Tecnocolonialismo desde su relación con el cambio climático y el extractivismo

Tecnocolonialismo desde su relación con el cambio climático y el extractivismo. Una reflexión para la Peoples Platform.

Nos gustaría que entre los temas a debatir se abordara el del tecnocolonialismo, y aunque es una temática que se puede abordar desde múltiples perspectivas: quién desarrolla la tecnología, quiénes hacen los algoritmos, quiénes están encargados de hacer la « moderación » de los contenidos en la red, en este caso la idea es establecer la relación entre tecnocolonialismo, gobernanza y medioambiente.

Para ello tenemos que retroceder a la doctrina nacida de la Ilustración e impulsora del concepto de «progreso» moderno, que está aún fuertemente arraigada en la cultura occidental, una cultura colonizadora basada en la supremacía blanca, masculina, heteronormativa y eurocéntrica. La idea de que el desarrollo tecnológico (progreso) es la solución a todos nuestros problemas está altamente difundida, sea entre capitalistas convencidos, o entre un amplio sector de la izquierda.

Pero si hablamos de colonialismo, la colonización supone la usurpación y apropiación de la tierra, y con ella, de su riqueza y recursos; el sometimiento de la población, etc. Este hecho está generalmente asociado a un país o a una entidad territorial compleja y completa. Sin embargo, si le añadimos la capa tecnológica, vemos que la tecno-colonización no responde a la usurpación de países o entidades territoriales completas, sino sólo a aquellas zonas donde existen los elementos, generalmente minerales, necesarios para la producción de tecnología-e, áreas con recursos energéticos y mano de obra barata para la producción o áreas donde tirar la basura tecnológica-e sin coste para el productor.

Actualmente estamos viendo como en RDC (República Democrática del Congo), se está produciendo una guerra impulsada por Ruanda con apoyo de occidente, en sólo una zona Goma, que es dónde se produce la explotación minera que proporciona los elementos necesarios para la producción de tecnología-e. La ambición de Ruanda no es colonizar RDC sino tan sólo el área de Goma. Por tanto nos encontramos que la realidad tecno-colonial, nos lleva a definir una discontinuidad territorial, donde la apropiación y el conflicto vincula ciertas zonas de ciertos países (un área de RDC con un área de Chile (procedencia del cobre), Sudáfrica (oro), etc.) unidos por el hilo rojo de la producción de tecnología-e.

También esta realidad tecno-colonial impone la producción de objetos y esos objetos transforman a las sociedades a través de su uso. Un ejemplo contemporáneo es cómo internet, los teléfonos móviles y la hibridación entre ambos ha modificado nuestra manera de relacionarnos. Y esto no solo es a nivel personal, sino también institucional y económico. Podemos ver claramente como el impulso y uso de las TIC (tecnologías de la información y comunicación) en los últimos años promueven descaradamente la ideología neoliberal individualista. Ideología que vincula sólo aquellos territorios sobre los que extraer beneficios, creando una vinculación discontinua que crea territorios difusos, los redefine, son territorios de proximidad y lejanos. 

Esta discontinuidad, implica que a les ciudadanes tecno-colonizades, les impide o dificulta tener consciencia de la existencia de otres ciudadanes tecno-colonizades y las consecuencias que dicha tecno-colonización tiene sobre los distintos territorios. Este hecho hace aún más difícil la organización para hacer frente a el colono. La identidad de el colono ha quedado diluida.

Tradicionalmente el colono, actuá en nombre de un país, Estado/Nación, etnia, religión, es decir, que también tiene una identidad fuerte y visible, pero en el tecno-colonialismo es mucho más difuso, sus fronteras se nos escapan de entre los dedos al igual que sus “gobernantes”, de hecho les tecno-colonos operan en la sombra. Les tecno-colonos no suelen ser ni el propio Estado ni el Estado de otro país (aunque los Estados puedan estar en connivencia), sino empresas privadas transnacionales, que trabajan al margen del “orden mundial”.

Y por concluir, los territorios tecno-colonizados están en el sur global, ya sea:

en el origen de la cadena de producción: a través del extractivismo, que deja un impacto mediambiental, destruyendo los ecosistemas, contaminando el suelos, el agua y el aire, 

en la producción: que implica una flagrante violación de los derechos humanos, fundamentalmente violando los derechos laborales y creando condiciones de esclavitud, a la vez de se hace una utilización masiva de recursos como el agua, provocando la desertificación y escasez en grandes áreas territoriales, así como un gran consumo energético

en el desecho de la basura electrónica: que es enviada a países donde carecen de las infraestructuras necesarias para la gestión, creando un impacto medioambiental donde se produce una polución del aire, tierra y el agua (rios y mares) ademas de sobre la salud de la población del sector informal y en los entornos inmediatos.

Así creemos, que es necesaria una reflexión sobre las implicaciones del desarrollo y promoción de la tecnología, que deben ir más allá de la accesibilidad a la misma, su difusión o promoción a gran escala, pues la expansión de la tecnología tiene relación directa con el cambio climático y sus consecuencias a nivel global. Y esta reflexión debería llevar a posarnos preguntas como ¿Para quién se crea la tecnología? ¿Para quién es accesible? ¿A quién beneficia? Lo tecnológico no quita lo ético/moral, solo lo esconde bajo la falacia positivista de la “objetividad” del conocimiento científico o matemático, o de la elección utilitarista de la herramienta.

Podemos afirmar que la tecnología tiene fuertes impactos en todes pero a veces no podemos ver que estos son diferenciados según las interseccionalidades de las personas y comunidades. Debido a los impactos diferenciados a veces confundimos esa falsa “neutralidad” con falta de impacto, y es ahí donde surge la falacia de la inocuidad de las tecnologías. 

Un primer paso muy importante para repensarnos la tecnología es hacernos algunas preguntas sobre cómo nos relacionamos con ella. Muchas de estas preguntas ya se las hacen compañeras de los territorios latinoamericanos de la tecnoresistencia: ¿cómo nos afectan y cómo afectan las tecnologías a las demás? ¿Con quiénes es justa? ¿Para quiénes está diseñada? ¿Qué se busca con ella? ¿En qué sentido y para qué la necesitamos? ¿Qué tipo de vidas, cuerpos y territorios produce? ¿Realmente necesito este dispositivo, esta aplicación/programa, hacer este click, entregar esta información? ¿qué tecnologías posibilitan el tipo de mundo que queremos habitar y cuáles son falsas pantallas que reproducen la lógica neoliberal?

Abrir nuevos imaginarios de los usos de la tecnología es esencial para no someternos a ella sino poder usar su potencial para el beneficio común. Recuperar un imaginario tecnopolítico propio y radical frente al impuesto por las BIGTECH determinará cómo queremos desarrollar la tecnología y con qué objetivo.

Carolina y Arîn de SinDominio