitará movernos, encontrarnos, confrontarnos y actuar.

Conscientes de que nuestros movimientos pueden causar nuevas infecciones, incluso de personas que no queremos que se infecten. Cada persona decide si actúa para el contagio y, tal vez, la extinción – que ciertamente no ocurrirá dentro del año – o para otra cosa. Lo que es seguro es que la necesidad de disfrazarse abre nuevas posibilidades de anonimato, con la tranquilidad de los amantes de la imagen y la identificación. Por lo tanto, obtendremos máscaras, de todo el cuerpo hacia abajo para poder actuar en situaciones públicas, cubiertas y serenas.

Entonces ciertamente apoyaremos a aquellos que se oponen a las nuevas restricciones. Por el momento, la gente está encerrada en lugares donde casi todas las libertades individuales son negadas, las prisiones. Según los datos difundidos por los medios de comunicación, en 6000 personas se han rebelado en pocos días, de norte a sur, alguien, tras haber tocado el linchamiento de una directora, logró escapar. Entre los prisioneros se cuentan las primeras muertes violentas de este período excepcional.

Un período que probablemente podría durar un par de meses, pero si, como dicen algunas institutrices, el 60-70% de las personas se infectan por el virus, podría durar mucho más.

Un largo período de cuarentena, movilidad limitada, controles, prohibiciones de reuniónares. Esto no será suficiente para una vuelta a la normalidad, si acaso la evidencia de que vivimos en un período pre-apocalíptico.

La economía actual, al menos tal y como la conocemos, difícilmente podrá soportar un largo período de emergencia y estancamiento.

Después de algunos días, ya estamos asistiendo al registro negativo de la Bolsa de Milán, a las huelgas espontáneas y sin mediación de los sindicatos, a los bloqueos de los puertos, a las revueltas antes mencionadas, a las violaciones generalizadas de las prohibiciones.

En unas pocas semanas, las necesidades básicas, la comida, pueden empezar a escasear.

Así que la gente con tiempo para dedicar a la inusual actividad de pensar podría decidir dirigir su ira hacia aquellos que causan su hambre, su encarcelamiento: este mundo y sus más fieles sirvientes.

Y las revueltas de cada período histórico nos muestran que los enojados, los rebeldes, siempre saben qué golpear.

Así que esperemos a que las situaciones se precipiten y tratemos de dar nuestra contribución revolucionaria a los estallidos de ira, posibles exasperaciones, protestas, saqueos, revueltas.

Estamos seguros de que será suficiente para esperar…

Pero los impacientes podemos sentir un fuerte deseo de dar nuestra contribución a la revolución –antes del colapso- Así que alguien quizás quiera dar un golpe más al derrotado sistema de producción cortando sus suministros de energía. Quitarle el poder a ese sistema que mata, encadena a miles de millones de personas a la producción y devasta los territorios en los que se desarrolla para producir bienes cuya economía y control se necesita, no a nosotros.

Alguien más puede decidir atacar el sistema de infraestructura, el mismo que permitió al virus -y a sus sucesores seguros [3]- moverse a tal velocidad. Por supuesto, pueden retrasar el suministro a las distintas ciudades, pero no hemos optado por desvincular completamente la producción de alimentos de los territorios donde se consumirán.

Alguien particularmente imaginativo podría en cambio atacar objetivos originales, en este mundo incluso golpeando a ciegas, no se equivoca – casi nunca. Y quién sabe si atacar, por ejemplo, los estancos, impidiendo la satisfacción de ciertas adicciones, no podría finalmente hacer estallar la rebelión de los fumadores y los jugadores de lotería.

Nos espera un futuro de fantasía rebelde contagiosa.

De las habitaciones a las plazas

Lo que debemos hacer, ya sea que la emergencia dure sólo unas pocas semanas o se prolongue, es salir de la cuarentena, recuperar el aire, las calles, las plazas, los territorios en los que vivimos. Más allá del lema, significa volver a vivir fuera de los lugares cerrados, un hábito que tal vez mucha gente se esfuerce por recuperar, acostumbrada a la seguridad de los muros de su apartamento. Habrá que desentrañar el legítimo temor y la desconfianza que surge en estos días en cada reunión, al acercarse demasiado unos a otros.

Pero podemos imaginar que la apertura – o antes, el forzamiento – de las jaulas de cuarentena, especialmente si la duración será consistente, hará que la gente vuelva a salir a la luz con truenos.

Sin, por necesidad, la voluntad de volver a la vida anterior, pero con la voluntad de volver, con el trueno precisamente, en las plazas, en las calles, en los parques. Los lugares donde estallaron los eventos insurreccionales chilenos, como cualquier otro momento insurreccional de la historia.

Volver y afirmar con la palabra y la acción el rechazo total de un mundo basado en la dominación del otro -sea la naturaleza, el animal, el humano- y por lo tanto en el exterminio, la devastación del medio ambiente, la guerra, el patriarcado, el trabajo asalariado y muchas otras mierdas que destruiremos.

La negativa a vivir en un mundo que por su naturaleza favorece la propagación de tales epidemias y que ha infectado todo o casi todo el trabajo. Restricción que, además de dedicar vidas enteras a enriquecer y mantener el poder de los responsables, mata sistemáticamente todos los días [4].

Y por lo tanto abandonando el trabajo para la propagación de huelgas espontáneas.

Volviendo a las plazas y calles para superar ese momento de excepcionalidad que suelen dar los levantamientos contemporáneos, que llegan a momentos de conflicto muy altos, sin embargo, carentes de la meta de convertirse en permanentes.

Esto, en nuestra opinión, es el mayor límite y una de las principales causas de los fracasos a largo plazo de las revueltas e insurrecciones del último período.

Esto, junto con el deslumbramiento que dan las propuestas de las asambleas constituyentes, es la bajada del horizonte de lo revolucionario a la reforma y fortalecimiento del sistema actual.

Volviendo a la historia contemporánea, podemos ver cómo las plazas fueron varias veces los lugares donde otra cultura intentaba nacer, la hija de los siglos que la precedieron, pero no sólo una insípida alternativa de la capitalista.

Es en cambio la alternativa sosa que a menudo, por desgracia, proponemos en los lugares donde vivimos.

Pero podemos hacerlo mejor…

En una constante re-discusión del yo y de nosotros, de nuestras relaciones. Una exploración hecha de imaginación, curiosidad, autocrítica, para deconstruir la cultura de la dominación a favor de algo nuevo.

De modo que en los espacios abiertos, que por naturaleza alejan el sectarismo y la identidad, cada categoría, cada identidad finalmente se disuelve entre los rebeldes y sus fuegos.

Para que lo impredecible y lo excepcional se convierta en nuestra vida cotidiana.

Un final que viviremos

Si este es el principio del fin, o sólo una mayor exacerbación de la crisis, todavía no lo podemos saber. Lo que es seguro es que esta pandemia dejará una cicatriz indeleble en la vida y la imaginación de todos. Así como en el propio sistema. Lo que es seguro es que la idea de que este es «el mejor de todos los mundos posibles» se abandonará incluso a los más obstinados defensores del capitalismo. Ni siquiera los de buena fe.

Y así, si los fundamentos ideológicos fallan, el sistema económico se derrumba y la devastación causa estragos en el rostro del capital, siempre puede devolvérseles las llamadas “responsabiliidades individuales”. Se comienza a vislumbrar el declive del antropocentrismo

En este horizonte, miles de millones de seres vivos se levantan de nuevo, percibiendo la posibilidad de un futuro de libertad.

Ante nosotros, lo inexplorado, lo desconocido. Se trata de elegir abandonar nuestras propias certezas para explorar las infinitas posibilidades que nos esperan. Los exploraremos con una emoción, con la exaltación del descubrimiento, de la vista de lo totalmente nuevo.

Y lo haremos con alegría

desde el borde del abismo, hacia un amanecer de revuelta y liberación

[02 Marzo 2020] Coronavirus, agronegocios y estado de excepción

Mucho se dice sobre el coronavirus Covid-19, y sin embargo muy poco. Hay aspectos fundamentales que permanecen en la sombra. Quiero nombrar algunos de éstos, distintos pero complementarios.

El primero se refiere al perverso mecanismo del capitalismo de ocultar las verdaderas causas de los problemas para no hacer nada sobre ellas, porque afecta sus intereses, pero sí hacer negocios con la aparente cura de los síntomas. Mientras tanto, los estados gastan enormes recursos públicos en medidas de prevención, contención y tratamiento, que tampoco actúan sobre las causas, por lo que esta forma de enfrentar los problemas se transforma en negocio cautivo para las transnacionales, por ejemplo, con vacunas y medicamentos.

La referencia dominante a virus y bacterias es como si éstos fueran exclusivamente organismos nocivos que deben ser eliminados. Prima un enfoque de guerra, como en tantos otros aspectos de la relación del capitalismo con la naturaleza. Sin embargo, por su capacidad de saltar entre especies, virus y bacterias son parte fundamental de la coevolución y adaptación de los seres vivos, así como de sus equilibrios con el ambiente y de su salud, incluyendo a los humanos.

El Covid-19, que ahora ocupa titulares mundiales, es una cepa de la familia de los coronavirus, que provocan enfermedades respiratorias generalmente leves pero que pueden ser graves para un muy pequeño porcentaje de los afectados debido a su vulnerabilidad. Otras cepas de coronavirus causaron el síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés), considerado epidemia en Asia en 2003 pero desaparecido desde 2004, y el síndrome respiratorio agudo de Oriente Medio (MERS), prácticamente desaparecido. Al igual que el Covid-19, son virus que pueden estar presentes en animales y humanos, y como sucede con todos los virus, los organismos afectados tienden a desarrollar resistencia, lo cual genera, a su vez, que el virus mute nuevamente.

Hay consenso científico en que el origen de este nuevo virus –al igual que todos los que se han declarado o amenazado ser declarados como pandemia en años recientes, incluyendo la gripe aviar y la gripe porcina que se originó en México– es zoonótico. Es decir, proviene de animales y luego muta, afectando a humanos. En el caso de Covid-19 y SARS se presume que provino de murciélagos. Aunque se culpa al consumo de éstos en mercados asiáticos, en realidad el consumo de animales silvestres en forma tradicional y local no es el problema. El factor fundamental es la destrucción de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por asentamientos urbanos y/o expansión de la agropecuaria industrial, con lo cual se crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus.

La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se transmiten a humanos es la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más de 70 por ciento de antibióticos a escala global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema de resistencia a los antibióticos, también para los humanos. La OMS llamó desde 2017 a que las industrias agropecuaria, piscicultora y alimentaria dejen de utilizar sistemáticamente antibióticos para estimular el crecimiento de animales sanos. A este caldo las grandes corporaciones agropecuarias y alimentarias le agregan dosis regulares de antivirales y pesticidas dentro de las mismas instalaciones.

No obstante, es más fácil y conveniente señalar unos cuantos murciélagos o civetas –a los que seguramente se ha destruido su hábitat natural– que cuestionar estas fábricas de enfermedades humanas y animales.

La amenaza de pandemia es también selectiva. Todas las enfermedades que se han considerado epidemias en las dos décadas recientes, incluso el Covid-19, han producido mucho menos muertos que enfermedades comunes, como la gripe –de la cual, según la OMS, mueren hasta 650 mil personas por año globalmente. No obstante, estas nuevas epidemias motivan medidas extremas de vigilancia y control.

Tal como plantea el filósofo italiano Giorgio Agamben, se afirma así la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno.

Refiriéndose al caso del Covid-19 en Italia, Agamben señala que “el decreto-ley aprobado inmediatamente por el gobierno, por razones de salud y seguridad pública, da lugar a una verdadera militarización de los municipios y zonas en que se desconoce la fuente de transmisión, fórmula tan vaga que permite extender el estado excepción a todas la regiones. A esto, agrega Agamben, se suma el estado de miedo que se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla (https://tinyurl.com/s5pua93).

[06 Noviembre 2019] Si no entiendes la rabia, es que ya estás muerto.

La rabia forma parte de nosotros, de cualquier ser emocional. Está ahí y hay que saber utilizarla, sobre todo, hay que saber para qué utilizarla. Desde cualquier institución de la sociedad democrática (sea la escuela, los medios de información o cualquier gurú psi del siglo XXI) te conminarán a gestionarla, a expulsarla lejos de ti para poder crecer como persona y convertirte en alguien mejor. Luego te sonreirán y te apuntaran en la lista de incautos ciudadanos ejemplares de la que formamos parte casi todos. Nuevamente, obrarán su magia y tú saldrás convencido de que todo está en ti. Sin embargo las causas seguirán ahí y tarde o temprano volverán. La frustración y la percepción de injusticia son los precursores habituales de la rabia, por tanto, no hace falta ser muy espabilado para comprender que las toneladas de injustica sobre las que se edifica la sociedad moderna no dependen de uno mismo para ser erradicadas, hace falta más, muchísimos más. No sería difícil que cualquiera de nosotros estableciera un listado con una docena de cuestiones (desde las más cercanas hasta las más lejanas si es que se puede hacer esta distinción en un mundo tan globalizado donde todo nos afecta a todos) en las que perciba claramente la injusticia. Probablemente, algunas de ellas nos frustren y, otras tantas, nos indignen. Cuando estas cuestiones se van acumulando, la rabia aparece y se hace necesario tomar partido.

Existen diferentes vías para hacerlo, mejor dicho se nos ofrecen diferentes vías. Desde lo personal a lo global. Si todo falla, queda el camino institucional porque en toda sociedad democrática existe la forma de cambiar el estado de las cosas: vota, afíliate, manifiéstate… pero hazlo siempre dentro de un orden, dentro del marco que otros han establecido. Pero si quieres darte cuenta, pronto descubres que todo eso es una vía muerta, no lleva a ningún lugar. Cambian las personas, los partidos, las leyes, lo que quieras, pero el resultado siempre es el mismo: tú pierdes. Todos lo sabemos. Y la rabia aumenta.

Hace tiempo, podías conformarte, aceptar el papel de comparsa y tratar de seguir con tu vida mientras el futuro esplendoroso que te prometían llegaba. Pero pasaron las generaciones y las promesas se han desvanecido. La precariedad se ha convertido en el modo de vida habitual, la exclusión y la marginalidad son el pan de cada día para cada vez más gente que por toda respuesta obtiene la indiferencia social (en el mejor de los casos) o la represión, física, legal, económica… (en el resto de casos). Y la rabia aumenta.

Y no sólo aumenta, sino que se extiende. Los que se creían a salvo, los que se consideraban ejemplares porque siempre hicieron lo que estaba mandado, descubren que también van a caer. Que ya están cayendo, que no tienen nada que ofrecer a las generaciones venideras porque nada tienen ya. Y la rabia aumenta.

Y llega el día que desborda. Una simple chispa que enciende la mecha y el orden salta por los aires. La rabia toma la vida para posibilitar que nos volvamos a sentir humanos, con esperanza en algo mejor. Cuando esto ocurre ya no importa qué fue lo que encendió la mecha, sino lo rápido que se propaga el fuego, la amplitud de la onda expansiva. Aparecen sentimientos y emociones que creíamos olvidados, que ya no existían y las fuerzas surgen de donde no las había. Lo que parecía improbable, se torna real y lo que parecía imposible, empieza a atisbarse en el horizonte, tomando forma. En ese momento, las normas preexistentes dejan de tener valor, la justicia deja de estar ligada a la ley para aparecer en su verdadera forma: la solidaridad entre iguales. Es en esos instantes en que la rabia recorre su camino y deja ver el verdadero rostro que aguarda al final de ese camino: la libertad.

[22 Octubre 2019] ¿Debemos los anarquistas apoyar la insurreción catalana?

Surgen estos días en medios anarquistas debates sobre la conveniencia o no de apoyar y alentar la insurrección catalana, originada por la dura e injusta sentencia contra varios políticos independentistas por parte del Tribunal Supremo.

Escuchamos opiniones de distinto signo, algo que no nos debe alarmar. Siempre en nuestra historia hemos debatido ante problemáticas muy diversas. Por citar algunas: militarización o no; revolución o guerra; apoyo a los aliados de la I Guerra Mundial o pacifismo. Violencia o no violencia, comunismo o colectivismo…

Ello es debido a que el pensamiento anarquista, aunque parte de unas bases ideológicas y estratégicas básicas (antiestatismo, anticapitalismo, federalismo, apoyo mutuo, antiautoritarismo, autogestión…), no es un programa cerrado, y se enriquece en la confrontación de posturas. Creemos que es necesario contribuir a la reflexión sobre este conflicto y entendemos que, tanto los que defienden la no participación en las acciones en la calle como los que creen que hay que apoyar al pueblo catalán en su lucha, tienen sus legítimas razones.

Hay una postura que defiende la necesidad de que los anarquistas alentemos y colaboremos en cualquier tipo de insurrección. En este caso, aunque el detonante tiene relación con las aspiraciones de una parte de la población catalana a crear un Estado independiente, sus defensores afirman que en este caso la lucha está en la calle y el pueblo se está enfrentando a un Estado, el español e incluso al catalán, al defenderse de la violencia de los cuerpos represivos, mossos y policías. Además consideran que la lucha es justa, dado que la sentencia del Supremo aplica unas penas desproporcionadas de cárcel contra varios independentistas que, en algunos casos, tan solo se expresaron públicamente por la desobediencia civil y la creación de una república catalana.

A ello hay que sumar que algunos apartados de la sentencia del Supremo sientan un peligroso precedente para criminalizar la disidencia y la libertad de expresión, tal como han reconocido numerosos especialistas en derecho.

Otra postura dentro del este debate entiende que para nada debemos apoyar una lucha cuyo objetivo final es la separación de un Estado para construir otro, con sus instituciones y su monopolio de la violencia, con sus impuestos, sus jueces y sus capitalistas locales. Consideran los partidarios de la no intervención en el conflicto catalán que arrimar el hombro en estas barricadas conllevará que, los que estén en la primera línea llevarán la peor parte (cárcel, multas) y que, a la postre, la insurrección será aprovechada por la burguesía catalana para su propio beneficio, convirtiendo a los “radicales” en carne de cañón una vez consigan sus objetivos.

No les falta razón y hay antecedentes históricos que lo sostienen (véase la Revolución Francesa, la Comuna de París, La Revolución Española, la ucraniana de Makjnó…).

A nuestro juicio debemos respetar tanto unas como otras posturas. Los anarquistas, nuestros grupos y organizaciones nos hemos caracterizado siempre por nuestra autonomía, que es la base de la libertad a la que aspiramos. Hemos de respetar a los que honestamente acuden a la lucha, aunque inicialmente esté alentada por intereses diferentes y hasta contrarios a los de los antiautoritarios, pero también comprendemos a aquellos a los que les chirría arriesgar su integridad física para una causa que luego solo beneficiará a los defensores del Estado y del capital (aunque este sea catalán).

Partiendo de este respeto, nos postulamos no obstante favorables, en el actual estado cosas (en donde la represión policial y estatal está llegando a altas cotas), a apoyar al pueblo catalán que ha decidido desobedecer tanto al Estado español como a la disciplina de los partidos y organizaciones catalanistas y sus estrategias.

Hay que tener en cuenta que las actuales circunstancias de lucha insurreccional se escapan ya del control de los independentistas. Es ya una lucha del pueblo contra la opresión y la represión, una lucha que, de seguir intensificándose podría derivar hacia objetivos revolucionarios y de desestabilización del sistema estatista y capitalista (español y catalán).

Malatesta nos ayuda un poco a tomar postura, pues este tipo de situaciones ya se han experimentado desde el surgimiento del anarquismo. Así, consideraba que el deber de los anarquistas es siempre estar en medio del pueblo en rebelión, aunque sus aspiraciones sean limitadas. En este sentido el teórico italiano entiende que para que los anarquistas participen en la insurrección, es suficiente que ésta se haga contra los dominadores y tenga un carácter cualquiera de reivindicación política o económica en interés del pueblo, por pequeña que pueda ser.

No han sido pocas las ocasiones en la historia en las que muchos anarquistas, entre ellos Bakunin, participaran en insurrecciones no estrictamente anarquistas pero que llevaban en ellas el espíritu de rebelión contra un opresor. En el caso del Estado contra Cataluña es claro, y por eso, creemos que es bueno apoyar la insurrección catalana. Sirve además de gimnasia revolucionaria para un futuro, cuando, si llega a existir esa república catalana, los dirigentes catalanistas manden a sus sabuesos contra los trabajadores y los explotados.

Grupo Higinio Carrocera

[13 Octubre 2019] Accidentes laborales: la abolición del trabajo como cuestión de supervivencia.

Corres peligro. Y, posiblemente, no seas consciente de ello. Probablemente, sin saberlo, te coloques en la linea de fuego durante 40 horas a la semana (eso sobre el papel, sabemos que realmente le dedicas muchas mas horas). O menos horas, pero la misma miseria de retribución. Seguramente, en lo mas hondo de tu ser, no quieras ponerte en esa situación peligrosa de manera cotidiana. Pero la sociedad -y sus títeres- te han hecho pensar que estas ahí por elección, y si te das cuenta de que no es así y lo expresas, te señalará con su gran dedo acusador y gritará: VAGO. Aparte de condenarte a la miseria. Esta situación de peligro, esta condena cotidiana y perpetua, se llama trabajo.

Algunas personas nos tacharán de alarmistas, dirán que buscamos excusas para no trabajar (no necesitamos excusas; lo decimos bien alto y claro: NO QUEREMOS TRABAJAR). Pero si analizamos las raíces del trabajo asalariado, su papel en esta sociedad, y por tanto en nuestras vidas; si observamos las consecuencias que tiene sobre nuestra salud, tanto física como mental, nos damos cuenta de que exageración hay poca.

Cada año mueren en Madrid unas 80 personas debido a “accidentes” laborales. En todo el estado esta cifra se eleva a 600 personas al año. Y si buscamos cifras globales, de todo el planeta, la lista de trabajadores muertos aumenta hasta 360.000 personas. Eso, teniendo en cuenta de que estos son los datos de los que se tienen registro, ya que en el resto del mundo (fuera de Occidente, donde reside la mayoría de la población mundial) debemos asumir que los registros no recogen todas las muertes en el trabajo, debido a la mayor precariedad laboral (trabajadores sin contrato, esclavitud, etc…), una menor o más ineficaz burocratización de la vida y unas condiciones de trabajo significativamente peores (con esto no queremos decir que nuestras condiciones de trabajo sean buenas; simplemente que las que se dan en otras partes del mundo son muchísimo peores).

Todos los distintos puestos de trabajo tienen sus particularidades, y por lo tanto generan enfermedades especificas y matan de manera particular. Por ejemplo, un auxiliar de carga y descarga de montaje de escenarios tiene riesgo de morir aplastado por muchos de los elementos que manipula en su jornada laboral; mientras que un conductor de autobuses no sufre ese riesgo, tiene muchas mas posibilidades de formar parte de una colisión de trafico (sobra apuntar que aquellas desgracias que nos acontecen de camino al trabajo también forman parte de los riesgos que uno asume como parte de su trabajo). Es imposible ponernos a analizar las particularidades de cada puesto de trabajo, en un mundo como este que posee una división del trabajo increíblemente compleja, y que necesita de esta para funcionar. Lo que si que podemos hacer es analizar ciertas cuestiones generales que atraviesan todo trabajo asalariado.

El trabajo puede ser entendido como el tiempo y el esfuerzo dedicado a la producción de bienes y servicios, los cuales generan beneficios a través de la explotación de personas que venden su fuerza de trabajo a los empresarios, los cuales acaparan el beneficio generado por esos bienes y servicios a cambio de una misera parte de los mismos, el salario que paga a los trabajadores. Esta “relación” que se establece entre el trabajador y el patrón pasa a definir nuestra vida, a ser el eje en torno a la cual se vertebra. Si no lo tenemos, no podemos descansar hasta tenerlo. Si lo tenemos, nos sometemos a las condiciones que sean con tal de mantenerlo. Para no perderlo, dia a dia renunciamos a nuestras horas de descanso y de sueño, dedicando un periodo de tiempo significativo a una actividad que por lo general no nos gusta, y renunciamos a los beneficios que genera a cambio de migajas.

La ansiedad, las jornadas dobles, el estrés laboral, el no respetar las horas de descanso entre jornadas, las horas extra, la amenaza de despido (el cual supone una condena a la miseria), los plazos impuestos desde arriba por personas que no hacen tu trabajo y que posiblemente no tenga ni idea sobre el, el acoso, el trato despectivo; son situaciones cotidianas en la mayoría de las empresas.

