El dÃa 6 de enero, según el calendario cristiano dÃa de la EpifanÃa, también conocido como dÃa de los Reyes Magos, es tradición hacer regalos a familiares y amigos.
Durante esta jornada tiene lugar un salvaje intercambio de mercancÃas, muchas veces sin sentido, y percibido como una obligación. Esta costumbre nos fuerza a comernos la cabeza pensando en comprar artÃculos, que muchas veces, ante la ausencia de ideas, son verdaderos “artÃculos-comodÃn”: no nos importa si gustan o no, si son necesarios o no, y mucho menos, todo lo que se esconde detrás de su producción. “Lo importante es el detalle” se suele decir, pero sabemos que lo importante es comprar. Entre la aparente orgÃa de ilusiones y sorpresas que se supone conlleva esta tradición, nos encontramos ante situaciones de elección desesperante, compras asfixiantes, incluso a veces tenemos que fingir que nos gusta lo que nos regalan, que en muchas ocasiones acaba en trasteros y contenedores, junto a toneladas de embalajes y papel que lo envuelven.
Tenemos que aprender a regalar con responsabilidad:
- Podemos ponernos de acuerdo con las personas de más confianza, para no intercambiar regalos si sabemos que es algo que a ninguna de las partes le apetece hacer. Regalar sólo cuando sepamos que algo le pueda ser útil o hacerle ilusión de verdad a una persona.
- No siempre tiene por qué haber una compra de por medio: deberÃamos perder el miedo a regalar cosas hechas por un@ mism@, a reciclar objetos que no utilizamos (por ejemplo, juguetes o ropa que ya no se utilizan), podemos regalar comida y podemos regalar tiempo, mediante un cheque cuyo valor se mida en horas de una actividad (un masaje, clases de idiomas, o lo que sea).
- Cuanta más gente queramos “sorprender”, menos presupuesto tendremos por persona, por lo tanto menos probabilidades de recurrir, por ejemplo, a objetos de comercio justo.
- A veces parece que cuantos más regalos mejor, y evidentemente no es asÃ. Menos presentes y con mejor criterio siempre será la opción más deseable.
- No siempre tienen por qué ser regalos individuales. Las personas no tienen las 24 horas para dedicarle a un objeto. Es importante sobre todo en el caso de l@s niñ@s, pudiendo asà enseñarles desde pronto a compartir.
Estas son sólo algunas ideas, pero sólo hace falta perderle el miedo a “ser cutre”, usar la creatividad y hablar con sinceridad entre nosotr@s. El compromiso social de tener que regalar cosas a los demás parece ser fácilmente solucionable con dinero. Pero las consecuencias ecológicas y sociales de una circulación de bienes que conlleva procesos irresponsables de extracción, producción, distribución y desecho sólo podemos frenarlas con una actitud adecuada.
Sin hablar de la pérdida de tiempo que supone que tener que buscar regalos para gente que, en realidad, no necesita nada.A veces, resulta muy complicado convencer a la familia de que no hay que regalar tanto.