Quienes hayáis leÃdo algo más de decrecimiento os sonará, probablemente de sobra, lo que a continuación sigue. Aunque sea un concepto bastante básico, creo que merece la pena traerlo a colación. Y es que ya hablaba Serge Latouche de la “religión del crecimiento económico“. Pero, ¿qué es eso de la religión de qué?
Muy sencillo. Tan sólo hay que comparar el respeto y silencio sepulcral que guarda la gente inconscientemente en un banco… y en una catedral. A veces, incluso, es más reverente la actitud que se despliega en una sucursal bancaria. ¿Y la reacción que despierta en la gente la afirmación “hay que cambiar el sistema económico”? ¿Difiere acaso del escándalo que provoca en un fiel al poner en duda sus creencias más férreas? Antes los reyes debÃan de rendir pleitesÃa al Papa de la Iglesia católica. Ahora los gobiernos han de rendir pleitesÃa a los Mercados y demás instituciones internacionales no democráticas (FMI, BM, Comisión Europea, Bancos mediante sus agencias de calificación…). En caso contrario, caerán, al igual que lo han hecho los de Italia y Grecia la semana pasada.
Durante décadas, y hoy todavÃa, el anticapitalismo (es decir, cualquiera de las miles de alternativas al capitalismo) ha sido representado como algo márginal, utópico o incluso peligroso. Hay que ser competitivo, sacrificarse en tiempos de crisis, hacer recortes sociales, favorecer la gestión privada, que es siempre mucho más eficiente que la pública, el ser humano es egoÃsta por naturaleza y, sobre todo, la libertad para comprar y vender se erige como un derecho fundamental, muy por encima del derecho a la vivienda o a la alimentación. La regulación de los mercados es rápidamente tachada de comunista, la planificación económica (algo que, por otro lado, hacen gran parte de las grandes empresas y los estados) provoca la misma reacción. Y, como el comunismo ha fracasado y sólo hay dos opciones, el capitalismo es lo único que funciona.
Y ahora una puede preguntarse… ¿no hacen precisamente eso las sectas? Dogmatismo, intolerancia, razonamientos incorrectos, premisas incorrectas, pensamiento acrÃtico… Esta analogÃa no está carente de ejemplos. Y, frente a la teologÃa neoliberal del Dios único del Mercado (o en su versión en plural, los Mercados, aunque igualmente monoteÃsta), hay gente que reacciona, incluso desde la religión desterrada se alzan voces de denuncia. Serge Latouche defiende, no tanto el decrecimiento, sino el acrecimiento (término que considera más cercano a nuestra postura, aunque menos impactante). Y es que, cuando el Dios es el crecimiento económico del PIB, el acrecimiento y el ateÃsmo se fusionan sugerentemente. Cuando los dioses eran Zeus y compañÃa, los cristianos eran llamados ateos. Ahora nos toca a nosotras. Orgullosamente ateas, felizmente ateas de esta nueva religión, no sólo viviremos nuestra vida desde la crÃtica de los dogmas neoliberales, sino que seguiremos construyendo entre todas alternativas sin dogmas, sin imposiciones y con la alegrÃa que da la simplicidad voluntaria, ejercida individual y colectivamente, en una sociedad que todavÃa busca la luz, aunque la busque en las tinieblas de la acumulación del capital. Poco a poco las ventajas del decrecimiento voluntario y socialmente justo irán dando esa luz que muchas buscan en la adoración al dios Mercado. Esa luz mostrará un mundo en el que nosotras seremos nuestra propia luz, un mundo en el que tendremos verdadero poder, un mundo que construiremos colectivamente, y ya no dependeremos de ningún sistema que nos promete la luz mientras nos mantiene en permanente oscuridad. Y es que la religión, ahora más que nunca, es el opio del pueblo.