Al vernos sometidos a estas condiciones a diario, no se puede negar el efecto nocivo que tiene el trabajo en nuestras vidas. Nos mina la salud física y mental. Nos quita las ganas de vivir, ya que nuestra vida se dedica a enriquecer a otras personas. Personas que son escoria. La mayoría de los accidentes laborales que se producen son por infarto o derrame cerebral (algo muy ligado a situaciones de estrés elevado). Curiosamente, también son los factores de mayor mortandad en nuestro país fuera y dentro del trabajo, algo que tiene una estrecha relación con el mundo laboral dado que nos pasamos la mayor parte del tiempo trabajando. Aunque el infarto no se produzca en el puesto de trabajo, la relación que tiene con éste es bastante evidente.

De la importancia del trabajo como eje principal de nuestras vidas, nace una división del tiempo: tiempo de trabajo y tiempo de “ocio”. Hay que dejar claro que entre ambos existe una relación, pues el ocio es tiempo libre en cuanto a que es tiempo que no pasamos en nuestro puesto de trabajo. Sin trabajo asalariado no hay tiempo libre, pues nuestras vidas quedarían a nuestra disposición para emplearlas como mejor consideremos. De esta manera, el “ocio” no es más que una concesión, un tiempo de desconexión y descanso destinado a aumentar nuestra productividad de cara a la siguiente jornada laboral. A parte de un gravísimo problema de concepto, (el tiempo de ocio nace de la existencia del trabajo asalariado; nuestro tiempo es nuestra vida, y esta no se puede dividir en distintos segmentos), existe el problema de como empleamos nuestro tiempo libre. A raiz de las cuestiones explicadas en el párrafo anterior, es bastante común las tendencias autodestructivas en nuestro tiempo de ocio, con el fin de buscar la evasión. Estas tendencias autodestructivas se materializan en el consumo, tanto de productos como de sustancias. Las horas frente al televisor, las drogas, irse de compras, son usos de nuestro tiempo que no contribuyen a nuestro desarrollo como individuos, nos merman como seres humanos, a parte de los efectos directamente nocivos para la salud, como el sedentarismo o aquellos derivados del consumo de droga. De esta manera, vemos como el trabajo nos roba la vida y la salud (física y mental) desde otro frente, aquel que se sitúa en la posición que ocupa en nuestras vidas y la división de nuestro tiempo que genera.

¿Como es posible, que ante un panorama tan desolador, la gente no haga más que callar y asumir? ¿Por qué, si la gran mayoría de personas pasa su vida realizando actividades monótonas y aburridas que no les gustan, no dejan de hacerlo? Esto se debe a que hemos sido educados para desarrollar una dependencia con el trabajo y el mundo que lo necesita. Hoy en día, la principal manera que tenemos cubrir necesidades (vivienda, alimentación, etc..) para nuestra supervivencia es a través del dinero, el cual solo podemos adquirir legalmente siendo explotados o explotando a otros seres humanos. Como somos gente decente, el explotar a otros seres humanos queda descartado, así que solo nos queda el trabajo asalariado. (Existen otros métodos de cubrir esas necesidades, pero la gente no suele estar dispuesta a asumirlos). A parte de ello, la división del trabajo nos ha robado nuestras capacidades y potencialidad como individuos, generándonos una dependencia hacia los llamados especialistas, haciéndonos incapaces de abordar problemáticas básicas de nuestras vidas, o tomar decisiones conscientes sobre ellas.

Cada muerto, cara herido, cada enfermedad provocada en el trabajo es un crimen de sangre contra los explotados, o sea, contra aquellos que tienen que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir en este mundo. Los accidentes se dan este contexto hecho para enriquecer a los empresarios. Da igual las particularidades en el que se haya producido y mucho menos nos importan los discursos que señalan al explotado en lugar del empresario como único culpable. Sin olvidar a las Mutuas, los sindicatos y demás órganos que regulan el trabajo y la muerte que este provoca. ¿Qué mierda es esa de ponerle precio a nuestras heridas, a nuestros miembros amputados trabajando, a nuestras enfermedades? Una maldita barrera de contención que la Ley y el Estado generan. La pasividad de nuestros días frente a esta guerra de exterminio contra los y las currelas contrasta con la rabia y acción que los accidentes laborales desataban antaño. Y era normal: si morimos trabajando para enriquecer a un patrón, el patrón debe pagarlo caro. La huelga, el sabotaje y la acción directa debía y debe ser la respuesta a la sangre con la que amasan sus fortunas. No hay conciliación posible con los empresarios. No hay conciliación con el trabajo.

Es por todo esto que el trabajo mata, de muchas maneras diferentes. Es por todo esto que el trabajo te lleva a la muerte real o figurada, reduciendonos a sombras de lo que podríamos llegar a ser si vivieramos libres. Es por todo esto que debemos luchar contra el trabajo, si queremos recuperar la vida que nos han robado. No hay otra opción.

Si hay sangre en los tajos, que sea del patrón…

[04 Junio 2019] Transición o guerra climática

La migración climática ya está ocurriendo. Cada año entre 2008 y 2015, un promedio de 26,4 millones de personas migraron a causa de desastres relacionados con el clima, según las Naciones Unidas.

Y el cambio climático no va a mejor; ya ni los ‘expertos’ escépticos contestan el calentamiento global sino sólo sus causas.

Algunas de las consecuencias incluyen tormentas cada vez más severas y aumentos del nivel del mar que ya van sumergiendo áreas costeras y ciudades habitadas incluyendo Ámsterdam, Hamburgo y Lisboa.

Por supuesto en las zonas más pobres del planeta es donde esto se nota más, bien sea porque los fenómenos meteorológicos son más extremos, porque las enfermedades tropicales causan daños más graves, porque las personas subnutridas tienen pocos recursos o porque una vivienda inadecuada se encuentra especialmente en situación de riesgo. Mientras el huracán Irma azotaba Florida en septiembre, las fuertes lluvias sumergían un tercio de Bangladesh y del este de la India matando a miles de personas.

A mediados de este siglo, es probable que el cambio climático desplace a mucha más gente que la Segunda Guerra Mundial, que desplazó a unos 60 millones de personas en toda Europa. Algunos expertos estiman el número entre 150 y 300 millones de refugiados y migrantes. Para ponerlo en perspectiva, la crisis migratoria que afecta a Europa desde 2015 no ha alcanzado ni a dos millones.

Entre el drama de pensiones de menos de 300 euros al mes, los recortes en educación, sanidad y tantos otros servicios básicos que creíamos que el progreso garantizaba, nos despertamos por la mañana pensando más “no sé si puedo pagar las facturas” que “los casquetes polares se están derritiendo y nos dirigimos a la catástrofe climática”.

La justicia climática, la democracia energética o los bienes comunes parecen dimensiones externas aunque se relacionen con todo. El cambio climático no saca tanta gente a la calle como la lucha por las pensiones o la lucha feminista. Muchas mujeres sienten que hay una guerra contra la mujer, y muchas y muchos pensionistas sienten que la hay contra la población pensionada.

Los fenómenos meteorológicos extremos que destruyen vidas humanas y muchas veces la posibilidad de un retorno a la normalidad, son “Actos de la naturaleza”? O es el cambio climático una guerra de clases? La crisis económica (o la llamamos mejor estafa?) de 2008 ha proporcionado a las élites gobernantes de todo el mundo una coartada perfecta para seguir reestructurando, privatizando y desregulando los recursos, las instituciones y las esferas públicas.

La violencia del cambio climático es impulsada por la decisión de seguir quemando combustibles fósiles, decisión tomada por las grandes corporaciones y los gobiernos a los que financian.

[28 Abril 2019] No votes, autoorganízate y lucha

Ahora más que nunca, debemos denunciar la farsa electoral, mostrarnos contrarios a cualquier representante, no creer en los cantos de sirena de la izquierda, hacer un llamamiento a no votar en ninguna de las elecciones que vienen y autoorganizarse con tus vecinas para plantar cara al Fascismo, el estado y el capital.>

No votes, autoorganízate y lucha

“Ejercer el poder corrompe, someterse al poder degrada”

La fiesta de la democracia se avecina. ¿No te llega para el alquiler? Vota ¿Tienes un aviso de desahucio? Vota ¿Un/a conocido/a ha caído en el pozo de la droga o las apuestas? Vota ¿Para luchar contra la extrema derecha? Vota ¿Parar el cambio climático? Vota.

Las elecciones son la trampa que organiza el estado para hacer creer a la población que sus opiniones valen algo. Como dijo alguien: “Si votar sirviese de algo estaría prohibido”.
Cualquier forma de estado se basa en que unos pocos sometan a la mayoría. Unas pocas personas acumulan la gran parte de la propiedad y de los medios de producción sometiendo al resto de la población mediante el trabajo. Es el capital el que tiene el verdadero poder y los gobernantes tan solo deciden en los estrechos márgenes que permite el capitalismo.

Si participas en las elecciones delegas tus responsabilidades en un tercero y confías en que esos representantes cumplan sus promesas. Al votar estás permitiendo que los políticos a quienes votaste decidan por ti los próximos cuatro años. Si votas nulo o en blanco no cuestionas el sistema de representación, tan solo expresas tu disconformidad con los partidos que se presentan.

Es posible hacer frente al estado y el capitalismo mediante la autoorganización de los de abajo contra los de arriba en sus múltiples formas. Desde los centros sociales autogestionados, los ateneos, las asambleas vecinales, de vivienda, de mujeres, los sindicatos de barrio, las redes de apoyo mutuo y desde cualquier espacio que nazca de la necesidad de plantar cara a la injusticia social.
La autoorganización o la organización por nosotras mismas es horizontal porque la toma de decisiones es entre todas, sin líderes ni jerarquías, como un reflejo de la sociedad sin clases a la que aspiramos.

La delegación de tus decisiones políticas en un representante es vertical, perpetúa la jerarquía y justifica la sociedad de clases. Los partidos políticos tienden a desmovilizar y domesticar los movimientos sociales, encauzando e integrando el descontento en los cauces permitidos del sistema.

En el estallido social de mayo de 2011 surgieron múltiples asambleas y espacios autoorganizados. En 2014 surgió el partido Podemos para integrar dentro del sistema al descontento social. A la vez, eran duramente reprimidas los movimientos sociales en general. En la elecciones municipales de 2015 nacen las candidaturas de unidad popular reforzando la desmovilización; de esta manera mucha gente que había bajado a la calle volvió a su casa confiando en los cantos de sirena de los partidos de izquierda.

Una vez más, el estado y el capital, salen reforzados de una crisis. De esta manera surge el multipartidismo renovador frente al bipartidismo caduco.

En 2019 la izquierda vuelve a llamar al voto frente al auge de la extrema derecha. Pero la historia nos ha enseñado que a los fascistas se les para en la calle, codo a codo, desde los movimientos sociales, combatiéndoles en las calles y arrinconándoles. En 1936 fue el pueblo en armas el que enfrento al ejercito y los Fascistas, mientras que algunos políticos de izquierdas se negaron a dar armas a la gente. Preferían el fascismo, que al pueblo en armas y la revolución social.

Ahora más que nunca, debemos denunciar la farsa electoral, mostrarnos contrarios a cualquier representante, no creer en los cantos de sirena de la izquierda, hacer un llamamiento a no votar en ninguna de las elecciones que vienen y autoorganizarse con tus vecinas para plantar cara al Fascismo, el estado y el capital.

Contra la Farsa electoral!

Por la abstención activa!

[25 Marzo 2019] ABSTENCIONES 2019: Apuntes para un debate que no tendría que existir.

La abstención vuelve a copar los titulares de la prensa, especialmente la de “izquierda”, asustada por la debacle electoral de Andalucía que ha dado a la “derecha” el gobierno en dicha comunidad autónoma tras cuarenta años de cesarismo socialista y por la irrupción de la derecha del P.P. (VOX) que está siendo usada como ariete contra el desencanto con las políticas de izquierda en aras de una supuesta “unidad antifascista”. Siniestramente se recuperan viejos eslóganes creados por el también siniestro Rodolfo Martín Villa (especialmente aquel que dice “si ahora no votas, luego no te quejes” anunciado en TV para las elecciones del año 1979) e hiperbólicas llamadas a parar “al fascismo” dirigidas muy especialmente al nuevo caladero masivo de votos izquierdistas: las mujeres. Por parte de “las derechas”, la cuestión catalana sirve de catalizador para el ascenso de la formación VOX, cuya omnipresencia mediática da mucho que pensar sobre cómo se dirige desde arriba el debate político y las cuestiones centrales que deben marcar la agenda de esta campaña electoral.

Los partidos de izquierda, especialmente el PSOE de Sanchez, tienden a culpar a los abstencionistas de la pérdida de confianza de sus potenciales votantes, tirando de argumentos falaces, pues por ejemplo, la abstención al no computar en el recuento general de votos no modifica las relaciones de fuerza expresadas en las urnas, es decir: cuando dicen “nuestro partido ha sido perjudicado por la abstención” o “la culpa de que haya ganado en votos la suma de las derechas y la ultraderecha ha sido de quienes no han ido a votar”, habría que decir que en realidad ha habido partidos (los de izquierda en este caso) que no han sido capaces de movilizar a sus potenciales electores y que esta desmovilización refleja, más allá de un cierto pasotismo o indiferencia al respecto de la política, también una desafección con los representantes y las reglas del juego democráticos.

Para encuadrar el asunto en sus parámetros exactos, echemos un vistazo a los datos. La participación en las diversas campañas electorales (generales, municipales y autonómicas, europeas) no es siempre igual, siendo las elecciones generales en las que más se moviliza el electorado (entre un 66 y un 80% de participación) seguidas de las autonómicas (63% al 73%) y por último las europeas, con niveles de participación inferiores al 60%. El abstencionismo no hace más que aumentar desde el año 2011, siendo la participación inferior al 70% (en las generales se han llegado a alcanzar los máximos de participación -80%- únicamente en las elecciones que dieron la victoria a Gonzalez en 1982, y registrándose niveles de participación superiores al 70% en las campañas de 1993, 1994, 2004 y 2008) lo que para el ministerio del interior quiere decir que estamos atravesando la etapa de desmovilización electoral más larga de la historia de España.

Muchos estudios coinciden en afirmar que esta abstención tiene un componente crítico con el sistema, y está encuadrada en sectores sociales que no se sienten representados en las políticas de Estado, llegando a producirse un “círculo vicioso de la abstención” (Justel): grupos sociales que se sienten menos representados dejan de votar, lo cual hace que sus intereses no sean tenidos en cuenta por los políticos (en aras de maximizar sus rendimientos electorales) lo que a su vez aumenta el sentimiento de exclusión y el rechazo a las urnas de estos sectores sociales… Para otros autores (Schattschneider, Burnham) la abstención no es normal ni funcional, es más bien una señal de que la democracia es poco real para mucha gente que se siente marginada del sistema político. Frente a esto están las teorías del “elitismo democrático” (Bacharach), que afirman que la abstención de un gran número de gente es necesaria para el buen funcionamiento del sistema democrático dado el desigual interés por la política que manifiestan diversos individuos y sectores sociales. Así pues, está claro que el grueso de esta abstención no se rige por parámetros anarquistas, es decir, no tiene un proyecto consciente detrás de destrucción de las instituciones del Estado. El partido de la abstención, que si bien es cierto ha resultado el claro vencedor en buena parte de las elecciones celebradas en los últimos años, y que como es lógico repunta en periodos de crisis social, no es una amenaza para la estabilidad democrática. Aunque se asocie una elevada participación como ideal democrático y como consecuencia, una baja participación refleje el descrédito con el sistema, aparte de los múltiples factores individuales que pueden llevar a una persona a abstenerse en unas elecciones cualquiera, no existe un movimiento en la calle que haga pensar que este gran número de abstencionistas (12 millones de personas en las últimas elecciones generales) piensen que puede existir otra forma de gestión de los asuntos públicos más allá de la política parlamentaria.

Para un anarquista no debería existir nada parecido a un debate sobre la conveniencia o no de participar como votante en un proceso electoral cualquiera. Debería ser una cuestión ampliamente superada tras más de 150 años de rechazo de las prácticas políticas y parlamentarias, y a la vista de hechos históricos que deberían ser conocidos por todos/as los/as militantes. Defender los principios anarquistas de federalismo, autorganización, autogestión, solidaridad y apoyo mutuo, acción directa… excluye de facto la posibilidad de pactos o componendas con el enemigo de clase y sobre todo excluye los chalaneos con la casta política nueva y vieja. El reconocimiento del hecho de que la abstención se produce por diversos factores (individuales y sociales) y no es consecuencia directa de la asunción generalizada por los abstencionistas de los principios y prácticas anarquistas nos puede orientar hacia donde y hacia quienes tendríamos que dirigir tanto nuestra propaganda como nuestras propuestas de intervención social. Caer en la trampa del sistema asumiendo como propias las cuestiones a considerar políticamente en una campaña electoral es entrar en el terreno de su política y manejar sus argumentos, con lo cual nuestra derrota está asegurada: no tenemos nada que vender en el mercado electoral. Sorprendentemente parece que hay un gran interés en hacer entrar a estos minoritarios sectores abstencionistas conscientes en el redil electoral, especialmente en esta campaña que arranca con la excusa de la “alerta antifascista” ante la psicosis VOX, está claro que en un espectro electoral tan fragmentado cada voto cuenta y la izquierda de todas las tendencias es consciente de ello.

Somos un “movimiento” fragmentado y débil, con muy escasa incidencia social, pero somos los únicos que podemos dotar de fuerza y argumentos a los desencantados con el sistema. O cuanto menos, somos los únicos que podemos mantener con vida el utópico sueño de una sociedad libre sin clases sociales y sin Estado. Seguir defendiendo estas ideas que nos separan absolutamente de las políticas parlamentarias, sus “derechas e izquierdas”, es imperativo en estos tiempos de confusión y de venderse al mejor postor. Pero no solo eso. También con nuestras prácticas, en la medida de nuestras posibilidades y siendo realistas con las fuerzas que disponemos, como la ocupación de viviendas y centros sociales, tan necesaria en estos tiempos, podemos mostrar a esos no votantes desencantados y asqueados por las mentiras de los de arriba que podemos luchar contra el sistema y conseguir arrebatarle espacios vitales para desarrollar otras formas de organización fuera de las jerarquías y de la burocracia estatal.

NUEVAS CARAS, VIEJA POLÍTICA: NO LES VOTES.

[11 Marzo 2019] Conspiracionismo y manipulación.

En los últimos tiempos hemos asistido a la proliferación de las teorías de la conspiración y al desarrollo del conspiracionismo como fenómeno sociopolítico. Esto es especialmente notorio en los medios de la disidencia política donde han florecido muchas de estas teorías, lo que constituye no sólo una novedad sino también un problema en la medida en que no se ha llevado a cabo una reflexión serena, racional y crítica de estos planteamientos. Por el contrario se ha optado por aceptar irreflexivamente muchas de estas teorías, al mismo tiempo que se ha evitado cualquier análisis crítico que significase un cuestionamiento del verdadero papel que estas desempeñan tanto en los medios de la disidencia como en el conjunto de la sociedad.

Ciertamente a lo largo de la historia, y aún en el presente, han existido conspiraciones de todo tipo, pero estas se han circunscrito a ámbitos y situaciones muy concretas. Esto es especialmente claro, por ejemplo, en la práctica totalidad de magnicidios y golpes de Estado, y de los que la historia da perfecta cuenta. Sin embargo, el problema no está en constatar la existencia de conspiraciones, sino en hacer de la conspiración una concepción del mundo a través de la que explicar el conjunto de la realidad. Y es aquí donde hacen su aparición las famosas teorías de la conspiración.

La necesidad del ser humano de entender el mundo tan complejo en el que vive, y la ineficacia que han demostrado las ideologías y las teorías políticas para llevar a cabo con éxito esta tarea, ha empujado a ciertos sectores de la población a buscar respuestas en otra parte, y sobre todo a mostrarse receptivos hacia puntos de vista y explicaciones estrafalarias que, entre otras cosas, tratan de resolver de modo simplista muchas preguntas que las personas se hacen sobre la realidad en la que viven. Esto no hace sino demostrar que nos encontramos ante un problema epistemológico, que ataña al modo en el que conocemos la realidad, y que es el resultado del estrepitoso fracaso de las grandes ideologías con sus metarrelatos y sistemas teóricos. Todo esto, junto al estado de ánimo de desconfianza generalizada que se ha implantado en la sociedad, ha creado unas condiciones favorables para que las teorías de la conspiración hayan encontrado una audiencia receptiva.

Las teorías de la conspiración se presentan como explicaciones, a veces más o menos ingeniosas, que tratan de resolver el problema que el sujeto tiene a la hora de entender la realidad. Y lo hacen mediante el desarrollo de una narrativa que gira en torno a una trama oculta en la que una minoría omnipotente, pero desconocida para el gran público, desarrolla envuelta en el secretismo sus planes de dominación mundial. Esta minoría que actúa desde la sombra es la que controla los resortes del poder con los que dirige el curso de los acontecimientos en el mundo, y maneja a su antojo a todos los demás que son, en definitiva, meras marionetas suyas.

A tenor de lo antes expuesto las teorías de la conspiración manifiestan un tremendo simplismo en sus explicaciones y en su lógica discursiva, lo que sólo tiene éxito en la medida en que apela a la sospecha y desconfianza como disposición de algunas personas y sectores sociales a asumir unos planteamientos paranoides. De hecho, las teorías de la conspiración son por lo general autorreferenciales, de forma que únicamente aceptan como evidencias aquellos hechos que confirman sus propias explicaciones y que caminan en la misma dirección de su lógica discursiva. El conspiracionismo viene a ser la expresión política del pensamiento paranoide, y como tal se muestra rígido e incorregible, lo que lo hace monolítico e inamovible, de modo que no tiene en cuenta las razones contrarias al recoger, como se ha dicho, datos o signos que confirman sus prejuicios para convertirlos en convicción.

Si lo anterior muestra el modo en el que operan las teorías de la conspiración, lo más importante es el fin al que en realidad sirven. Es habitual que se hable de vez en cuando de conspiraciones de uno u otro tipo, pero lo problemático entre quienes se adhieren a las tesis conspiracionistas es que no existe ningún cuestionamiento de su finalidad, ni tan siquiera se tiene en cuenta la posibilidad de que estas puedan ser un instrumento de dominación o manipulación. En este sentido las teorías de la conspiración son paradójicas, porque formalmente pretenden liberar a la persona mostrándole la manipulación a la que está sometida para, acto seguido, someterla a otro tipo de manipulación. A fin de cuentas las teorías de la conspiración son sólo teorías que se basan en conjeturas, suposiciones y en algunos hechos circunstanciales que son utilizados como base fáctica para legitimar sus postulados. Y a veces ni siquiera tienen una base fáctica de ningún tipo.

Es preciso hablar claro de una vez. Las teorías de la conspiración sirven fundamentalmente para ocultar la realidad. Quienes se adhieren a ellas y las convierten en su particular concepción del mundo demuestran una tremenda incapacidad de análisis, lo que refleja igualmente una derrota intelectual. Este tipo de teorías desvían la atención de los aspectos decisivos de la realidad y pretenden hacernos creer que el mundo es fruto de un complot tramado por jesuitas, masones, judíos, extraterrestres, George Soros, cátaros, satanistas, illuminati, templarios, la familia Rothschild, los Rockefeller, el club Bilderberg, la nobleza negra veneciana, etc. Según estas teorías estos grupos sociales e individualidades que actúan en la sombra desempeñan la función agente al ser los que toman las decisiones y ejercen el poder sobre la sociedad. Pero esto es completamente erróneo. En primer lugar, porque estas teorías hacen que la persona deje de tener los pies en la tierra y se deje arrastrar por especulaciones y extravagancias sin una base real en la mayoría de los casos, o a lo sumo meramente circunstancial en el mejor de los casos. En segundo lugar, estas teorías son nuevos dogmas de fe que exigen la adhesión del individuo para ser válidas, de manera que impiden la reflexión autónoma y crítica, pues ya está la teoría que lo explica todo.

