Tras la épica entrada de “el limón, tu aliado sobaquil” honramos aquí las bondades del ajo. Es en parte una deuda personal, ya que una vez un ajo salvó mi dedo de la vorágine despiadada de unas bacterias comedoras de carne humana, unos visitantes inesperados que entraron por algún padrastro incauto, que se dejó la puerta abierta al salir… Como defensa, mi dedo activó el proceso de inflamación, con su típica hinchazón, cambio de color… Yo, por mi parte, lo dejé actuar, confiando en la fortaleza de mis defensas. Cual sería mi sorpresa cuando mi propio dedo… ¡¡empezó a tener fiebre!! Yo que había confiado en la no-intervención… ahora tendría que rendir pleitesía a la industria farmacéutica y subvencionar una de sus cremas antibacterianas, con todo lo que hay detrás: material del envase, contaminación química procedente de la elaboración de cada uno de sus componentes y otras cosas que preferí ni pensar. La batalla estaba perdida…
Pero entonces recurrí a la sabiduría milenaria de nuestros antepasados… ¡y el ajo ecológico vino en mi rescate! Una rodaja de un diente de ajo quedó envuelta entre mi dedo y una cinta adhesiva durante una noche… y la noche siguiente la acompañé con mucho cariño de una gotita de aceite, para que no se secara. La tercera noche se me olvidó, pero cuán grata fue mi sorpresa al comprobar que la inflamación estaba remitiendo por sí sola… ¡oh, laudate alium!
Cuán milenaria sería la sabiduría que me mantuvo rebelde contra la industria farmacéutica, que resulta que hay escritos egipcios de hace más de 3500 años con más de 200 recetas de ajo para males de salud. Algunas de sus bondades son bien conocidas.
Pero la industria farmacéutica no se queda impávida cuando de sacar rentabilidad se trata. Uno de los más de 100 compuestos que tiene el ajo se denomina alicina. Es un compuesto inestable que se produce cuando, al cortar un ajo o ser éste mordido por algún atacante biológico, se libera aliína (un aminoácido rarito) y una enzima del propio ajo (la alinasa) parte la molécula en dos. Una de estas mitades es la alicina, con alto poder bacteriano, antifúngico… vamos, arrasa… y a diferencia de los antibióticos comerciales, no se han descrito resistencias para la alicina. La industria farmacéutica ya ha empezado a comercializar perlas de ajo, con alto contenido en alicina y sin el mal olor del ajo. Es decir, meten algo bueno, barato y natural en un frasquito y te venden algo malo, caro y con una huella ecológica mucho mayor… algo parecido a la biopiratería. Lo que no dicen, es que la alicina es un compuesto altamente inestable, en dos minutos se reduce a la mitad, y en un día… ciao. Algo muy curioso, es que ya en 1947 Small y su equipo sintetizaron variantes de la alicina que eran estables a temperatura ambiente, algo que la industria farmacéutica no ha querido aprovechar, pues es más rentable la moda del extracto del ajo, aunque sea puro humo.
Lo que tampoco dicen, es que la alicina es tan sólo una de las más de 100 sustancias químicas interesantes que produce el ajo. En el libro El ajo y sus propiedades curativas podréis encontrar información sobre la anticuagulante adenosina, la historia de la alicina, las propiedades protectoras de la alixina y el maravilloso ajoeno (sí, sí, tal cual) con propiedades anticuagulantes, anticancerígenas y antifúngicas. Lo que dicen en la página 60 merece ser reproducido: “Lo que hace que el ajo sea eficaz no es la aliína, ni la alicina, ni el ajoeno, sino el efecto combinado de las más de 100 sustancias químicas”. Por no hablar de las proteínas, azúcares, vitaminas A, B, B2, B3 y C, potasio, fósforo, azufre, silicio y yodo… que contiene y de lo barato que es.
El capitalismo junta un compuesto, que deja de ser activo, con otros excipientes, te lo mete en un envase, te lo transporta, te lo anuncia y te lo vende. El decrecimiento te ofrece un producto integral, de probada eficacia, fácil obtención y precio irrisorio sin publicidad, sin envases, con posibilidad de obtenerlo de forma ecológica, o incluso de cultivarlo tú.
El ajo es curar mejor con menos… el ajo es decrecimiento.
Por cierto, la industria farmacéutica contraataca y embiste contra los remedios caseros. Hay que evitar que salga adelante esta ley, firma:
http://www.avaaz.org/es/eu_herbal_medicine_ban/?cl=1045352843&v=8991
Si no nos obligarán al contrabando de margaritas, algo totalmente surrealista, pero posible.