ED (Extremadamente Difícil)

Para nosotros la montaña no es sólo caminar, clavar piolets, tomar sopa de sobre, hacer nudos y volver a casa. La montaña es planificar rutas que nunca llegamos a hacer. Perdernos ya en la carretera que llega al monte. Parar a comer un kebab y tomar una botella de vino con Rosa y Juanito en Girona. Tener que escoger en el coche entre la autopista de peaje y una carretera que sube y baja el Galibier y no dudar.  Convertir el descanso activo en un simple juego de tirar piedrecitas, tocar la flauta y mirar las nubes. Lo que toda la vida ha sido descansar. Ir hasta Chamonix para tomar una hamburguesa en el Midnight, el sitio menos glamuroso de toda la calle, robar alguna baratija en el Technique Extreme y dormir en nuestro bosque. Regresar a Girona a sentirnos músicos junto a Edmon y Obam, rodeados de cervezas. Y para terminar, hacer la escalada más técnica de todos estos días en un bloque en medio del mar y en pelotas. Y volver a casa. Es lo que en alpinismo se llama ED (Extremadamente Difícil). Nuestro grado.

[vimeo http://vimeo.com/52420039]

El pasado con los ojos cerrados

Hay lugares que no son mas que pasado. El futuro no se ve por ningún lado y el presente es simplemente nostalgia. Así encuentras sitios anclados a tiempos gloriosos igual que encuentras señoras que se visten como quinceañeras y se estiran la piel.

El restaurante O Pescador ya no sirve pescados. Ni cervezas. Ni tan siquiera ya es un restaurante.A su puerta todavía se ven las barbacoas oxidadas que asaban sardinas, las sillas apiladas que pasaban de mano en mano, las botellas de vino yabebido. Cuando atardece es fácil cerrar los ojos y escuchar algún fado sonar, algún marinero borracho balbucear sobre aquel tiburón que todo elmundo conoce pero que nadie se cree, alguna partida de dominó, alguna disputa de amor. El pasado se agolpa en torno a un restaurante que bien podría ser un barco varado en cualquier playa, crujiendo sus maderas conla dignidad de los buenos tiempos, como si en cualquier momento pudieravolver a la mar.

 

Praia Almograve. Baixo Alentexo

 

A diario, como un viejo marinero que observa mecerse su embarcación, regresa puntualmente su dueño. Abre la puerta, barre el salón, limpia los baños y enciende la televisión. Y se sienta averla con los ojos cerrados. A disfrutar del ruido del pasado excepto cuando algún despistado viajero le interrumpe para intentar tomar algo. Entonces regresa al presente y responde casi sin levantarse: -¡Está cerrado este año!-. Dejando una puerta abierta a un futuro que sólo él no ve.

Entonces vuelve a su silla mientras la televisión anuncia la inauguración de un nuevo complejo hotelero en la zona con restaurantes y campo de golf. Y cierra los ojos. Para ver el pasado.
 

El GPS

Me paro a pensar mientras remuevo el té durante el desayuno. Gracias al gps estoy en un lugar un tanto impreciso cercano a los Alpes italianos. He dormido en un lugar salido del pasado, rodeado de fotos y cuadros antiguos y donde sólo nos hemos cruzado con el recepcionista y un chico asiático que te arrebata las maletas de la mano cada vez que te ve. Una villa rodeada de vides y donde no podría pagar ni la cucharilla que meneo.

Es raro como he acabado aquí. No tiene nada que ver con mi mundo esta cubertería de plata, este servilismo del maletero, esta repipi amabilidad del encargado. Yo estaba hace unos días en el parque Arriaga, estudiando una carrera que no estudiaba y descubriendo que me gustaba hacer fotografías en la calle. Me llamaron para hacer una mudanza en un periódico que estaba cerca de casa y allí fui. Ahora no sé que hago en este lugar. 

Está claro que el gps tiene la cualidad de llevarte a la perfección donde quiere. Y cuando estás removiendo el té no sabes cómo y dónde has llegado.

Olvidar que existes

Si encuentras un buen libro, una buena conversación, una buena escalada, una buen película, entonces ocurre. Mientras clavas el siguiente piolet, mientras pasas a la siguiente página, mientras esperas una hermosa respuesta no hay momento para nada más. Ni para problemas, ni para recuerdos, ni para proyectos. Simplemente te concentras en ese instante. Y sencillamente olvidas que existes.

Asi llevo este mes de mayo.

Mudanza vital. No voy lejos en distancia pero si en vida. Chimenea, huerto, grillos. Esta vez comparto las cajas, las dudas, las ilusiones. Ya no cuelgo sólo los cuadros y eso ayuda mucho para que no estén torcidos. Ya no pienso sólo cómo poner la cama y eso me ayuda a dormir. Dame otro beso y ya pensaremos donde poner esa lámpara.

 

 Nieve. Piolet. Crampon. No hay espacio para más en la cabeza.

Descendemos con esquís sobre el glaciar del Aneto. Pensando dónde hacer el siguiente giro, dónde caerme la próxima vez. Subimos la cara norte del Monte Perdido. Un piolet, un crampón, un piolet, un crampón. No hay tiempo para pensar en uno mismo. Simplemente para continuar esta escalada que empezamos a las 3 de la mañana y nos lleva a la cumbre sobre las 9. Entre una cosa y otra plancho una camisa mientras suena Rocío Jurado. No dejamos que un estúpido juicio juzgue nuestra vida. Continuamos sin saber que existimos.

Acabo mayo disfrutando de la carrera más bonita de la temporada ciclista en plenos Dolomitas. Las tres cimas de Lavaredo, la Marmolada, el Mortirolo… he visto tantas fotos antes que uno tiene miedo de que no sean tan increibles. Pero no hay decepción posible.

¿Es egoista olvidar que existes?

Los riesgos de jugar

Shantanu es una continua cicatriz. Un continuo ir y venir de heridas, de arañazos, de costras y señales. Un cuerpo que empieza a ser un resumen de su corta vida. Cada trozo de su piel indica una aventura, por lo que si le observas detenidamente se ve que a vivido mucho más que algunos ancianos de 80 años. Está todavía empezando a vivir y ya escala mejor que ninguno, habla más idiomas que toda mi comunidad de vecinos junta y ahora está aprendiendo música. Antes de nacer ya viajó dentro de su madre por Marruecos, ha visitado la selva boliviana y ha dormido muchas noches con su padre en un tipi. Y todo lo hace como el que no hace nada, con la tranquilidad de tener una edad en la que poco hay que demostrar. Acumulando cicatrices. En estos tiempos donde antes de que se caigan al suelo ya estamos corriendo para recogerlos.
 

En dirección a una estrella

Pasa el tiempo. Al principio sólo minutos. Luego días. Cuando te quieres dar cuenta han pasado meses. El acento boliviano ya suena extraño. He olvidado el cambio de la moneda. La cumbia vuelve a molestarme y no encuentro ningún bar donde sirvan Paceña. Las imágenes que eran frío, viento y altitud ahora son sólo datos numéricos de un disco duro. Asi que hago un esfuerzo y me siento a organizarlas. Intentar revertir el proceso y convertir esos datos informaticos de nuevo en sensaciones. En un amanecer a 6008 metros de altura. En una cumbre insignificante que nos supo a los tres como el Everest. En unos días fantásticos llenos de silencios, de risas y de amistad de la buena. En la estupida felicidad que me genera el ruido de los crampones contra el hielo.