Por último, hay que señalar que las teorías de la conspiración son en numerosas ocasiones producidas por los propios servicios secretos de los Estados, o bien difundidas por estos en el marco de sus campañas de desinformación, manipulación, propaganda y desestabilización de sociedades, colectivos e individualidades. Las teorías de la conspiración sirven a los intereses de los Estados. Desviar la atención de los aspectos centrales y decisivos de la realidad constituye la principal finalidad y razón de ser de estas teorías, pues todas ellas llevan a callejones sin salida. Su efecto es desorientador ya que sumergen al individuo en un cúmulo de mentiras y medias verdades que lo alejan de la realidad para sumergirlo en la burbuja del conspiracionismo, lo que en última instancia lo hace mucho más vulnerable y, en definitiva, manipulable. En otras ocasiones este tipo de teorías resultan muy funcionales a la hora de apuntalar estructuras ideológicas en declive y desacreditadas, de tal modo que operan como recursos para justificar y legitimar ciertos postulados políticos desfasados que por regla general se traducen en la defensa del sistema de dominación vigente. Esto es muy frecuente en las sectas políticas e ideológicas de todo tipo que están dispuestas a todo con tal de controlar y ganar adeptos.

Tampoco hay que olvidar la dimensión económica del fenómeno de la conspiración. Basta con echar un vistazo a la cantidad gurús, comentaristas, portales de noticias, conferenciantes, tertulianos y demás charlatanes de todo tipo y laya que se mueven en el ambiente del conspiracionismo. Nos encontramos con una considerable cantidad de libros, revistas, vídeos, artículos, programas, documentales, etc., que pueblan redes sociales y multitud de canales de comunicación difundiendo estas teorías, lo cual genera un volumen respetable, todavía no cuantificado, de negocio. El conspiracionismo se ha convertido en algo económica y profesionalmente muy rentable para quienes han sabido introducirse en esta corriente y vender sus productos, además de darse a conocer, incrementar su capital social y medrar en la jerarquía social. Asimismo, el conspiracionismo ha originado nuevos grupos que giran en torno a estas teorías, hasta el extremo de articular todo un espacio social en el que una minoría, por medio de sus elucubraciones y explicaciones completamente disparatadas, ejerce su poder ideológico.

El Estado, el ejército, los jueces, la policía, las cárceles, la burocracia, las leyes, los impuestos, los servicios de espionaje, etc., no son ninguna conspiración. Están ahí y son plenamente visibles. Son estructuras de poder que ejercen funciones de mando, que administran la sociedad según sus intereses estratégicos, y que constituyen una minoría organizada. Conforman el poder establecido al concentrar los recursos necesarios para tomar decisiones que son impuestas a la sociedad. Desviar la atención hacia supuestos grupos sociales que son presentados como más poderosos, sean los jesuitas, los masones, satanistas o George Soros, es simple y llanamente desconectar completamente de la realidad y sumergirse en la oscuridad de la mentira que convierte en tontos útiles del sistema a quienes dan crédito a estas teorías. El poder en la sociedad reside en el Estado y en las organizaciones que este sostiene para la consecución de sus propios intereses, como ocurre con la propiedad privada en los medios de producción y con el capitalismo en general. El Estado y el capitalismo no son ninguna conspiración. En suma, el poder establecido no es ninguna conspiración, en todo caso el modo en el que este es ejercido en la medida en que ciertas decisiones e informaciones requieren ser mantenidas en secreto. Por tanto, cualquier lucha por un mundo nuevo exige, entonces, conocer el funcionamiento de la institución central en torno a la que se organiza la sociedad, el Estado, así como de aquellas otras que desempeñan funciones auxiliares a su servicio. Todo lo demás, como ocurre con el conspiracionismo, es desviar la atención de esta realidad fundamental y decisiva, y por ello es terminar colaborando con el sistema que nos oprime.

[14 Febrero 2019] Reflexiones sobre la Técnica y el Estado.

El verdadero Poder político y económico radican en los avances de la técnica y la tecnología. La política y la economía están al servicio del técnica y la tecnología.

El progreso y la modernidad en general le está saliendo muy caro a la humanidad. Todo progreso debe ir acompañado de la existencia de un Estado fortalecido a través de los impuestos, de una súper-estructura que organice de forma pormenorizada todos los asuntos de la sociedad y de un ejército que defienda los intereses de la clase dirigente dentro y fuera del país. La protección que brinda el Estado a sus súbditos debe ir acompañada de una fiscalización exhaustiva del ciudadano y de su consentimiento para favorecer el progreso técnico y tecnológico, de manera que no pueda haber ningún tipo de contestación y cuestionamiento al orden establecido vigente.

Si durante la revolución industrial no había vida más allá de las fábricas, en la revolución tecnológica no hay vida más allá de las pantallas.

Si la revolución industrial impuso el trabajo (asalariado) como modo de vida, en la revolución tecnológica se impone el ocio como modo de vida. El trabajo y el entretenimiento sirvieron y sirven como herramienta de control social, la producción y el consumismo derivaron y derivan en sistemas totalitarios que desbordan las expectativas de desarrollo que pueda tener el individuo en la sociedad. No puede haber libertad en un sistema de dominación que invade permanentemente la vida de los individuos y que dicta cómo hay que pensar y actuar en cada momento de la misma.

El tiempo para el hombre moderno es básicamente dinero, es decir, producción y consumo (que se convierte en consumismo). No hay otra concepción del tiempo que no sea la material, invadiendo constantemente la esfera pública y privada del individuo y su vida. Lo espiritual queda reducido a las creencias religiosas, políticas y filosóficas que suelen servir de medio para la consecución de fines materiales. Se ha prostituido la espiritualidad en nombre del progreso, la modernización y el desarrollo económico. Ya no queda espacio para la convivencia sana, la psicología y la religión están al servicio del Capital y el Poder. Todo está contaminado por las relaciones de dominación ya sean económicas o afectivas.

Ante el peligro que causaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki de una aniquilamiento total de la civilización, la humanidad tomó la senda de la destrucción lenta y programada que le ofrece la técnica por medio del control de la Naturaleza y el ser humano a fin de evitar su inminente desaparición, de manera que la técnica se convierte en herramienta de su salvación y degradación planificada hasta la desaparición de lo que se ha llamado vida “inteligente” en el planeta.

Las guerras son Razón de Estado y en consecuencia son sagradas, de manera que la ley permite matar en nombre de la patria. El ejercicio de la violencia esta salvaguardado por el imperio de la clase dirigente.

El Estado se funda en la violencia, es decir, en la guerra. Con lo cual el Estado en tiempos de “paz” es un Estado prebélico dispuesto a tomar las armas en el momento en que vea peligrar su status qüo o Poder. Mediante el Estado prebélico el Estado mantiene a otros Estados a raya incluyendo a la población o disidencia interior que albergue intenciones de cambiar el Sistema.

La tecnología ha creado un mundo totalmente abstracto, internet es la culminación de este mundo dominado por las máquinas que sitúa al ser humano como un producto creado por la técnica que ya no puede percibir la realidad tal como es, debido a la dependencia que éste tiene con la megamáquina.
Su disposición y servidumbre es cada vez mayor, normalizando lo que será el nuevo sistema de dominación basado en el tecnofascismo.

Su capacidad de sentir será cada vez menor al estar alejado del mundo natural, de manera que los estímulos externos anularán a los internos, es decir, la propaganda lo proveerá de las motivaciones que necesite en cada momento para guiar su conducta.
Ya no quedará ningún resquicio de humanidad en un mundo tecnológico. Todo estará al servicio de la técnica y la máquina. El mundo virtual reemplazará al mundo natural que quedará reducido a la mínima expresión en su faceta ecofascista para la supervivencia de los más adaptados al nuevo sistema de dominación.

Internet y las redes sociales formas parte del espectáculo capitalista donde la imagen del usuario se mide por el número de seguidores y me gustas. La permanente competitividad por la popularidad en Internet es un indicativo de una sociedad de masas en la que el individuo renuncia a su originalidad innata y se tiene que vender como una mercancía más para poder ser reconocida. La imagen del individuo transformada en mercancía para la audiencia y el mercado. La revolución transformada en espectáculo y asimilada por el sistema de dominación. Ya no quedan individuos donde sólo hay imágenes abstractas.

Con Internet el espectáculo se ha democratizado. Ahora quien disponga de Internet puede ser famoso. Sólo se trata de venderte como un producto o una marca para la audiencia. Si gustas (me gusta en facebook) empezarás a ser famoso y podrás competir con otras marcas o imágenes reconocidas para aumentar tu popularidad. En el fondo lo que manda en la sociedad de consumo es el mercado y el Poder. La fama te proporcionará influencia. Influencia para convencer (influencer) e influencias, con lo que tendrás más Poder si alcanzas los objetivos que determina el mercado. El poder alimenta al Poder.

El poder político crea el poder económico. La democracia es un pastiche de ideologías que derivan en totalitarismo al servir a un único fin; la conquista del poder político para apropiarse de los recursos naturales y de este modo ofrecerlos como mercancía a la sociedad, de manera que puedan competir a través del trabajo por una remuneración. El dinero se transforma en objeto de especulación y de competencia o dicho de otro modo en un fin para la supervivencia. Sólo se trabaja por y para el dinero, no hay otra motivación que no sea la material.

La democracia o el poder político sirven de este modo a la consecución y perpetuación de la economía como fin y no como medio para la sociedad. Todo gira en torno a la economía. Sin acumulación de capital no hay progreso, modernización y tecnología.

El mundo se ha acabado transformando en una inmensa mercancía con la que poder especular y obtener beneficios económicos hasta su extunación y destrucción.

La primera etapa de la emancipación es espiritual e individual como sucede con la dominación. La dominación de la sociedad surge en primer lugar a partir de la coerción política y social (gobernados-gobernantes) para ser después económica (explotados-explotadores).

Para liberarse de los explotadores el individuo deberá primero liberarse de los gobernadores, es decir, de los políticos que dicen representarlo y de sus instituciones dedicadas a la opresión o en última instancia del Estado

En la sociedad capitalista todo se mide por la cantidad y no por la calidad. La dependencia de las leyes del mercado y de la productividad (1) imponen un modo de vida competitivo e hiper-violento en todos los ámbitos de la vida del ser humano que suprimen su creatividad o la ponen al servicio del Poder, con lo cual queda reducido a bestia de carga o a autoridad intelectual sumido en su propio narcisismo individualista que lo despoja de todas los valores y virtudes que lo hacen ser humano.

1. De ahí la destrucción de la Naturaleza, la adoración al sistema ténico y el fetichismo de la mercancía con la sacralización de la imagen que imponen los valores capitalistas.

La sociedad de la información se circunscribe en la era de la confusión, donde nada es completamente falso y completamente verdadero. De ahí que la propaganda sea la herramienta de manipulación por excelencia de los gobernantes hacia los gobernados. No se distingue la información de la propaganda y todas los hechos pueden ser tergiversados a conveniencia en forma de noticias por parte de los medios de comunicación ya sean de masas o alternativos.

[04 Febrero 2019] No nos encontraréis ahí… (Sobre violencias de género y gestiones colectivas).

Escribimos este comunicado con la finalidad de compartir la preocupación y el hastío que nos han generado muchas situaciones que hemos conocido o vivido directamente en los últimos tiempos en relación con la definición de la violencia de género y su gestión en los movimientos sociales y libertarios.

Partimos de la idea de que las violencias de género son producto de un modelo heteronormativo que impone una única forma de existencia en cuanto a lo que es nuestro cuerpo, nuestra identidad, nuestra expresión de género, nuestra sexualidad y nuestras relaciones. Todas aquellas personas que no cumplimos con esta norma nos podemos ver o nos hemos visto expuestas a violencias, ya que estas son el castigo a las transgresiones y al incumplimiento de la heteronorma. Y las que suceden en los espacios que debieran ser de apoyo y solidaridad hacen insostenibles las vidas y las militancias de lxs que luchan, y por ello nos oponemos firmemente a ellas. Todas las personas que firmamos este comunicado llevamos años luchando contra el heteropatriarcado, así como por la liberación de todxs.

Ahora bien, una vez expuesta nuestra postura nos resulta imprescindible compartir una reflexión respecto a cómo el discurso feminista hegemónico está definiendo las violencias y, por defecto, se están gestionando las así denominadas agresiones.

La primera cuestión que nos resulta problemática es la forma en la que se está enmarcando, conceptualizando y considerando la Violencia de Género. Desde determinados feminismos se nombra con este término desigualdades de género estructurales o simbólicas, provocando que el concepto violencia tome un espectro demasiado grande de significados. Hemos llegado al escenario en el que una mirada, un tono elevado en una asamblea, una insistencia en mantener una conversación o un acercamiento torpe son considerados actos de violencia. Nombrando así actos tan leves se magnifica la violencia y su alcance, promoviendo una especie de estado de alarma o de terror sexual que sirve como justificación a actitudes airadas, agresivas y absolutamente desproporcionadas hacia quien los comete. No queremos decir que ciertas actitudes no tengan un componente de género, pero de reproducir el sexismo o tener una actitud sexista a cometer un acto violento o una agresión va un trecho.

Así las cosas, lo peor de todo son las consecuencias que esta definición de violencia está generando ya que, lejos de resultar empoderante o liberadora, es claramente victimizante, paternalista y criminalizadora.

Por una parte, nombrar actos de tan baja intensidad como violencia da una idea de que las mujeres y las personas diversas en cuanto al género y la sexualidad, principales víctimas de este fenómeno, son excesivamente vulnerables, lábiles y sensibles, para las cuales solo una mirada podría dañarlas y resultarles absolutamente inadmisible. Además, una víctima definida de tal manera está autorizada a reaccionar de la forma en que le venga en gana y se le  admite cualquier actitud irracional, emocionalmente exagerada de rabia o de tristeza; avalada por el hecho de haber sido víctima de la supuesta situación de violencia.

Pero esta victimización (de las mujeres y personas con diversidad sexual y de género) no se da únicamente en estos casos que estamos tratando –donde se hace un uso extremadamente extensivo del término violencia-, sino también en aquellos en los que de forma efectiva se ha producido una situación de violencia de género. No negamos que en los entornos de lucha y militancia se (re)producen estas violencias, sin embargo, entendemos que la forma en que se explican sus causas y el modo en que se acoge a la víctima condicionan los mecanismos que se proponen para abordar esta situación; siendo la (re)victimización su perversa consecuencia. La legitimación de la víctima para actuar de cualquier modo, el cuestionamiento de su agencia al negarle la capacidad de elaborar estrategias útiles y no solo vengativas y la magnificación de los efectos que esta violencia haya podido tener sobre ella son ejemplos de esta victimización.

En cualquiera de los casos, entender así  las violencias de género –sean de la intensidad que sean- lleva como contrapartida tener que abordarlas de una manera determinada y limitada, que suele derivar en estrategias criminalizadoras hacia quien las comete; cuando la criminalización nunca estuvo entre los planes de quienes pretenden transformar el mundo.

PRIMERAS MEDIDAS, PROPIAS DEL ESTADO… Y DEL ESPECTÁCULO

La prohibición del denominado “agresor” a frecuentar determinados espacios, el escarnio público mediante la propagación de imágenes o nombres completos, la obligatoriedad de llevar a cabo “terapias reparativas” con el control y supervisión de las mismas, la violencia física o las amenazas, etcétera, han sido y siguen siendo estrategias criminalizadoras utilizadas contra las personas que han sido acusadas de cometer algún acto considerado de violencia de género.

No decimos que estas estrategias no pudieran ser necesarias en un momento determinado, asumiéndolo como un fracaso colectivo, con la finalidad de proteger a la víctima o advertir a otras personas ante la peligrosidad de reincidencia. En ese caso, con anterioridad, habríamos contado con el espacio para plantearnos formas menos constrictivas y punitivas de resolver la situación preservando la calidad ética de nuestra actuación y la reparación del daño a la víctima. Pero, lamentablemente, está siendo imposible en estos tiempos plantear en espacios militantes/activistas estas formas mediadas o menos castigadoras de gestión de las violencias sin ser acusada de complicidad con las mismas o de “agredir” directamente al resto del quorum presente.

Nos resulta inadmisible la propagación de datos sin contrastar o informaciones privadas de personas acusadas de agresión, sin proceder a realizar un mero intento de mediación y sin tener en cuenta que algunos de los actos que se denuncian son actos de bajísima intensidad o actos realizados hace años. Todos estos ejemplos los pudimos ver en el caso de la cuenta de Twitter “agressorsmusica”. De la misma forma, nos resulta cuestionable y controvertible que a personas que hayan podido llevar a cabo un acto denominado sexista y que estén dispuestas a repararlo les sea negada la posibilidad de hacerlo y, en cambio, se las someta a amenazas de escarnio o denuncia pública como ha pasado con nuestro compañero y amigo Pablo Vaso. Podríamos nombrar innumerables ejemplos de actuaciones criminalizadoras hacia personas acusadas de agresión que impiden la posible transformación de la conducta, la reparación del daño a la víctima y que ponen en marcha una serie de mecanismos que naturalizan en las mujeres los significados de la bondad y la debilidad emocional y en los hombres los de la imposibilidad de transformación y la maldad intrínseca. Nosotrxs no creemos en hechos naturales y esenciales en cuanto al género.

DESEMPOLVANDO VIEJOS VALORES LIBERTARIOS

Esta forma de definir la violencia sin tener en cuenta las diferencias entre género simbólico, estructural e individual nos deja sin capacidad de nombrar qué sucede con toda la pluralidad y graduación de situaciones. Esto nos despoja de herramientas que se han ido construyendo desde algunos feminismos –y otras corrientes refractarias-, tanto para la superación de las mismas como para identificar qué las genera y por tanto responsabilizar a instituciones, personas o grupos de personas.

Es por todo ello que, sin ánimo de realizar un repaso exhaustivo de estrategias, queremos apuntar algunas cuestiones que nos parecen clave para reflexionar en torno a la gestión de las violencias de género.

Para empezar nos resulta imprescindible elaborar conceptualizaciones rigurosas y objetivas sobre los significados de la violencia de género y huir de la “prohibición” de graduar las conductas y las repercusiones de las mismas. La negación y censura de grados e intensidades resulta inútil para el proceso que debe llevarse a cabo respecto a la persona que ha agredido, pero además también es absolutamente perjudicial para la recuperación de las víctimas.

Por otra parte, es necesario que entendamos los espacios militantes como espacios para sostener la vida de cada vez más personas que luchan y no de menos. No creemos en las purgas, en las élites, ni en la ley del más fuerte. No creemos útiles los procesos de escarnio, ridiculización y agresividad que se han puesto de moda para defender cualquier idea. Las luchas basadas en la identidad, teniendo objetivos y principios muy valiosos, están tomando como estrategia la agresividad verbal hacia el/la otrx, en una especie de pugna antagónica hacia personas comprometidas que estarían dispuestas a transformar sus actitudes machistas, lgtbifóbicas o racistas. En cambio, son insultadas y apartadas de las luchas por una simple cuestión de procedencia identitaria naturalizante y esencialista. Todo ello, bajo la presunción asumida y publicitada de que las militantes y activistas no están aquí para hacer pedagogía. Lo sentimos, pero lxs anarquistas siempre hemos creído que la educación y la pedagogía eran la base de la transformación social, sin olvidar otras estrategias, y no estamos dispuestas a abandonarlas. Creemos en espacios de transformación social y de libertad, no de escarnio, maniobras de poder y castigos.

Estos espacios de transformación social deben servir también para des-aprender y deconstruir los géneros a la vez que elaboramos formas individuales de existencia en libertad, sin coerción ni imposición grupal. Deconstruir los géneros tiene que ver con este proceso de pensar el cómo hemos llegado a ser “hombres” y “mujeres”, y cuáles son los mecanismos que continúan convirtiendo estas identidades en necesarias. Esto nos ayudará por una parte a identificar las instituciones y estructuras coercitivas que siguen imponiendo los géneros como imprescindibles para así poder atacarlas. Pero, por otra parte, nos ayudará a desnaturalizar la idea de que la feminidad implica de forma intrínseca bondad, acceso a la verdad, inocencia y fragilidad emocional; así como que la masculinidad es en sí misma maldad, opresión y violencia.

Por último, apelamos a la responsabilidad individual y colectiva en los procesos de reflexión y gestión respecto a las violencias de género. La “lavada de manos” ante las consecuencias de nuestras estrategias de lucha es una tendencia inaceptable. Las violencias de género no son responsabilidad única de quienes las cometen, y es por ello que, además de acompañar la recuperación de las víctimas, sería importante pensar en formas, colectivas y no vergonzantes, de acompañar el proceso de cambio de quien agrede y está dispuesto a plantearse un cambio y reconocer el error. Las consecuencias hacia quien comete actos de violencia de género deben ser siempre acordes con la intensidad del acto de violencia, pero principalmente a la intencionalidad de reparación y de cambio.

Y es desde esta responsabilidad desde la que escribimos y hacemos público este texto. Es desde la responsabilidad desde donde vencemos el miedo al escarnio y a la falsa susceptibilidad y opacidad. Desde la responsabilidad pensamos que la reflexión nunca resta, sino que suma y es necesaria para hacer crecer nuestras luchas.

¡Contra toda dominación!

¡Por la revolución feminista!

(para reflexiones, discusiones o debate: projectexprojectex@gmail.com).

PROJECTE X

[23 Enero 2019] Capitalismo verde, la misma vuelta de tuerca.

Desde que empezamos a escuchar hablar de Capitalismo Verde hasta hoy, la situación política, económica y social ha cambiado considerable­mente. Lo que desde luego sigue siendo lo mismo, es el objetivo del sistema capitalista: la acumulación de capital y la obtención de beneficios.

El desastre capitalista

Capitalismo verde, la misma vuelta de tuerca

Muchos dirían que estamos en una fase de capitalismo terminal, en la que se hace evidente la incapacidad de ofrecer soluciones eficientes a los problemas de la gente que habitan bajo su techo: paro, explotación, precariedad laboral, represión, nocividad…

Con la sucesión continua de una crisis tras otra, la situación de emergencia diaria que nos obliga a vivir la gestión capitalista que se hace del mundo, es cada vez más acuciante. Y es que, a medida que pasan los años, el capitalismo absorbe y se introduce en cada vez más esferas de la vida, haciéndose con un monopolio cada vez mayor de la gestión de los recursos y de las relaciones que se dan en el planeta.

El tiempo ha demostrado que la crisis es inherente al capitalismo, y a cada crisis le sigue una reestructuración de las relaciones sociales en las que se apoyaba el sistema capitalista para funcionar con normalidad. Cada fase sepulta a la anterior, y todos los caminos que dictaminan para resolver los problemas en los que el propio capital nos ha metido, nos sepultan a nosotros. Y aún hoy, los cuestionamientos mayoritarios al capitalismo no se hacen sobre sus fundamentos, sino que apuntan a una “mala gestión” de los recursos.

Estas críticas alarman sobre el descenso del nivel de vida, el aumento del paro, la pérdida de los derechos conquistados (materializados en servicios públicos), la corrupción de los partidos y banqueros, y un largo etcétera que podemos simplemente saliendo a la calle.  Negando las consecuencias o criticando sus manifestaciones, se da pie a mantener la fe en el capital. Se plantea la posibilidad de gestionar el capital y su sociedad de otra manera.

Y ya hace algún tiempo que se empiezan a señalar las nuevas vías que debe tener el capitalismo para salvarnos nuevamente de los problemas que ha producido.

La situación de la que se parte es delicada: ciudades super pobladas, acumulación de residuos, aumento de la contaminación, despoblación del campo, calentamiento global. Todos los síntomas que nos aquejan hoy se incubaban desde hace tiempo, durante toda la segunda mitad del siglo XX en la que el capitalismo productor de mercancías iba extendiéndose y creciendo a un ritmo vertiginoso, arrasando con el medio que pisaba, apoderándose de todos los recursos, apropiándose de todos los servicios, en definitiva: adueñándose del planeta para convertirlo todo en dinero (o más propio del capitalismo tardío, en bonos de deuda, divisas, acciones…)

Pero ¿a dónde nos lleva esta versión cortoplacista del capitalismo cuyo único fin era devorar todo lo devorable?

Ante la situación de crisis generada, los estados y los mercados comienzan desde hace años a plantear una “utilización racional del territorio y de los recursos”. Y es que, la marcha acelerada que ha llevado el capitalismo durante todos estos años supone hoy una escasez de energía que le impedirá continuar con su actual ritmo, frenando la obtención de beneficios.

Se empieza a hablar, pues, de capitalismos verdes, economías verdes, desarrollo sostenible. Y así entramos en la nueva era del capitalismo con apellidos.

¿Qué es el capitalismo verde?

El “Capitalismo Verde” es una nueva área de negocios en la que la mercancía es la naturaleza. La naturaleza y todos sus bienes son ahora un nuevo y necesario mercado, que permitirá al sistema salir de la crisis económico-financiera que ha creado. ¿Pero cuáles son sus antecedentes?

Aunque se ha hablado de los problemas ambientales causados por la industrialización del mundo durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX, a finales de éste se da cita uno de los momentos más significativos en el desarrollo del capitalismo verde, que marcaría una línea al discurso en cuanto a los problemas ambientales se refiere. La cumbre Rio20 (también conocida como Cumbre de la Tierra) de 1992, que se realizó en Río de Janeiro, Brasil: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y desarrollo. En esta cumbre, entre otras cosas, surge una amalgama de asociaciones, tratados y comités encargados en gestionar el devenir del planeta: el Convenio de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (CDB), la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) y la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (CNULD).

Veintisiete años después, tras un sinfín de reuniones, conferencias y encuentros de todo tipo, con todos los grupos y comités creados para paliar los efectos que las crisis generan en la tierra la realidad es que el único resultado ha sido la disminución de la biodiversidad, el aceleramiento de los desequilibrios climáticos, los procesos de desertificación y la reducción de las áreas de bosques y de humedales.

La Naturaleza como mercancía

Lo que sí ha surgido tras estas cumbres ha sido la creación de instrumentos económicos de mercado que tratarán de evitar el desastre e indicarnos el camino para seguir creciendo económicamente y calculando los posibles daños que podría aguantar la Tierra y los que la habitan. Un proceso de mercantilización de la naturaleza que es funcional a los intereses de los responsables centrales de la crisis ambiental: las grandes empresas y los estados.

El uso de la naturaleza con fines económicos no es nuevo, el sistema extractivista de producción capitalista vive de esto, pero esta nueva visión del capitalismo verde da un paso más allá transformando la naturaleza misma en una fuente de rentabilidad, privatizando y mercantilizando el medio.

Este proceso por el que se convierte a la naturaleza en proveedora de servicios, en los que además de utilizarse para explotar el medio, abre nuevos mercados que permiten sacar rentabilidad de este nuevo escenario, de los que participan actores tan significativos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, gobiernos, empresas energéticas, etc.

En 2010, por ejemplo, el Banco Mundial promueve la iniciativa WAVES, que nace según sus palabras como “una alianza global liderada por el Banco Mundial que busca promover el desarrollo sostenible mediante la integración de los recursos naturales y su valuación económica a la planificación de políticas de desarrollo y a la economía nacional.”

Tras una de las cumbres del G8 en 2007, nació el estudio de La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad o “TEEB”, que “trata de hacer visible los beneficios económicos de la biodiversidad y los costos de la pérdida de biodiversidad.” Dicho con otras palabras, identificar y cuantificar estos beneficios y mitigar las pérdidas. Es significativo que la comisión encargada de coordinar el estudio del TEEB fuera otorgada al Deutsche Bank.

En definitiva, por la vía que sea, el capitalismo y el neoliberalismo se han identificado siempre por conseguir la privatización y la mercantilización de los bienes públicos, incluyendo los bienes comunes de la naturaleza. Política que ahora se está llevando a cabo en todo el mundo. Gracias a factores como la ciencia, motor de crecimiento para la expansión del capital y punta de lanza de todas las mejoras productivas en cualquier ámbito del sistema capitalista; e incluso el ecologismo, cuya principal función ha sido la de apuntar los síntomas derivados del desastre ecológico perpetrado durante tantos años y nunca sus causas. Ofreciendo, además, propuestas que responden únicamente a criterios técnicos y económicos que sólo benefician a determinadas fuerzas políticas y financieras, y que acaban perpetuando la explotación y la industrialización de nuestros medios.

¿Hacía donde nos lleva esto? 

Cada factor y cada agente cuentan para culminar la mercantilización y la privatización de la naturaleza, y todos se ponen a trabajar en la misma dirección para que la máquina no pare, y en última instancia, para favorecer la pérdida y la degradación de la naturaleza en beneficio de los de siempre. Privatización que en muchas ocasiones pasa por romper multitud de formas de vida tradicionales, expoliando los recursos de culturas indígenas o desposeyendo de toda posibilidad de autogestión a poblaciones enteras, impidiendo la capacidad de las comunidades a determinar libremente el manejo y la utilización de sus bienes comunes.

El capitalismo verde, aunque se vista con ropas más amables que el viejo capitalismo industrial, perpetúa y perfecciona la relación de explotación y opresión que viene desarrollando desde sus inicios. Si permitimos que la lógica del mercado dirija las relaciones de las personas y del medio que habitan, esto nos llevará irremediablemente al peor de los escenarios.

No podemos permitirnos soluciones dentro de los marcos establecidos por el propio sistema para recuperar nuestras vidas. Es imposible la vuelta atrás e inútil la exigencia de algún tipo de derecho proveniente por parte del Estado o del Capitalismo. Ni de la ciencia en forma de respuesta tecnológica o de gestión. Ni de la burocrática en forma de organización e implementación de mecanismos reguladores que permitan la sostenibilidad del desarrollo. Todo lo que venga del capitalismo, sea del color que sea, sólo ofrecerán respuestas paliativas a una sociedad enferma. Nada que sea fundado sobre la insistencia del reformismo nos librará de la explotación y de la precariedad.

Propiciar una cultura de la autogestión, encontrar otra manera de relacionarlos con la naturaleza y entre nosotros, una no cuantificable, a la larga, podría dotarnos de las herramientas necesarias para luchar contra el sistema que nos coloca en un mercado como sujetos consumidores y consumibles, que envenena todo lo que toca y nos conduce a la destrucción.

[12 Diciembre 2018] La identidad no es nuestro campo de batalla.

Se dice que la ultraderecha española se envalentona por la emergencia del independentismo catalán, también que hay un repunte del machismo como reacción a los avances del feminismo. Ambas afirmaciones son ciertas. Lógicamente, los fenómenos políticos que tienen cierta relevancia pública (ya sea porque suponen un cambio real, o porque los medios de comunicación los exageran interesadamente) no se sitúan dentro de un paréntesis social, aislados del tiempo y del espacio. Como parte de la vida real que son, tienen unas causas y unos efectos en ella. Pero cuidado: Es muy diferente analizar la relación que tiene el auge del fascismo con la irrupción en la agenda política del feminismo o el independentismo, que responsabilizar a estos movimientos de haber azuzado al monstruo, o sea, culpabilizarlos.

En esa misma línea, que sea el fascismo el que reaccione no quiere decir, necesariamente, que la causa de su reacción sea lo contrario al fascismo. Ejemplos: Hace unos años hubo un aumento de los movimientos sociales fascistas (Hogar Social, etc.) que reaccionaban a la miseria generada por la crisis capitalista, ¿es ese capitalismo en crisis lo opuesto al fascismo? No. ¿Representaba Galtieri lo contrario que Thatcher? Tampoco. ¿Fue Napoleón III la antítesis de Von Bismarck? Ni de lejos. De hecho es común que un nacionalismo se enfrente a otro nacionalismo de la misma naturaleza pero de diferente signo. Lo que pretendo decir con esto, es que la validez de unos argumentos o la superioridad de unas ideas políticas, no se miden en función del enemigo que despiertas cuando tratas de llevarlas a cabo. Esto es una falacia llamada argumento ad consequentiam, también conocida popularmente como “ladran, luego cabalgamos”. Últimamente, algunos han intentado convencer, tratando de justificar sus posiciones señalando al monstruo que tenían enfrente. Pero la política es más compleja que todo eso.

El fascismo necesita una reafirmación identitaria: cultural, sexual, nacional, religiosa, etc. Reacciona y se fortalece cuando un grupo percibe que su identidad está en peligro, porque la legitimidad de vivir conforme a ella es cuestionada. Esa identidad siempre es exclusiva, y se construye delimitando el lugar donde está el otro, dotando al grupo de un sentido de pertenencia. A un grupo sí se le puede oponer otro grupo: física, territorialmente; pero es un absurdo pensar que en política, una identidad se opone a otra identidad. En esencia, las identidades siempre son lo mismo y funcionan según la misma lógica. La identidad solo es la pantalla, lo realmente crucial es el sistema electrónico que hay detrás y que constituye su ideología. El nacionalismo catalán no se opone al nacionalismo español, sino que es el derecho de la población de un territorio a dotarse de sus propias estructuras políticas, lo que se opone a la conculcación de este derecho. Del mismo modo y aludiendo a la cuestión de género; no es la mujer la que se opone al hombre, sino que es una convicción igualitaria la que se opone a la supremacía masculina. Y es fundamental hacer hincapié y saber distinguir estas ideas, puesto que de la confrontación identitaria siempre saca réditos el fascismo.

La labor de la izquierda no es atribuir una supuesta ideología a la comunidad de varones blancos y heterosexuales (no existe tal comunidad). Las ideas izquierdistas son universales y hablan de igualdad, de justicia social, de libertad sexual, entre otras cosas. Inventarse un colectivo imaginario de opresores, que lo son única y exclusivamente por sus categorías identitarias, aduciendo que son portadores de unos privilegios que van ligados a su identidad, es exactamente lo que hacen los fascistas. ¿Cabe algo más absurdo y contraproducente? La pelea tiene que ser ideológica, solo así podremos ganar.

Como ejemplo, dos reflexiones que representan a la perfección la “izquierda” identitaria de la que hablo. Ambas a raíz de las elecciones andaluzas y el ascenso de la ultraderecha:

La primera, una influencer feminista, quien afirmaba que el “72% de los votantes de Vox son hombres. Por si queréis sacar conclusiones”. Al margen de la evidente falacia ecológica, y que es un dato absolutamente inútil (porque no menciona la relación mujeres-hombres de los votantes; y porque aun estando equilibrada, ese dato representa alrededor de un 7% de los hombres andaluces, con lo que no podríamos extraer ninguna conclusión), ¿no os suena de algo este tipo de afirmación? A mí sí. Me suena a cuando dicen que la proporción de delitos perpetrados por inmigrantes es mayor. La derecha xenófoba siempre utiliza  estadísticas relativas a delitos para deducir la naturaleza de los individuos a partir de las estadísticas del grupo al que pertenecen (buscan datos para criminalizar y estereotipar a gitanos, musulmanes, rumanos… a quienes no sean “de los suyos”). Y es que la lógica que hay detrás de ese tipo de explicaciones es la que utilizan los fascistas. En lugar de analizar las circunstancias sociales que rodean el delito, lo atribuyen a las características sexuales, raciales, étnicas, religiosas, nacionales… es decir, identitarias, del individuo. ¿Desde cuándo razona la izquierda al modo en que lo hacen los fascistas?

Una segunda reflexión, más sutil pero igualmente representativa de la “izquierda” identitaria, es la manifestada por un conocido abertzale, quien afirmaba que mientras la cultura política española no asuma el derecho a decidir y repudie el franquismo, la derecha y la ultraderecha tendrán vía libre. Aparte de que parece no seguir muy atentamente la política internacional, lo significativo de esto es que achaca unas ideas determinadas a la especificidad de una supuesta cultura política española. ¿Pero es que no fue Madrid un baluarte antifascista? ¿Y las revueltas jornaleras en Andalucía por la socialización de la tierra? ¿Y la Asturias minera, vanguardia de la revolución proletaria en la Europa occidental? Decir que esto no es cultura política española y en cambio sí lo es la mentalidad franquista, se hace con la clara intención de atribuir una carga negativa al sentimiento de identidad nacional que no es el tuyo. No puedo evitar reconocer en esas palabras a quienes siempre vincularon la violencia política a la particularidad cultural vasca. La política se hace con ideas, no midiéndonos la identidad, sea cual sea esta. Es la ultraderecha la que siempre esgrime razones identitarias para articular un discurso, porque necesita construir un “otro” contra el que posicionarse, a base de manipulaciones, verdades sesgadas y falacias. Por favor, no caigamos en la trampa de acudir a su campo de batalla.

El enemigo a batir no es un arquetipo de hombre, blanco, heterosexual y español. El enemigo es el corpus ideológico que justifica la desigualdad social por razón del sexo o lugar de procedencia. El que se opone al poder constituyente que emana de la voluntad popular. El que niega el derecho a vivir la sexualidad de forma libre y plena. Y a este corpus ideológico, curiosamente, siempre le subyace un sistema que legitima la explotación de la mayoría para el beneficio de unos pocos.

Por eso, creo que debemos interpelar también al hombre blanco y heterosexual a involucrarse en la pelea contra el fascismo, contra quien lo explota y contra quien niega su libertad política. Cualquiera que tenga sentido de la justicia debe luchar codo con codo junto a todas las personas que son discriminadas por cuestiones relativas a su identidad. Precisamente porque es una cuestión de justicia, y la justicia no tiene identidad. Es tan necesario tomar conciencia de la discriminación que sufre el otro por cuestiones identitarias (para que las relaciones que construimos día tras día sean igualitarias y justas), como dejar de culpabilizarnos de forma cristianizante por las categorías identitarias que arbitrariamente nos atraviesan. El cambio social no será un auto de fe. Distinguir esto es esencial para cualquier política que se pretenda de izquierdas.

[11 Diciembre 2018] Doce mitos sobre la acción directa. Desmintiendo malentendidos comunes.

La acción directa –esto es, cualquier tipo de acción que sobrepase los canales establecidos para alanzar sus objetivos de forma directa– tiene una larga y rica herencia en América del Norte, desde el Boston Tea Party y más allá. A pesar de esto, hay muchos malentendidos sobre ella, en parte debido a la forma en que se ha distorsionado en los medios corporativos.

1. La acción directa es terrorismo.

El terrorismo es calculado para intimidar y así paralizar a la gente. La acción directa, por otro lado, busca inspirar y así motivar a la gente para mostrarles el poder que tenemos como individuos para alcanzar nuestros objetivos por nosotros mismos. Mientras el terrorismo es el dominio especializado de una clase que busca hacerse del poder para ellos mismos solamente, la acción directa muestra posibilidades que otros pueden aprovechar, empoderando a la gente para tomar el control de sus propias vidas. En el peor de los casos, una determinada acción directa puede obstaculizar las actividades de una corporación o institución que los activistas perciben que está cometiendo una injusticia; pero esto es sólo una forma de desobediencia civil, no terrorismo.

2. La acción directa es violenta.

Decir que es violento destruir la maquinaria de un matadero o romper la ventana de un partido político que promueve la guerra es priorizar las propiedades sobre las vidas humanas y animales. Esta objeción valida sutilmente la violencia contra los seres vivos al poner toda su atención sobre los derechos de propiedad y no en otros hechos fundamentales.

3. La acción directa no es una expresión política sino una actividad criminal.

Desafortunadamente, el hecho de que una acción sea legal o no, no es una buena medida de si es justa o no. Las leyes de Jim Crow eran leyes después de todo. Oponerse a una acción sólo por el hecho de que es ilegal, es evadir la cuestión más importante de si es ética o no. Argumentar que siempre debemos obedecer las leyes, aunque consideremos que no son éticas o implicar condiciones no éticas, es creer que las posiciones arbitrarias del sistema legal tienen mayor autoridad moral que nuestras propias conciencias y esto nos vuelve cómplices de cara a las injusticias. Cuando las leyes protegen la injusticia, las actividades ilegales no son vicios ni la dócil obediencia a la ley es una virtud.

4. La acción directa es innecesaria donde la gente tiene libertad de expresión.

En una sociedad dominada por medios corporativos con una visión de túnel cada vez mayor, es casi imposible iniciar un diálogo público sobre alguna cuestión a menos que algo ocurra que llame la atención sobre ella. En tales condiciones, la acción directa puede ser un medio para favorecer la libertad de expresión más que de aplastarla. Igualmente, cuando gente que en otras condiciones se opondrían a una injusticia, la aceptan ahora como inevitable; no basta con sólo hablar sobre ella, es necesario demostrar que es posible hacer algo al respecto.

5. La acción directa te aísla.

Por el contrario, mucha gente que se siente aislada por la política tradicional de partidos se siente inspirada y motivada por la acción directa. Distintas personas sienten distintas aproximaciones adecuadas; un movimiento que busca ser incluyente debe ofrecer lugar a un amplio rango de opciones. A veces, personas que comparten os objetivos de aquellos que realizan acciones directas mientras se oponen a sus medios, gastan todas sus energías desacreditando una acción que se llevó a cavo. Al hacer esto, ellos arrebatan la derrota de las fauces de la victoria: sería mejor que aprovechen la oportunidad de concentrar toda la atención en las cuestiones sobre las que la acción intentaba llamar la atención.

6. La gente que practica la acción directa debería más bien trabajar a través de los canales políticos establecidos.

Mucha gente que practica la acción directa también trabaja dentro del sistema. Un compromiso de usar todos los medios institucionales para resolver problemas no necesariamente excluye un compromiso igual de seguir adelante donde los canales institucionales no pueden más.

7. La acción directa es excluyente.

Algunas formas de acción directa no están abiertas para todos, pero esto no necesariamente significa que no tienen valor. Todos tenemos diferentes preferencias y capacidades, y deberíamos actuar de acuerdo con ellas. La cuestión importante es cómo las diferentes aproximaciones de individuos o grupos que comparten los mimos objetivos a largo plazo pueden integrarse de tal modo que pueden complementarse.

8. La acción directa implica cobardía.

Esta acusación casi siempre viene de gente que tiene el privilegio de habar y actuar públicamente sin temer repercusiones; o lo que es lo mismo, de aquellos que tienen el poder en esta sociedad y aquellos que obedientemente aceptan tu poder. ¿Acaso la Resistencia Francesa debiera haber demostrado su coraje y responsabilidad enfrentando al ejército invasor Nazi en pleno día, condenándose a la derrota? Por esto, en un país cada vez más aterrorizado por la policía y la vigilancia federal de prácticamente toda la gente, no es de sorprenderse que aquellos disidentes quieran proteger su privacidad.

9. La acción directa sólo es practicada por estudiantes universitarios/ niños ricos privilegiados/ gente pobre desesperada/ etc.

Este alegato casi siempre se hace sin referencia a hechos concretos, como un calumnia. De hecho, la acción directa es y siempre ha sido practicada de formas variadas por gente de distintos giros de la vida. La única excepción posible podría ser los miembros de las clases más acaudaladas y poderosas que no tienen necesidad de practicar ningún tipo de acción ilegal o controversial; ya que, como por coincidencia, los canales políticos establecidos encajan perfectamente con sus necesidades.

10. La acción directa es trabajo de provocadores.

Esta es otra especulación que normalmente se hace a distancia, sin evidencias concretas. El alegato de que la acción directa siempre es trabajo de provocadores de la policía desempodera: descarta la posibilidad de que los activistas pudieran hacer algo así por ellos mismos, sobreestimando el poder de la inteligencia policiaca y reforzando la ilusión de que el Estado es omnipresente. Igualmente, descarta por adelantado el valor y el hecho de la diversidad de tácticas. Si la gente se siente con derecho de alegar que cualquier táctica que ellos no aprueban es una provocación policiaca, esto cierra la posibilidad de diálogo constructivo sobre las tácticas apropiadas.

11. La acción directa es peligrosa y puede tener repercusiones negativas para otros.

La acción directa puede ser peligrosa en climas políticos represivos y es importante que aquellos que la practiquen hagan esfuerzos de no poner a otros en riesgo. Esto no es necesariamente una objeción contra ella, de cualquier forma –por el contrario, cuando se vuelve peligroso actuar afuera de los canales políticos establecidos, se vuelve más importante hacerlo. Las autoridades pueden utilizar la acción directa como una escusa para aterrorizar a los inocentes, como lo hizo Hitler durante el Reichstag fue prendido en llamas, pero son aquellos en el poder los que deben responder por las injusticias que cometan al hacerlo, no aquellos que se oponen a ellos. Igualmente, aunque aquellos que practican acción directa de hecho corren riesgos, frente a una injusticia insufrible puede ser más peligroso e irresponsable dejara sin contestar.

12. La acción directa nunca logra nada.

Todo movimiento político efectivo a través de la historia, desde la lucha por la jornada de ocho horas al derecho al voto de las mujeres, ha empleado alguna forma de acción directa. La acción directa puede ser un complemento para otras formas de acción política de distintas formas. Si no por otra razón, sirve para subrayar la necesidad de reformas institucionales, dándole a aquellos que las impulsan más palancas para negociar. Pero puede ir más allá de este papel de apoyo para sugerir la posibilidad de una forma completamente diferente de organizar la vida humana, en la que el poder está distribuido de forma equitativa y la gente tiene igual voz de forma directa en todas las cuestiones que les afectan.

[04 Diciembre 2018] Fascismo y antifascismo.

Susanita y la tele han aupado a la extrema derecha al escenario parlamentario. No es casualidad. El pueblo vota y opina siempre lo que le dicen que ha de votar y opinar. El surgimiento de Podemos también fue fruto de los medios de comunicación, para controlar una situación social que se desbordaba. Lo mismo sucede con el actual auge de Vox. Los medios son la voz de su amo y del gran capital que les financia. Los desacreditados, falsarios y corruptos socialistas necesitan desesperadamente el espantajo fascista para mantenerse en el escenario político.

El auge de Vox y de la extrema derecha, acompañado por la deriva fascista del PP y falangista de Ciudadanos, no debería sorprendernos. Es lo que toca en situaciones de crisis política, económica y social. El fascismo defiende al Estado democrático contra un proletariado que, para sobrevivir, no tiene otro camino que amotinarse contra el ataque generalizado a sus condiciones de vida y de trabajo. Ahí está el combate de los chalecos amarillos en Francia.

Derechos y libertades democráticas han entrado en contradicción con la defensa de los intereses del capital por parte del Estado. Esa contradicción conduce a la burguesía a renunciar a su propia ideología democrática y desvela el carácter represivo del Estado, que ha de defender los intereses de clase de la burguesía por TODOS LOS MEDIOS, incluidos los que suponen la abolición de los derechos y libertades democráticos.

A esto se suma la cabezona intentona separatista catalana, que manifiesta contradicciones insolubles en el seno de la propia burguesía Y el Estado se muestra incapaz de representar los intereses de esa pequeña burguesía nacionalista.

Democracia y fascismo no se oponen, sino que se complementan; ya sea de forma alternativa o al unísono. Podemos y su propuesta de alianza antifascista se complementa con el fascismo de Vox: se trata de someter el proletariado a la alternativa entre fascismo o antifascismo, obstruyendo cualquier vía revolucionaria y anticapitalista. Podemos hace un llamamiento a defender la democracia capitalista, azuzando el espantajo fascista de Vox: ¡Cuidado que viene el lobo! ¡Defendamos este sistema corrupto y explotador, porque peor sería el fascismo! No sé si se entiende la profunda perversidad de Podemos cuando llama a la unidad antifascista (con el PSOE, PP, Ciudadanos e independentistas), entendida como apoyo incondicional al actual capitalismo y su ataque a las condiciones de vida de los trabajadores y de la inmensa mayoría del pueblo español.

EL DESDOBLAMIENTO POLÍTICO de la burguesía, ante la constante amenaza del proletariado, bajo sus dos aspectos de fascismo (el ultraderechista Vox, pero también de PP y Ciudadanos) y democracia parlamentaria (PSOE, Podemos y nacionalistas) convergen en una estrategia común de la burguesía, en defensa de sus intereses históricos de clase. La función de la socialdemocracia (PSOE y Podemos) es la de desviar las luchas del proletariado de su objetivo revolucionario y anticapitalista, para llevarlas a la defensa de la democracia burguesa.

Es necesario preparar el altar de la sagrada unidad antifascista, para proceder a efectuar todos los sacrificios necesarios, incluidas las libertades democráticas y el nivel de vida de los trabajadores. Así como Abraham alzó su cuchillo para asesinar en el altar de piedras y barro a su hijo Jacob, con el objetivo único de satisfacer a Jehová y acallar las voces que oía en el interior de su cabeza; así es como Pablo Iglesias alza su llamamiento a la unidad antifascista. El ángel del señor sustituyó, en el último momento, a Jacob, hijo de Abraham, por un cordero. Y el cuchillo arrebató la vida de ese cordero. Con ángel o sin ángel, ¿a quién le tocará hacer el papel del cordero, sino a los miserables inmigrantes, exiliados y apátridas; a los perseguidos y humillados de la tierra? Pero ése es sólo el primer sacrificio sangriento, luego vendrán otros.

Vox carece de programa, porque a los cien puntos de su pretendido programa sólo se le puede denominar vía libre al capitalismo salvaje y esclavización del proletariado. El fascismo no es un producto de las capas reaccionarias de la burguesía, ni producto de una sociedad feudal, sino por el contrario producto de un capitalismo industrial avanzado que, ante la galopante crisis económica, pasa a la ofensiva. El antifascismo es la consecuencia más grave del fascismo. Sustituye la ALTERNATIVA revolucionaria CAPITALISMO/COMUNISMO, por la opción (siempre burguesa) DEMOCRACIA/FASCISMO.

Hay una continuidad esencial entre democracia y fascismo, de igual modo que en el siglo 19 existió una continuidad básica entre liberalismo y democracia. Los métodos socialdemócrata y fascista en lugar de alternarse en el gobierno tienden a fusionarse. Podemos y Vox son dos voces distintas para defender los mismos intereses: los del gran capital financiero y de las multinacionales. Los resultados de las elecciones andaluzas deben interpretarse como un fenómeno más del contexto histórico de crecimiento del fascismo a nivel europeo e internacional.

Contexto histórico similar al de los años treinta. El fascismo en defensa directa de los intereses del capital; mientras los socialdemócratas y populistas, que dicen representar al pueblo, lo que hacen es venderlo y traicionarlo, complementando la tarea de los fascistas. Nada nuevo bajo el sol. Pero, hoy, gracias a las lecciones de la historia, sabemos que fascismo y antifascismo son dos caras de la misma moneda. Podemos y otros nos piden que aceptemos gozosamente el actual capitalismo salvaje y obsoleto para salvarnos del fascismo. Pero hoy sabemos que es el capitalismo quien engendra y completa al fascismo. Socialdemócratas, reformistas, populistas, nacionalistas de todas las patrias y estatistas de todo pelaje vendrán a implorarnos y defender que abandonemos nuestras luchas, que hagamos dejación de principios, que olvidemos nuestras reivindicaciones, que aceptemos nuestra derrota antes de que empiece el combate. E intentarán ponerse a la cabeza de cualquier movimiento que pueda surgir, para desviarlo, desnaturalizarlo y derrotarlo.

La diferencia de hoy con el ayer radica en que hoy sabemos, porque lo hemos sufrido con la sangre y el dolor de nuestros abuelos, que fascismo y democracia son sólo dos formas distintas de gobierno del capitalismo. Fascismo y democracia son hijos naturales del capital. Pero hoy el capitalismo es un sistema obsoleto, que sólo puede ofrecernos miseria, horror y muerte.

Por primera vez en la historia se plantea la posibilidad de la desaparición en el planeta de la especie humana y de todo tipo de vida. La alternativa no es fascismo o antifascismo, porque ambos defienden el sistema capitalista, mientras nos engañan con un falso enfrentamiento. Acendremos, depuremos y afilemos la teoría, porque las batallas del mañana son de una magnitud gigantesca y nos jugamos la existencia. En el capitalismo no hay futuro.

[21 Noviembre 2018] Sobre la odiosa contradicción de ser trabajador.

Quizá comprender que vivimos una crisis civilizatoria y no una crisis económica –como lo denomina el espectáculo– suponga disminuir la exigencia a tener más Estado y más trabajo; quizá también comprender que el capitalismo no morirá de muerte natural, ayude a ver lo contradictorio de las relaciones sociales impersonales.

Nuestra civilización –entendiéndola como un presente que no cesa– goza del elenco de personas más numeroso habido en la historia que asume el trabajo como necesario para la vida y a su vez emplea más tiempo social dedicado a un fin absoluto ajeno: trabajar.

Dramático es, que la condición de trabajadoras nos defina frente al otro y este hecho organice nuestras relaciones. Somos el personaje que trabaja.

Nuestra vida, en al menos 1/3 está empeñada en conseguir un salario, 8 horas o más diarias que dejamos de lado nuestras relaciones personales, 8 horas  dedicadas a relacionarnos por y para un elemento común: el dinero.

Por esto el trabajo es una esfera separada de la vida, que se abstrae de ella como el globo de la tierra, dejando fuera de ese espacio limitado y no total de la vida, la conciencia de nuestras dolencias, nuestras necesidades, nuestros deseos… De ahí que sea la noción de trabajo abstracto lo que define su realidad bajo el capitalismo. De hecho la sustancia social de la que se alimenta el capital es el tiempo de trabajo, trabajo abstracto porque es independiente de las virtualidades de cada trabajo concreto y de sus utilidades específicas. Actividades que separadas de sus especificidades sólo tienen en común que son tiempo de trabajo.

El trabajo es un afuera relativo, ya que su existencia también determina la importancia y la centralidad de las relaciones humanas en nuestras sociedades. Además, como relación social impersonal, la dinámica capitalista es capaz de transformar emociones sentidas en el trabajo como impotencia, disgusto o frustración en emociones provechosas para mejorar la productividad

Innumerables los momentos de aislamiento en el trabajo frente a la inseguridad con el resto de compañerxs  –trabajo sin distracciones–, la obcecación por los objetivos frente al miedo a la pérdida del curro o garantizar nuestro puesto esforzándonos por mantenerlo –competencia y enfrentamiento entre todxs–

¡Una tiene que ir a cumplir, no a quejarse!

Es la civilización del capital quien no recompensa las distancias entre nuestra casa y el trabajo o las preocupaciones que nos llegan cuando terminamos la jornada –incrementando el consumo de drogas, regladas o no, por el aislamiento entre las relaciones humanas– A mayor tiempo dedicado a la producción de valor y mercancías, menor es el que disponemos para estar con nuestra gente querida. El fundamento de existencia y reproducción de la sociedad del capital es la separación y fragmentación entre los diferentes sujetos, de nuestras vidas. Una atomización social que es reconducida por la comunidad ficticia del dinero y del Estado.

No son recompensadas porque supone seguir la misma lógica del capital, objetivar nuestro tiempo de trabajo como mercancía.

Lo contrario, que fueran recompensadas sería principalmente el resultado de la capacidad autónoma del capital por revalorizar los salarios, además de las diferentes presiones sindicales o huelgas, aunque estas no sean siempre suficientes para equilibrar las demandas con parte del valor producido. Sigamos;

Esta separación entre el trabajo y el resto de momentos para relacionarnos con gente querida no es una construcción de la conciencia, no. Es el producto de las relaciones capitalistas, como una suerte de Deus ex Machina que introdujera rupturas de realidad permanentemente entre las relaciones humanas.

El capitalismo y el Estado son un tejido de relaciones sociales que superan nuestra capacidad para relacionarnos, debido al fundamento atomizado de nuestra realidad social como indicábamos más arriba. Midiendo, cuantificando, tasando y contrastando lo que deberían ser vínculos sociales concretos y directos –vínculos personales– tecnificando la experiencia y experimentando la técnica.

Surge así el engaño, la contradicción de ficcionalizar el trabajo, identificándonos más o menos con él. La urgencia por simular un personaje que asuma la contradicción capital/trabajo. Es a esto a lo que Marx se refería cuando hablaba del fetichismo de la mercancía.

Nuestro personaje intercambia secciones de vida –un tiempo delimitado y aislado que produce valor– por dinero –la encarnación del valor–

En una época de mutación de las relaciones sociales a unas cada vez más impersonales y descompuestas; mientras las desigualdades aumentan más que nunca, los movimientos no surgen al calor del rechazo del trabajo –como reivindicaba la autonomía italiana de los 70’– al contrario, brotan movimientos en defensa del trabajo y piden mayor gestión por parte de instituciones jurídicas de la economía y la sociedad. Estos movimientos nos piden que nos hagamos a un lado y prescindamos de nuestros vínculos con el otro, que defendamos el dominio de la mercancía y defendamos nuestra condición de trabajadores a tiempo completo.

Piden una mayor separación de la vida y piden un vaciamiento de contenido de nuestra gran parte de vida sensible. Las reivindicaciones no buscan la comunidad humana porque no surgen de ella, buscan la repercusión pasivo mediática y la organización a través del laboratorio social  antes que el cambio de relaciones sociales, producto de las interacciones de cuerpos sin que entre ellos medie la mercancía.

Como trabajadores nos movilizamos para que nuestras vidas mejoren al tiempo que reivindicamos la existencia del trabajo. Quizá haya sido el error de buena parte de las luchas precedentes, organizar la revolución desde el argumento capitalista. El error, la organización a partir del trabajo (y por ende del capital), reconociendo que esta crisis es económica y es un problema de gestión de los medios de producción.

La cuestión está en la producción misma –de valor, mercancías, sufrimiento– como relación social abstraída que busca la acumulación de capital y su reproducción ampliada. Su organización y gestión, consideramos, no es la cuestión fundamental del sistema capitalista (¿posible crítica a los partidos políticos y a la democracia como cristalización de las relaciones sociales capitalistas?). La producción nos acerca a la barbarie.

Esta crisis, reiteramos, es civilizatoria.

Estimular el consumo para salir de la crisis, resulta utópico si entendemos todos sus efectos y el presente civilizatorio. Estimular el consumo significa nuevamente, dejar paso a la libre mercantilización de la vida.

La realidad dicta que es el consumo de trabajadores por el capital lo que aumenta, como sujetos flexibles y aislados entre nosotros. Trabajadores sin vínculos, esto es lo homogéneo en estas relaciones sociales. Nuestra comunidad ficticia basada en ser ficción en el trabajo, el dinero en forma de salario, el tiempo de trabajo gastado en forma de valor –sustancia inmaterial que mediante su acumulación e intercambio, hace posible el desarrollo de las relaciones sociales capitalistas–

Nuestra capacidad de imaginar, empozada. La naturaleza, estéril. La vida, mercantilizada.

El decorado que genera el teatro de los trabajadores son las villas miseria, las infraestructuras faraónicas –que permiten la aceleración del intercambio de mercancías, midiendo en tiempo y no en distancias la geografía, tecnificando la noción de lejanía– y la arquitectura del aislamiento y represión.

Y su trama se desenvuelve entre la vampírica apropiación de valor frente a la disolución de los vínculos humanos y la creación de trabajos que tratan de producir y gestionar en el menor tiempo posible las mercancías.

Confiar en el intercambio mercantil como forma de justicia y equilibrio social supone reconocer la propiedad exclusiva y su explotación privada. El liberalismo, a través de las expropiaciones originarias en la modernidad, se valía de este intercambio mercantil para extender su dominio tanto territorial como social y promocionar políticas mercantilistas y discriminatorias. Este intercambio está en la génesis del Estado Moderno (efectivamente, Capitalista)

Hay que hacer arder el teatro del mundo, no basta con salir de la esfera económica escaladamente o nutrir los ayuntamientos del cambio con sentido de acumular fuerzas. Esta incoherencia refuerza la presencia de las relaciones impersonales. En este momento histórico de imposibilidad de revalorización del capital –que desde los 70’ comenzó a menguar su rentabilidad, al aumentar costes de explotación– demandar más empleo multitudinariamente significa emplear energías vitales para la causa de nuestros males, es la contradicción en movimiento.

Explicitar que el paradigma relacional en Occidente está mutando al paradigma corporativo y estatista es quizá, entender la dominación del capital y el Estado en la sociedad del trabajo. Nuestro mecanismo frente a esta dominación es el engaño, el ser ficción al menos un tercio de la vida, pensándonos falsamente libres el otro tiempo sin trabajar, interiorizando el uso del dinero como un elemento consustancial a la interacción humana. Esta es nuestra libertad, elegir a qué supermercado ir a gastarnos el dinero.

La mercancía es susceptible de ser controlada, nunca nuestras aspiraciones revolucionarias.

[18 Noviembre 2018] Ni Víctimas, Ni Verdugos.

No hablamos de represión, ni siquiera de persecución o de “caza de brujas” como hemos leído que se ha dicho por ahi. Tampoco consideramos a los libros o periódicos como “armas”, ni tenemos una retórica romántica sobre la lucha anarquista. Ser Anarquista no es algo sencillo, no es cuestión de elegir una ideología simplemente e ir por la vida sin cambio alguno, ser anarquista tiene un peso y una carga, bastante importante.

Somos enemigos/as declarados del Estado, somos los/as explotados/as, los/as oprimidos/as que no pedimos nada, los/as que no queremos dádivas ni reformas, los/as que no queremos leyes. Somos anarquistas que peleamos cómo podemos, siempre en base a nuestros valores.

Es por esto que tampoco esperamos que el Estado actúe de forma diferente a la que lo hace. No somos víctimas de nada, y algo que tenemos muy en claro es qué no somos soldados tampoco, si bien no retrocedemos, nos impactan las cosas que pasan y vemos, no tenemos un temple de hierro ni un corazón frio. Todo lo contrario, tenemos valores y practicas que intentan ser lo más consecuente posible con estos y un corazón encendido que nos impulsa cada día en esta lucha de querer cambiarlo todo.

Lamentablemente, parte de esta sociedad que se construye en base a sostener relaciones autoritarias ha olvidado la empatía, y le es imposible ponerse en el lugar del otro o siquiera entender cómo otra persona puede actuar de una forma diferente a la que esperan. Vemos, con dolor, como las redes sociales se han llenado de memes, chistes y conversaciones donde se habla, desde la mas profunda ignorancia, con aires de grandeza de esta situación. Esta es la gente que “tiene todo claro”, quienes tienen “la posta”. Hablan de una persona que se debate entre la vida y la muerte, y de otras tantas que enfrentan, quizás, un largo tiempo en prisión. Esa prisión donde se dieron casi la mitad de los asesinatos a manos del Estado desde la vuelta a la democracia, ese Estado democrático que de forma directa ya ha sido responsable de la muerte de mas de 5500 personas.

El Estado tiene el monopolio de la violencia, es la condición indispensable para su existencia, desde su óptica no pueden ver otra cosa que asociaciones, organizaciones y responsabilidades comunes. Confunden acciones individuales y las tratan de hacer pasar como conspiraciones colectivas. No entienden de la libertad individual, de la acción que puede nacer de una o dos personas.

Desde el asesinato de nuestro compañero Santiago han intentado dar forma a una organización mezclando a mapuches y anarquistas, han estado preparando el terreno para avanzar por sobre quienes no solo estamos en contra de un gobierno, sino del Estado y el Capital, en contra de quienes no jugamos a la política y luchamos por una Revolución Social que cambie de raíz el estado de las cosas.

Son tiempos difíciles y van a serlo mucho mas, pero reconocemos que nunca antes fueron fáciles, los próximos meses nos mostraran muchas cosas de nosotros/as mismos/as y es en la solidaridad ácrata dónde nos tenemos que apoyar para no ser parte de este sistema corrupto. Son tiempos para apoyarse en las ideas para poder pensar con claridad, y en nuestros valores para, con la cabeza en alto, seguir gritando: qué viva la anarquía!

No Pedimos Nada.

[06 Noviembre 2018] Sobre las detenciones de dos anarquistas el 29 de octubre en Madrid.

El pasado lunes 29 de Octubre la Brigada de Información se dirigió a las casas de dos compañerxs anarquistas de Madrid para detenerles. Se les acusa de delito de daños por la quema de un cajero automático Bankia en el barrio de Vallekas durante la semana de acción por el aniversario de la detención de la compañera Lisa, que se encuentra actualmente bajo la custodia del estado Alemán condenada a 7 años acusada de atracar un banco.
No es la primera ni la última vez que el Estado reprime cualquier indicio de acción directa anarquista. El Estado lleva tiempo mejorando su maquinaria represiva, prueba de ello es la proliferación de cámaras de vigilancia (como en este caso) y las tomas de ADN y la coordinación con otros cuerpos policiales a nivel europeo (como en el caso de Lisa o lxs represaliadxs del G20, que tuvo su último capítulo en el Estado español el pasado 19 de Octubre con registros de viviendas de compañeros en Palencia y en Madrid)
Estas detenciones, por la forma en que han sido efectuadas, suponen un cambio de estrategia represiva lejos de la espectacularización mediática de pasadas operaciones policiales contra los entornos anarquistas (Pandora, Piñata, Pandora II, Ice). El objetivo es el mismo, sin embargo: buscar la intimidación y el miedo y la consiguiente parálisis de la lucha.

Frente a esa estrategia, como anarquistas, debemos mantenernos fuertes y continuar la lucha y no perder aquellas herramientas que hacen del anarquismo un movimiento peligroso para el Estado y todas sus formas y herramientas de dominación. Si el Estado reprime al verse atacado deberá ser golpeado más fuertemente, el objetivo es continuar la lucha y que la solidaridad se extienda a todos los puntos del territorio. Si ayer ardió un banco, mañana arderán cien.

Poco importa la “inocencia” o la “culpabilidad” de lxs compañerxs, son categorías del aparato de justicia que no reconocemos como anarquistas.

Solidaridad con Lisa, lxs represaliadxs del G20, Scripta manent y demás compañerxs alrededor del globo que se encuentran secuestradxs por el Estado.
En nuestra memoria revolucionaria viven Santiago Maldonado y el compañero Zhlobitsky Mikhail fallecido el 31 de Octubre en un ataque bomba contra la FSB (heredera de la KGB).

NUNCA PODRÁN FRENAR LAS ANSIAS DE LIBERTAD

LISA LIBERTAD
FUEGO A LOS BANCOS

MUERTE AL ESTADO Y VIVA LA ANARQUÍA

[01 Noviembre 2018] Okupación rural, recuperando el territorio.

La okupación rural es un fenómeno que abarca gran amplitud de cuestiones, proyectos, luchas y sueños, pero que por lo general parte de un paradigma común; la autogestión. Es una de tantas herramientas para alcanzar dicho horizonte y que pone de manifiesto en primer lugar la cuestión territorial, algo a lo que cada proyecto de okupación rural dará una solución diferente en función del espacio en que se encuentre y de sus propios procesos a nivel colectivo. Desde las primeras iniciativas surgidas en la década de los 80’, hasta las que apenas llevan unos años en marcha, se ha ido gestando un movimiento centrado en la búsqueda de un modo de vida sostenible a través de la mínima dependencia de recursos externos, la soberanía alimentaria y la recuperación de modos de autosuficiencia, organización y tradiciones locales, así como de espacios que en su momento tuvieron vida, y que por distintas políticas han sido arrebatados a sus legítimas dueñas. Todavía queda un largo camino por recorrer, y es por eso que cada vez se hace más necesario un fortalecimiento de redes tanto en los proyectos rurales como entre lo rural y la ciudad, que nos permitan salir de la lógica capitalista que tanto consume nuestras vidas.

El neorruralismo que propone la okupación rural sienta sus bases en la recuperación de la vida en comunidad y en un modelo de relaciones basado en la horizontalidad, donde la autogestión y el cuidado, tanto colectivo como individual, son el eje fundamental para la creación de un modo de vida sostenible, y sobre todo, bajo un paradigma libertario. La creación de redes locales de apoyo que permitan salirse del marco económico capitalista, así como la búsqueda de una soberanía alimentaria mediante el cultivo y cuidado de huertas propias, frutales, elaboración de conservas, recolección de productos locales y de temporada, son aspectos básicos de estos proyectos. Hablamos de alimentarnos en función del ciclo de la tierra y de las características naturales propias del lugar donde esta se trabaja recuperando el uso de semillas locales. La soberanía alimentaria es una cuestión fundamental para nuestro autocuidado en tanto que conocemos lo que comemos y somos conscientes de todo el proceso que conlleva alimentar nuestros cuerpos permitiéndonos al mismo tiempo vivir de manera coherente y sostenible con el medio en el que habitamos y desligarnos de la producción alimentaria industrial. La obtención de recursos energéticos, la construcción de hogares a partir de medios tradicionales, la rotación de curros, la toma de decisiones por consenso, terminan de completar este paradigma de vida. Pero hay una cuestión básica en todo esto que normalmente no capta tanto la atención como los ideales mencionados arriba; ese es el territorio y la importancia de recuperar el espacio rural.

El territorio siempre ha sido un foco de conflicto, interés y privilegios, es decir, siempre ha sido una cuestión política, y por lo tanto un aspecto más del poder de cada grupo humano que lo gestione. Éste se encuentra en continua tensión entre las distintas partes de la sociedad o comunidad que allí se encuentre, que obviamente no partirán de unas condiciones igualitarias de poder y acción. Las distintas políticas sobre la tipificación, gestión y propiedad del territorio responden a ello, así también lo hacen los movimientos de resistencia indígena en defensa de la tierra (como es el caso Mapuche o el de Chiapas), por lo que cada parte jugará sus cartas en función del grado de legitimidad, represión, coerción, fuerza o dominación que ostenten o que sean ejercidas sobre ellas. La cuestión del territorio es un problema inherente a la forma y calidad de todos los aspectos de la vida de las personas en cada región, y que puede ser tanto fuente de enormes privilegios, como las ciudadanas de la UE y sus “maravillosas” fronteras, o una intención de dominación y exterminio públicamente declarada a un determinado pueblo, como es el caso que sufre Palestina, entre otras masacres o limpiezas étnicas que se dan por cuestiones territoriales, raciales, ect. El territorio es, por tanto, una variable más que nos configura a las personas como sujetos de acción, y por eso es muy importante repensar los espacios en los que nos encontramos, con sus respectivos problemas y el sistema de dominación que en ellos impera, para adecuarnos así en nuestras luchas.

En las ciudades, y en unas más que en otras, podemos dar cuenta de los procesos de gentrificación que se producen cada vez más en sus barrios, y sus consecuencias, las conocemos de sobra: encarecimiento de la vivienda, desplazamientos forzados de personas, etc. La brecha entre “clases sociales” en la ciudad se agranda debido a este fenómeno, y esto repercute también en lo rural, donde esta brecha se abre exponencialmente desde hace ya varias décadas. Lo que se conoce como “la despoblación” o desierto demográfico en España, no es otra cosa que la consecuencia directa de la gentrificación en las ciudades, o mejor se debería decir que están sumamente correlacionadas, esto se refleja en quién es propietaria de lo rural y quien de lo urbano, dónde se encuentran determinadas industrias, quien puede construir y quien no en, por ejemplo, parques regionales, naturales o cualquier otra tipificación creada para establecer la gestión de un espacio que por supuesto, en su mayoría, acaba en manos de empresas privadas. Las políticas para combatir la despoblación nos lo dejan claro; inversión en el turismo, el AVE en Teruel, etc. Es el cuento de siempre, la tierra se vuelve a concentrar en manos de unas pocas, y la máscara de la democracia es cada vez más insostenible en esta cuestión.

Poniendo un ejemplo concreto y actual sobre cómo estas variables y cuestiones territoriales se relacionan con políticas que llevan varias décadas en activo, nos podemos remitir a la propia lógica de la legalidad con la que se enmascaran los mecanismos por los cuales la tierra es arrebatada por parte de los gobiernos; este el caso de Fraguas, un pueblo situado en la Sierra Norte de Guadalajara que fue expropiado durante el éxodo rural de los 60’ a respondiendo a los planes del desarrollo capitalista del régimen. Según se especifica en la Ley de Expropiación de 1954, la propiedad es expropiada para “fines de interés público”, lo que viene a significar que un gobierno, en este caso franquista, determina lo que es ese interés público, y el beneficiario puede ser tanto la administración como “otro/s”; este “otro/s” será con certeza una empresa privada. Para el proceso de expropiación se necesita un protocolo, una ley específica para ello (la de 1954) en el que se determina los pasos, la indemnización e incluso se fija el procedimiento de restitución. En el caso de Fraguas no sólo se expropia el pueblo a sus pobladores, sino que se hace incumpliendo el marco legal establecido para ello, que dictamina que “los derechos de carácter patrimonial, derecho de personalidad y bienes de dominio público, son inexpropiables”, es decir, un pueblo no se podía expropiar incluso durante la dictadura siguiendo sus propias leyes; esta artimaña legal no es más que una máscara a un procedimiento que hizo desaparecer del mapa el pueblo de Fraguas tanto de forma física como histórica, borrando su rastro como si nunca hubiera existido. A este hecho es a lo que se acoge la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en su defensa, Fraguas nunca existió, lo cual supone otra cosa que una política de continuismo con la legalidad franquista. Esto, para las que ya estamos desencantadas con la política de los gobiernos españoles, y más concretamente con el aparato estatal, no nos supone ninguna sorpresa, sin embargo, deberíamos pensar en esos espacios como una oportunidad para recuperar aquello que fue robado a sus legítimas dueñas, unos pueblos con sus historias particulares, sus identidades locales, sus propios medios de vida… y que entran en contradicción con los intereses del Estado-nación. Es aquí dónde pese a las diferencias vemos dinámicas similares entre la dictadura franquista y la democracia que surgió tras ella, la gestión del territorio llevada a cabo por ambas legalidades es equiparable, estos espacios fueron robados y usados para unos fines que entran dentro de los objetivos del desarrollo estatal (y por ende, del sistema capitalista) y del que ya conocemos sus pésimas consecuencias. Por poner un ejemplo todavía más crudo, cuando un antiguo habitante de Fraguas fue una vez a renovarse el DNI, no le dejaron poner el nombre del pueblo como su lugar de nacimiento porque “no existía en el sistema informático”; una vez más, el pueblo es borrado físicamente del mapa así como de la memoria histórica. Todo esto no son más que ejemplos, remitiéndonos a los procesos legales, de cómo la tierra es arrebatada por parte de gobiernos; tenemos tantos más como pueblos abandonados por todo el territorio.

La expropiación y destrucción de espacios habitados, tales como aquellos pueblos que allá en los años 60 del pasado siglo sufrieron un éxodo rural en proporciones nunca vistas, es consecuencia directa de un sistema de dominación con base en el Estado-nación que socava las identidades, tradiciones, medios de vida y autosuficiencia locales, que fuerza la migración a la ciudad con sus políticas discriminatorias. Es sobradamente conocido el impacto de las grandes ciudades y núcleos masificados sobre el medio ambiente y las personas; recuperar estos espacios es un aspecto más, y muy necesario, para la lucha contra este sistema. Rebatiendo el mito de que “el neorruralismo y la creación de comunidades alternativas lleva a olvidarse del mundo”, consideramos que centrarse únicamente en la lucha urbana es seguir irremediablemente el juego de la política estatal que busca apiñarnos a todas en las ciudades, olvidándonos de todos aquellos espacios y comunidades históricas que han sido suprimidas por la dominación del sistema capitalista, no hay acto más necesario y desafiante contra este sistema que la recuperación del espacio rural por medio de colectividades. Porque la vida en el campo es ante todo un proceso colectivo, es desde ese punto desde el que deben partir los proyectos neorrurales. La okupación rural abre nuevos espacios de reflexión y acción que no se plantean en la ciudad, y es precisamente sobre esas diferencias donde un debate entre urbanitas y rurales se hace necesario para crear un análisis completo sobre la situación de los movimientos sociales y sus respectivas luchas, reformular cuestiones, reforzar redes, y sobre todo, evitar cerrarnos en una burbuja que nos haga perder perspectiva sobre otros territorios. La vuelta al campo es algo necesario, legítimo y real.

[27 Octubre 2018] ¿A la huelga, carcelero?

¿No os parecen inquietantes las crecientes movilizaciones de las fuerzas represoras de todo tipo y condición frente a la parálisis de la masa, en otro tiempo clase trabajadora? Derrota tras derrota, el desánimo se ha apoderado de tod@s. Sabemos que tras la transición ninguna huelga ha dado frutos, entre otras cosas porque se dejó en manos de los sindicatos los intereses propios. Esos pesebreros que bajo el rótulo de sindicatos de clase, han sido los cooperadores necesarios para el establecimiento de este régimen de PAZ SOCIAL, el mejor para que florezcan los negocios y reine el orden y la ley. De esto ya se encargan sus fieles guardianes.
Nacionales, guardias civiles, carceler@s…han tomado las calles para exigir al Gobierno subidas salariales que les pongan a la altura de mossos, ertzaintzas y “funcionari@s” de otras prisiones. La calle que hasta hace poco era el escenario donde se desarrollaban los conflictos laborales y las protestas contra el poder establecido, está a día de hoy en permanente estado de alarma por la presencia constante de los fieles guardianes. Por el día protestan, por la noche reprimen. Al fin se sienten trabajodoras y no simples verdugos.

La huelga que l@s carceler@s protagonizan estos días y los venideros es un hito digno de contarse. Tras año y medio repartiendo chorizos y encadenándose a las verjas de IIPP, se han lanzado a la huelga general. Quieren más pasta, un aumento sustancial, algo que merezca la pena por la vil función de vigilar a otro ser humano. Quieren más efectivos para reprimir con eficiencia, mínimo esfuerzo y no correr riesgos innecesarios como en la actualidad, es decir, reconocen las insoportables condiciones carcelarias pero solo si les salpican. Convierten el cotidiano  maltrato que ejercen sobre l@s pres@s, de palabra y de obra,  en reivindicaciones propias, en su lista de peticiones de sacrificad@s trabajadores. ¡ Ell@s son l@s agredid@s, ell@s l@s agraviad@s, l@s desatendid@s, l@s olvidad@s!. Pero se han olvidado de un detalle: L@S MUERT@S SIGUEN SIENDO L@S PRES@S

[22 Octubre 2018] Su miedo, nuestro miedo.

El miedo siempre está presente. Es una emoción básica y uno de los motores para bien o para mal, de las sociedades humanas.

Siempre he oído que hay que hacerlo cambiar de bando; pero el miedo está en ambos lados. Simplemente, unos tienen las armas y las herramientas para protegerse de sus miedos. Otros, nos las negamos.

El sistema basado en la acumulación de capital se tambalea, se dirige a su fin tal y como lo hemos conocido hasta ahora. No parece que nada mejor vaya a surgir de sus cenizas (al menos para nosotros). Sus dos principales fuerzas motrices se agotan y se están volviendo insuficientes para mantener la dominación capitalista.

La explotación a través del trabajo asalariado ya no sirve para mantener su tan necesaria paz social. Por muchos trabajos inútiles que inventen ya no son suficientes para emplear a toda la masa obrera existente. Además los salarios de miseria hacen inviable el mantenimiento del nivel de consumo que necesita la maquinaria capitalista para mantener su función. Esto no tiene vuelta atrás por muchas motos que pretendan venderse desde el progresismo tecno-optimista oficial.

La depredación de recursos naturales y bienes comunes en todo el planeta ha llegado a límites insostenibles literalmente y las catástrofes se suceden y seguirán haciéndolo. Nada importa si reporta beneficios.

Esto es una bomba de relojería y lo saben, lo saben desde hace mucho tiempo, tal vez desde siempre. Nosotros, apenas empezamos a intuirlo. Ambos tememos la explosión de la bomba. Pero ellos siempre han tratado de controlarla y lo consiguen una y otra vez.

A golpe de leyes, de educación, de comunicación de masas, de sistemas de representación vacíos e inocuos… Siempre consiguen retornar las aguas a su cauce consiguiendo mantener esa paz social tan importante para poder seguir impunemente acaparando toda la riqueza. Al fin y al cabo se trata de eso. Cuando todo falla, siempre quedan los golpes. Es la única manera con la que logran dominar por completo su mayor miedo: el estallido de esa falsa burbuja en la que vivimos. La violencia es su bálsamo, su derecho, así lo dictaminan sus leyes.

Saben que la quiebra de esa burbuja sólo es posible si logramos desembarazarnos de esa falta de responsabilidad que nos han inoculado a través de todo ese entramado de representantes y gestores (partidos, sindicatos, iglesia, ongs…) que se encargan de nuestras vidas con nuestra complicidad. Hemos crecido bajo la premisa de acatar las acciones que hacen en nuestro nombre y aceptarlas como nuestras. Hemos aprendido a ser espectadores de nuestras propias vidas dejando que la voz cantante la lleven ellos. Superar el actual mundo depredador y formar parte de la construcción de un mundo mejor sólo es posible si lo hacemos en primera persona, sin intermediarios que nos digan lo que hay que hacer y cuándo hay que hacerlo, dando la cara a sabiendas de que eso implica dolor y represión. Y eso, sin duda, nos da mucho miedo. Un miedo que nos atenaza y nos hace creer que vivimos mucho mejor acatando y desahogándonos en el anonimato. Deseando, en la intimidad, que la eterna promesa de un mañana mejor sea renovada una vez más y nos permita seguir sin tener que arriesgar en demasía.

Lo siento, eso ya no es posible.

[04 Octubre 2018] Interioridad y estilos de vida: La imposibilidad de la transformación social.

Mientras la ideología neoliberal arrambla con todo proyecto común que no se rija según su lógica, y la mecánica de los mercados hace inconcebible un cambio social, el individuo se radicaliza en sus asuntos privados, se vuelca en el ego y se repliega sobre sí mismo: hasta el punto de convertir sus manías en cualidades del carácter. La construcción de una personalidad propia y diferenciada, la introspección desprovista de autocrítica con el pseudoobjeto de llegar a ser “uno mismo”, la autorrealización y el equilibrio emocional, la búsqueda de elementos que nos identifiquen como habitantes exclusivos del mundo, etc. pudiendo todas estas representaciones y exageraciones de la propia experiencia, ser también llamadas pequeñas psicopatías, funcionan de un modo perverso. A saber: obstaculizan la empatía con el otro al hacernos creer que experimentamos la vida de un modo particular y, de esa guisa, abortan la posibilidad de un encuentro que permita una transformación social que realmente nos cambie, cambiando las condiciones bajo las que nos relacionamos.

El mantra individualista “El cambio empieza por uno mismo” ha calado muy hondo en la sociedad y sus discotecas, al extremo de convertirnos en un archipiélago de narcisistas incapaces de asumir la mínima responsabilidad de lo que le pasa al vecino, pero que, al mismo tiempo, nos obliga a cargar material y psicológicamente con todo lo malo que nos sacude. Así, perder el trabajo o que te desahucien, más que el resultado del mal reparto de la riqueza social, también puede ser “una oportunidad para nuestra formación y autoconocimiento”. O la enfermedad, la soledad: no serían sino procesos de aprendizaje. Ocultar miedos, preocupaciones, problemas y disfrazarlos de motivación es la estrategia adoptada por el sistema para mantener su ritmo. ¡Cambiad las reacciones, no la realidad!, es el lema. Puesto que la infelicidad podría salirle cara al capitalismo, necesita llegar al alma de la gente y hacer de ellos sujetos entusiastas, dinámicos y flexibles.

Por supuesto, este dogma de apariencia new age es de naturaleza política, pues incluye una forma de entenderla. Una ideología que concibe la sociedad como una red neutral y autorregulada de relaciones horizontales, sujeta únicamente a la voluntad del individuo. Es decir, una ideología que hace del egoísmo una virtud, argumentando que la búsqueda del interés particular beneficia el interés general (la vieja proclama smithsoniana trasladada a un plano espiritual) y obviando siempre el hecho de que unos poseen los recursos y otros somos los recursos. Conceptos como emprendimiento y autoempresarialidad no serían más que el proceso de conversión de ti mismo, en un recurso que persigue eternamente la idea de un bienestar imposible de satisfacer.

Cuando el individuo se radicaliza en sus asuntos privados, no es porque se halle en la búsqueda de algo profundo, sino porque pretende la reforma extrema de lo superficial, tal es su obsesión. Y con respecto a esas posturas superficiales, que en ningún modo definen la personalidad de nadie (en demasiadas ocasiones la erosionan), la sociedad está radicalmente atomizada. Existe un contraste radical entre estilos de vida dentro de la armónica metrópoli posmoderna. Para unos, una alimentación estricta, sana y ecológica, macrobiótica o vegetariana; para otros, carnes procesadas por un tubo y bollería industrial. Para unos, running  a diario y carreras montañesas de cien kilómetros; otros, cogen el coche para ir a por el pan y se han comprado un patinete motorizado para salir de paseo. Unos, enganchados a la fibra óptica, preocupados por su antivida online, pendientes de youtubers, influencers y de las notificaciones en las redes sociales; otros (por lo general pertenecientes a otra generación), ni siquiera saben qué es internet. Una maraña de subculturas, modas, identidades, sentimientos de pertenencia, disfraces y todo tipo de fachadas atraviesan la vida de las personas. Es de obligado cumplimiento elegir los accesorios con que adaptarse a un determinado estilo, pues solo mediante el estilo se accede a los diversos grupos de pertenencia que, por ser, en su misma entraña, culturales y no políticos, favorecen nuestro comportamiento gregario y son admisibles para el sistema. La contraposición entre estilos de vida amortigua y enmascara un conflicto social latente, a la vez que brinda una sensación de libertad y realización personal al individuo.

La potencia cultural del sistema capitalista en los países desarrollados consiste en ofrecer la oportunidad de elegir un marco vital asequible a los intereses personales y, al mismo tiempo, ofertar las herramientas para construir un entorno cómodo para cada particularidad. De este modo puedes sobrellevar las condiciones de precariedad y dotar de una mayor consistencia a la cuerda floja sobre la que te deslizas. En la ciudad, existen microclimas adecuados para cada tipo de fauna humana, con unos códigos propios, signos, valores, lenguaje, lugares de reunión, etc. Todos los cuales te hacen formar parte de un estilo de vida, y de paso convierten al vecino real en un extraterrestre.

El mayor logro del sistema, su comodín, si eres joven y rebelde… es la creación de un estilo de vida antisistema de apariencia antagonista. Un estilo que propugna el consumo responsable, los derechos de las minorías, el equilibrio ecológico, una mayor “democratización” de los sistemas políticos, el elogio de la diversidad, y la sensibilidad con las causas sociales en general. Este estilo de vida en concreto, nos permite adaptarnos a los que deseamos habitar un espacio aparentemente no reglado y una existencia lejos de la mayoría normal, sumisa y adocenada de las masas obedientes (¿y si nosotros fuéramos la mayoría?). Así podemos vivir libres de culpa y sin remordimientos, aun siendo parte de un sistema misántropo, fagocitante y explotador. Para ello tenemos que autoconvencernos de que somos especiales porque tenemos “conciencia”. Así se convierte el activismo social en un estilo de vida, en lugar de ser un medio para la intervención concreta en la sociedad, y nosotros reconocemos inconscientemente nuestro lugar dentro del statu quo, porque lo que hay en sus márgenes también está diseñado por el sistema. …Coca Cola te comprende.

Si el grueso de las reivindicaciones políticas en la actualidad está motivado por factores de identificación personal, desde la dieta hasta la nacionalidad pasando por los hobbys y la orientación sexual, si no existe un proyecto que apele al conjunto y tenga por objeto la totalidad, es porque el sistema ha hecho de la rebeldía un estilo de vida, una estética, una forma de ser. Ha habido una transferencia en la forma de entender la lucha social: del verbo hacer al verbo ser. Ya no importa lo que hagas, sino lo que seas. Tú no luchas, tú eres la lucha. Ahora el sistema dice que tu actitud, tu forma de ser y de estar en el mundo, pone en peligro el sistema. Porque la ruptura estética no solo está permitida, sino que, además, está promocionada. La única constricción a la libertad que viene será la del mercado.

[02 Octubre 2018] [Análisis] El fenómeno terrorista como arte de gobernar.

Terrorismo y gobierno: un origen

Si bien no toda forma de gobierno implica una estructura estatal y un marco legal determinado, todo gobierno que se precie y pretenda perdurar tenderá antes o después, como toda fórmula de Poder, a cristalizarse y dotarse de una estructura lo suficientemente fuerte y racionalizada, bajo una cadena de mando que da cuerpo y forma al Estado.

El Estado es un perfeccionamiento de cualquier estructura de Poder, que siente que debe dotarse de herramientas que le permitan edificar unos cimientos sólidos, como una magistratura, un cuerpo legal, cuerpos represivos, aparatos de propaganda, capacidad de controlar y conocer a los súbditos (o ciudadanos) del Estado –no sin razón la palabra “estado” guarda relación con la palabra “estadística”-, establecer las bases del sistema económico acorde a los intereses de las clases poseedoras, protegiendo y amparando el derecho de propiedad (privada, estatal, pública…) y tener una cabeza de la hidra, más o menos centralizada, que al fin y al cabo garantice el funcionamiento de todos los resortes de la maquinaria estatal: hablamos del Gobierno.

El Estado (y/o el Gobierno) no puede considerarse solo como una estructura desde la cual se ejerce el Poder sobre una determinada población (en un marco geográfico determinado, o sea, una nación). El Estado es una realidad histórica a lo largo y ancho de una buena parte de la historia de la humanidad (que no siempre) y en el devenir histórico ha ido perfeccionándose, adaptándose hasta culminar en las modernas fórmulas de Estados de Derecho democráticos actuales, de predominancia en el occidente capitalista. Si bien podemos establecer que las funciones enumeradas con anterioridad en el párrafo precedente son intrínsecas a toda fórmula de Estado, no podemos negar la evolución que esta institución ha ido teniendo a lo largo de la historia y las diferencias que existen entre distintas coordenadas culturales, geográficas, históricas… Esto solo evidencia la constante necesidad del Poder de adaptarse a las necesidades cambiantes de la máxima función del Estado: mantener el orden. Un orden que claro está, que siempre beneficie a las clases dirigentes, una paz y una normalidad para que se puedan seguir desarrollando las relaciones de dominación –económicas, patriarcales, racistas…- en el tiempo. La paz tal y como la entiende el Estado: como el monopolio de la violencia por su parte y la cesión de la patente a sus aliados y colaboradores. Mantener el orden puede implicar la desestabilización de una zona del planeta con tal de que los imperios empresariales sigan obteniendo beneficio para los inestables mercados, el saqueo de recursos y la aniquilación y sometimiento de poblaciones, pero lo auténticamente importante es que el Orden establecido permanezca inmutable.

¿Y el terrorismo? La definición de terrorismo ha sido constantemente reformulada a lo largo de su historia. Como veremos más adelante, estos cambios en su definición, no son caprichos del destino, ni evoluciones aleatorias de un significante: obedece a intereses del Poder. Sin embargo, nuestro objetivo ahora es vislumbrar su origen y relacionarlo con el ejercicio del Poder y el Estado.

La primera definición de terrorismo que podemos encontrar en los glosarios de historia, es aquella que lo vincula a una práctica realizada por el nuevo Estado revolucionario, nacido al calor de la Revolución Francesa, que utilizó el “terror” como fórmula para asegurar el nuevo régimen entre 1793 y julio de 1794, con Robespierre y los jacobinos a la cabeza. El “terror” se convirtió en una fórmula de gobierno, puesta en práctica por primera vez con el advenimiento del Estado burgués y el inicio del proyecto político y económico de una burguesía triunfante y a la vez, amenazada por las consecuencias de una revolución que le había llevado al Poder pero que amenazaba con desbordarse y volverse contra la nueva clase dominante. El período del Terror, la guillotina y las ejecuciones sistemáticas fueron un arma que empleó el Estado contra las fuerzas revolucionarias que pretendían profundizar y llevar hasta las últimas consecuencias la revolución. El Estado buscaba a través de estas ejecuciones infundir el terror y servir de aviso para todo aquel que no se plegara al nuevo régimen.

El terrorismo como arma del Estado para mantener el orden, adquirió dos características: ser institucional, al ser puesto en práctica por el Estado su aparato legal y legislativo e indiscriminado, dado que su fuerza terrorífica reside en la potencialidad de afectar a cualquier persona. La conclusión de esta primera interpretación de terrorismo es clara:

“Esta primera interpretación del concepto de terrorismo está perfectamente clara: ante todo pone de manifiesto el estricto vínculo entre terrorismo y Estado. El terrorismo nació con el Estado, es practicado por el Estado; es, precisamente, un “método de gobierno” que el Estado emplea contra sus enemigos para garantizar su conservación.”1

El término evolucionó y acabó por mezclarse con la definición de “violencia revolucionaria”2, todo ello mientras el capitalismo y el Estado construían un mundo nuevo sobre la muerte, la destrucción, la miseria, la obediencia, la explotación y la tristeza, amparados en la ley y de forma indiscriminada. Desde entonces el concepto de terrorismo evolucionará según los intereses cambiantes del Poder, tal y como nos recuerdan los compañerxs de la revista A Corps Perdú, el sentido de las palabras indica siempre el lado hacia el que se inclina la balanza de la dominación. Quien detenta el poder detenta también el significado de las palabras. Esto explica por qué el concepto de terrorismo ha adquirido un nuevo significado, que se contradice totalmente con su génesis histórica, pero no con las exigencias de la dominación3.

La Ley y la necesidad de la categorización

El Estado, tal y como hemos señalado, regula su influencia en la sociedad mediante un cuerpo legislativo y una serie de códigos legales (códigos penales, constituciones, ordenanzas…). La función de la Ley queda clara: proteger el Orden y los intereses del Poder. A la hora de desarrollar y desplegarse la Ley en este aspecto, se concreta en diversas fórmulas. Nos interesa especialmente analizar aquella función de la Ley que busca generar conceptos y categorías propias, acorde a sus fines esencialmente represivos:

“Cualquier forma de Estado se ve en la necesidad de construir conceptos y categorías propias […]. La ley los tipifica. Y por supuesto se encargará de reglamentar lo que es o no es apto, lo que es o no normal, quién es el violento, quién es el terrorista… Todo son figuras creadas con el fin de segregar, aislar y/o estigmatizar determinadas comportamientos que se salen de la lógica del sistema y/o suponen una amenaza para el mismo. De este modo y creadas las categorías y conceptos, la represión se ajusta a ese marco legal y cae con todo su peso con una gran aceptación social.”4

Esta lógica con la que funciona la Ley y sus conceptos, tienen una evolución en la historia, diversos campos en los que se desarrolla. Tal es su influencia que son reproducidos socialmente por todos los altavoces del sistema, tales como los media, partidos políticos ,el sistema educativo y se insertan en el sentido común de la población. El “violento” donde se encuadran aquellxs que deciden disputar el monopolio de la violencia del Estado y su ser antagónico, el pacífico ciudadano demócrata, que protesta pero dentro de unos márgenes determinados por el marco democrático; el inocente y el culpable como categoría estrictamente legales, pero que son utilizadas habitualmente no solo por el propia sistema, sino incluso por sus pretendidos opositores cumpliendo así un reforzamiento, a veces sin quererlo (en otras ocasiones voluntariamente) reforzar la lógica de la legalidad del Estado. En fin, son muchas las categorías, tales como los locos, los delincuentes…etc. Estas categorías evolucionan, se adaptan a las necesidades del Poder, se olvidan unas, surgen otras, se reinventan los significantes siempre al ritmo cambiante a las nuevas condiciones sobre las cuales el Estado debe desplegar su capacidad y lógica represora. El objetivo es aislar a todo elemento desestabilizador para que sus prácticas e ideas amenazantes al orden no puedan ser emuladas ni pueda surgir una identificación generalizada con los individuos que se vean categorizados dentro de esos conceptos.

¿Y el terrorismo5? La figura del terrorista se ha convertido en el enemigo a batir por parte de las democracias. El terrorismo se ha convertido en un cascarón vacío que el Poder utiliza a su antojo. La categoría de terrorismo parece intentar servir al aparato represivo en toda su dimensión (jurídico, político, policial, carcelario y mediático) para justificar toda una serie de medidas y actuaciones contra todo aquel que no acepte el monopolio de la violencia en manos del Estado. Desde el Poder, el proyecto político de los estados democráticos parece ser definido como una negación del terrorismo. La estrategia es clara: aislar y separar del cuerpo social a rebeldes, anarquistas, antiautoritarios y todas prácticas de lucha que rompan con la normalidad de este sistema6.

Sin embargo, más allá de una categoría represiva, el terrorismo o más bien, su respuesta y lucha por parte del Estado ha servido para construir e edificar nuevas fórmulas de gobierno, cimentadas en torno al control social y la represión frente a cualquier ruptura de la normalidad. Prueba de ello es la evolución jurídica de este término, que ha ido incorporando cada vez más hechos punibles dentro de esta categoría o las políticas en materia de seguridad que los Estados europeos han ido implementando en los últimos años a raíz del repunte del terrorismo islámico.

Enemigo interno, enemigo externo: entre una construcción del Estado y una realidad

Los Estados segregan y separan mediante figuras creadas a aquellxs que resulten una amenaza para sus intereses y el consabido orden. El poder mediático a través de los medios de comunicación de masas ha sido capaz de generar una imagen de sus enemigos acorde a los intereses represivos del momento. Negar la existencia de un enemigo interior o un enemigo interior sería negar una realidad: somos muchos los que nos declaramos enemigos de este sistema y son también muchos otros también los que desde ópticos distintas (y muchas veces en una simple disputa por el Poder, queriendo acceder a la cúspide de la pirámide) que se englobarían dentro de estas categorías de “enemigo interno” y “enemigo externo”. Así los enemigos del Estado y de la Democracia sirven de chivo expiatorio y justificación de todo un poder de control social desplegado por las potencias estatales, con fines de control social.

El terrorista se ha convertido, sin lugar a dudas, en la figura preferida del Poder para concretar y ponerle nombre a ese enemigo interno. Todo aquel que dispute el monopolio de la violencia del Estado, será caracterizado como un personaje macabro y digno de ser perseguido y una amenaza contra la estabilidad democrática. La figura del terrorista consigue ser capaz de servir tanto para mantener el orden en casa, como fuera de las fronteras de los Estados, dado que estas figuras pueden venir de exóticos sitios o estar escondidas en los suburbios pobres de las metrópolis occidentales. En su cacería, todo vale, y todo aquel que nos e preste a negar esta realidad.

El enemigo interno tiene un alto componente racista y xenófobo en muchas ocasiones. Removiendo las viejas figuras del bárbaro extranjero que invade la civilización, nos encontramos con que millones de personas desplazadas a lo largo y ancho del planeta por las miserias, guerras y persecuciones provocadas por las políticas capitalistas de los Estados occidentales (y los no-occidentales) son una amenaza para la población en los discursos de los gobernantes y su séquito. Será una labor que debe adaptarse, obviamente, a las necesidades de la clase empresaria que, naturalmente, necesitará que las fronteras no sean algo hermético y cerrado, sino permeable, que deje traspasar una mano de obra barata a la que explotar. Para esta función se adapta perfectamente las lógicas de las sociedades democráticas, donde se ofrece un marco de posturas que acoten los límites entre la figura del inmigrante bueno y el inmigrante malo. Para ello, generalmente son las facciones de izquierda de la burguesía las que crean la figura del amigo y las facciones de derecha las que crean la figura del enemigo. Pero estas facciones funcionan conjuntamente y necesitan alternarse en el gobierno […] Se va a celebrar el árabe que está en el deporte o en el espectáculo, cómico o musical. Ámbitos en los que el cuerpo o la habilidad del colonizado son puestas al servicio de la celebración del imperio, ámbitos de devoción del cuerpo a la bandera7.

Contrapuesto a esta figura, se encuentran la de aquellxs explotadxs que no aceptan su rol de inmigrantes buenos y trabajadores sumisos, que no aceptan la cultura dominante y siguen generando su propia cultura en sus comunidades (no se adaptan a nosotrxs, dirá el racista), que protestan, que se escapan de esas cárceles llamadas CIES, que forman tumultos, que se enfrentan a la violencia policial… en fin, que no entran dentro de la categoría del colonizado agradecido con sus opresores que le otorgan la entrada al primer mundo y sus democracias.

El enemigo interno puede ser no solo el anarquista que con sus prácticas e ideas, potencialmente extendibles a sus iguales, al resto de oprimidxs, sino que se genera también con aquellxs que dentro de las propias fronteras nacionales estallan contra un orden que les somete día sí, día también. Los jóvenes de las banlieues de las ciudades francesas y en general de los suburbios de las grandes ciudades capitalistas, que de vez en cuando estallan cuando se comete un asesinato policial en los ghettos a los que la democracia les ha relegado a vivir en la marginalidad, por ejemplo. Cuando estos deciden responder a la violencia sistémica y estructural con violencia, serán rápidamente identificados por policías, jueces, políticos, periodistas, sociólogos, psicólogos, curas (o incluso, imanes), trabajadores sociales, izquierdistas, fascistas como un enemigo a combatir por el Estado, una amenaza a los valores nacionales y a la democracia.

Esta estrategia segregadora, que busca generar niveles y clases entre los oprimidos, dibujando una especie de frontera entre aquellxs explotados que están incluidos en las lógicas del sistema (y sufren todo su peso) y aquellxs que son expulsados y excluidos a la marginalidad, a los ghettos, y que son una constante amenaza que gestionar mediante cuerpos de seguridad, trabajadores sociales, drogas, fármacos y cárceles. El viejo divide y vencerás que puede hacer que mires con envidia a quién tiene más que tu y con desprecio y miedo a quién tiene menos que tú.

El enemigo interno sirve también para transformar la ciudad y los barrios que la componen. La ciudad es un escenario no neutral, se edifica reproduciendo el clasismo, el racismo y las necesidades especulativas de los capitalistas. Procesos tales como la gentrificación, que conllevan la expulsión de la población de un barrio y ser sustituidas por personas con un poder adquisitivo mayor, utilizan la figura del enemigo interno en sus muchas variables para justificar semejante agresión a la vida de miles de personas. Todo plan urbanístico que implique una transformación urbana tan grande viene precedido de una devaluación mediática del barrio: delincuentes, yonkis, personas migrantes que no se adaptan, antisistemas… Es la melodía que tantos barrios a lo largo y ancho del planeta escuchan previamente a la instalación de un Carrefour 24H o al desalojo de un centro social para construir nuevas viviendas para los nuevos ricos. El enemigo interno es un recurso inagotable para el Poder.

El final del mundo dividido en dos grandes modelos socioeconómicos, presentados como supuestos bloques antagónicos, trajo nuevos actores al mapa de la denominada geopolítica a finales del siglo XX. El islamismo8, en su forma cristalizada de modelo de estado-teológico, fue utilizado por EEUU y sus aliados como herramienta de desestabilización de regiones del planeta con regímenes afines a la URSS. Una vez cumplida su función, la bestia del fantasma estado-religión se configuro como el que iba a ser el terrorismo yihadista. Tras décadas de subidas y bajadas en la escena mediática, el yihadismo ha cumplido un importante rol en tanto recurso del Poder, de los Estados y los gobiernos por su adaptabilidad dentro de estas dos importantes categorías: el enemigo externo, como una espiral de imágenes, ideas y cosmovisiones que proviene del oriente o de las viejas colonias que se erige como amenaza a la democracia occidental y su sistema de valores; el enemigo interno, que se manifiesta mediante atentados, células yihadistas, ghettos en los barrios pobres, y entres presentes como espectros con las que podíamos estar conviviendo. Estas figuras tienen su puesta en escena y un despliegue en la realidad mediante el terrorismo. El terrorismo nuevamente se convierte en una fórmula de afirmación del proyecto del Estado y los poderosxs. La Democracia se refuerza mediante la proyección de su polo negativo: la barbarie terrorista y su fórmula de gobierno en base a estados-terroristas como el DAES. Lo importante de este juego, es saber cómo ambos polos forman parte de unas mismas lógicas de dominación, de sometimiento y explotación pero que despliegan su control con diversos matices distintos.

Esta guerra, que, al fin y al cabo, es una guerra real la que emprende y lleva el Estado contra enemigos internos y externos, es una realidad palpable. Es decir, señalar como el Estado justifica el despliegue de sus políticas de control mediante la generación de enemigos internos y externos no implica que de facto, no exista una guerra que se materializa en muertos, desaparecidos, encarcelados, torturados, heridos y que atraviesa la realidad de todo ser humano del planeta. Existen multitud de realidades donde se materializa ese conflicto y son muchos los que toman la iniciativa y deciden devolver los golpes. Efectivamente, algunxs serán afines y cercanos a nosotrxs y otros, no, siendo simplemente otras fórmulas y caminos para las mismas lógicas de un mundo organizado en torno a gobernantes y gobernados, en torno a explotadores y explotados.

Contraterrorismo y contrainsurgencia: el terrorismo como forma de gobierno

La lucha contra el terrorismo se despliega por tanto en todos los ámbitos donde el Poder tiene influencia y sirve para desplegar su afán de profundizar en el control y los siempre presentes intereses económicos, claro está. Los Estados luchan contra el terrorismo mientras sus políticas terroristas asesinan y someten a los explotados.

Esta batalla contra la barbarie terrorista se materializa en dos estrategias, tanto de puertas para adentro como de puertas hacia afuera: en las zonas seguras, contra el enemigo interno se denomirá contraterrorismo, en el extranjero, contra el enemigo exterior, la contrainsurgencia. Ambos están íntimamente relacionados y se retroalimentan entre sí. No es de extrañar como las antiguas potencias coloniales utilizaron métodos propios de sus guerras imperialistas y la gestión del control sobre poblaciones extranjeras para controlar y mantener a raya a las poblaciones de las metrópolis occidentales. Este proceso llega hasta nuestros días, donde las misiones internacionales, o en otras palabras, la presencia militar como fuerza de ocupación, extrapolan fórmulas similares de gestión y dominio pensadas para ponerse en práctica tanto en territorio nacional como extranjeros.

La lógica militar y la presencia de las fuerzas armadas esta cada día más presente en nuestra realidad cotidiana, mediante la presencia de patrullas en las urbes europeas, la aparición de cuerpos militares como la Unidad Especial de Emergencia (UME) que opera en España en catástrofes naturales, la utilización de los militares para romper huelgas, como recientemente ocurrió en el conflicto de los estibadores o la constante propaganda militaristas en centros educativos y medios de comunicación. Esta militarización de la vida cotidiana9 trae consigo un proceso paralelo de militarización de las policías civiles y la policialización de los cuerpos militares. Esto parece confirmarlo grandes planes de la OTAN como el denominado Urban Operation in the year 2020 e innumerables cumbres en materia de seguridad: la gestión militar del conflicto social, pone en evidencia que el poder del Estado se desplegará de forma similar tanto en ciudades europeas como en Kabul o las favelas sudamericanas.

El terrorismo se convierte así en un chivo expiatorio a través del cual el Poder despliega un control del espacio mediante un reforzamiento de las fronteras10 y el surgimiento de otras nuevas, el surgimiento de nuevas tecnologías de control social, el aumento de los beneficios económicos que hay detrás del negocio de la seguridad y una provechosa arma en el control y el flujo de las poblaciones, donde figuras como el inmigrante o el refugiado tienen una delgada línea roja con la figura del terrorista.

A remarcar también, los golpes de efecto del terrorismo en el terreno mediático, sirven como medio de control de masas mediante el miedo y, como, mediante situaciones de legalidad excepcionales, tales el estado de emergencia declarado en países como Francia o Bélgica se genera una normalización de estas situaciones, pasando a convertirse en norma. La excepcionalidad pasa a ser incorporada a nuestra vida cotidiana y pasa, de ser algo puntual a ser el pan nuestro de cada día que nos encontremos con toques de quedas, las calles tomadas por policías y militares o un marco legal donde la represión tiene aún más manga ancha de la que normalmente goza. La ley nuevamente, se adapta a las necesidades y normaliza su presencia en nuestra vida y en cada vez más aspectos de la misma.

Contra la paz en nuestros tiempo

El terrorismo es un fenómeno que abarca multitud de dimensiones: desde ser una herramienta del Estado que este pone en práctica a un fenómeno que es ocasionado por sus propias políticas y que es rentabilizado por el Poder. Lo que hay que tener en cuenta es que todo golpe, toda estrategia del Estado, todo arte de gobierno mediante el terrorismo se hace en nombre de la Paz. Una paz que no es sino otra ficción que nos intentan vender. Aquí no hay paz, aquí hay una guerra que se viene dando desde que hay poder: la guerra de ricos contra pobres… pero también de pobres contra ricos. Destruir su paz, pasa necesariamente por destruir al Estado y desenmascarar sus procesos de control y dominio. Aquí hay un conflicto. El que no lo quiere ver, es porque no quiere. El que siga presentándose e identificándose en figuras creadas por el Poder, está condenado a reproducir sus lógicas. Su paz se construye sobre el aniquilamiento y la muerte. Destruyamos su paz.

[30 Mayo 2018] La protesta y el discurso del poder.

Los crímenes trascienden por su espectacularidad, o sea, por su por potencial para convertirse en espectáculo. La sociedad demanda morbo y necesita horrorizarse, quiere ver: aviones chocando y hombres arrojándose de edificios ardiendo, huesos carbonizados de niños asesinados, los detalles escabrosos sobre una mujer violada. Los casos más espectaculares, más sangrantes, disparan los índices de audiencia de una industria que se rige por la ley de la oferta y la demanda, y donde el sensacionalismo es lo más cotizado. El derecho a la información es una coartada que utilizan de forma irresponsable para difundir todo tipo de basura, de trapos sucios, de desviaciones elevadas a la categoría de generalidad. Frente al rigor y la objetividad de un documental, la violencia excesiva y descarnada convertida en telerrealidad, y por ende, en realidad.

La mediatización de los hechos determina la intensidad de la alarma social y la dimensión de la protesta, lo cual provoca que un problema entre a formar parte de la agenda política. Tras el 11-S y demás atentados terroristas, se aprobaron leyes que recortaban libertades (civiles, de movimiento, etc.) en nombre de la seguridad. En los casos tipo Marta del Castillo, José Bretón, el niño Gabriel, etc. se ha exigido la cadena perpetua revisable, el endurecimiento de las penas (en proceso): populismo punitivo.

Vemos como en muchos casos, a falta de razones, el poder necesita manipular nuestras emociones para legislar, precisa que tengamos miedo al otro para gestionarlo, y justificar una sociedad cada vez más normativizada, represiva y panóptica. Sin embargo, otorgar mayor potestad al Estado sobre la vida de los individuos no sirve para detener el crimen, sirve para que este sea ejercido de manera legal por jueces y policía. La ideología de la víctima no sirve para defender a las víctimas potenciales ni reparar el dolor de las que existen, sino que es el discurso pronunciado por el poder para ponernos a todos en la picota.

[10 Mayo 2018] La ausencia del sentido de la vida.

En la sociedad capitalista, las relaciones personales están marcadas por el interés, por considerar al otro una mercancia. Erich Fromm analizaba que no se producen una gran cantidad de amor ni de odio, más bien las relaciones se quedan en la superficie, aunque detrás esté el distanciamiento y la indiferencia.

En las diferentes fases del capitalismo se ha producido una pérdida progresiva de los vínculos sociales del hombre, el motor de las relaciones humanos no es ya el deseo de cooperación, no hay solidaridad hacia el prójimo y sí un evidente egoísmo que busca solo el interés personal (un egoísmo que no duda en usar a otros seres humanos para sus intereses, sin ninguna lectura de desarrollo individual). Los reductos sociables que le quedan al ser humano están encarnados en el Estado, y de ahí que se nos obligue (o se sienta la obligación) de pagar impuestos, votar o respetar las leyes. Hay una rígida separación entre la sociedad y el Estado (identificado exclusivamente con el quehacer político), por lo que éste se convierte en un ídolo en el que se proyectan todos los sentimientos sociales. Fromm considera que esa idolatría hacia el Estado solo desaparecerá cuando el hombre vuelva a incorporar a sí mismo los poderes sociales y no se produzca una división entre su existancia privada y su existencia social.

El hombre es en el sistema capitalista, y así lo ve él mismo, una cosa para ser empleada eficientemente en el mercado, no se siente como un agente activo y consciente, portador de las potencias humanas. El ser humano está enajenado de sus potencias, de la capacidad de sentir y pensar, por lo que su identidad surge de su papel socioeconómico. El éxito o el fracaso del individuo está marcado por factores ajenos él mismo, no hay ya dignidad en la personalidad enajenada (factor que Fromm considera con mucho peso en otras culturas). Esta “pérdida de personalidad” de la que habla Fromm es vista por otros autores como algo natural; la falta del sentido de la identidad sería un fenómeno patológico, ya que la “personalidad única” no sería tal, y sí un resultado de los muchos papeles que representamos en las relaciones con los demás (papeles que tienen la función de obtener la aprobación y evitar la ansiedad resultante de la desaprobación). Fromm niega dicha teoría e identifica el sentimiento de sí mismo con el sentimiento de identidad, el cual desaparece en la sociedad enajenada y se busca la aprobación de los demás para confundirla con el éxito y convertirse en una mercancía vendible; los demás no lo consideran ya una “personalidad única”, sino una entidad ajustada a uno de los modelos establecidos.

Para comprender el fenómeno de la enajenación es necesario tener en cuenta una característica específica de la vida moderna: “su rutinización, y la represión de la percepción de los problemas básicos de la existencia humana”, en palabras del propio Fromm. El hombre apenas sale del terreno de las convenciones y de las cosas establecidas, difícilmente logra perforar la superficie de su rutina y, si lo intenta, lo efectúa con grotescos intentos rituales (como el deporte, toda suerte de religiones y creencias, o las hermandades de algún tipo). Fromm considera que el interés y la fascinación por el drama, el crimen o la pasión no es solo expresión de un gusto cuestionable y del sensacionalismo, sino un deseo profundo de dramatización de los fenómenos importantes de la existencia humana (la vida y la muerte, el crimen y el castigo, el combate entre el hombre y la naturaleza…). En el antiguo drama griego, se produciría un tratamiento profundo y de alto nivel artístico de esos fenómenos. Por el contrario, el drama y el ritual modernos son toscos, no producen ninguna catarsis y simplemente revelan la pobreza de esa solución para atravesar la superficie de la rutina. Estaremos de acuerdo en que la revolución tecnológica, que hemos vivido en las últimas décadas, se ha producido en el tipo de sociedad capitalista y consumista cuyos fenómenos psíquicos describe Fromm, por lo que sus tesis sobre los procesos de abstracción, cuantificación y enajenación se refuerzan en un mundo en el que la tecnología parece separarnos de la vida real.

Otras preguntas, acerca del proceso de la enajenacion, tienen que ver con qué ocurre con factores como la razón y la conciencia en una sociedad de este tipo. Si entendemos por inteligencia la habilidad para manipular conceptos con el fin de conseguir algo práctico, de memorizar o de manejar ideas con rapidez, eso es lo a lo que nos limitamos en nuestros negocios para resolver cosas. Fromm define la inteligencia como el pensamiento al servicio de la supervivencia biológica. En cambio, la razón desea comprender, profundizar en la realidad que nos rodea, y su meta sería impulsar la existencia intelectual y espiritual. El desarrollo de la inteligencia, de la mera habilidad, ha ido en detrimento de la razón, la cual requiere de individuo capaces de penetrar en las impresiones, ideas u opiniones, no meramente compararlas y manipularlas. En el hombre alienado se da una aceptación de la realidad tal y como aparece, desea consumirla, tocarla o manipularla, pero no se pregunta por qué las cosas son como son ni adónde se dirigen. Aunque se lea el diario, o se consuma cualquier otro medio, existe una alarmante falta de comprensión del significado de los acontecimientos políticos.

Junto a la falta de razón en la sociedad moderna, debido a la inexistencia de personalidad en el individuo, está otro factor íntimamente relacionado que es la imposibilidad de una conducta y un juicio éticos. Si el hombre de convierte en una especie de autómata en la sociedad enajenada, díficilmente puede desarrollarse la conciencia y ser la ética una parte importante de su vida. La conciencia existirá cuando el hombre se escuche a sí mismo, no se vea como una cosa o una mercancía. Poseemos toda una herencia ética recibida del pasado, fundada en un humanismo que niega toda institución que se sitúe por encima del ser humano, aunque la historia suponga numerosas ejemplos sociopolíticos de lo contrario. Pero, en la sociedad moderna, en lugar de dar mayor horizonte a la razón y a la ética, lo que es únicamente una herencia indeterminada termina por desaparecer y nos acercamos a la barbarie legitimada en una presunta eficacia técnica y económica. Resulta primordial luchar contra el conformismo, ser capaz de decir “no”, para poder escuchar la voz de la conciencia.Esta consideración nos recuerda al inconformismo del “hombre rebelde” de Albert Camus, capaz de destruir ídolos e instituciones para construir un mundo libre.

El proceso de trabajo se identifica en Fromm con el proceso de moldear y transformar la naturaleza externa al hombre, y de esa manera el hombre se moldea y cambia a sí mismo. La naturaleza del hombre, sus potencialidades y las leyes naturales a las que está sujeto, son un punto de partida para conquistar la naturaleza externa y desarrollar sus capacidades de cooperación y de razón. Pero el trabajo ha pasado de ser una actividad satisfactoria en sí misma y placentera, como sí puede haber sido en algunos momentos de la historia, a convertirse en un deber y una obsesión. El trabajador industrial ejerce un papel fundamentalmente pasivo, realiza una función pequeña y aislada en un proceso productivo grande y complejo, se muestra enajenado del fin de su trabajo. El trabajo es un medio de obtener dinero y no una actividad humana con sentido. Este carácter enajenado del trabajo, profundamente insatisfactorio, da lugar a dos reacciones: por un lado, el ideal de la ociosidad total; por otro, una hostilidad, consciente o inconsciente, hacia el trabajo y hacia todas las cosas relacionadas con él. Fromm consideraba ya en su época que los medios de comunicación, junto al desarrollo de la técnica, no hacen más que potenciar ese anhelo de holganza, la ilusión de poder dominar la realidad sin apenas talento ni esfuerzo. En cuanto al odio, parece más grave que la falta de sentido y el tedio del trabajo, ya que se manifiesta tantas veces de modo inconsciente. Se acaba odiando el entorno, a los demás y, finalmente, a uno mismo si se sacrifica el sentido de la vida por un éxito aparentemente embriagador.

El pensamiento de Fromm, también como psicoanalista de la sociedad, resulta fascinante y, desgraciadamente, el tiempo ha consolidado lo que él ya tomaba como problemas graves de la sociedad capitalista. La noción de trabajo de este autor era liberadora, herencia de unos valores de la Ilustración pendientes de adquirir sentido en la existencia humana (es la única manera de aceptar la posmodernidad, sin desesperanza alguna, otorgándole mayor campo y sentido a los valores de emancipación). Las respuestas de Fromm a los males de la sociedad moderna, que dejaremos para un nuevo artículo, solo podía pasar por un socialismo que se encargara de la emancipación en todos los aspectos de la vida, sin dar predominancia al factor económico sacrificando el resto, tal y como pretendió el marxismo y fracasó estrepitosamente en su praxis. Un socialismo que solo puede ser calificado de libertario.

[24 Abril 2018] Internet,determinismo y propaganda.

Las nuevas relaciones impuestas por la sociedad tecnológica son el paradigma de la superficialidad y vacuidad. Reflejan la impostura en la que se vive y despojan al individuo de la verdad inherente de su pensamiento primigenio, sustituyen lo real por lo virtual y lo virtual por lo real. La imagen que proyecta el individuo debe ser absorbida por el aparato tecnológico para ser transformada en información que posteriormente sirve como referencia a los intereses del mercado de consumo que suprimen la individualidad a través del deseo por los bienes y la mercancía.

La sociedad de la información no es necesariamente la sociedad de la comunicación. Internet no comunica al contrario, aísla en mayor grado cuanta más información (ya sea verdadera o falsa) circula por la red. La tecnología por lo tanto atomiza al individuo y divide a la sociedad en fragmentos cada vez más pequeños debido a la multiplicidad de opiniones, pensamientos y creencias que surgen de los acontecimientos y rigen las tendencias creadas por la propaganda que afectan en mayor o menor grado al conjunto de la sociedad.

Internet como nuevo medio catalizador del consenso social incrementa el poder de la tecnología -y por lo tanto de los poseedores de la misma- implementando políticas de control y dominación sobre la población mucho más efectivas que en tiempos pasados al monitorizar la opinión pública a tiempo real y ejerciendo a la vez un control exhaustivo sobre la disidencia para sustituir la vigilancia por la auto-vigilancia consentida en nombre de la seguridad.

Una visión optimista o pesimista de la vida puede estar determinada por las circunstancias de cada persona. Sin duda. Sin embargo dicha visión no deja de ser particular y no tiene por qué ajustarse a la visión general que afecta al resto de toda la sociedad. Por lo tanto esta visión particular y fragmentada del mundo puede enmascarar y falsear la realidad por la cual se rigen los acontecimientos que suceden en éste y que afectan inexorablemente a todas las personas.

Siempre hemos estado en guerra. Los mundos idílicos creados por los propagandistas al servicio del Poder son un producto del Sistema para justificar los conflictos de toda índole y engañar de un modo razonable a la sociedad de manera que la vida se desarrolle por unos cauces aceptables.
Sumisión a cambio de seguridad, diversión y entretenimiento a cambio de explotación. Negatividad a cambio de cierta positividad o malestar a cambio de bienestar. Todo tipo de intercambio que se pueda dar para justificar el sistema de dominación y el estado de guerra.

[02 Abril 2018] La comodidad: un sofocador de la revolución.

La comodidad en los individuxs, que las industrias han trabajado tanto en producir, y que, lo que busca es “facilitarnos la vida” nos hace cada día seres más insensibles. Cada vez perdemos más la percepción de nuestro entorno. No tomamos conciencia del uso de energía que se nesecita para una acción. Cómo ver televisión, cambiar un canal, prender un ventilador, aire acondicionado, etc. Dónde todas estas acciones llevan un gasto de energía de trasfondo, que a nosotrxs, en ese momento no nos cuesta nada. Pero otra persona ya lo ha hecho por ti, o un conjunto de personas ya trabajó por ese producto para que vos tengas esas comodidades. Por que cuando usamos ese producto no pensamos en las personas que lo fabricaron, menos si se usaron animales como materia prima. Ahí es cuando perdemos la percepción del entorno. Nos fabrican un mundo de comodidades donde cada vez más nos alejamos de nuestro alrededor, de la naturaleza. Esa idea de que a tu esfuerzo lo haga otro sin importar como se hizo, es la que nos aleja de nuestros instintos más animales. “No lo hagas vos”, “no muevas un dedo”, “deja que otras personas lo hagan por vos”, “nosotros tomamos decisiones por vos para que vos no pierdas tus comodidades”. Nos aterroriza la idea de que tengamos que reclamar nuestros propios derechos. No hagamos nada si los hace otro, o ya lo hicieron en el pasado.

Cómo podemos estallar una revolución si no sentimos empatía? La televisión muestras casos como la violación y/o muerte a una menor de 15 años y después pasan a la brevedad a la separación de una estrella televisiva o a los resultados del fútbol. Haciéndonos olvidar de la nena te pasan a otro tema sin escrúpulos. También te muestra un niño llorando por hambre, en ese momento nos sensibilizamos, pero no te sensibila más que verlo y vivirlo en carne propia.  Ahí donde se pierde la sensibilización. Destruyen la empatía.

Pongamos un ejemplo de dos personas que trabajan en el mismo lugar y viven la misma distancia desde sus hogares y hasta su trabajo. La persona A se transporta en su automóvil hasta su trabajo. La persona B se transporta en su bicicleta hasta su trabajo. La persona A tiene la comodidad de no sentir el estado del clima en el ambiente, por que si hace frío prende la calefacción, si hace calor prende el aire acondicionado, y si llueve no lo moja, tampoco el viento lo afecta. La persona B siente todos los estados del clima ambiental; siente el frió, el calor, la lluvia y el viento. La persona A sufre el estado de pavimentación de los baches en las calles pero no tanto como la persona B que lo tiene que ir esquivando por que si no se pega un trompezón. La persona A no siente el esfuerzo que conlleva transportarse, en cambio, la persona B si lo siente; siente el cansancio, la agitación, la transpiración. A lo que voy es que el sujeto que no tiene tantas comodidades, es mas conciente de lo que pasa en su entorno. Dopan a los trabajadores con comodidades para que no sientan empatía con los que no pueden acceder a esas comodidades y no veamos la destrucción de la naturaleza que hacen. La razón es obviar el trabajo que hace otro y no sentir empatía por que para el movimento de un automovil se necesitó mucha mano de obra que no la vez. La intención es destruir la empatia.

Cuáles el precio de esas comodidades? El precio son nuestras vidas y nuestra libertad pagamos esos lujos con horas de nuestras vidas que es, ni nada menos que, el trabajo.

No alcanzo con un mundo de comodidades fabricados que han creado a un mundo virtual donde nada existe pero si tiene mucho valor para las personas, que entra solamente por dos sentidos; la vista y la audición. En ese mundo virtual donde todo es exageradamente más fácil, la información está al alcance de un click, las personas se relacionan con la comodidad de no salir, de no sentir, y nuestros sentimientos son chupados por el ordenador, hasta nos enseña y nos juzga como vivir, todo esto en un corto lazo de tiempo. Cómo que cada vez más nos acercamos a la matrix; donde las personas estaban conectadxs por cable y vivían en un mundo de imaginación producida por los ordenadores. Dónde que te sirve ir a un recital, o ir a buscar un libro en una biblioteca, o encontrarte con amigos o familiares, o salir a reclamar tus derechos a la calle, si los tenés todo a tu alcance a través de una pantalla. Lo único que te preocupe es trabajar para conseguir esos lujos.

La conciencia del esfuerzo y el sufrimiento de lxs demas son impulsadores de la revolución. La revolución la hacen lxs que están cansados de las injusticias.

[27 Febrero 2018] Indefensión aprendida.

Tiempos modernosLa Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Madrid estaba reclamando reparación y justicia a Credifimo-Caixa Bank por las hipotecas basuras, las cláusulas abusivas y los desahucios enfrente del edificio de Caixaforum. Una pareja de unos 50 y tantos años esperaban a cruzar el paso de cebra del Paseo del Prado mientras miraban la protesta de los activistas. El hombre comentó que son solo  cinco y la mujer que es que les dejan hacer lo que quieran en la calle, gritando y haciendo ruido. Luchar por los derechos se ha convertido para muchas personas en gritar y hacer ruido. Los activistas son gente que molesta a los buenos ciudadanos que pasean tranquilamente por la ciudad para visitar una exposición sobre Andy Warhol. La transformación del activismo político, sindical o social en una molestia para la sociedad es un éxito de la élite económica. Ya no solo es que el activismo se connote de forma negativa sino que se abre la puerta a su silenciamiento sea como sea, con la aprobación de todos aquellos que lo perciben como un fastidio provocado por radicales. Es probable que aquella mujer, tan soliviantada por esa gente ruidosa, viera con buenos ojos que la policía disolviera sin contemplaciones la protesta pacífica.

Las huelgas, los boicots o los sabotajes dejaron de ser herramientas de la lucha obrera para convertirse en incordios y ataques contra los ciudadanos, sus intereses económicos y el país. Los conservadores transformaron el derecho a un trabajo en el derecho a ir a trabajar por lo que un esquirol se convirtió en un ejemplo cívico frente a los hinchas violentos que luchaba por conseguir derechos que beneficiaran al total de la sociedad. El mundo al revés o el mundo que interesa a las élites. El individualismo radical de las sociedades occidentales, alimentado y potenciado por la sociedad estadounidense, ha convertido el interés personal en el elemento motriz de las decisiones que tomamos junto con la creciente indiferencia ante las luchas sociales que nos rodean. No es solo no querer participar en una huelga porque no me puedo permitir perder un día de sueldo sino que me son indiferentes los motivos por los que se convoca. Por supuesto que la deseabilidad social nos llevará a admitir lo primero y a ocultar lo segundo. A no ser que se sea un cínico o un neoliberal.

Esta domesticación no se ha producido ahora ni de forma pacífica. Las agresiones de los grandes propietarios, la patronal y el estado han sido una constante del siglo 20 y comienzos del siglo 21. Echar a las personas de sus casas, bajar los salarios, despidos, condenar a las familias a la pobreza y al hambre, criminalizar al sindicalismo, la represión, las prisiones, los asesinatos, la esclavitud a través del trabajo, esquilmar los bienes colectivos o amedrentar y pegar palizas han sido distintas herramientas utilizadas a lo largo de décadas para acallar las luchas sociales. El control de los medios de comunicación les permitió manipular a la opinión pública para convertir las respuestas a las agresiones, las reivindicaciones políticas y sindicales y la lucha por los derechos colectivos en asunto de criminales. Consiguieron ocultar su violencia y criminalizar a quienes luchaban por los derechos de todos. Pero lo más relevante es que consiguieron que aquellas personas que sufrían las políticas económicas de las élites, pensadas para acumular e enriquecerse, vieran como enemigas a aquellas que peleaban por mejorar las condiciones laborales y sociales. Lograron que fueran comprensivas y benevolentes con las políticas que les agredían hasta el punto de incorporarlas como soluciones para los problemas que les rodeaban.

Se ha aprendido que no se puede hacer nada. La pasividad es una dolencia que afecta a una gran mayoría de la sociedad occidental. Se mantiene cierta capacidad crítica que no conduce a la acción porque la sensación es que no hay nada que hacer. El trabajo capitalista condena a la depresión que impide ver que existen posibilidades reales de cambiar la sociedad en que vivimos. Las protestas de otros se convierten, a su vez, en recordatorios de que nosotros no estamos haciendo nada por lo que se reacciona de forma despectiva. Nos coloca ante un espejo y no nos gusta lo que vemos. Esa inconsciencia no es más que mala conciencia, oculta o desdibujada, que emerge en primer plano como enojo, desprecio, superioridad o arrogancia. Las proclamas se convierten en griterío, las reivindicaciones en ruido y los activistas en cinco pobres bienintencionados o radicales. Según el humor del día. Vivimos en una cárcel cuyos carceleros somos nosotros mismos. No necesita de una intervención directa por parte del estado o la patronal. Nos bastamos con nosotros mismos.

[04 Febrero 2018] Desarrollo de un intento por justificar lo injustificable (Archivo Operación Piñata).

Extraemos, nuevamente de la publicación La Ira de Behelial, otro texto con motivo del reciente sobreseimiento de la causa contra lxs compañerxs detenidos en la Operación Piñata. Es el tercero de estos textos (El trasfondo de la solidaridad y Arquitectura, mitología, folclore y operaciones antiterroristas). En los próximos días iremos subiendo de diversas fuentes, mas análisis sobre el contexto represivo, las circunstancias y todo aquello cuanto rodeó estos últimos años a los golpes contra los entornos anarquistas de la península. Este texto en concreto realiza un seguimiento a las categorías legales con las que el aparato represivo del Estado ha ido encasillando a anarquistas y rebeldes en los últimos tiempos hasta la actualidad. Nota de ContraMadriz

“Puesto que el número está del lado de los gobernados, la única opción de los gobernantes para seguir siéndolo es la opinión”. James Madison

El Estado, intrínsecamente, se constituye para ejercer el poder, y para ejercer el poder (pues el poder se ejerce y, como la historia no para de demostrar, tiene su propia lógica) es tarea obligada mantener el orden, con lo que el Estado se convierte en el garante de un orden; el orden, impuesto por el poder, el orden, necesario para que el poder exista. Hay diversas formas de mantener el orden pero las más eficientes suelen ser aquellas basadas en el palo y la zanahoria. Según esta filosofía para que la persona gobernada se porte bien, es decir se pliegue a los designios del poder y mantenga el orden, se le promete algo (generalmente material) que por supuesto nunca o muy pocas veces alcanzará, y cuando se porta mal se le castiga. Pero en las formas más sofisticadas de ejercicio del poder (y cabe recordar de nuevo que el poder se ejerce principalmente y de manera más elaborada y eficaz mediante la constitución de un estado), es decir, en los autodenominados estados de derecho: las democracias, pero también en muchas dictaduras, no sólo se mantiene el orden mediante un palo (con su zanahoria) sino que también se justifica el garrotazo al desobediente. Esto ocurre porque en estas formas algo más sofisticadas, el Estado se presenta a sí mismo como un simple arbitro y garante de la convivencia, pues como decía Madison, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, los gobernantes frente a los gobernados sólo tienen en última instancia de su parte la opinión. Por este motivo el estado siempre tratará de justificar de alguna manera o de otra sus castigos, cual padre benévolo que azota a sus hijos, por su bien, para conducirles por el camino de la rectitud y que cuando les castiga sufre más dolor que los castigados por tener que recurrir a tan extrema medida. Se puede decir sin ambages que, a día de hoy (y esto es algo que se puede rastrear desde el pasado más reciente hasta nuestros días) el garrote más grueso que tiene el Estado, su látigo más acerado y mortífero es la ley antiterrorista. Pero ¿de dónde sale esta ley?

Tradicionalmente, desde los albores de la constitución de los primeros estados (de forma embrionaria, eso sí) hace más de siete mil años, el poder, instituido en aparato estatal para regir la sociedad, ha tenido y tiene dos tipos de enemigos: el enemigo externo, al que siempre trató como “bárbaros” o “invasores” y el enemigo interno, al que siempre etiquetó de “bandoleros”. En el siglo XIX el Estado se ha convertido ya en un estado liberal­burgués, democrático y representativo en lo político y plenamente capitalista en lo económico y a resultas de la industrialización, la misma que permitió impulsar y moldear el capitalismo liberal, el poder de la época hubo de enfrentarse a diversas revueltas y revoluciones obreras y al nacimiento de las grandes ideas revolucionarias y libertadoras del momento (y que más o menos aún perduran): el marxismo y el anarquismo. Para enfrentarse de manera más eficaz y sin que el mantenimiento del status quo supusiera una fractura muy grande de los principios humanistas y liberales que el establishment decía sostener e impulsar, se creó una legislación especial para tratar el tipo de delitos que podrían quebrar el orden y traer la pretendida emancipación y liberación de la humanidad de la explotación y opresión y de sus explotadores y opresores. Esa legislación daba un tratamiento especial a quienes la vulneraban, tanto jurídicamente como ante la opinión de las oprimidas, con un especial ahínco (más que en otras épocas) de denostación moral hacia el refractario. Pese a este tratamiento especial el estado seguía golpeando con su vara a quien violase la ley sin importarle el motivo de tal violación (generalmente la desigualdad material y la supervivencia) pero con una preocupación a parte y un seguimiento mayor hacia quienes combatían al Estado de manera clara y por motivos políticos. Al fin y al cabo un ladrón sólo pretendía sobrevivir mientras que un revolucionario o revolucionaria quería derrocar al régimen y a sus regentes. Surgen pues hace dos siglos las leyes especiales sistemáticas (siempre hubo alguna ley especial para afrontar problemas temporales concretos, en eso se basa la legislación) acompañadas del linchamiento mediático que van a suponer la referencia y guía de las posteriores y muy modernas leyes antiterroristas. Las primeras que podemos rastrear en el tiempo son las leyes contra los ludditas, un movimiento organizado muy heterogéneo que basaba su actividad en la destrucción de la maquinaría industrial de los capitalistas y en un rechazo de éste sistema económico, aunque por diversas motivaciones (ni todos eran revolucionarios ni todos estaban politizados). A partir de aquí y aun sin una etiqueta concreta para los refractarios, más allá de un manido “bandoleros” no siempre aplicable, entramos en el siglo XX donde la evolución es cualitativa y cuantitativamente mucho mayor.

En el siglo pasado lo que el poder pretende para combatir a sus opositores, en especial a los enemigos interiores, es desgajarlos del cuerpo social para tratar de aislarlos con el fin de que nadie se identifique con los refractarios y pueda simpatizar con ellos o emularlos. Para este fin les demoniza. El problema entonces pasa de ser “los obreros” o “el pueblo” a un grupúsculo sedicioso, misterioso y cruel que desde las últimas décadas decimonónicas empieza a ser catalogado como “los terroristas”. Este paso se da en especial a raíz de la derrota del movimiento obrero en la Comuna de París en 1871, cuando dicho movimiento revolucionario se da cuenta de que militarmente es derrotado una y otra vez, abriéndose paso poco a poco a una nueva etapa que, aunque con grandes convulsiones sociales, ya no es la de las grandes revoluciones (con la excepción histórica del periodo de entreguerras: la rusa en 1917, la alemana en 1918-1919, la coreana en 1929,… o la rara y tardía española de 1936) sino la de las acciones aisladas de la masa social con el fin de volver a conseguir despertarla para el intento definitivo

A partir de entonces y ya durante todo el siglo XX el Estado aplica la categoría de terrorista y toda una legislación de excepción a sus enemigos internos. Claro que las y los revolucionarios o el movimiento obrero no son para el Estado sus únicos enemigos. Según en qué épocas opositores de todo tipo, incluso los afectos al poder pero no al gobierno de turno, han sido y son perseguidos, catalogados de la nueva etiqueta. En el mismo siglo XX, el término terrorista tiene que convivir con el de subversivo o el de “banda armada” según el tipo de aparato estatal que tenga que enfrentarse a la subversión en ciernes. Generalmente las dictaduras, menos fashion, eran más partidarias de términos como “sediciosos” o “subversivos” y en sus legislaciones los delitos eran estos mismos o bien la pertenencia a “banda armada”. Las democracias, siempre con un toque más glam (no la española, por cierto, casposa y cazurra como pocas), se decantan más por “terrorista” y en su legislación vienen bien claras las palabras “terrorismo” u “organización terrorista”. En pleno siglo XXI esta tendencia ya está consolidada, en especial a partir de los atentados de 2001 en Estados Unidos, pues según las democracias ­ amparándose en auténticos actos de brutalidad indiscriminados contra la población cometidos por aprendices de Maquiavelo del autoritarismo religioso o revolucionario, o por orquestación estatal (cómo saberlo) ­, los nuevos enemigos internos del presente buscan sólo aterrorizar a la población pues en su delirio se oponen a la democracia (¿cómo osan?) la más perfecta de las formas de convivencia civilizada y no una simple y cutre forma de articular el Estado. La democracia convierte al Estado, aún más, en un ente totalitario envuelto en un ropaje de presunta libertad, pues no permite que nadie la cuestione, y para ello no sólo produce una animadversión total en la población hacia las refractarias y rebeldes con todo el enorme aparato mediático del que dispone, sino que elabora la correspondiente legislación especial.

A día de hoy, todo enemigo del Estado es un terrorista y esa es la legislación que se le aplica. Veamos cómo evoluciona. Por acotar un poco el asunto, vamos a ceñirnos al estado denominado España. Nos encontramos con que aquí existen diversas leyes antiterroristas desde finales del siglo XIX cuya diferencia más sustanciosa respecto de la legislación ordinaria residía en la especial dureza de las penas (que en la legislación general no eran ligeras, por cierto) y en que al “terrorista” le juzga un tribunal militar. En la segunda república es derogada esta disposición y abolida la pena de muerte pero se crea un tribunal de orden público para juzgar los delitos políticos y la huelgas y revueltas. Este tribunal es derogado por el frente popular en 1936 pero poco después estalla la guerra.

Las leyes de guerra rigen entre 1936 y 1953 (y rigen con toda la dureza que implica el término) y es en este año cuando se elabora la primera ley antiterrorista moderna en España. Franco siempre tan innovador. En esta ley no existía delito de terrorismo per se sino que existía el de “pertenencia a banda armada”. Para poder ser aplicado los requisitos eran, ser una banda (es decir, más de dos personas) y tener armas; como vemos los militares y las dictaduras van al grano. Pero el ligero toque oficioso para su aplicación (una banda de atracadores puede tener armas pero un atraco no necesariamente es una subversión del orden politico­social) era el contenido político que dicha banda tuviera. Si en esta época un grupo de 4 ” jóvenes rojos” repartía propaganda contra el régimen o lanzaba un cocktail molotov contra una comisaría de policía, por poner un ejemplo, y eran detenidas, además de la somanta de hostias que iban a recibir en el calabozo y de ser juzgadas por el renacido tribunal de orden público franquista (1962), no siempre iban a sufrir totalmente la ley antiterrorista y a ser condenados por el delito de “banda armada”. Esta ley es la que se mantendrá vigente, con modificaciones en los años setenta y en la democracia, hasta el año 1995, en que se creará el llamado código penal de la democracia (que hasta ahora se basaba en una reforma del código penal del año 1973).

Éste entra en vigor en 1996 y en él se añade al delito de “pertenencia a banda armada” el de “organización terrorista”, es decir que ya no hace falta que haya armas para que sea aplicada la ley antiterrorista, que por cierto, en plena democracia, es esencialmente más dura en general, salvo en el caso específico de que ya no hay pena de muerte, que la de la dictadura. Además este código admite por primera vez el delito de terrorismo individual, aunque al carecer de banda las penas son menores.

En 2001 esta ley es endurecida tras los atentados de las torres gemelas. Son los años en los que se aplica la doctrina, aun hoy vigente y perfectamente extrapolable y extrapolada, del “todo es ETA” y lo mismo se es terrorista por secuestrar a un industrial que por quemar un banco, romper los cristales de una ETT o editar un periódico que justifique o incluso no condene los actos anteriores. Lógicamente toda esta batería respondía algo tardíamente a las necesidades del Estado, algunas de las cuales eran frenar los últimos rescoldos de luchas obreras, cada vez más violentas (sobre todo en el periodo 1987­1994) en los últimos coletazos de la reconversión industrial (1981­1997) y desactivar el conflicto vasco.

En 2010 asistiríamos a un nuevo código penal, aplicado en 2011, en el que la ley antiterrorista se aplica a quienes “alteraren de forma grave y reiterada la paz pública y buscaren subvertir el orden constitucional”, suponiendo una nueva vuelta de tuerca en cuanto a la aplicación y endurecimiento de las penas. Esto sucede en un contexto de cierta convulsión social como el periodo 2010­-2014.

Este periodo ha visto nacer el fenómeno 15 M y derivados con todas sus particularidades y consecuencias, para lo bueno (más bien poco) y para lo malo (más bien bastante, en todos los sentidos), enmarcado en una crisis y que se ha caracterizado por episodios de cierta violencia en la calle pero también de protestas pacíficas masivas, algunas tremendamente molestas. Ha sido también (y por ello) de un enorme descrédito democrático y económico y ha visto el decaimiento y cese de la actividad de ETA (lo que ha abierto nuevos escenarios). Es en estos momentos cuando surge un nuevo código penal que intenta enfrentarse a esos nuevos desafíos.

El código penal de 2015 es el de la ley mordaza pero también el de la nueva ley antiterrorista y el del pacto anti-yihadista (aplicable, claro está, a muchas otras realidades). Es una legislación en la que el policía es a la vez juez, jurado y verdugo para delitos no muy graves pero de claros tintes reivindicativos y políticos y en el que la ley antiterrorista contempla por primera vez que no sea necesaria la violencia para subvertir el orden constitucional y/o alterar reiterada y gravemente la paz pública, y en el que a una sola persona se le puede condenar como si en sí misma fuera toda una organización terrorista. Vemos claramente cómo, partiendo de un mismo concepto, la defensa del orden, el Estado a lo largo de la historia ha ido defendiéndose de sus enemigos, en especial de los internos, en especial de los rebeldes y revolucionarios, para seguir adelante sin oposición con su proyecto de dominación. Para ello adecua a los tiempos que corren todo su aparato punitivo y mediático porque ante todo ha de mantener el statu quo.

El poder ha de perpetuarse (regenerándose si es preciso o mordiendo hasta matar si fuera menester) y para ello si es necesario justifica lo injustificable. Así está el patio, amigos y amigas, pero eso sí, todo por nuestro bien y por la seguridad y armonía de nuestra pacífica y armoniosa convivencia, todo ello bien atadito, justificando, como hemos dicho más arriba, lo injustificable. Pero lo injustificable no son sus mentiras, ni su rigor en el castigo, ni siquiera la opresión, cuyo castigo a su rechazo tratan de excusar. Lo injustificable es que día tras día pocas levanten la voz y el puño contra tan infame entramado de explotación y engaño. Lo injustificable es que todo siga igual. Porque pese a que el garrote sea grueso y la zanahoria magra, pese a que existan un garrote y una zanahoria y una mano que las sostenga y nos marque el camino que hemos de seguir, obligados o engañados, la lucha sigue siendo el único camino. Y como decían los clásicos anarquistas “lo que la fuerza y la astucia han levantado, la fuerza y la astucia lo pueden destruir”.

Fuente: http://contramadriz.espivblogs.net/2018/02/04/desarrollo-de-un-intento-por-justificar-lo-injustificable-archivo-operacion-pinata/

[02 Febrero 2018] La “justicia restaurativa”.

Existe un nuevo instrumento, aparentemente menos coercitivo, denominado “justicia restaurativa”. Esta idea de justicia se basa en el principio de la “reintegración de la víctima y el reo”, partiendo de la idea de la irreparabilidad de la injusticia y la creación de nuevas relaciones de confianza.

La justicia restaurativa tiende a un reencuentro de la persona condenada con la persona que ha sufrido el daño, subrayando que, aunque este acercamiento no puede compensar ni sustituir el daño realizado, sí puede crear nuevas relaciones humanas tendentes a una reinserción del preso en la sociedad. Los documentos de estudio de este proceso identifican fases e instrumentos sobre los que se basa la justicia restaurativa. Es útil verlos sintéticamente para tener muy clara la finalidad y metodología de este nuevo instrumento del mundo carcelario.

Las fases:

  1. Participación del reo, de la víctima y de la comunidad en la solución del conflicto.
  2. Reconocimiento de la víctima y reparación de la ofensa.
  3. Auto-responsabilización del reo.
  4. Implicación de la comunidad en el proceso de reparación.
  5.  Consenso de las partes implicadas.
  6. Confidencial